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El de la música, un negocio de paciencia: Rafael Acosta

Las ocho décadas del baterista de Los Locos del Ritmo.

Diciembre, 2022

Con 80 años de vida ya cumplidos, y casi 65 de trayectoria en la música, Rafael Acosta es sin duda un auténtico pionero del rock en español en México. Lejos de pensar en el retiro, el baterista (y miembro fundador) de la emblemática banda Los Locos del Ritmo sigue sumamente activo: en 2021 publicó la primera parte de su biografía, y en este 2022 además de haber creado una fundación enfocada en atender las necesidades de los músicos de rock de la tercera edad, ha publicado un EP bajo el título de Rafa Acosta y sus Amaneceres: hermoso indie rock potente de sonido totalmente siglo XXI —lo que demuestra, dicho sea de paso, que sigue sumamente loco por el rock & roll—, y con el cual se presentará en el Foro Indie Rocks! este 15 de diciembre. Ya lo apunta en el siguiente texto Víctor Roura: si alguien merece en México ser denominado roquero es justamente él: Rafael Acosta.

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El 15 de diciembre de 2021 el baterista Rafael Acosta celebró sus ocho décadas de vida con la misma austeridad con la que se ha movido en su brillante trayectoria roquera desde que se iniciara con Los Locos del Ritmo siendo, este grupo, señero en los amaneceres de esta música, acaso sólo a la par en ingenio y solvencia con Los Sinners.

Si alguien merece en México ser denominado roquero es, justamente, Rafael Acosta, no los Guzmanes, ni los Costas, ni los Muñoces, ni las Marías, ni las Julissas, que pululaban en la atmósfera sonora de principios de los sesenta. Con sus subsiguientes bandas, todas con la palabra Loco, Rafael Acosta exhibió que no se trataba de un músico transitorio ni esnobista.

El siguiente es un monólogo de Rafael Acosta, producto de los cuestionamientos de su interlocutor que era yo que guardaba cauto silencio luego de las interrogantes, conversación efectuada a fines de los setenta del siglo XX, charla que resulta hoy, pese al inexorable paso del tiempo, absolutamente vigente si sólo cambiamos unos nombres por otros.

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—Entramos al Festival OTI por invitación de Raúl Velasco quien, al regresar nosotros de Japón [en 1975 Mr Loco, la banda de Rafael Acosta entonces, participó en el Festival Mundial de la Canción Popular de Tokio, organizado y patrocinado por Yamaha, llevándose el primer lugar debido a su pieza, cantada en inglés, “Lucky man”… a espaldas completamente de todos los consorcios mexicanos, a los que no les importaba, en lo mínimo, los artistas que no eran producidos por Televisa, nombre adquirido hace justo seis décadas, en 1972, año en que comenzara el Festival OTI que, tras 28 ediciones, finalizara en México en el año 2000] nos apoyó mucho en televisión y fue la única gente que creyó en el grupo…

“Después de nuestro triunfo en Japón, ¿no?

“Antes de ir a esa nación oriental, la verdad es que nadie nos pelaba.

“Pero ganamos en Japón.

“Y entonces Raúl Velasco fue la única persona que nos apoyó, porque siempre el grupo careció del apoyo de todos los elementos necesarios para el éxito. El éxito es algo así como un coctel, que lleva varias cosas. Y siempre estuvimos carentes de muchos ingredientes de ese coctel. Entonces Raúl Velasco nos apoyó mucho. Nos dio tiempo en su programa. Así, abierto casi casi. En Japón nos regalaron una película que dura veintisiete minutos y la pasó íntegra tres veces en su programa y con actuación de nosotros, entrevistas y, en fin, realmente se vio el interés de Raúl Velasco.

