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Con la poesía me persigo a mí mismo: Mariano Morales Corona

El periodista, narrador y poeta presenta una obra teatral y un volumen en la FIL 36 de la Universidad de Puebla.

Marzo, 2023

Es poblano aunque nació, en febrero de 1955, en los valles de Apan pertenecientes al estado de Hidalgo. Periodista, narrador y (sobre todo) poeta, Mariano Morales Corona cuenta en su catálogo personal bibliográfico con más de dos decenas de libros. Víctor Roura ha conversado con él, ya que el escritor poblano trae bajo el brazo un par de novedades: la obra de teatro 4J, además de una nueva edición de su libro Locutopía: crónica, poesía y música del rock. Por cierto: tanto la pieza teatral como el ensayo literario los presentará en la 36ª Feria Internacional del Libro de la Benemérita Universidad Autónoma poblana, la cual ha comenzado este viernes 24 de marzo.

Es poblano aunque nació, en febrero de 1955, en los valles de Apan pertenecientes al estado de Hidalgo. Radicado en la Puebla de los Ángeles, dice su biografía, desde 1979, dos décadas antes de que recibiera el honor de haber sido designado Premio Nacional de Periodismo Francisco Zarco en 1998, oficio que ha desempeñado, junto con la académica, con la frente en alto. Narrador y poeta, acaso más identificado con lo segundo, Mariano Morales Corona cuenta en su catálogo personal bibliográfico con más de dos decenas de libros sin contar las participaciones en volúmenes colectivos o bajo su coordinación, que sumarían otra veintena.

La 36ª Feria Internacional del Libro de la Benemérita Universidad Autónoma poblana comenzó este viernes 24 de marzo. En ella, el jueves 30 de marzo, será presentada la obra de teatro 4J, de Mariano Morales Corona, quien en sus propias palabras la describe así:

—Es un musical donde Janis, Hendrix, Morrison y Lennon se juntan al menos entre alcoholes para escribir una canción-manifiesto contra la guerra y por una nueva y distinta humanidad. Entonces, entre trago y trago, plantea cada uno sus obsesiones, primero sobre la autenticidad de su música y de su arte, luego la discriminación a los negros (Hendrix), a las mujeres (Janis), a la naturaleza (Morrison), el negocio de la guerra (Lennon y todos) y discuten sobre si el motor es la fiesta o la conciencia y dan a entender que no están reñidas. Todo esto entre sus rolas, con grupo en vivo (muy bueno) y los actores, personajes, son cantantes (dialogan y cantan). Al final, si el espacio lo permite, se unen a la gente coreando “Give peace a chance” y “Power to the people”.

Después, ahí mismo, Mariano Morales presentará la nueva edición de su libro Locutopía: crónica, poesía y música del rock.

—De hecho —dice el poeta—, la presentación es la obra. Ya nomás, al final, se hace explícito lo que la vincula con el libro.

El escritor Mariano Morales. / Foto: Patricia Mosqueira.

La mujer, la mar, la muerte

—Unos años antes de morir, el pasado 30 de noviembre a sus 99 años de edad, el escultor y pintor Federico Silva escribió: “La poesía de Mariano Morales son rallas dolorosas en la piel de lo que perdura. Un sincero grito de aflicción y de espera. Construye con la pena de la pérdida y el placer del recuerdo que se transforma en goce, el goce de la añoranza sin tacto; y a la vez en su poesía la emoción camina por una piel trémula, que no es añoranza sino presencia sensual que se impone… perturbadora”. Con sus dibujos, aparte de la presentación de la que extraje aquellas breves líneas y tus poemas, al alimón publicaron, editado por El Puente, el bello libro La mar en plena pandemia. ¿Cómo lograste conjuntar el arte y la poesía en este nuevo libro, Mariano?

—La verdad es que el maestro Federico Silva se comportó sumamente generoso conmigo. Yo había venido acumulando poemas, de algunas de mis motivaciones más socorridas, de las estancias recurrentes en mi vida: la mujer (o las mujeres), la mar (cada que se podía, siempre escapaba a la mar) y la muerte. Estos poemas estaban reunidos en un solo volumen, algo extenso.

“El maestro Silva tiene también una obra literaria prolífica. Me tocó presentar en Puebla más de uno de sus libros (así como lo hemos hecho con varios de tus libros, Roura).

“El primero de ellos fue ya hace como 25 o más años. Casi cuando él llegó, con María Esther González, a instalarse en Tlaxcala. Fue el que se hizo sobre sus murales al fresco en la cueva de Huites, en Sinaloa. Para ello, Maricarmen Mazarraza le puso música a las anécdotas contadas por el maestro de tal manera que conjuntamos canciones, más o menos como corridos, con proyecciones de la maravillosa obra que Federico plasmó en la pintura al fresco más grande del mundo.

“Poco después presentamos México por Tacuba, en el 2000 o 2001, luego un libro de recuerdos y cuentos… Además de los Aluxes, que era el reconocimiento a la trayectoria cultural que otorgaba el periódico Síntesis en los años en que yo era su director (lo sigue haciendo hasta la fecha). En resumen: no sé por qué razón, pero Federico y María Esther me distinguieron inmerecidamente con su amistad, cosa que yo reconoceré por siempre.

