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Se escribe en tinieblas, se va persiguiendo una idea sin cuerpo que va mudando

Beatriz Novaro reedita su libro sobre la reescritura del guión cinematográfico

Enero, 2025

El arte escritural demanda no sólo introspección y silencio al autor sino que también le exige calma para permitir el paso del tiempo y la maduración no sólo de las ideas sino incluso la comparativa de los distintos puntos de vista del creador en edades distintas, además de recibir inspiración de los colegas destacados y brillantes. De todo eso y de un poco más es que trata el libro de preguntas Reescribir el guión cinematográfico, que Beatriz Novaro reunió en 2003, en lo que es uno de los escasos libros de ensayo escritos en México sobre la materia. Sergio Raúl López ha conversado con la escritora.

El oficio, sea cual sea, ejercido con rigor, paciencia, pasión pero, principalmente, con el cansino avance del tiempo, de las horas, de los días, de los meses, los años y las vidas, suelen empapar de sabiduría a sus cultores. No a todos, evidentemente, pero sí aquellos que poseen la suficiente humildad, sensibilidad y calma para dejarse enseñar por el trabajo en sí mismo. No es que se mejore siempre, obra a obra, como si la creación artística se tratase de una cadena evolutiva o de un ascenso mecánico, pero sí se aprende a mirar en lontananza el camino recorrido, las fatigas acumuladas, los tropiezos y yerros, la profesión artesanal misma. Entonces hallaremos artistas callados, sigilosos, precavidos, dueños de sus palabras y de sus ejecuciones, sintéticos pero poderosos.

Tal es el caso de la escritora Beatriz Novaro Peñaloza (Ciudad de México, 1953).

Hoy en día la hallamos compartiendo poemas breves, contundentes, asombrosamente reflexivos y ciertos, inspirados por las enseñanzas que recibe de la mirada fresca, inocente, de Nico, su nieto; pero también las lecciones de las aves, de los árboles, de la brisa y del sol; del transitar inevitable del tiempo y de las cosas pequeñas, de lo cotidiano y lo minúsculo.

Beatriz Novaro. / Foto: internet.

Pero regresemos a su oficio, ese que la ha consagrado como una de las más importantes y respetadas del país. Beatriz Novaro es autora de guiones premiados y de películas exitosas ya vueltos clásicos, principalmente mediante el tándem filial que construyó junto con su hermana María como realizadora, que inició con el mediometraje Azul celeste (1987) sobre el periplo de una cándida chihuahuense embarazada por la Ciudad de México en busca del padre biológico de su bebé, y que continuaría con los largometrajes Lola (1989), en torno a una comerciante ambulante que como madre soltera enfrenta el dilema de seguir con su vida o cuidar a su pequeña hija en una urbe que muestra las cicatrices del terremoto de 1985; Danzón (1991), premiada y taquillera ficción sobre una secretaria que emprende un viaje al Puerto de Veracruz en busca de Carmelo, su pareja en un salón de bailes finos que desapareció súbitamente, y El jardín del edén (1994), con historias y vidas cruzadas en la fronteriza Tijuana, desde un campesino que quiere cruzar como ilegal hasta una escritora gringa fascinada por nuestro país.

Pero fuera de esta magnífica dupla creativa, Beatriz también escribió a cuatro manos con Marina Stavenhagen el road trip juvenil en clave femenina y mexicanísima, con choque de clases sociales incluido que es Viaje redondo (2009, de Gerardo Tort), además de la delirante cinta sobre el suicidio, el aborto y la locura que es El principio de la espiral (2009, de Rafael Rangel), con Paulo Riqué y Rafael Rangel; así como la reflexión sobre el sentido de la vida desde el entorno familiar mediante la mirada infantil de su hija Luisa Rulfo Leduc en Érase una vez (2018), junto con Ramón Cervantes.

Y sin que tenga necesariamente los créditos como autora o coautora, sino en los agradecimientos, su presencia e influencia en el cine mexicano ha transcurrido por su vida docente impartiendo cursos, talleres, asesorías y ayudas, tanto como maestra de su alma mater, el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), que como subdirectora del Área de Guión del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), en 1998.

Egresada del Centro Universitario de Teatro (CUT) de la UNAM y del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), la escritora ha sido galardonada con el Ariel al Mejor Guión por Lola, Mejor Guión en el FICCI de Cartagena, en Colombia, por El jardín del edén; el Reconocimiento al Escritor Cinematográfico (REC) en 2008, Mejor Guión en el Festival de Santa Cruz, Bolivia y en el Festival Latinoamericano de Nueva York (2011) por Viaje redondo, además del premio La Musa que le otorgó en 2021 la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión en el XXIV Festival Internacional de Cine Guanajuato (GIFF).

Hace unos meses que Paso de Gato Ediciones y Producciones Escénicas, en conjunto con la Facultad de Cine y la Universidad Autónoma del Estado de México, imprimió la tercera edición de Reescribir el guión cinematográfico, un libro que más que fungir como manual o como método, plantea más bien las dudas que se le presentan a todo escritor cinematográfico durante el proceso, largo e intrincado, respecto a la creación de un libro fílmico.

Por ejemplo, en él recuerda que El jardín del Edén le requirió 17 tratamientos distintos del mismo pero que Danzón le satisfizo apenas a la segunda reescritura, es decir que el ejercicio de la escritura de guión plantea distintas exigencias dependiendo de la historia, de la claridad de las situaciones y de la progresión dramática que se plantea pero también la vida propia que adquieren los personajes y las exigencias que le plantean al autor.

