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Ómicron, inmunidad y tercera dosis

¿Hay diferencias entre tercera dosis y dosis de recuerdo? ¿Cuánto dura la inmunidad conferida por las vacunas frente a la covid-19? ¿Cómo influyen las variantes sobre la eficacia de las vacunas? ¿Ómicron hace inevitable una tercera dosis? De esto nos habla el catedrático Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas. Por otra parte, los catedráticos Mick Bailey y Nicholas John Timpson nos explican sobre la inmunidad: la variante ómicron tiene muchas mutaciones y se propaga rápidamente, por lo que la gente quiere saber si la inmunidad que otorga la vacunación o una infección previa será suficiente para protegerlos contra la infección o el desarrollo de una enfermedad grave.


Covid-19: la inevitable tercera dosis

Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas

La administración de una tercera dosis de la vacuna frente a la covid-19 comienza a generalizarse en todo el mundo. Estados Unidos ya la aprobó hace tiempo y la Agencia Europea del Medicamento también ha hecho lo mismo. Pero ¿es inevitable? ¿Qué razones se esconden tras esta decisión?

¿Tercera dosis o dosis de recuerdo?

Aunque parezca una cuestión semántica —que algo hay de ello— desde el punto de vista inmunológico los conceptos “tercera dosis” y “dosis de recuerdo” son diferentes.

Administramos una tercera dosis a aquellas personas en las que la respuesta obtenida tras la inoculación de dos dosis no ha sido suficientemente robusta. Esto ocurre, por ejemplo, en pacientes con inmunodeficiencias (primarias o adquiridas) o en aquellos otros que se encuentran inmunosuprimidos por razones médicas, como es el caso de los pacientes trasplantados, que han de tomar inmunodepresores de por vida.

Por su parte, la dosis de recuerdo se administra a aquellas personas en las que la respuesta obtenida tras las dos dosis iniciales fue muy potente, pero a las que es necesario inocular de nuevo para reforzar una respuesta que se ha debilitado. Las dos principales razones que explican este debilitamiento son el paso del tiempo y la aparición de las nuevas variantes.

¿Cuánto dura la inmunidad conferida por las vacunas?

Depende de la enfermedad más que de la vacuna en sí. Algunas proporcionan una potente inmunidad durante muchos años, como es el caso de la vacuna frente a la fiebre amarilla, que nos protege eficientemente casi de por vida, o la de las paperas, que lo hace al menos durante 27 años.

En el extremo opuesto tenemos otras enfermedades como la tos ferina, en la que la inmunidad comienza a declinar a los 2 o 3 años tras la inmunización.

En una posición intermedia estaría el tétanos, para el que se recomienda administrar la pauta completa durante la infancia (5 dosis hasta los 15 años) y, posteriormente, recibir una dosis de recuerdo cada 10 años.

Por tanto, no debe sorprendernos que las vacunas frente a la covid-19 pierdan eficacia con el tiempo. Pasa con todas, o con casi todas.

¿Cuánto dura la inmunidad conferida por las vacunas frente a la covid-19?

Esta pregunta no tiene, de momento, respuesta definitiva, porque no ha pasado el tiempo suficiente. La inmunidad natural frente a los cuatro tipos de coronavirus, parecidos al SARS-CoV-2, y que producen un tercio de los resfriados comunes, no es muy duradera. Por eso sufrimos estos episodios casi todos los años.

Los temores iniciales acerca de una efímera inmunidad frente al SARS-CoV-2 no se han visto, afortunadamente, confirmados. Así, aunque va declinando progresivamente, aún se observaba una robusta respuesta inmunitaria 8 meses tras la administración de la vacuna. Al menos antes de la aparición de las variantes.

¿Cómo influyen las variantes sobre la eficacia de las vacunas?

Mucho. No debemos olvidar que el inmunógeno que contienen las vacunas que estamos administrando es el del virus original. Y desde enero de 2020 ha llovido mucho, y el virus ha mutado también. Así, cada una de las variantes que han ido apareciendo contenían diferencias progresivamente más significativas frente a la cepa original, por lo que era esperable que la eficacia vacunal se viera resentida.

Frente a las variantes conocidas hasta hace pocas semanas ya se observó que la capacidad de neutralización de los anticuerpos producidos en inmunizados era bastante menor.

La buena noticia era que esta disminuida respuesta inmunitaria aún era suficiente para proteger a la población no vulnerable de manera eficaz, por lo que la mayoría de la comunidad científica no consideraba urgente la administración de una dosis de recuerdo con carácter general.

