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Ni siquiera el mal es perfecto: Malú Huacuja del Toro

«Las razones menos pensadas» es presentado este domingo en Minería, a las 13:00 horas

Febrero, 2025

Es periodista, novelista, dramaturga, guionista y, también, una agitadora cultural innata. La escritora mexicana Malú Huacuja del Toro no sólo está de regreso en el país —vive en EUA—, también regresa con un nuevo libro bajo el brazo: Las razones menos pensadas, una novela futurista de humor negro. La historia narra la vida de Marcos, un hombre gay que está enamorado de un joven que es bisexual y poliamoroso: Paco. La pareja enfrenta el dilema del poliamor, en el que, como suele suceder, sólo uno de ellos busca genuinamente la relación poliamorosa. El periodista Fernando de Ita ha conversado con Malú Huacuja del Toro. (Por cierto: ambos, junto con Álvaro Álvarez Delgado, estarán presentado el libro este domingo 2 de marzo, a las 13:00 horas, en el Salón Manuel Tolsá, en la Feria de Libro del Palacio de Minería).

Me consta que no se vive impunemente en la ciudad de Nueva York, menos si esa estancia cumple 25 años, como es el caso de Malú Huacuja del Toro, emigrante, dramaturga, guionista, novelista, periodista, feminista, ambientalista y de ovarios rebeldes contra el arribismo, la injusticia y el mal gobierno. Ocurre que Malú presenta Las razones menos pensadas, su relato más reciente —una sátira sobre el futuro que ya está sucediendo en la tecnología—, publicado por la editorial española Malpaso, en su colección “Salto de Página”, este domingo 2 de marzo en el cierre de la Feria del Libro del Palacio de Minería, y aprovechamos la ocasión para repasar parte de su biografía porque desde la antigua Urbe de Hierro la escritora está muy pendiente del desastre y la algarabía de la vida en México. Con al menos 18 libros publicados en su haber, que sea ella quien lo demuestre.

Después del primer tiroteo real comandado por bots en redes sociales

—¿Cuándo se fue usted de México y cuál fue el motivo?

—Me fui de México poco antes del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, mismo que presencié estando aquí, así que he vivido buena parte de la historia del primer cuarto de siglo desde la capital cultural del imperio (que este año, según lo que observo, inicia una nueva etapa: el neofascismo). Atestigüé desde Nueva York las protestas de apoyo al gran movimiento de la Batalla de Seattle, en el que por primera vez las organizaciones de derechos civiles, humanos, ambientalistas y sindicalistas, junto con la propia población de Seattle, enfrentaron a la Conferencia de la Organización Mundial de Comercio y lograron hacerse oír contra la globalización. Eran lo que Zedillo llamaba entonces “los globalifóbicos”, burlándose. Ya nadie lo recuerda, porque ahora Zedillo habla de sí mismo y se describe como un magnánimo demócrata y un ex presidente muy querido, pero yo sí me acuerdo porque, como buen político, las cosas que dice son muy diferentes de las que hace. En fin. También recuerdo que, ya desde entonces, se hablaba con temor de una tecnología digital capaz de reconocer todos los rostros de los manifestantes en las calles y de un mundo donde cada instante de la existencia de un individuo sería registrado por alguna cámara o algún micrófono en casi cualquier confín del planeta. Empezaban ya a aparecer las máquinas de ultrasonido para dispersar manifestaciones, que se colocan en lugares estratégicos produciendo sonidos desagradables que tú no puedes registrar, pero un perro sí, y que hacen que te sientas muy incómodo, hasta que te den deseos de abandonar la manifestación sin saber por qué. Es por ello que los ambientalistas recomendaban llevar perros a las marchas. Desde luego no llegábamos aún a prefigurar la existencia de Twitter y que las elecciones de los presidentes de todo el mundo podían decidirse, en gran parte, por la capacidad de los partidos políticos y de las empresas de comprarse bots y granjas de troles en las plataformas de redes sociales cibernéticas, que es algo de lo que cuento en Al final del patriarcado, inspirado en el primer tiroteo real comandado por bots en redes sociales, que fue el pizzagate y, a futuro, en Las razones menos pensadas.

