Mayo, 2024
Más de una década de trabajo resguarda, por estos días, la galería Atelier Percepción de la capital queretana (Hidalgo 29, Centro). En sus muros cuelga la obra que Diana Carolina López (Ciudad de México, 1982) ha creado en este periodo: principalmente óleos, pero también carboncillos, grafito sobre papel y grabados fotolitográficos. Se trata de la retrospectiva intitulada Cronología de una metamorfosis, en la que la artista expone cuadros tan grandes como Putzu (150 x 100 cm) o tan pequeños como su serie de gruyas. La muestra comenzó hace unos días y estará en exhibición hasta el 15 de mayo. Reproducimos para nuestro lectores el texto de sala de esta muestra, a cargo de Juan José Flores Nava.
QUERÉTARO, Qro.
Cronología de una metamorfosis
Cuando pronuncio la palabra Futuro,
la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Wisława Szymborska
Sólo la pintura, y ninguna más de las artes bellas, nos brinda la posibilidad de estar cara a cara de manera tan cruda, casi visceral, tan descarnada, ante el momento final de su creación. Por eso cuando una artista nos otorga —como lo hace ahora Diana Carolina López— la oportunidad de observar varias de sus obras de manera cronológica queda, ella, totalmente expuesta. Porque entonces la mirada del espectador tiene la libertad para vislumbrar —en cada óleo, en cada dibujo— el corazón mismo del tiempo (o de la artista) y conjugarlos a su antojo con su propia humanidad.
Cronología de una metamorfosis, que es como se intitula esta muestra retrospectiva de Diana Carolina López, nos habla del tiempo como un maestro; del tiempo como un forjador (del carácter, del talento, de la voluntad, de los sueños); del tiempo como ese elemento implacable capaz de extraer nuestro ser más genuino. Pensemos, por ejemplo, en ese carboncillo y grafito de 2023 intitulado Pleasers, en el que Diana Carolina dibuja unas zapatillas de pole dance y unas rodilleras colocadas en un altar. Es la manifestación de que las mujeres pueden hacer todo eso que les han dicho que incomoda, que molesta: moverse, hacer ruido, tocar su cuerpo, abrir las piernas, bailar.
Es una libertad que la artista ha ido encontrando, conquistando y reflejando en su obra. La libertad que halló en otras mujeres (o en el pole dance) y que pintó en cuadros como Putzu (2020) o Matices para la emancipación (2021). Una libertad que le permite a Diana Carolina volver la mirada hacia ella y explorar, con un pincel más libre y una paleta de colores más determinante, esa especie de Santísima Trinidad que la constituye: la parte oscura, que es súper crítica y perfeccionista; la parte llena de color, que es la opuesta, la diosa interna; y la parte que está entre una y otra, que es la que muestra al mundo, la terrenal.
Así, mientras Cronología de una metamorfosis brinda la posibilidad de observar distintas estaciones en el andar de Diana Carolina López, ofrece también un escaso privilegio: el de reconocer la mirada de la artista sobre sí misma. Lo que permite constatar, entre otras cosas, que para ella el dominio de los materiales implica también una mayor claridad y confianza en sus ideas; que la emancipación del pincel es, al mismo tiempo, una autonomía interior; que los colores en la tela de pronto pueden ser los mismo que refleja su cabello; que la diamantina sobre un cuadro es la soltura infantil recuperada y puesta al servicio de la creación; o que una serie de incontables grullas invocan la determinación de la pintora para ampliar sus horizontes artísticos e intelectuales. Cronología de una sensibilidad. Metamorfosis del espíritu. 
