Olímpicas

Gimnasia de trampolín


En otro desgraciado convivio, el marido trata de sujetar a su esposa que no deja de saltar sobre la cama en lugar de entregarse a su hombre. Las piruetas que ella realiza, en efecto, son sensacionales pero el marido lo que desea en ese momento es otra cosa.

—¡Carajo, no estás ya en la gimnasia de trampolín! —se impacienta el hombre ante la imposibilidad de detener el ímpetu femenino.


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