Así que escribió en 2003 estas reflexiones, más bien, para acompañar(se) en la soledad y el silencio que demanda el oficio. Respecto de este volumen es que ocurre la siguiente entrevista.

—Hay profesiones que acaban por elegirlo a uno. En su caso, tras su paso académico por el CCC y luego por el CUT, cómo fue el proceso de aprendizaje del oficio de la escritura de guión en su desarrollo profesional.

—La escritura del guión cinematográfico siempre fue mi principal objetivo. Me asombraba el milagro de ver tus ideas interpretadas y plasmadas en una pantalla. Por eso me inscribí al CCC, tras leer la convocatoria para el Curso de Guión. Cuando empezaron las clases, me di cuenta de la importancia de la estructura dramática, de la creación del tiempo dramático, del diálogo y los personajes. Entonces decidí entrar al CUT. Actuar y dirigir actores también me resultó importantísimo para comprender mejor el proceso del guión cinematográfico. También escribí algunas obras de teatro y tuve la suerte de que fueran montadas por muy buenos directores y actores.

—¿Cómo fue que se conformó este tándem en las hermanas Novaro: una directora y la otra guionista?

—Una vez que terminé el proceso del CUT, empecé a escribir los guiones con mi hermana María, que había estudiado Dirección de Cine en el CUEC, es decir la actual ENAC. Ella fue quien me enseñó muchísimo sobre la imagen mientras que le ensañaba sobre el diálogo y el drama.

—En México hay varias corrientes en torno a la escritura de guión. Los hay quienes ni siquiera le llaman como tal sino libro cinematográfico, otros lo quieren volver la verdadera obra de arte en vez de la película en sí o los que piensan que es más importante el que escribe que el que dirige, mientras que en el otro extremo están los que no lo respetan, lo mutilan o lo piensan apenas un artículo ornamental sin mayor utilidad que orientar la filmación. ¿Qué le significa para el guión desde su perspectiva como escritora y su acercamiento equilibrado y humanista?

—Es muy complejo hablar del guión a rajatabla. Depende de la película, depende del guión, del caso específico del que estemos hablando. Hay guiones exhaustivos que determinan más la dirección, otros son más una fuente de inspiración. En todos los casos, el guión es una pieza esencial para enfrentar las tempestades del rodaje y la preproducción, sin perderse en la marea. Sobre todo, un buen guión puede no sólo inspirar a la película, sino también inspirar al director, a los actores, al fotógrafo, al departamento de arte, al de sonido, etcétera. Y en el arte no hay nada como estar inspirado (aunque quién sabe qué signifique esto).

—Tras escribir varias películas, tanto largometrajes como cortometrajes y dirigir la oficina especializada en el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) e impartir tantos cursos en el CCC, ¿qué le llevó a escribir un libro de teoría sobre la escritura de guión tan personal y sui géneris como lo es este?

—Este libro lo escribí para saber cómo no perderme en la reescritura del guión. Creo que cualquier tipo de escritura creativa es un proceso hacia dentro del lenguaje de quien escribe, porque el interior del escritor es infinito, por lo tanto hay que tener una guía para no perderse al escribir.

“Se escribe en tinieblas, se va persiguiendo una idea sin cuerpo que muda siempre y en la medida que cambiamos. Por lo tanto, me hacía falta un libro que no nos dejara tan solos a los escritores, me parecía más urgente que un manual que intentara decirnos cómo escribir. Un acompañante en la soledad de la escritura”.

Beatriz Novaro. / Foto: YouTube (captura de pantalla).

—Un punto fundamental de estas páginas son las reflexiones personalísimas en torno a su experiencia sobre la creación de guiones para cine pero, sobre todo, el minucioso y riguroso trabajo de ir avanzando en las distintas versiones, variaciones y mutaciones en el relato. ¿Qué tan importante es trabajar y retrabajar la letra escrita en el mundo del audiovisual y el cine?

—Casi siempre se tiene que reescribir. Porque el guión tiene capas distintas. Hay que descubrir la historia. La dramaturgia que necesita. La película que encierra. Estos tres aspectos a veces se pelean entre sí en las primeras versiones. Se reescribe para apaciguarlas, para buscar la armonía entre ellas.

—¿Desde el inicio de su carrera ya tenía claro que sus personajes principales serían femeninos en la mayoría de los casos o cómo fue decantándose por contar relatos en esa clave? ¿Qué es lo que más interesa justo de esas mujeres a la hora de convertirlas en personajes de ficción, al igual que los sitios en que se desarrollan?

—En mi caso, siempre me interesaron mucho las mujeres. Curiosamente, aunque me salieran muy naturalmente por estar rodeada de mujeres en mi casa materna (mis hermanos eran mucho mayores), me parecían raras. Era entonces algo muy natural en mi caso, y, sin embargo, me intrigaban más. En general me parecen muy complejas (las otras, yo no). En cambio, los hombres que me interesan como personajes son los que tienen algo de cómico.

—¿En qué se ha modificado el cine mexicano de la década de los años noventa al actual, de mediados de la década de los veinte del siglo XXI, desde su experiencia personal?

—El documental ha influido más a la ficción en el cine latinoamericano actual y a su vez al documental lo ha influido la ficción, en términos generales. Ya no hay una clara diferenciación entre ambos géneros.

—¿Sé que es un tema complejo y controversial, pero qué opina de la diferencia entre las aproximaciones feministas respecto de las femeninas en la literatura y en el cine?

—Creo que hay que escribir y reescribir hasta encontrar el fondo. No está tan a la mano ninguna verdad profunda.

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