“En una ocasión, hace algunos años ya, le di el manuscrito. Unas semanas después nos reunimos y él, con gran entusiasmo, me hizo varios comentarios críticos (algunos de los cuales él retomaría para la presentación). Y me mostró un fólder de cartón, hecho a mano, de grandes dimensiones, en el que guardaba viñetas y dibujos que se había dado a la tarea de elaborar para que acompañaran mi trabajo, siempre con la idea, me dijo, ‘no de competir con los poemas sino de remarcar algunos versos que a mí me parecieron muy importantes’. Yo no podía creer ese enorme y generoso gesto del maestro.

“Una de sus recomendaciones fue: ‘Ya nadie lee enciclopedias de poesía, el volumen es muy extenso. Rómpelo…’ Y me propuso sus viñetas para dar descansos a la lectura y propiciar su reflexión.

“Tomé a pie juntillas sus recomendaciones. Reagrupé el libro en tres y al hacerlo me di cuenta de que abarcaban, como ya dije, tres motivaciones recurrentes en mi vida de poeta (complementarias y diferentes a las del narrador y del periodista), que se englobaban en el ‘principio femenino’: la mujer, la mar, la muerte. Un poco como la divina trinidad. Tres entes diferentes y en el fondo una misma esencia.

“Retomé los de la mujer y lo llamé Jueves (para guardar al amor de la ausencia de mañana…) En el volumen original los temas se encontraban más entreverados. Al dividirlos en tres hube de aplicar un bisturí.

Jueves fue publicado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, como la mayoría de mis libros [Jueves (para guardar al amor de la ausencia de mañana…), 2005].

“Poco después el maestro Silva me invitó a presentarlo en el impresionante recinto que guarda parte de su obra: el Museo Nacional de Escultura Contemporánea Federico Silva, ubicado en San Luis Potosí.

“Luego de viajar en una ruidosa avioneta de Puebla a San Luis, en la que el maestro iba muy atento a los diversos paisajes que se podían ver desde esa escasa altura: la cuadrícula de los cultivos, las diversas tonalidades de verdes en ese día soleado, escarpados parajes, etcétera, el libro se presentó con la participación, además del escultor, del escritor ecuatoriano Miguel Donoso Pareja, y de los escritores potosinos David Ojeda e Ignacio Betancourt.

“Los otros dos volúmenes tardaron un poco más por diversas razones que no vienen al caso, pero son los que forman este libro La mar (la muerte y otros poemas fechados)… aparecido en mitad de la pandemia.

“Las viñetas yo las guardaba receloso. Pero el maestro Silva las había realizado de tal manera que significaban un reto de diseño, porque había que jugar con ellas, usar fragmentos, ampliaciones, en fin. Se hizo una primera formación del libro, de estilo muy tradicional y, la verdad, no funcionó. Tuvimos que desecharlo.

“Entonces apareció Germán Montalvo y él se dio a la tarea de formar el libro que tienes en tus manos”.

“Nunca tuve fórmula de trabajo”

—Un buen antecedente de lo porvenir es tu libro Botella a la mar que en 2016 publicaste bajo el sello de Ediciones del Ermitaño: “Duele saber que cruzamos las calles de la vida, ¿meras imágenes?, con la esperanza de que un día cualquiera alguna amante añorada, algún amigo alejado por su oficio, encuentren los mensajes que tiramos en botellas a la mar”. Con dibujo en la portada incluso también de Federico Silva, ese largo poema, como bien dices dividido en tres partes, ¿cuánto tiempo en realidad te costó escribirlo? Si bien los temas, esa “divina trinidad”, son siempre, digamos, tus obsesiones, imagino que no acabarán nunca de confluir en tu cabeza…

—Soy contrario a las explicaciones de los textos y más de los textos poéticos, porque al escribirlos pienso que lo hice de la mejor manera posible; pero me parece muy pertinente tu pregunta.

“El poema (libro) Botella a la mar nació de otra pregunta: el sentido de la vida o, bien, si la vida tiene o no sentido. Es una pregunta difícil de responder, si lo queremos hacer con sinceridad.

Portada del libro Botella a la mar, de Mariano Morales.

“Un amigo pintor había muerto, a los 40 años. Como todo artista estaba en búsqueda, pero dominaba la técnica y su pintura era muy original. Excelente, diría yo. Un día a media mañana lo encontraron muerto en su cama; una señora que le ayudaba con cuestiones domésticas. Su vasta obra se quedó ahí arrumbada… Y me vino la pregunta: ¿todo eso para qué?

“Otra querida amiga pintora, Karla Reyes, dice:

“—La vida no tiene sentido, cada quien tenemos que dárselo y es al gusto.

“Creo que a nuestras vidas les dan sentido las personas, las personas que amamos, y creo que mientras seamos capaces de amar y mientras más amplio sea ese amor, más abarcador, más sentido le habremos dado. Por amor no entiendo, en este caso, aunque lo incluyo, la relación erótico-afectiva a la que se refiere Fromm. Es decir, amamos a nuestros hijos, por ejemplo, o a nuestros padres y no lo hacemos eróticamente… Por supuesto, incluyo el amor erótico-afectivo dentro de esta capacidad de amar; pero no la reduzco a ello. Esto abarca a toda la humanidad.

“Y a los animales y a la naturaleza, en tanto a través de ellos ayudamos a la humanidad.

“En ese sentido, el trabajo no nos realiza por sí mismo, sino en la medida que trabajamos para procurar el bienestar de las personas que amamos. Quienes tenemos la suerte de trabajar creando, de usar las herramientas del arte, tenemos la doble fortuna de hacerlo por los que amamos y, además, de expresarlo en la obra. Ese es un poder muy grande, una gran riqueza.