Parecía más apremiante concentrar los esfuerzos en conseguir vacunar a la mayor cantidad de personas en todo el mundo lo antes posible. Dado que estamos ante una enfermedad global, no hacerlo era ponernos en riesgo de que apareciera una nueva variante que escapase a la protección de las vacunas. Y si eso pasaba, volveríamos a la casilla de salida. Confinamientos incluidos.

Y llegó la variante ómicron…

Y la situación cambió por completo. Esta variante ha causado una enorme preocupación porque es la que más se aleja de la original, ya que contiene hasta 50 mutaciones con respecto a ella, un número inusualmente alto. Además, se ha revelado como extraordinariamente infectiva, más que todas las anteriores.

Por si fuera poco, algunos cambios detectados se habían relacionado con una evasión del sistema inmunitario. Por tanto, la posibilidad de que ómicron escapase a las vacunas parecía muy real.

Los datos preliminares de que disponemos indican que los anticuerpos neutralizantes frente a la variante ómicron, en personas vacunadas con dos dosis, son 25 veces menores que los que poseen estas mismas personas frente a las otras variantes.

La buena noticia es que las personas que han recibido tres dosis alcanzan un nivel de anticuerpos frente a ómicron equivalente al de los inmunizados con dos dosis frente al resto de las variantes.

La inevitable tercera dosis

O mejor, de recuerdo. Los modelos predicen, y la evolución en el Reino Unido lo demuestra, que ómicron será en pocas semanas la variante predominante en Europa. Una situación equivalente probablemente se produzca en Latinoamérica, donde ya se ha detectado la variante en Brasil, Argentina, Chile y México, aunque el verano austral quizá module su propagación a corto plazo.

Debemos, por tanto, acelerar la vacunación en aquellos países con baja tasa de inmunización y recurrir a esta dosis de recuerdo en los demás para volver al nivel de protección inmunitaria que teníamos antes de la aparición de ómicron. No parece que haya otra alternativa.

Por otro lado, se debería considerar reformular las vacunas para adaptarlas lo antes posible a las variantes que actualmente tenemos, algo que las farmacéuticas están en condiciones de cumplir en menos de 100 días gracias a la nueva tecnología y que evidentemente las haría más eficaces.

Y por supuesto, recordar que de la gripe hay que vacunarse todos los años, con lo que no debemos excluir que en el futuro nos encontremos en una situación similar con la covid-19.


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Ómicron puede evadir los anticuerpos, pero eso no significa que no estemos inmunizados

Mick Bailey / Nicholas John Timpson

La variante ómicron tiene muchas mutaciones y se propaga rápidamente, por lo que la gente quiere saber si la inmunidad que otorga la vacunación o una infección previa será suficiente para protegerlos contra la infección o el desarrollo de una enfermedad grave.

Si la inmunidad previa proporciona suficiente protección, las medidas de precaución para frenar la propagación de ómicron, junto con la vacunación y el refuerzo de la población, deberían evitar una presión intolerable sobre los sistemas sanitarios. Pero si no es así, es inevitable que aumenten las restricciones sociales a medida que la variante se extienda por todo el mundo y sustituya potencialmente a la variante delta, que es actualmente la dominante.

Los primeros estudios —todos ellos son todavía preprints, por lo que aún deben ser revisados formalmente por otros científicos— sugieren que la ómicron es manejada peor por la inmunidad existente. Pero la investigación también sugiere que la administración de una tercera dosis de vacuna de refuerzo puede proporcionar protección. Así pues, las malas noticias no son tan malas como podrían ser, pero las buenas noticias también deben tratarse con precaución. He aquí por qué.

La inmunidad es algo más que anticuerpos

Inevitablemente, los primeros informes se han centrado en los datos más rápidamente accesibles, que son la cantidad de anticuerpos que las personas tienen en la sangre y que son capaces de neutralizar la nueva variante.

En general, los datos sugieren sistemáticamente que el ómicron puede escapar en cierta medida a estos anticuerpos neutralizantes: la reducción de la neutralización en las personas doblemente vacunadas se sitúa entre 10 y 20 veces y 40 veces en comparación con el delta. Dicho esto, en las personas que habían recibido dos vacunas y que también habían sido infectadas, el nivel de neutralización del ómicron era mayor.

Esto puede parecer alarmante. Pero no es toda la historia. En estudios anteriores que han analizado formas anteriores del virus, los niveles de anticuerpos neutralizantes se han correlacionado bien con los niveles de protección: una mayor actividad neutralizante equivale a una mejor protección.