“Después de los ataques a las Torres Gemelas escribí el libro El álbum de la obscenidad: Crónicas sobre la vida y la guerra en Nueva York, que cuenta algo de cómo los políticos lucraron con el dolor de la gente. Uno de esos políticos fue el entonces alcalde ultraderechista y posteriormente abogado de Donald Trump, Rudolph Giuliani (a quien el entonces jefe de gobierno de izquierda del entonces Distrito Federal contrató como asesor para que aplicara su política de “cero tolerancia” al crimen: sin comentarios). Después de que George W. Bush invadió Irak por unas supuestas armas de destrucción masiva que no existían, estuve en los movimientos de teatros contra la guerra que pusieron Lisístrata en diferentes países del mundo. También participé en el movimiento pacífico antisistémico Ocupa Wall Street, donde además vi cantar a Joan Baez y Tom Morello nos deleitó con su guitarra mágica. Fue un movimiento muy eficaz porque operó, hasta donde se pudo, de manera genuinamente anarquista: de liderazgo horizontal y rotativo. Costó mucho desarticularlo hasta dejarlo inoperante. Todos los partidos políticos trataron de cooptarlos: no sólo los demócratas sino, también, los partidos asociados al chavismo, que hasta querían regalarles tiendas de campaña (con dinero del pueblo venezolano, pero quién sabe si con su conocimiento o su aprobación), pero no se dejaron, porque todas las donaciones tenían que ser aprobadas por la asamblea popular horizontal y debían ser de particulares y no de partidos ni de gobiernos. Los partidos microscópicos de izquierda insistían en que quién era el líder, queremos hablar con el líder y cuáles son sus demandas. Querían forjar un Attolini de ahí y no les salió.

“Después de eso, bueno, sobreviví a los embates del cambio climático, a la pandemia, y aquí estoy, dos décadas y media después. Comienzo por la última pregunta que me haces: ¿cuál fue el detonador de este libro? Me parece que el detonador de esta novela fue justamente el huracán, devenido supertormenta, Sandy. El enorme centro comercial del Muelle 17 de Seaport, que era una zona turística monumental, quedó convertido en escombros. Por ponerles un ejemplo: es como si todo el centro comercial Santa Fe o todo Perisur fuera arrasado por un tornado y lo único que se puede ver desde cualquier punto son ruinas, por supuesto sin luz ni agua. En las zonas urbanas de México, por estar más cerca del Trópico, todavía no se observan los efectos del cambio climático de manera tan ineludible como aquí, donde ya no es posible saber si habrá invierno cada año, y cómo será. Y después, durante el primer mandato de Trump, fue muy asombroso verlo burlarse de la pandemia y del cambio climático. Y eso que todavía no ganaba por segunda vez, ahora con Musk a la cabeza de su programa neofascista, retirándose del Acuerdo de París, revirtiendo legislaciones de combate al cambio climático y de construcción autosustentable y haciendo que los grandes capitales de Wall Street se retiren también. Supongo que el desdén de los mandatarios que son líderes (in)morales de sus pueblos hacen lo que quieran con su futuro también fue otro detonador”.

“Si te quejas entonces eres como Milei”

—Sus libros y su trayectoria proyectan a una mujer feminista capaz de criticar al feminismo. También a una mujer periodista que critica al periodismo, y finalmente a una escritora que rompió lanzas no sólo con el establishment literario de los conservadores sino con los nuevos ricos de ese apartado, para decirles así a quienes se quedaron desde la izquierda con los presupuestos de la derecha.

—Y no sólo se quedaron con los presupuestos de la derecha, sino que, si los descubren comprando diamantes o encargando un vuelo privado para llevar a su abuelita desde la lejana Guadalajara hasta la Ciudad de México, o dándose la gran vida en lujosos hoteles y restaurantes, o haciendo tratos con los oligarcas a los que solían criticar, y por cuyas críticas la gente depositó su confianza en ellos, dicen que toda denuncia es un ardid “de los conservadores” y “la ultraderecha” para desprestigiarlos. Es el crimen perfecto acometido desde la izquierda en el poder… hasta que la gente se harta y la ultraderecha a secas logra que voten por el neofascismo. Entonces, ya que se fagocitaron cualquier movimiento verdaderamente popular (no populista), se hacen las víctimas de la ultraderecha, y como ésta también es odiosa, les viene como anillo al dedo. Es un círculo vicioso. Un artista de esos que los apoyan me decía que no debo criticarlos porque al hacerlo “le hago el juego a la derecha”. Y no sólo: el angelito me comparó con Milei. O sea que la solución es callarse y dejar que estafen al pueblo como los bolichicos venezolanos. Mientras tus calles se caen a pedazos, te quedas sin servicios públicos un día sí y otro también y al Metro le cuelgan los cables y se le abren las rajaduras. Pero cuidado si te quejas, porque entonces eres como Milei. Te digo: el crimen perfecto.