“Entonces, este amigo que murió, creo que era feliz sólo mientras pintaba (y a veces en los bares); pero al final murió solo y sus mensajes quedaron arrumbados, sin ninguna valoración (y no hablo de precio). ¿Tuvo sentido su vida? ¿Tiene sentido la mía?

“¿Tiene sentido pintar, escribir, hacer música… si a la vuelta de la esquina está la muerte? ¿Tiene sentido trabajar como esclavo, filosofar, hacer política…? Por descontado que a las religiones no les encuentro nada.

“En fin, esas son las preguntas que recorren ese libro: Botella a la mar. Particularmente, los versos que tú señalas:

Duele saber que cruzamos las calles de la vida, ¿meras imágenes?, con la esperanza de que un día cualquiera alguna amante añorada, algún amigo alejado por su oficio, encuentren los mensajes que tiramos en botellas a la mar…

“… hablan de otro problema circundante al del sentido: la posibilidad o imposibilidad de la comunicación humana. (Sin meterme con la polisemia de los lenguajes. Porque muchas palabras, muchos conceptos no tienen el mismo significado para ti que para mí o para cualquier otra persona. Pensemos, por ejemplo, en la palabra ‘amor’. Seguramente tiene tantos significados como humanos hay en el planeta.) Bien, supongamos, ya tengo algo que decir: ¿lo sabré plasmar?, ¿me escucharán?, ¿me entenderán? Aquí interviene también el azar: ¿habrá receptor? A veces nuestros poemas, nuestra música, nuestras pinturas, nuestros lamentos, nuestros clamores, etcétera… son mensajes que tiramos en botellas a la mar de la casualidad y, saberlo, es lastimoso.

“En la otra parte de tu pregunta, te refieres al tiempo y al trabajo. Ahí sí, mi circunstancia es un tanto particular. He sido escritor toda la vida y toda ella me he considerado escritor. Decía Corkidi, el cineasta, que ‘todos somos artistas y otra cosa era el problema del público y la aceptación’. Pero siempre he tenido, hasta que comenzó la pandemia, trabajos de tiempo completo: primero en la BUAP, luego en el periódico y después en temas de educación. Todos esos trabajos teniendo como materia prima principal la escritura.

“(Entre paréntesis, por eso creo que lo que menos he trabajado es la novela. Porque eran textos que tenía que elaborar de una sentada. En una madrugada o dos tenía que dejarlos completos… no publicables, pero sí más o menos completos, ya que al tercer día seguramente estaba de otro humor, con otras preocupaciones, etcétera. Entonces un poema o un cuento que había escrito, a lo mejor de una sentada, podía llevarse meses en correcciones también esporádicas. Nunca tuve fórmula de trabajo.)

“A veces llegaba por la madrugada, después de hacer el periódico, con la adrenalina a tope, de tal manera que sólo quería un par de cubas y una lectura ligera o algo en la TV para esperar a que bajara y poder descansar. No siempre podía trabajar en lo mío.

“Y otro problema luego era la publicación. Como nunca he estado de lleno en la vida literaria, digamos en el mercado, podía pasar otro tiempo más hasta que les diera forma final y buscara publicarlos. A esto súmale que no vivo en la capital (donde están las mayores oportunidades). Como dijo Monsiváis en la presentación de mi libro El fin: que yo era neciamente poblano”.

Ética

—Si formulas que tu vida siempre ha estado rodeada de las letras, ¿entonces haber dirigido Síntesis, importante diario de Puebla, fue, digamos, una experiencia literaria más que periodística?, ¿no diferencias el uso de las letras en este sentido? Un largo poema, como “Botella a la mar”, no creo que lo hayas pensado publicar en un diario sino concretamente en un libro porque su materia prima no es meramente informativa sino esencialmente literaria. ¿Cómo te enfrentas, o enfrentabas, a estas situaciones?

—Voy a dividir tu pregunta en dos partes: la relativa al periodismo sin desvincularla de la literatura y, como segunda, las expresiones literarias posibles o utilizables.

“Hacer periodismo no estuvo exento de buscar la mejor expresión escrita. Pero es algo muy distinto. El primero se maneja dentro de lo real y comprobable (como alguna vez lo aprendí en un taller de periodismo que tú coordinaste); la literatura puede hacerlo (Truman Capote), pero no es su único cometido ni su camisa de fuerza.

“Cuando nació Síntesis, en 1992, el PRI llevaba toda la vida en el poder y sólo había una verdad en los medios, la del gobierno (bueno, una y media). Periódicos y noticiarios de radio y TV tenían como enemigo a la UAP, por ejemplo. Ni siquiera el PAN tenía cabida en ellos (integrante pocos años después del famoso PRIAN). Hasta al PAN se le cometían fraudes electorales, como le sucedió a Ricardo Villa Escalera en la elección municipal de 1983. Pero dije: ‘… y media’, porque si bien los medios no daban voz a la izquierda y ni siquiera al panismo, sí la daban, la han dado siempre, al discurso reaccionario de la derecha trasnochada, mientras no apareciera como competencia partidista. La derecha poblana, incluso la ultra, siempre ha tenido espacio ya sea desde los organismos empresariales, la ‘academia’ o el púlpito.

“Entonces, la principal aportación inicial de Síntesis, diario del que fui director fundador, fue ética, antes que periodística. Lo he dicho en varias ocasiones. Fue mostrar que se podía hacer un periodismo independiente del, como se le llamaba entonces, PRI-gobierno o partido de Estado. Fue dar cabida a todas las voces, principalmente a los creadores, a la izquierda, a todos los partidos, a los universitarios, quienes siempre han tenido algo que decir y, con mucho peso, a los ciudadanos.