“Posteriormente, después de que pasó la euforia del Festival de Japón, él empezó a hacer publicidad al festival de la OTI de ese año [1976, cuatro años después de que comenzara dicho Festival cuya primera sesión fue realizada en Madrid: México ya había sido anfitrión de esta Organización de la Televisión Iberoamericana en 1974, en Acapulco, mismo sitio donde Velasco impuso a Mr Loco su intervención] y nos incluyó sin, pues, una previa… así… este… sin una plática entre él y nosotros sobre la participación del grupo. Sin embargo, pues por el agradecimiento que le teníamos, aceptamos de hecho participar en el festival, pero…”

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—Y aceptamos, como te digo, por iniciativa de Velasco. O sea, es importante. Después de haber hecho algo importante fuera de México, quisimos hacer algo importante en México. Y casi casi la oportunidad se nos estaba presentando en este Festival OTI. Aceptamos intervenir porque realmente la OTI considero que es [era] un gran aparador de la música mexicana. No de toda la música. Y esto es muy discutible, ¿no? Pero quisimos participar en algo importante en nuestro país. Y desgraciadamente fue en la OTI. Digo “desgraciadamente” porque no hay otro tipo de festival importante que tenga un fuerte apoyo en toda la República. El Festival OTI es el único. Creo que no hay otra opción. Y, de verdad, la intervención de nuestro grupo, Míster Loco, fue, pues, cómo te diría… nosotros lo quisimos hacer lo mejor posible. Igual que en Japón, pero a sabiendas de que en México es distinto. Es distinto el sistema de votos, el jurado, el público, la mentalidad en general del festival es distinta a la de un festival en serio.

[La presencia de Mr Loco en la OTI causó estupor no sólo en el público reunido en Acapulco, sino en el jurado que se extrañó, prácticamente, al ver y escuchar a un grupo de rock y no a un baladista de la estirpe de Luismi, pues después de su intervención en aquella OTI de 1976 la banda de Rafael Acosta volvió a vivir en las sombras del espectro televisivo.]
Rafael Acosta. / Foto: Cuartoscuro.

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—Hay una cosa que es muy cierta. Que yo la he vivido. No me han platicado. Yo la he vivido. En Japón o en el Festival de San Remo, la gran mayoría, cuando gana una canción, de veras es una pieza que tiene posibilidades comerciales, que es la principal finalidad de los festivales. Dar a conocer música y que esa música se popularice. Digamos, mejor, que se haga famosa la pieza.

“Pero en México es muy rara la cuestión que suceda esto porque cuando gana una canción, que supuestamente es la mejor en todos los aspectos, pues pasa algo raro, que nunca tiene eco en el público”.

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—Es lo que te digo. Muchas veces el jurado no se enfoca únicamente en la canción sino en factores que van alrededor de cada canción, como el intérprete, el arreglista, el letrista; en fin, hay varias cosas que siempre influyen. Y creo que está mal, porque debería ser realmente un juicio frío y seco. Qué satisfacción sería que cada canción triunfadora de la OTI fuese un jit nacional.

[Lo apreciamos cuando Eugenia León, con la canción “El fandango aquí” de Marcial Alejandro, obtuvo el primer sitio en Sevilla dos días después de haber sacudido un terremoto sobre todo a la Ciudad de México el 19 de septiembre de 1985: la canción, pese a su resonancia triunfal, no fue difundida en el país sencillamente porque los dos artistas no respondían a las clásicas características de la gente que provenía de la fabricación mediática.]

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—Es el más importante escenario para mostrar la nueva música mexicana [la televisión, y es preciso recordar que estamos a fines de los setenta, aún faltaban más de dos décadas para la aparición de las redes sociales]. Pero debería ser exactamente eso: que la oportunidad la pudiera tener toda la gente [asunto que jamás fue cristalizado en dicho medio, pues las “estrellas” debían partir de las ordenanzas ejecutivas de esos emporios mediáticos]. Incluso, hay ciertos artistas que viven, casi, sólo para la OTI. O sea, no hacen nada durante el año. Únicamente piensan en su participación en ese festival. Y hay varios que aunque nunca han ganado, están ahí porque… No sé, creen que ganar la OTI va a ser la consagración total.