Al final del patriarcado es una novela que se atreve a vislumbrar un mundo posible”

—En una entrevista con Proceso sobre su libro Al final del patriarcado, dice usted que ese dominio está cediendo terreno y tiende a disminuir. El libro se publicó en 2021 cuando Donald Trump salió de la Casa Blanca, pero sucede que ese macho, ese patriarca, ha vuelto al puesto del hombre más poderoso del mundo. ¿Eso modifica en algo su impresión de que el machismo está a la baja porque todo el programa de gobierno de ese supremacista blanco es patriarcal?

—Significa que las mujeres que luchan en todas partes del mundo, así como los movimientos de derechos civiles por la diversidad genérico-sexual, estaban cobrando una fuerza sin precedentes que los neofascistas supremacistas blancos y cristianos no podían darse el lujo de permitir. Debieron apoderarse de todas las plataformas digitales de redes sociales que antes, precisamente, sirvieron para dar voz a esos movimientos. Era sólo cuestión de tiempo para que los oligarcas más ricos del mundo expertos en informática se unieran en contra de esas libertades que ellos mismos permitieron y con las que se enriquecieron. No podían permitir que cualquier persona pueda opinar, como empezó a suceder en los albores de la era digital y como fue el sueño del anarquista Brad Will, inventor de IndyMedia, asesinado en México. No bastó con que se hicieran multimillonarios lucrando con esas libertades: había que utilizar las redes para devolver a las mujeres a las épocas de la criminalización y satanización del aborto y el confinamiento a las tareas del hogar. Cabe recordar que Trump no habría llegado a este nuevo mandato sin la ayuda de Elon Musk, un supremacista blanco de Sudáfrica, que regaló un millón de dólares diariamente a quien votara por Trump (tampoco fue muy sutil), y que Facebook se creó porque un joven blanco decidió inventar una red para hacer pública la información personal de una mujer que no se quiso acostar con él. Esto es, para acosarla sexualmente por preferir a otros hombres. Al final del patriarcado es una novela que se atreve a vislumbrar un mundo posible si se inventara una herramienta tecnológica para ver lo que hay detrás del comercio de la prostitución. Nunca, en ninguna parte del mundo, se oirá a una niña o a una adolescente decir que, cuando sea grande, quiere vender su cuerpo para ganarse la vida. Esto no quiere decir que la industria del sexoservicio no tiene por qué existir o no brinda un servicio esencial a poblaciones vulnerables, incapacitadas, por ejemplo, pero sería como cualquier otra: profesionalizada, regulada, con prestaciones y derechos laborales.

“Tuve que cambiar de idioma para poder seguir haciendo teatro”

—Antes de entrar al tema central de la entrevista, que es la presentación en la Ciudad de México de su texto más reciente: Las razones menos pensadas, veo que usted estudió teatro en la UNAM, que escribió su primera obra dramática a los 23 años y escribió más de 30 espectáculos para el cabaret que Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe reabrieron en Coyoacán. ¿Qué le dejó el teatro como experiencia de vida y de obra, y por qué lo abandonó?

—¡Yo no abandoné el teatro! Amo tanto el teatro que tuve que cambiar de idioma para poder seguir haciendo teatro. Mi nueva obra en inglés, que es la versión femenina del Quijote exclusivamente para teatro: Mme. Quixota’s Last Words (Las últimas palabras de doña Quijota) se estrena este año en Gran Bretaña con una compañía productora maravillosa y una actriz de ensueño. Pero lo que sí sucedió fue que dejé de trabajar en teatro para México. No en cine para México, pero sí para teatro. ¿Por qué? Las grandes artistas para las que tuve la fortuna de trabajar, en su momento rebeldes, valientes y artísticamente propositivas, ahora son gobierno. Acabaron en el Congreso o de voceras del gobierno y hasta de reclutadoras de campaña, obligando o presionando a otros y otras artistas a hacer videos proselitistas a favor de la 4T y de sus amigas funcionarias. Ya no formo parte de ese equipo. Todo empezó con el plagio de su amiga, la que después sería diputada federal de Morena, pero ya ellas tenían un rumbo muy otro que las llevó al poder político.