“Esto, por supuesto, repercutió en el periodismo. Lo ejemplifico con una anécdota: en el gobierno de Manuel Bartlett, siendo presidente municipal Rafael Cañedo Benítez (1993-1996), alguien pidió revisar la fortuna de Carlos Salinas, creo, y el alcalde Cañedo dijo que deberían comenzar por revisar los ingresos de Cuauhtémoc Cárdenas. Así lo publicamos a la mañana siguiente, misma en que recibí un airado llamado telefónico de su jefe de Comunicación, pidiendo prácticamente el despido del reportero. Llamé al reportero y le pregunté si la declaración era verdadera, a lo que respondió: ‘Por supuesto’. Le dije: ‘¿Tienes la prueba?’ ‘Claro’, y me puso la grabación. Me aclaró que un reportero de otro medio le había dicho: ‘Te paso esta nota, porque a mí no me van a permitir publicarla’. Más tarde el jefe de Comunicación vino a la redacción y le mostré la grabación… Me dijo, un tanto alterado, pero como para congraciarse, ‘entonces mi jefe está loco, por qué me manda hacer estos papelones…’

“Pero te puedo dar muchos más ejemplos, quizás el más importante, para reflejar lo que intento explicar, fue cuando la Aedirmex (la Asociación de Editores de Diarios de la República Mexicana) me dio el Premio Nacional de Periodismo, en 1998. Me lo otorgó y se lo dio al periódico por haber señalado con base en nuestras encuestas que el PRI ganaría el estado de Puebla, con Melquiades Morales Flores, que perdería el PRI por primera vez en el estado de Tlaxcala contra Alfonso Sánchez Anaya por el PRD y que la capital poblana estaría gobernada por el PAN con Gabriel Hinojosa Rivero. Sería la primera vez que se le arrancaba algo al PRI en esos estados; por supuesto recibimos presiones para no publicar nuestras encuestas. Sí, fue una investigación periodística; pero el reconocimiento, lo considero, fue a la ética con la que nos condujimos. Cabe señalar que los resultados se dieron justo como los predijimos.

Mariano Morales.

“En el inicio del periódico, el gobierno y otras fuerzas jugaron a ahorcar al diario para que cerrara, pero no lo lograron. Al segundo aniversario de Síntesis me entrevistaron en el noticiero entonces de mayor raiting de la radio poblana, y yo dije que la principal aportación de Síntesis se podía ver en las portadas de algunos otros medios. Habíamos mostrado que no empeñábamos la información y otros tuvieron que comenzar a cambiar, de manera un tanto tibia, por convicción o por adquirir un poquito de credibilidad.

“En cuanto a lo propiamente periodístico costó un poco más de trabajo. Al nacer el diario, en Puebla (1992), a los reporteros prácticamente no se les pagaba, se les ‘permitía’ el espacio y se les mandaba como a los agentes de tránsito a cobrar a sus fuentes. Así fueran los reporteros de espectáculos o de deportes. Eran las fuentes las que les completaban el salario; por supuesto, todos peleaban por la fuente de gobierno. Entonces, tuvimos que recurrir a jóvenes no maleados, recién egresados (la BUAP todavía no tenía carreras de comunicación ni de periodismo en ese tiempo). Reclutamos personas que si bien no manejaban aún el oficio, sí traían otra actitud ética; creían en lo que habían estudiado.

“La sala de redacción fue su escuela. Pasaron por ahí muchas y muchos que hoy tienen altos puestos en los medios del estado. Poco a poco se fue mejorando el periodismo. Teníamos reporteros dedicados a fuentes a las que ningún otro medio recurría, como derechos humanos, o laborales, la sección colonias que diariamente hacía recorridos por las colonias (sobre todo las más marginadas) recogiendo sus problema de agua, basura, pavimento, etcétera (entonces la seguridad no era un gran problema) y teníamos reporteros de investigación, sin fuentes específicas, sólo para investigaciones especiales. Suplementos, además del de arte y del de literatura, de mujeres, de ecología, de personas con discapacidad, de universitarios, etcétera. Las agencias personalizadas, como APRO y PAL, también fueron de gran ayuda; les pedíamos coberturas específicas”.

El summum de las artes

“La segunda parte —dice Mariano Morales Corona— va por separado porque creo que ya me extendí en lo periodístico y tu pregunta tiene varios filos.

“En lo que a mí respecta (no quiero parecer pretensioso ni presumido), ha sido como escoger los tenis para correr, los tacos para jugar futbol o los zapatos para ir a trabajar.

“Para la denuncia política inmediata siempre eché mano del periodismo o de la columna, a veces el ensayo o la conferencia, para hablar directamente y con claridad, sin posibles interpretaciones diversas… Ahora está por publicar la BUAP una colección de textos sobre personajes que han sido importantes para la historia reciente de México, como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Miguel Donoso Pareja, Julio Scherer García, Luis Rivera Terrazas, Miguel Ángel Granados Chapa, Raquel Tibol, Víctor Roura, Guillermo Briseño y otros más, que supieron permanecer distantes de las mieles del poder gubernamental. Es el calzado un tanto formal.

“Para la aventura y la fantasía, he elegido principalmente la narrativa. La novela corta o el cuento largo, que gustara tanto a los escritores del boom latinoamericano. Estos géneros me han permitido crear personajes y ubicarlos en historias de acción, intriga y heroísmo. Lograr junto con ellos combatir malandros como empresarios ligados al narco, o antihéroes completamente fantásticos. Me han servido incluso hasta para incursionar en el teatro, como la obra 4J, que en la actualidad se está escenificando en Puebla. La vamos a presentar de nuevo el 30 de marzo dentro de la 36ª Feria Internacional del Libro de la BUAP. Son los tacos para asirse al suelo y correr.