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—En México hay mucho talento, extraordinarios compositores para poder hacer buena música, pero para que sea difundida y aceptada requiere de cierto proceso que es donde reside el problema [y bien sabía Rafael Acosta de lo que hablaba: de esa, digamos, servidumbre que él dignamente declinara a favor de la música, a diferencia de numerosos congéneres suyos fichados por Televisa que actuaron bajo patrones severamente rígidos para alcanzar la fama y la demasiada fortuna]. Es decir, un músico tiene que luchar él solo contra todo. Pero contra todo. Él mismo carga su aparato, compra sus instrumentos, tiene que buscarse su ropa, ir a la grabadora a que le den chance. Tiene que hacer todo. Mientras en México funcione la música a nivel, así, estanquillo, nunca va a pasar nada. La música, en cualquier país del mundo, en países mucho menos desarrollados que el nuestro, es una industria. La música es un negocio de inversionistas. Y tú sabes que la publicidad es el punto más importante de venta en cualquier negocio. O sea, tú puedes vender el peor piano del mundo pero si le haces una extraordinaria publicidad se te van a acabar dichos pianos. Y así es. Lejos de eso, si tú ves a un grupo como una inversión, como una fábrica…

“Por ejemplo, yo estaba leyendo el otro día la vida de Kiss. Pues para lanzar a Kiss hubo una corporación que se formó en Estados Unidos en la cual se juntaron 22 millones de dólares. ¿Sabes lo que es eso? Lo que cuesta aquí la fábrica más grande de automóviles. Y aquí en México los grupos están solos. No hay gente así. No hay un inversionista, ¿verdad?, que en vez de poner una fábrica de zapatos invierta cinco millones de pesos o diez en un grupo musical. Por eso el músico en México es muy inconstante, tiene muy poca oportunidad de avanzar. Generalmente, cuando quieres vivir de la música hay dos opciones: o vives así medio a la bohemia a lo que caiga, a lo que buenamente puedas agarrar, o te pones un uniforme y te metes a un bar a entretener borrachos, así seis meses o un año, con un contrato bien largo”.

Portada del más reciente EP del músico Rafael Acosta.

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—Mira, las consecuencias de nuestra participación en la OTI se vieron de inmediato. Fíjate que es un programa tan fuerte que hubo varias veces que terminando la actuación del programa, o sea terminando de tocar una canción, nos llamaba la gente ahí mismo para contratar al grupo. Teníamos que ir a contestar, ¿me entiendes? Presentarte en ese programa implica que la gente te conozca. Muchos empresarios y mucha gente ve ese programa y cualquier número bueno que se presenta lo contratan ahí directamente. Actuar ahí se convierte en fuente de trabajo.

[En efecto, aparecer en una pantalla, aunque sea pequeñita, tiene un atractivo, acaso inexpresable, en los espectadores, de ahí que no sólo los artistas se plieguen a las fórmulas y los formatos impuestos sino cualquier profesional: los periodistas que aparecen a cuadro (así se dice en el argot mediático cuando sale uno en la pantalla) cobran a veces cinco o seis veces más que un periodista que reporta su quehacer en los medios impresos o en las redes sin figurar físicamente, por eso no extraña que pululen miles de blogueros y canales donde se visibilizan, porque una persona visible posee más posibilidades de acarrear dinero. Una vez fui a Sinaloa a dar una charla sobre periodismo a los empleados de un empresario que, por mis palabras, me pagó diez mil pesos en efectivo, mas un mes antes —porque el ingeniero les regalaba a sus trabajadores cada mes un “acto cultural”—, y esto lo supe tardíamente (de haberlo sabido era obvio que me hubiera abstenido de asistir a ese estado norteño de la República), le había pagado a una “periodista” de Televisa más de cien mil pesos… ¡sólo para que les platicara de chismes y puntadas personales! Eso sí, el asistente del ingeniero me hizo ver que la mujer tenía un par de hermosas piernas, razón que “la encumbraba en la pantalla”.]

