Artículos

Charlie Monttana: un tipo fiel a sí mismo

Vocalista de grupos como Vago y Mara en los años ochenta y noventa, Carlos César Sánchez Hernández, mejor conocido como Charlie Monttana, fue uno de los símbolos más emblemáticos del llamado rock urbano, sobre todo a partir de 1996, cuando decidió emprender una carrera como solista. Autor de letras mordaces (carentes, la mayoría de las veces, de toda vocación lírica), supo describir sin rubores y sin hipocresías el mundo que le era propio: el de los jóvenes más marginados de la gran ciudad capital. El siguiente texto es una convocatoria a revisar la trayectoria de este personaje —quien falleciera hace un par de semanas—, desde una perspectiva no muy frecuente en el rock nacional: la coherencia y la honestidad de su protagonista.


Hay que dejarlo claro de una vez: no, nunca fui un fanático de Charlie Monttana. A pesar de que me sé algunas de sus rolas, nunca tuve un solo disco de él. Tampoco fui a uno de sus conciertos. No miré, en su momento, más de 15 minutos del reality show que protagonizó. Y lo más cerca que estuve del buen Charlie fue el día en que, después de un concierto que dio en un bar de San Ángel, mi hermano se tomó una foto con él, cosa a la que el roquero accedió —según me contó mi hermano— con su típica euforia de siempre: “¡Qué chido, carnal, claro que sí… Gracias por venir al concierto”, le dijo Charlie Monttana.

Incluso aquella noche en que estaba —según confesó el propio Charlie durante la tocada— agüitado, triste, herido de amor, se dio tiempo, al final, para atender a sus fans, quienes, por cierto, no estaban muy contentos con el concierto, pues el roquero y su corazón roto se negaron a interpretar varias de sus mejores y más famosas canciones: les endilgó a los presentes puras baladitas ñoñas.  

Así era, tal cual, el Novio de México, el Vaquero Rockanrolero, ese güerito greñudo cuyo nombre real fue Carlos César Sánchez Hernández (1961-2020). Charlie Monttana era, pues, la pura bandota, lo que quiere decir que se trataba de un tipo sencillo, honesto, coherente, cercano a la gente y a sus seguidores; alguien que sobre un escenario desempeñaba su rol de rockstar, casi siempre en los rincones más marginados del país, pero ya fuera de reflectores era un ciudadano más y, sobre todo, siempre fiel a sí mismo.

He ahí su principal virtud como ser humano y como artista: no supo traicionarse. No era un músico virtuoso. Tampoco un compositor de altos vuelos (¡quién en el rock mexicano lo es!). Bueno, ni siquiera era un galán de barrio (nació en la ruda colonia Guerrero de la Ciudad de México). Pero acaso nada de eso necesitaba: ni el virtuosismo musical, ni las complejas metáforas o la métrica fina en sus letras, ni, desde luego, una figura o un rostro atractivos. Lo verdaderamente atractivo de Charlie Monttana resultaba precisamente eso: que encontró la manera de trocar sus carencias por gracias, por atributos, por singularidades, por aciertos que le dieron un lugar, aunque discreto, en el escenario del rock nacional.

El vaquero rockanrolero

Podrá decirse, desde luego, que más allá de la colosal mancha urbana de nuestro país, poco se lo conocía. Quizás en ciudades cercanas a la capital como Toluca, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, León… y otros lugares donde solía presentarse, pero no más allá. Sin embargo, es ésa, precisamente, una de las características del tipo de rock que tocaba Charlie Monttana, un rock que apellidan, de manera eufemística, urbano, para no decir que es marginal, que se hace fuera de los principales círculos comerciales de la música, que sus hacedores no tienen un origen privilegiado —bueno, ni siquiera un origen clasemediero bien acomodado como los Café Tacvba—, sino que es un rock muy básico tanto en lo económico como en lo musical, que le canta y le baila a la gente que vive en los cinturones de miseria y en los barrios más pobres (y a veces también los más violentos) de las grandes ciudades del país, principalmente, como dije, de la Zona Metropolitana del Valle de México; un rock que narra las vicisitudes de los habitantes de estos mundos: rock urbano, rock de la pobreza, rock del hacinamiento, rock de la injusticia, rock de la violencia, rock del agandalle, pero también rock de la solidaridad, rock de la esperanza, rock de la cábula, de la vacilada, del cotorreo, del desmadre.

Por eso en su canción más famosa, “Vaquero rockanrolero”, Charlie Monttana describe a un sujeto con el que es fácil identificarse en aquellos territorios: aquel que se presenta, en un entorno precario, como un roquero de los rudos, casi casi cosmopolita (cabello largo, aretes, tatuajes, playeras de famosos grupos de heavy metal o de thrash metal, atuendos de cuero), pero que es, no obstante, un roquero que en lo profundo de su alma resulta ser más rupestre que la milpa y el nixtamal juntos, un amante de clóset de la música norteña (con sombrero, botas y una admiración indecible por el Piporro).

He aquí la canción, que transcribo sin la versificación propuesta por su autor, a fin de destacar, por medio de signos de puntuación, el carácter narrativo de la letra, lo que deja más claro que si bien Charlie Monttana no era Federico García Lorca o Amado Nervo en cuanto a la métrica, sí capturaba con gracia y talento la esencia de los personajes de sus letras:

“Dices que eres la bandota, que eres bien rockanrolero, se te nota con tan tremenda matota. Todo lleno de tatuajes, y luego hasta traes aretes, y tu camiseta de Metallica. Quien te viera pensaría, que eres una estrella de rock, pero nadie imaginaba la neta: ¡oh! Te fuiste a ver a Los Tigres, a Limite y a Los Tucanes, vestido de cuero negro para apantallar. Dabas de taconazos con el puro nixtamal, bailabas a sombrerazos con el Piporro. Siempre das el jacintazo, siempre das el piporrazo, eres la pura milpa real. Eres el vaquero de la Marlboro, el vaquero rockanrolero, oye Jacinto, Jacinto metalero. Y eso que eres la bandota, porque si no fueras… ¡Jaja-jaja!”.