“Para las cuestiones más íntimas, para las alegrías y los dolores internos, para indagar en mi corazón y en el hígado y en las demás vísceras, siempre he trabajado la poesía. Creo que ella me ha permitido asomarme con más visibilidad a lo que soy, a lo que he pretendido ser y a lo que aún busco. Son los tenis con los que me persigo a mí mismo.

“Recurro a una respuesta que yo le hiciera al escritor Alejandro Meneses con motivo de la aparición del libro Jueves:

“—La poesía es bautizo del ser humano como creador de arte: lamentos, gruñidos de amor iniciáticos. De ahí surgieron las demás: música, pintura, otros géneros literarios… Es el summum de las artes: el poeta toma las palabras para esculpirlas y erigir monumentos, ciudades… Con otras pinta imágenes, libres de cualquier atadura a los lienzos. Une sílabas y hace música: ya breves canciones, ya extensas sinfonías.

“La poesía es exacta como la física, rigurosa como las matemáticas, aunque no por ser producto del raciocinio sino, como el mismo mundo físico, porque está hecha de realidades, evolución, ríos que cambian curso, latidos telúricos, trepidaciones de la carne y de los huesos, libertad y muerte. La poesía es un trabajo arduo y desvelante que intenta asir la vida.

“Por último, aunque ya casi no hago periodismo sólo ocasionalmente, como para la revista Dosfilos, de José de Jesús Sampedro, por ejemplo; sí, sigo enfrentando esa tricotomía, o tal vez tetra. Sólo tengo cuatro pares de calzado: unos negros, unos cafés, los tenis y los de futbol… ¡Ah, y unas pantuflas para descansar!

“Aunque quizás ahora me atreva a quitarme el calzado y andar descalzo, porque creo que ha llegado el tiempo de hablar de todo esto con más detalle. He vivido muchas cosas que a lo mejor ya es hora de comenzar a relatarlo”.

“Los noticieros televisivos y de radio no obedecen a la información, sino a los ingresos”

—El periodismo, cuando se es periodista, nunca se deja a un lado, Mariano. “Historia de lo inmediato”, lo llamaba Renato Leduc. Porque para ser periodista, aunque muchos “periodistas” no lo sepan, se tiene que saber escribir. No sólo basta con indagar la información, sino saberla expresar, describir, definir, degustar, cronicar. Hay, sí, casos inauditos de literatos que no sabían, o no saben, escribir: García Márquez cometía un sinfín de errada ortografía cuando escribía, al igual que Juan Rulfo. Escribir no es cualquier cosa.

—Para escribir hay que tener algo que decir, algo que contar. Lo mismo para hablar. Hay gente que toma la palabra y dice puras tonterías. Uno dice: ‘Qué desperdicio que tenga el don de la palabra’. Hay muchos ejemplos de congresistas en la red. No es el caso de García Márquez ni de Juan Rulfo; ellos sí tenían historias para compartir. Es sabido que cometían errores ortográficos; pero, bueno, esos se pueden corregir. García Márquez lo confesó en un coloquio sobre la lengua en Zacatecas, lo recuerdo. Hay gente ágrafa que dicta sus memorias. Se puede hacer; pero para eso hay que haber tenido una vida interesante. García Márquez, por cierto, se inició como periodista e hizo libros periodísticos como Noticia de un secuestro.

“Hoy la computadora ayuda mucho a quienes les falla la ortografía. El de corrector parece ser un oficio en extinción, como tantos otros que la inteligencia artificial ha venido desapareciendo. Te acuerdas, por ejemplo, el de formador de galeras, del periodismo de antes. Y la Real Academia también les ayuda, simplificando las normas, como los acentos de los monosílabos y de los diferenciadores, como el caso de sólo y solo… Como diría Borges, son concesiones a la tontería, que empobrecen y limitan el lenguaje.

“Estoy de acuerdo contigo. Quien ha sido periodista, jamás deja de serlo del todo. Aunque se aleje de una redacción. Cuando era director, revisaba muchos periódicos y escuchaba todos los noticieros de TV y radio que podía. La verdad, por salud mental ahora sólo lo hago a ratos. Pero, por ejemplo, con el juicio de Genaro García Luna me encontraba como antes, sólo que informándome más por Internet. Porque quedó claro: los noticieros televisivos y de radio no obedecen a la información, a las noticias, sino a los ingresos. Parafraseando al ‘haiga sido como haiga sido’, ‘vengan de donde vengan’.

“Esa historia de lo inmediato a la que refería Leduc, efectivamente requiere saber escribir. Por ello, a mí me gustó la frase de José Joaquín Blanco que veía al periodismo como una literatura posible. Es decir, aunque estemos comunicando una noticia, hacerlo literariamente de la mejor manera que encontremos. Y, sí, eso requiere saber escribir.