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—Por la música que hicimos en Japón me imagino que así hacen sus giras los grandes, como los Rolling Stones o Rod Stewart y toda esa gente. Traíamos 135 secretarios. Nosotros éramos siete. Míster Loco lo integrábamos siete personas. Y traíamos 135 secretarios. Traíamos una orquesta de 36 músicos, ocho coros, un director para la orquesta, un escenario móvil y una consola, y una grabadora de 16 canales. O sea, de lo único que nos preocupábamos nosotros era de vestirnos y salir a tocar. Nunca tuvimos que ver un cable ni que la batería se estuviera cayendo a medio show. Entonces, luego de vivir todo eso, llegamos a México y nos encontramos con el otro lado de la moneda.

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—En México la música es mucho más difícil. Creo que éste es un negocio de paciencia en el que con el paso de los años se te va apagando la llama que tienes de hacer cosas. La gente que no tiene paciencia al rato se aburre y se cansa de luchar.

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—Hay poco estímulo para el músico mexicano. Sobre todo, para el músico joven. Pero muy poco. Y realmente festivales aparadores, como [el ya desaparecido de] la OTI, deberían estar abiertos a todo mundo. No nada más a los solistas estrellas de. A los amigos de. O al compadre de acá. O al amigo de allá. O acá una lana. No. No sé. Realmente yo no conozco el movimiento de la OTI a fondo, pero sí considero que deberían tener las puertas abiertas a todo el talento que hay en México. Lo que pasa es que, por lo pronto, para entrar a la OTI te cuesta creo que 30 mil pesos [porque todo en la industria mediática es a costa del dinero: las inscripciones, ya que nada es gratuito, ascienden a veces a verdadera estafa, pero la gente está dispuesta a pagar con tal de “asegurar” su futuro cubierto de maquillaje y oropel]. O sea, la inscripción de cada grupo o cada solista, no sé, no recuerdo exactamente cuánto cuesta, pero cuesta… te digo, no recuerdo cuánto pagamos nosotros. No sé si fueron 15 o 20 mil pesos [¡miles de pesos a mediados de los años setenta del siglo XX que era todo un dineral!]. Quien los pague pues ya es cuestión de que se arregle con la grabadora o con su padrino de allá… No sé.

Portada del libro autobiográfico del rocanrolero Rafael Acosta.

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—Y también se ha hecho costumbre en el Festival OTI que cada artista lleve su porra para animarlo. Pero entonces realmente no hay una fuente fiel de donde pueda el jurado sentir la reacción del público porque va, por ejemplo, Héctor Meneses y lleva su porra y uno dice esta canción le encantó al público y resulta que es toda la porra de Héctor Meneses. Luego sale María Medina y la RCA Víctor lleva una porra para María Medina. Y esto se convierte ya en competencia de porras para ver qué porra grita más. Como todo está medio turbio en el festival, los participantes tratan de afianzarse lo más posible y creen que lo lograrán llevando porras. Pero una buena canción, digna de ganar un festival, no necesita ni de porras ni de compadres ni de nada.

[Treinta años después, en 2006, Jared Hess dirigió la película Nacho Libre —estelarizada por el actor Jack Black— incorporando un puñado de bellas canciones de Mr Loco, que vienen incluidas en el soundtrack del filme a cargo, la música, de Beck validando el decir de Rafael Acosta: las buenas canciones nunca mueren.

Hoy, lejos de pensar el retiro, el baterista mexicano sigue activo: el año pasado publicó la primera parte de su biografía, El rebelde / Nace el rock & roll en español (215 páginas, Pulpapublishing), y en este 2022 ha creado la Fundación Vida, Salud y Rocanrol AC, enfocada en atender las necesidades de los músicos de rock de la tercera edad.

También, a finales de agosto publicó el EP Rafa Acosta y sus Amaneceres, con el cual se presentará en el Foro Indie Rocks!, como parte de la serie ‘Noche Hipnosis’, el 15 de diciembre dentro del recinto ubicado en la Roma Norte, a partir de las 19:00 horas.]

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