¿No te dice nada tu mamá?

Ya lo mencioné: Charlie Monttana compuso algunas baladas. Pero él mismo expresó alguna vez que no eran lo suyo. Si bien recordaba que en su paso como vocalista de la banda de rock Mara aprendió mucho a interactuar con el público, a moverse en el escenario, a no ser un palo con micrófono cantando, también reconocía que detestaba la actitud conservadora del grupo con relación a las letras. “¡Qué van a decir los niños si oyen esta canción!”, le reprochaban. Incluso con Vago, otra banda de la que Charlie fue vocalista, le llegaron a preguntar a propósito de “Últimamente”: “¿No te dice nada tu mamá por esa letra?”. Charlie se reía y cantaba en “Últimamente” lo que sigue:

“Me he estado masturbado últimamente/ Desde que te fuiste y me dejaste/ Desde diciembre tú ya no vienes/ Ahora estoy solito no tengo a nadie/ Salí a buscarte una sustituta/ Pero no he encontrado a nadie igual/ Alguien que me haga también sentir lo mismo/ Y que sus ojos también me vuelvan loco/ Cuando fui tu hombre yo era feliz/ No me masturbaba, no me hacia falta/ Era el capitán, yo te piloteaba/ Hoy no tengo con quien, no tengo carnada/ Salte de mi cuerpo, de mis pantalones/ Tus piernas y tu boca pisan mis talones/ Me matan las ganas de arrancarte la ropa/ Me mata el deseo de verte desnuda…”.

Charlie Monttana se fue, pues, como llegó: sin lujos, sin hacer mucho ruido, rodeado de la gente sencilla que lo acompañó toda su vida. Pero no hay que creerse aquello de que el Novio de México era del todo irreverente. Algunas de sus letras nos cuentan que sí le preocupaba lo que pudiera decir la santa madre mexicana. En “De que el amor apesta”, por ejemplo, mientras va exponiendo de formas a veces rebuscadas (pero siempre burlonas) cierta forma de ser muy hombre que atraviesa verticalmente la sociedad de nuestro país, hace aparecer a una madre que interviene para velar por el futuro de su hija, antes de que el amor termine por extraviarla.  Transcribo la letra en prosa, que es como realmente funcionan la mayoría de sus canciones. Dice Charlie:

“Cuando te enorgullece tu manera de ser, tu mala reputación de borracho y patán, el mejor de la banda, siempre chupando, un chingo de viejas, envidia de todos: ceniceros y toallas, vasos y llaveros de los hoteles, te los volabas; te daba mucha risa dejar a las chicas sin sostén y sin tanga, siempre se los volabas, los coleccionabas en un cajón con cartas, fotos de chicas, teléfonos de todas las que te comías. No te aburrías, no te enamorabas, sólo te divertías. Pero llegó el día, llegó el maldito día, en que llegó la niña que te desgració, te enamoraste, amándola como un loco, como a los 17 creías en el amor. El viernes la culera se fue con otro güey, que muy carita, que era de billetes, era un ojete que quería la madre de tu noviecita que se case con ella. Tú no vales nada, eres un culero, no tienes billete ni en qué moverte; ya ves, por ser bueno y querer un novia que te cuide y te quiera te salió cola. Que sirva de experiencia esta moraleja pa’ los que piensan que el amor no apesta, mírense en este espejo pa’ que no cambien, que no les pase lo que a un pendejo. Pero llegó el día, llegó ese puto día en que llegó la niña que te desgració. Te enamoraste amándola como un loco, como a los 17 creías en el amor”.

Más sucio, más imprudente y más casual

Es cierto, Charlie Monttana llegó a decir, con toda convicción, que Alex Lora, el líder del Tri, era el hombre más importante del rock en México. “Es nuestro Beatle, nuestro Bob Dylan”, sentenció en una ocasión. Por fortuna, esa creencia no lo llevó a querer imitarlo. Alex Lora es hoy una genial impostura. Es un conservador capaz de decir 20 groserías en una oración de 15 palabras, pero, eso sí, enseguida cantarle una canción a la “virgencita de Guadalupe” o a los “minusválidos”. Es un cliché. Un lugar común desde hace al menos 30 años. A Charlie Monttana, no obstante, sí se le cree, sí se le compra ciento por ciento su declaración de que un día empezó a escribir de manera “más bonita: más sucia, más imprudente, más casual”.

Fiel a sí mismo, así se marchó de este mundo el pasado 28 de mayo. El reality show que hizo para Exa TV (RockStar Charlie Monttana), mostraba a un hombre que no era capaz de detener sus excesos, a pesar de las recomendaciones para frenar su hipertensión que le recetaba el médico de su colonia (a quien le pagaba 200 pesos por consulta). Charlie simplemente no podía dejar el whisky Jack Daniels, la cocacola, la fiesta, el desmadre, las comilonas. Hasta que a los 58 años su corazón dejó de palpitar. Así que, donde sea que ande, Charlie Monttana sigue siendo de seguro como el protagonista de una de sus más queridas canciones, “Tu mamá no me quiere”. Sigue siendo un vago… un pelado… un barbaján… ¡Yahooooo…!

Related Articles

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Back to top button