“Disfruto mucho el guionismo como oficio y me encanta ser intérprete amanuense de grandes directores”

—Otra actividad importante de Malú Huacuja del Toro fue y es el guionismo, actividad que la llevó a colaborar con Vicente Leñero, quien le dijo con toda razón que el guionista es un amanuense al servicio de la producción, no de la calidad artística del producto. Pero aun así se aprende mucho sobre la estructura del relato, la creación del personaje, el manejo de la trama, todo para terminar cumpliendo el capricho del director, el productor o la estrella del proyecto, pero con todo es una buena escuela para aprender a hacer la mezcla, ¿no cree usted?

—Si el director es caprichoso, efectivamente hay que trabajar cumpliendo su capricho, pero si es un artista como algunos de los directores para los que he tenido el privilegio de trabajar, el guionista o la guionista se convierte en un mero amanuense al servicio de su visión. No de su capricho, sino de su arte, como fue el caso de Julián Hernández, para quien escribí Rencor tatuado, y de Roberto Fiesco, para quien escribí la película bilingüe Lupe que se estrenará este año. Disfruto mucho el guionismo como oficio y me encanta ser intérprete amanuense de tan grandes directores. Para Jesusa Rodríguez también fungí muchas veces como guionista: ella pedía determinadas necesidades de producción, determinados actores y que pasaran determinadas cosas. El mejor éxito del guionista reside en poder interpretar lo que los directores buscan en sueños y poder darle forma en el papel. Puedo hacer muchos trabajos a la medida para determinados actores y directores y lo encuentro fascinante. El único tipo de director o productor o estrella con el que no disfruto trabajar por encargo es el que no sabe lo que quiere pero tampoco permite que el guionista le ayude a descubrirlo.

El dilema del poliamor

—Ahora sí, cuéntenos de qué va Las razones menos pensadas, descrita para la publicidad como un relato futurista, como una ficción ácida, de humor negro y algo cachonda, en la que el relator es un hombre gay, homosexual, ¿o cómo calificar a su protagonista con la nueva nomenclatura verbal de la que se sirve su texto para ironizar sobre una conceptualización de los seres y las cosas que se antoja más como una farsa verbal que como una acertada y veraz subjetivación del sujeto?

—Bueno, el protagonista Marcos Lozano está enamorado de un hombre. Eso, en la nomenclatura homosexual, lo hace gay. Un homosexual te va a decir que Marcos es gay, aunque hay hombres que disfrutan la felación hecha por un hombre y que no se consideran homosexuales, que son lo que muchos denominan “mayates”. Marcos, en este orden de ideas, es gay. Además, está enamorado de un joven que es bisexual y poliamoroso: Paco. La pareja enfrenta el dilema del poliamor, en el que, como suele suceder (no digo que esté bien ni que sea correcto sino, simplemente, un fenómeno común), sólo uno de los dos integrantes de la pareja busca genuinamente la relación poliamorosa. El otro la acepta porque es lo que le gusta a la persona de la que está enamorado, y sólo finge que le gusta para quedar bien. La relación está predestinada al conflicto porque comienza con una mentira y con un triunfador y un sometido a lo que el otro prefirió. Otra cosa que también suele ocurrir (y tampoco digo que sea lo recomendable) es que el poliamoroso se da licencia para ser infiel y mentiroso, por aquello de que es una relación abierta. Esto da lugar a situaciones graciosas entre Marcos y Paco, sobre todo porque Marcos acepta sin cortapisas que su relación poliamorosa es un fracaso, que Paco es un sinvergüenza, y que, aun así, está enamorado de él.

“Siempre habrá mentes rebeldes y ovejas negras con memoria histórica”

—No hay manera de evitar esta pregunta: ¿cómo se ve la actualidad mexicana desde Nueva York?

—Bueno, yo siempre pienso, como dice Adhira en Al final del patriarcado, que ni siquiera el mal es perfecto; el absoluto no existe y eso aplica hasta en las peores situaciones. Siempre habrá mentes rebeldes y ovejas negras con memoria histórica: aun hoy, en medio del fanatismo y la compra-venta de almas.

La escritora Malú Huacuja del Toro. / Foto: blog Malpaso y Cía.

