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Cise, la reina de la morna

Enero, 2023

Nació en agosto de 1941 y falleció en diciembre de 2011. Cesária Évora es, hoy por hoy, una voz influyente, definitiva, pletórica de intensidades luminosas que elevan a la música a su intención primigenia. En esta nueva entrega de ‘África Recuerda’ —su columna para Salida de Emergencia—, Constanza Ordaz se detiene y nos acerca ahora a la reina de la morna, a la diva de los pies descalzos

Una voz influyente

Es posible observar en la obra de Cesária Évora el deseo de enriquecer la canción del emigrante. Sus letras, llenas de nostalgia, se contienen para dar espacio a la melancolía de los instrumentos locales con que se acompañan las canciones más sentidas de Cabo Verde, conocidas como mornas.

Hoy Cesária es una voz influyente, definitiva, pletórica de intensidades luminosas que elevan a la música a su intención primigenia. Su voz recorre el mundo y el mundo voltea hacia ella agradecido, según nos lo explica el libro: La música es el arma del futuro (Fifty years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence books, Chicago, 2002).

La cancionera ambulante

El cliché de que el éxito logrado de la noche a la mañana sigue a muchos años de trabajo duro, nunca ha encontrado mejor ejemplo que el de Cesária Évora.

Nacida el 27 de agosto de 1941, en Mindelo, Cabo Verde, y fallecida el 17 de diciembre de 2011 en Isla de Sao Vicente, Cabo Verde, Cise —como también era conocida— comenzó a cantar a los 17 años en bares a cambio de cacahuates, whisky o unas monedas sueltas. Su familia era tradicionalmente musical y un tío suyo, un minusválido cruelmente apodado ‘B. Leza’ —beleza—, fue un destacado compositor de mornas, canciones típicas inspiradas normalmente en la añoranza.

Decía Évora: “Hay mucha tristeza en el corazón de la morna, y su melancolía se inspira en otras formas del mundo lusófono, como el fado y la samba”.

La elegancia de las interpretaciones de Évora le mereció una reputación en las islas, pero no mucho más: “Muchas veces pensaba en marcharme, pero nunca encontraba la oportunidad”. Desencantada, dejó de cantar profesionalmente en 1975.

Cesária Évora no era la única que pensaba en irse; la inhospitalidad del clima siempre ha provocado emigraciones masivas y, todavía hoy, viven más isleños fuera que dentro de Cabo Verde, formando importantes comunidades en Lisboa, París, Ámsterdam, Boston y Nueva York. Así, la separación es un tema constante en las mornas de Évora y el mar un tema omnipresente como metáfora de la pérdida y el reencuentro: “Dame una señal de vida / para que pueda dirigir mi barca y velar en el mar de tu amor / lejos de todo dolor”.

Un grano de justicia para Évora

En 1985, Évora finalmente encontró la oportunidad de viajar y rompió su silencio para grabar en Lisboa un disco patrocinado por la asociación de mujeres de Cabo Verde. Poco a poco, el fervor de sus compatriotas en Europa y Estados Unidos llamó la atención de los demás, culminando en su “descubrimiento” por la prensa francesa en 1993, con la edición de Miss Perfumado. Los excelentes arreglos acústicos de Paulino Vieira, centrados en el tipico cavaquinho —un instrumento portugués de cuatro cuerdas, pariente de la guitarra y el timple, y antecedente directo del ukelele y del cavaco—, dejan el protagonismo a la inolvidable voz de Évora, que evita todo histrionismo y sentimentalismo, aspirando sólo a recordar sus pasiones, no crearlas: “Mi fe y mi esperanza en ti, ¡Cabo Verde!, están muertas en el recuerdo de mi juventud. En esta nube cargada que no se convierte en lluvia”.

Evidentemente, suya es la voz de un ser resignado que ha perdido sus ilusiones, pero paradójicamente su efecto es inspirador. La morna da vida a los fantasmas de la soledad y el dolor para luego exorcizarlos.

Como explicaría Paulino Vieira: “La morna es nuestra religión y nuestra terapia. Nos tranquiliza y nos permite olvidar nuestras dificultades, nuestra tristeza tiene que salir”.

Cesária Évora había sufrido demasiadas privaciones para exaltarse por su éxito tardío, contemplado con su peculiar resignación: “Si yo hubiera tenido éxito a los 20 años, ahora estaría tranquilamente jubilada, pero más vale tarde que nunca”.

En el álbum Cesária de 1995, Évora y Vieira presentan más miniaturas de su tierra pobre llena de amor y morna, interpretadas con gustosa atenuación. La sencillez de Évora sobresalió en sus conciertos, donde siempre cantó descalza, revistiéndose de una autoridad moral que supera los caprichos de la industria discográfica.

La música con alma

Relacionada con el fado portugués, la modinha brasileña, el tango argentino y el lamento angoleño, la morna trata de reflejar la realidad insular del pueblo de Cabo Verde, el romanticismo de sus cantantes y músicos, y el amor por la tierra que se ha de abandonar, pero queriendo quedarse. En una contemporaneidad siempre presta a celebrar el boato y el griterío, la estridencia y el fraude, conviene refrescar el espíritu en la música con alma. La propuesta de ‘la diva de los pies descalzos’ seguirá siendo aire nuevo y apertura espiritual; es regreso a la grandeza emocional y al gusto de vivir.

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