Junio, 2025
Aunque el beisbol se practica en nuestro país desde el siglo XIX, el 28 de junio de 1925, hace exactamente un siglo, inició la historia de la Liga Mexicana con el partido inaugural entre el Club México y el Agraria, celebrado —se dice que con las gradas llenas— en el Parque Franco Inglés, convirtiéndose así en la liga profesional deportiva más antigua de todo el país. A propósito de la efeméride, Víctor Roura ha hecho estas pinceladas escriturales.
Prácticamente ocho décadas después de haber jugado la primera disputa beisbolera en 1846 en Hoboken, Nueva Jersey, el 28 de junio de 1925, hace exactamente un siglo, se celebró en el Parque Franco Inglés el primer partido de la Liga Mexicana de Beisbol entre el Club México y el Agraria con la victoria del primero por 7-5.
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En realidad Batman (Hombre del Bat, en su profunda semántica) es un bateador de béisbol, pero a nadie le interesa su afición deportiva.
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En lugar de dugout , la nueva generación de beisbolistas instaló un dogout para guardar en esa cueva a sus adoradas mascotas perrunas.
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Rigurosos y exigentes críticos del lenguaje están proponiendo sustituir, de una vez por todas, la palabra jonrón por correracasa para ajustarse, mucho mejor, a la traducción idiomática olvidándonos, de una vez y para siempre, de la castellanización acústica.
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Luego de dar una vez bases por bola de manera ininterrumpida, obsequiando ocho carreras al equipo rival, el entrenador le perdió la confianza a su lanzador haciendo, por fin, el cambio pertinente en la lomita.
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Cuando el bateador salió con una metralleta en lugar del acostumbrado bate, la novena rival, que iba ganando por tres carreras, prefirió abandonar el campo de juego perdiendo por defecto.
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El beisbolista llevaba ya más de treinta y tres faules continuos negándose a ser ponchado o a ser empujado a la primera almohadilla, por lo que la gente, aburrida, empezó lentamente a abandonar el estadio.
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El sonorense Luis Arredondo Tiznado robó un total de 491 bases en el beisbol mexicano, 919 menos de las 1406 que se robó el estadounidense Rickey Henderson, fallecido el 20 de diciembre de 2024, cinco días antes de cumplir los 66 años de vida y 447 menos de las 938 bases robadas por Lou Brock, también estadounidense, cuyo deceso ocurrió el 6 de septiembre de 2020 a sus 81 años de edad. Vaya uno a saber dónde están esas almohadillas robadas que nadie las puede encontrar pese a la numerosa e incómoda cantidad.
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Los Diablos Rojos del México exhiben en su estadio una enorme lengua de los Rolling Stones, aunque nada tiene que ver el beisbol con el rock.
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El receptor de beisbol lo es después de haber leído atentamente El Manual del Catcher para dominar el lenguaje de las manos.
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El locutor de beisbol, antes de aparecer en un cuadro en el canal deportivo, tuvo que aprender a cabalidad el sentido de traslación del lenguaje para poder cronicar correctamente un partido pues no sabía, por ejemplo, que la decisión de la blanca era el destino azaroso de una pelota, no de una señora canosa.
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El beisbolista se hizo famoso no por sus batazos, sino justamente por no dar ninguno: no había lanzador que no le otorgara base por bola.
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El bateador le pegó tan fuerte a la pelota que ésta jamás cayó de las alturas.
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El atleta olímpico de triple salto fue contratado con un salario digno, como corredor sustituto, para llegar en un santiamén a la siguiente almohadilla beisbolera.
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El réferi exigía a los beisbolistas un disciplinado corte de cabello, casquete corto, para poder presentarse a batear, de lo contrario los expulsaba sin miramiento alguno.
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Cuando apareció el primer trans en el béisbol, luciendo una sensual falda corta, fue tan portentosamente aclamado que a nadie le importó que recibiera, siempre que aparecía con el bat, tres strikeouts seguidos.
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Después de producir el jonrón, el bateador se fue bailando rumba hasta llegar a casa .
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Para calentarse el brazo, el lanzador empezó a rozar, primero, el cuerpo femenino que estaba a su lado, luego continuó auscultándola sin desparpajo alguno y acabó tentándola descaradamente hasta hervir con desmesura.
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El beisbolista en turno fue despertado sin violencia para proseguir en la cuenta de bateo.
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El ex bateador no olvida los triunfantes hits que obtuvo produciendo victoriosas carreras, hits imposibles de conseguir ahora que se ha convertido en cantante pop.
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Los espectadores esperaban, impacientes, que el lanzador dejara de hablar en su celular, que ya llevaba prendido a él más de diez minutos con risas y bromas inentendibles, para poder contemplar el aciago desenlace del partido.
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Ponchado, el bateador era feliz: la tía Emiliana le preparaba, como nadie, el delicioso ponche con sazonado vodka hasta dejarlo completamente, sí, ponchado.
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El lanzador les preparaba exquisitos tres ponches con oculto mezcal a cada bateador antes de lanzarles la pelota arriba de la loma.
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Sin importarle conceder una base por bola, el lanzador pegaba en la cabeza con la pelota a cada bateador que le caía mal.
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La novia del bateador esperaba, ansiosa, desde el extremo izquierdo de la tribuna, la pelota que seguramente, con atingente cálculo, su amado le enviaría pretextando una falta involuntaria.
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Después de seis horas de juego y dieciséis entradas donde no se quebraba el persistente empate, el entrenador decidió, mejor, dormir una siestecita con la esperanza de un sueño reparador y significativamente vencedor. 