Pero unos niveles más bajos de anticuerpos neutralizantes no significa necesariamente que las personas estén completamente expuestas. Estudios anteriores también han descubierto que muchas personas con niveles bajos de anticuerpos parecen estar suficientemente protegidas, sobre todo contra la enfermedad grave, incluso con las nuevas variantes como la delta. Es posible que ocurra lo mismo con la ómicron.

Los anticuerpos neutralizantes (de color púrpura) atacan al coronavirus, pero sólo son una cuerda del arco del sistema inmunitario.

Lo más probable es que esto se deba a que los anticuerpos neutralizantes que atacan y anulan el virus son sólo una parte de la respuesta inmunitaria. También hay anticuerpos de unión, que se adhieren al virus o a las células infectadas para señalarlas a otras células inmunitarias para su destrucción, y células T y células B de memoria, que pueden atacar al virus directamente y producir más anticuerpos para combatirlo.

Incluso en ausencia inicial de anticuerpos que puedan neutralizar el virus, estos mecanismos pueden proporcionar un nivel de protección contra la infección o la enfermedad sintomática. Esto podría ser suficiente para reducir la probabilidad de que ómicron cause una enfermedad grave y limitar su impacto en los sistemas sanitarios.

¿Buenas noticias?

Dos de los informes recientes también sugieren fuertemente que una tercera dosis de refuerzo de una vacuna aumenta drásticamente los niveles de anticuerpos neutralizantes contra la variante delta generalizada y que esto también aumentaría la neutralización de la variante ómicron.

Uno de ellos (un comunicado de prensa de Pfizer) sugiere que un refuerzo puede proporcionar un aumento bastante marcado en la neutralización de ómicron, aunque esto sólo incluyó un resumen de los resultados y no el conjunto de datos completo.

Un examen más detallado de los datos disponibles en estos estudios revela que la reducción de la neutralización de ómicron puede ser extremadamente variable (por lo que sería útil ver los resultados de Pfizer en su totalidad). Mientras que algunas personas vacunadas o previamente infectadas son buenas para neutralizar ómicron, otras casi no tienen anticuerpos neutralizantes, incluso después de una dosis de refuerzo.

Entonces, ¿es probable que estas personas sigan estando protegidas contra las infecciones o las enfermedades graves? Es difícil de decir. Como ya se ha dicho, no sabemos hasta qué punto los otros mecanismos del sistema inmunitario pueden proporcionar protección.

Sin embargo, sí sabemos que estos otros mecanismos inmunitarios se dirigen a diferentes partes del coronavirus para neutralizar los anticuerpos. Y mientras que la parte del virus a la que se dirigen los anticuerpos neutralizadores —la proteína de la espícula— está muy mutada en ómicron, las partes en las que se centran estos otros mecanismos no están tan afectadas.

Podemos esperar que las personas con bajos niveles de anticuerpos neutralizantes, incluso después de un refuerzo, estén protegidas por estas otras defensas inmunitarias que permanecen en gran medida sin disminuir. Sin embargo, esto no es un hecho, y necesitamos más estudios para medir la protección en la vida real.

Optimismo más que confianza

En general, pues, lo que sabemos hasta ahora es que la vacunación o la infección previa deberían proporcionar cierta protección contra la variante ómicron, y que para la mayoría de las personas la protección debería aumentar con una dosis de vacuna de refuerzo.

Pero el mensaje crucial de estos primeros estudios es que todavía necesitamos mucha más información para evaluar el impacto nacional y global de la rápida propagación de esta nueva variante. Necesitamos más estudios y de mayor envergadura sobre los anticuerpos neutralizantes después de diferentes combinaciones de vacunas e infecciones previas.

También necesitamos estudios sobre la capacidad de otros mecanismos de protección (células T, anticuerpos de unión) para controlar las infecciones y enfermedades causadas por ómicron. Y necesitamos saber en qué medida estos mecanismos se potencian también con una tercera dosis de vacuna.

Y, sobre todo, necesitamos estudios amplios y en tiempo real de los niveles de infección y enfermedad atribuibles a ómicron para poder tomar decisiones rápidas y racionales en materia de salud pública. Los grupos de investigación de todo el mundo están abordando todas estas áreas y, en un futuro próximo, podemos esperar que sus informes aclaren la situación. (Este artículo fue publicado originalmente en inglés.)

[Ignacio J. Molina Pineda de las Infantas. Catedrático de Inmunología, Centro de Investigación Biomédica, Universidad de Granada. // Mick Bailey. Professor of Comparative Immunology, University of Bristol. // Nicholas John Timpson. Professor of Genetic Epidemiology, University of Bristol. // Fuente: The Conversation.]

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