“Alguna vez nos contaste en el taller de periodismo que habías aprendido de Buendía que el periodista tiene que estar redactando mentalmente las 24 horas del día: cómo toma el jabón cuando se baña, cómo se lo unta en el cuerpo… De hecho, nos leíste un párrafo de ¿Por quién doblan las campanas?, de Ernest Hemingway, en el que tarda página y media describiendo cómo enciende un cerillo uno de los guerrilleros. Yo transmitía esto a mis alumnos; pero cuando hablábamos de literatura iba un poco más allá. El escritor, como el periodista, tiene que estar redactando las 24 horas todo lo que ve. Pero no sólo va a describir cómo el camión o la combi se estacionan en doble fila para dejar bajar a una señora, como decíamos en la secundaria, ‘con canasta e hijo en brazos’, sino que al mismo tiempo teníamos que imaginar el drama de esa señora: ¿de dónde podía venir?, ¿adónde podía dirigirse?, ¿la esperaba un marido borracho y golpeador o, como a La Patita de Cri Cri, un montón de hijos con hambre?, etcétera. Entonces, a diferencia del periodista, el escritor no sólo iba describiendo la vida sino iba sintiendo describiendo la vida, como andar las calles despellejado.

“Pero, sí, volviendo al principio, primero que nada hay que tener algo que decir. Sea noticia del mundo exterior, sea avance del conocimiento o sea desnudar el alma como se voltea un calcetín”.

“Quien domina los medios, domina las conciencias”

—Sí, periodismo y literatura pueden caminar juntos, pero he conocido, al igual que tú, a gente que escribe, o sabe escribir, muy bien pero carece de imaginación para proyectar un cuento, una novela, una pieza teatral, un poema, y es periodista nada más, y punto, y no está nada mal, y lo mismo hay periodistas, acaso afamados y con ingresos abultados en su cuenta bancaria, que no saben escribir, que jamás han escrito nada y, asimismo, ya que lo mencionaste, hay literatos como José Joaquín Blanco, de quien recuerdo su magnífico libro Función de medianoche, que de pronto son relegados por decisiones cupulares, causando asombro estas extrañas difuminaciones porque nos percatamos, Mariano, que muchas veces, por lo menos en México, los nombres cabalgan de acuerdo a las referencias, las citas, las menciones, los empujoncitos, los corrillos, las asociaciones, los grupos. La independencia cultural es compleja en un mundillo anudado de cortes y conveniencias. ¿Cómo ha logrado Mariano Morales Corona destacar como individualidad poética distanciado de todos estos enjuagues intelectuales?

—Me gustaría comenzar por contarte una anécdota ya un poco antigua. A mediados de los ochenta del siglo pasado organizamos un Encuentro Nacional de Poetas, en la entonces Universidad Autónoma de Puebla al que asistieron prácticamente todos los poetas que estaban en México. Hay una foto muy buena que publicó la revista Proceso y otros medios en esos días donde se muestra el casi centenar de poetas asistentes encaramados en el espléndido Salón Barroco: Alí Chumacero, Juan Bañuelos, Elsa Cross, Elva Macías, Coral Bracho, Myriam Moscona, Mariángeles Comesaña, Enrique González Rojo, José de Jesús Sampedro, el entonces poeta infrarrealista Roberto Bolaño y muchísimos otros… Se pudo hacer por el apoyo de la UNAM (a través de Marco Antonio Campos), de la UAM (mediante Evodio Escalante), del INBA (por cuenta de Saúl Juárez) y de la UAP (hoy BUAP) por supuesto.

“Ese es el contexto, la anécdota es la siguiente: en algún pasillo del Edificio Carolino, al salir de las lecturas, caminábamos un grupo de poetas platicando y entonces uno, no recuerdo si fue Ricardo Yáñez o Arturo Trejo Villafuerte, respondió a un comentario que había hecho yo en el que había mencionado a Efraín Huerta (recién fallecido [a los 64 años de edad, el 3 de febrero de 1982]) y a Octavio Paz; su respuesta fue:

“—En el Distrito Federal [hoy Ciudad de México] no puedes hablar juntos de ellos dos.

“Pensé: entonces, qué suerte de habitar en la provincia, lejos de estar encasillado en filias y fobias. Y como ya había dicho, Carlos Monsiváis se refirió un poco irónicamente: ‘Lástima que Mariano Morales era un escritor neciamente poblano’, y yo interpreté eso como un halago a la resistencia a la megaurbe centralista; en realidad no lo era, era un señalamiento crítico al escoger por voluntad quedar marginado de los presupuestos federales, de los medios nacionales, de las grandes librerías… etcétera.

“Aunque no puedo negar que en las provincias también se han reproducido las capillas y los clubes de amigos, sobre todo desde los controles de los presupuestos culturales estatales. Por suerte, las universidades han hecho un poco de contrapeso a esto.

“Los padrinazgos en las letras, como en la farándula, han podido promover carreras de gente sin talento y obstaculizar otras de gente con mucho talento, como se dice fue el caso de Elena Garro.

“Ahora bien, volviendo a la parte inicial de tu pregunta en la que hablas de periodistas de abultadas cuentas bancarias que nunca han escrito nada, hay que señalar lo siguiente: los noticiarios, por cualquier medio: televisión, radio, periódicos y ahora Internet (salvo muy pequeños casos), viven de la publicidad y ésta es 80 o 90 por ciento oficial. En todos sus niveles: municipio, estado, federación, y en todos sus poderes: Ejecutivo, Legislativo, Judicial; Secretarías, institutos autónomos, incluyendo a las universidades públicas, los partidos políticos y hasta algunos sindicatos de paraestatales.

“Por lo que yo pude ver, durante los años que gobernó el PRI al país, desde su fundación como PNR en 1929 hasta el 2000, que en Puebla fue hasta el 2011 y en Hidalgo hasta el 2022, mientras en Tlaxcala fue hasta 1999, siempre primó la máxima que resumiera López Portillo siendo presidente de la República:

“—Yo no pago para que me peguen.