“Las causas feministas y de diversidad genérico-sexual siempre están bajo persecución y ataque”

—Usted es de la generación que se hizo feminista cuando el machismo no tenía contrapesos, de manera que ha seguido las diversas evoluciones del movimiento. Entre las feministas que yo conocí de los años setenta al 2000 la mayoría tenía parejas patriarcales. Hoy las chavas salen a reclamar sus derechos con la misma violencia que condenan, y basta que seas hombre para resultar sospechoso. En las escuelas de arte más representativas de México como la Facultad de Teatro de la UNAM, la Escuela Nacional de Teatro del INBAL y la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana hubo intentos de linchamiento mediático, a partir de MeToo, que se basaron en la pura subjetividad de las denunciantes y arruinaron la vida de maestros que terminaron por morir de zozobra, como el clown ruso Anatoli Lokachtchouk. Las mujeres mueren a puños en México, así que no es un reclamo, sólo le pregunto si es necesario ese periodo a la Robespierre para que triunfe el feminismo.

—Más que de Robespierre, del oportunismo y el protagonismo que desvirtúan las razones legítimas de una protesta. Todos los movimientos sociales en la historia tienen sus falsificadores que, desde la impostura, acaparan la atención y tratan de lucrar con ellos. Ya lo vimos en México: lo primero que pasó con el MeToo fue que Sabina Berman se encargó de desprestigiarlo presentando una denuncia falsa, utilizando el magnavoz que siempre le ha dado la televisión, en todos los sexenios, pues ni qué duda cabe de que es alguien que se ha servido con la cuchara grande de todos los gobiernos y ahora trabaja de “zurda”, como ella se autodenomina. Primero hizo el guión de una película para lavarle la indefendible imagen a Gloria Trevi (a la cual después no le pareció suficiente la purificación de cara, pero eso es otra historia). En el guión de Berman, increíblemente, la única “villana” de la película es la que denuncia el cautiverio y el abuso sexual. Es “la mala” porque es la que habló, cuando la realidad fue al revés: Aline Hernández y Mary Boquitas fueron las valientes que impidieron más abusos, pues se atrevieron a hablar. Muy lamentable historia la de la película, pero después, en la vida real, se pone peor: Sabina Berman presenta en su programa una denuncia infundada contra su director de selección de reparto, acusándolo de algo horrible que él no hizo. Se equivocó de persona y tuvo que rectificar. ¿Cómo te puedes equivocar con algo así? Supongo que es un asunto sencillo para una persona que soborna jueces (tal como ella misma confesó), pero para un trabajador de cine no es poca cosa. Es algo que, en efecto, como dices, le puede arruinar la carrera y la vida a alguien. ¿Cómo lo van a ver sus familiares, por ejemplo, después de semejante acusación? Con ello, Berman le disparó en el pie al movimiento MeToo cuando apenas comenzaba en México. Pero así es. Así pasa. En especial con las causas feministas y de diversidad genérico-sexual, que siempre están bajo persecución y ataque. Ahora tenemos el caso de la impresentable Karla Sofía Gascón, que les hace lo mismo a las mujeres trans. De todas las mujeres trans valientes a las que conozco, ninguna se merecía semejante representación mundial. Lo ves hasta con las sufragistas: las más oportunistas que se subieron al tren cuando ya habría cobrado impulso se hicieron famosas; pero el verdadero trabajo, que fuera de las que organizaron desde los cimientos, fueron a dar a la cárcel, hicieron huelga de hambre y aguantaron.

Dejar de oír a los políticos

—Finalmente, ¿le parece que terminar con la meritocracia artística en los programas de gobierno de la 4T a favor del populismo cultural es una reivindicación necesaria o sólo un giro ideológico del poder dominante?

—Yo lo que recomiendo con todos los políticos es bajarles el volumen mientras están hablando en la pantalla o en persona, dejar de oírlos y oírlas, y ver lo que hacen. Sólo así descubres cuáles son sus intenciones y qué tan necesario o cierto es lo que están diciendo. Lo mismo aplica para los que creen que una persona que tiene una trayectoria de abuso y corrupción va a cambiar las cosas mágicamente en cuanto asuma el poder, que porque “ahora sí va a tener la fuerza” de lograr lo que siempre ha querido. Si nunca hizo “lo que siempre ha querido” ni tuvo la fuerza de luchar por lo que consideraba justo y necesario, ¿qué le va a hacer cambiar? ¿El poder, que más bien corrompe? Es un sinsentido eso.

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