“Una frase muy interesante: primero, el dinero no es público, una vez ingresado a las arcas del Estado su administrador se convierte en su dueño (‘yo no pago’); segundo, no pago a los medios que me critican (‘me pegan’), es decir cualquier medio no afín no se encontraba en la nómina; tercero, para estar en la nómina no me podían pegar. Entonces los medios (noticiarios y periódicos) se fueron convirtiendo en su mayoría en voceros del vocero público para sobrevivir. Y en todas las instancias en las que había jefe de prensa o jefe de comunicación se contaba con presupuesto para cooptar medios o ‘periodistas’.

“Y esta cooptación era en escala: al dueño, además de ingresos en efectivo, se le permitían múltiples negocios: concesiones de espacio radioeléctrico para establecer televisoras y radiodifusoras, licitaciones de obra pública, concesiones de transporte público o de espacios en mercados (como señala Scherer, fue uno de los tantos negocios de Díaz Redondo), antros, prostíbulos y un tan largo etcétera como fueran las aspiraciones de estos directivos.

“En segundo lugar y casi a la par, se encontraban los directores-conductores de los noticiarios de TV y radio, así como los directores de los periódicos según sus relativas importancias.

“Esto generó un fenómeno (quiero acotarme, por el momento, sólo a México) al que tú haces referencia: los ‘periodistas’ que nunca han hecho periodismo y que además nunca han escrito nada: los opiniólogos sin opinión, o con opinión teledirigida: como ya dije, los voceros de los voceros de los diversos poderes (porque hay que recordar que esto abarca principalmente a la política y los políticos, pero que se extiende a las grandes empresas, como las casas de apuestas, las mineras, los espectáculos y hasta al futbol y otros deportes). Los dueños del dinero, como ya mencioné, principalmente del dinero público (que nunca les costó y sólo administran como suyo: ‘Yo sólo pago a quien no me pega’, diría el silogismo aristotélico), han hecho de estos comunicadores y directores, sus opiniólogos, quienes están ahí, con muy buen pago, para decir sus verdades (las de quienes les pagan), para imponer sus agendas, para tapar sus crímenes. Así se quiso cubrir durante muchos años la masacre de 1968, los asesinatos del 10 de junio de 1971; así se generalizó la opinión de que el Festival de Avándaro había sido una inmensa orgía de sexo y drogas y se prohibió el rock nacional, lo que por mucho tiempo nos colocó a la zaga de Argentina y de España, entre otros; así se trataron de ocultar los crímenes de la guardería ABC, de los indígenas de Acteal, de los campesinos de Aguas Blancas, de los estudiantes de Ayotzinapa, entre muchos, muchos otros.

“Estos opiniólogos, que a veces se hacen selfies bajo la lluvia con un presidente de otro país o luego de un sismo, para aparentar que hacen periodismo, fueron de seguro muy buenos alumnos en la primaria ya que basan sus puntos de vista en los dictados. Obedecen a su jefe o dueño porque, si no, serían despedidos. Pero como al cliente lo que pida o el cliente siempre tiene la razón, y ya sabemos quién es el cliente, los alinean al dictado de los voceros (a veces, ellos se creen los voceros mismos). Podría citar a Marshall McLuhan, a Armand Mattelart o a Noam Chomsky, pero prefiero hacerlo a Jim Morrison: ‘Quien domina los medios, domina las conciencias’ (esto dispara nuestros problemas a Washington y Nueva York, ‘quienes dominan los medios y las conciencias’; pero acotándonos sólo a México), estos opiniólogos y algunos errores cometidos por funcionarios han podido sumar muchas conciencias de la clase media, como pudo verse el 26 de febrero [día en que marcharon miles de personas a favor de los funcionarios del Instituto Nacional Electoral y en contra de López Obrador].

“Podría abundar sobre esto, pero creo que ya me extendí demasiado…”

Quince millones de pesos

—Actuar de manera distinta al uso tradicional del gremio de la comunicación también puede atraer consecuencias contrarias a las deseadas…

—El periódico Síntesis nació pisando fuerte con el pie izquierdo, seis meses antes de que terminara el gobierno de Mariano Piña Olaya (“El sexenio de las expropiaciones”, cabeceamos en ocho columnas poco antes de su salida), un día antes del destape de Manuel Bartlett como candidato a gobernador para el estado de Puebla. El gobierno apostó a que cerráramos. Como ya dijimos, los medios subsisten de la publicidad y primordialmente de la publicidad estatal. Pero uno de los socios, el principal, quien se quedaría a la postre con la totalidad de las acciones, tiene una imprenta muy grande, que exportaba mucho, y el periódico, en esos inicios tabloide de 24 páginas en blanco y negro, se hacía con tiempos marginales y sobrantes de papel de esa enorme empresa.

“El problema era pagar los salarios. Pero se trataba de un equipo pequeño, unos cuarenta trabajadores entonces. Además se nos atravesó la crisis de Los errores de diciembre. El público había recibido bien al diario y la íbamos sorteando.

“Como un año después del arranque, cuando el gobierno se dio cuenta de que su bloqueo no cerraría el diario (también habían usado tácticas más perversas, que no mencionaré aquí), cambió de estrategia. El jefe de Comunicación del gobierno del estado me citó para tomar un café. Tuvimos una reunión cordial, en la que ofreció un convenio de publicidad, más o menos corto, para que diéramos a conocer las actividades de las instituciones de gobierno. Por supuesto que la información de las diversas instancias de gobierno son de interés para la población: campañas de salud, educación, obras importantes, etcétera. Pero le respondí con toda claridad:

“—Sí, haremos llegar a los lectores toda esa información; pero si aparece un cadáver en tu patio, también lo diremos; es decir, difundir la información que ustedes digan no nos hará ocultar las cosas que suceden: manifestaciones de descontento, voces opuestas, etcétera.

“Luego de un rato, me dijo:

“—Todos los directores tienen un apoyo (salario) en mi oficina, no es gran cosa, y no los compromete a nada, tú puedes seguir haciendo lo que haces con entera libertad.

“Elegantemente, le dije: no.

“Esa misma noche me llamó por teléfono y me dijo:

“—Ya hablé con mi jefe y me dijo que podemos tener un mejor arreglo.

“A lo que le respondí:

“—No, ni ustedes van a obtener de nosotros lo que buscan ni nosotros algo de ustedes. Si quieren que el periódico les obedezca, cómprenlo. Ya fundaremos otro.

“Al poco tiempo, ya con un convenio de publicidad, se quejó con el principal accionista:

“—Mariano Morales no quiere aceptar la ayuda que le ofrecemos.

“No pasó a más.

“Unos dos o tres años después, el Consejo Coordinador Empresarial convocó a todos los medios de comunicación a dotarnos de un código de ética, como muchos países civilizados (como los nórdicos, por ejemplo) lo tienen. Nos convocaron a todos (menos a los pasquines) a una primera reunión. Desde esa misma, algunos comenzaron a deslindarse: Televisa dijo, nosotros obedecemos a un código nacional, lo mismo TV Azteca, El UniversalEl Sol, etcétera. Total, que al final quedamos Fernando Canales, Sergio Mastretta y yo. En la última vez que nos reunimos para el efecto, habrá sido por 1995 o 96, Canales dijo que él sí recibía el pago de la oficina de gobierno, pero que lo facturaba a la empresa y sólo le tocaba la comisión. Entonces, la aportación era de 50,000, cincuenta mil pesos mensuales. Muy probablemente fuera mayor para los consentidos

“Si esa hubiera sido la ‘aportación’, había yo dejado de recibir, en los 15 años que dirigí el periódico, unos 9,000,000, nueve millones de pesos (sin considerar aumentos, inflación, intereses, porque seguramente la dádiva iba subiendo al menos cada nueva elección y cambio de sexenio). Calculo que fueron unos 15,000,000, quince millones de pesos, los que dejé de recibir, por mi cláusula de conciencia.

“Finalmente Síntesis publicó su Código de ética y un columnista de un pasquín se burló diciendo que era incumplible. Me es grato decir aquí que, mientras estuve al frente del diario, siempre lo cumplí y los reporteros que trabajaron conmigo, también. Omar Raúl Martínez [director de la Fundación Manuel Buendía y de la Revista Mexicana de Comunicación, fallecido a los 51 años de edad el 3 de marzo de 2016] lo recogió en su investigación acerca de los códigos de ética de los medios de comunicación en México.

“Al sexenio siguiente se me acercó un secretario, el de Turismo, y me dijo que le permitiera desatorar ese nudo:

“—Se trata de ganar ganar —me dijo.

“Por supuesto le respondí que no.

“Poco después una reportera importante del periódico me instó:

“—Debería aceptarlo. Seguramente alguien está firmando por usted y se lo está llevando.

“Como si no fuera una cuestión de ética; como si sólo se tratara de mantener mi nombre fuera o dentro de la nómina oficial.

“Y sí, Roura, a lo mejor renuncié a unos 15 millones de pesos. Pero hicimos un periodismo libre, independiente, crítico y que manejó su propia agenda.

“A veces me entra una duda, sobre todo a partir de la pandemia y tanta gente que necesita ayuda, empezando por mi propia familia, y tantos proyectos culturales interesantes que no se pueden realizar por falta de recursos, incluso míos; pero pienso que si hubiera sido de las personas que aceptaran el chayote no sería de las que están preocupadas por apoyar a quienes lo necesitan…

“Ni modo, no hice fortuna; ayudo a los poquitos a quienes puedo, pero tengo una conciencia en paz, que me permite dormir tranquilo e, incluso, sentirme feliz”.

“Porque la policía no había hecho nada”

—Admirable, Mariano, tu honra periodística, descalificada seguramente por la mayoría de los que trabajan en los medios de comunicación del país. Si tú has dejado de percibir, por tu digna conciencia, alrededor de quince millones de pesos, no sé a cuánto podría ascender la cifra que yo he dejado ir de igual modo voluntario, sin embargo periodistas incluso con los que he trabajado se han mofado de mi “martirio” y me han nombrado, tratando de ser irónicos, el “gurú” de la ética, por ejemplo. Han dicho que he sido corrompido, ya, por la política morenista, por ejemplo, porque, ya lo sabes, el león cree que todos son de su misma condición. Pero en los estados de la República una actitud como la que tuviste a veces se paga con la vida, Mariano. Yo he sido amenazado de muerte unas cinco veces en la vida, además de haber sido golpeado y secuestrado por manos desconocidas que han querido, en vano para su desgracia, quitarme del camino. Vicente Fox le pidió a Rogelio Cárdenas Sarmiento, director de El Financiero, despedirme del diario por una investigación que publiqué desfavorable a Sari Bermúdez que supuestamente afectaba a Marta Sahagún. Dos veces ya me han matado en las redes sociales. Admirable, tu ética periodística. ¿No ésta, Mariano, también te ha acarreado problemas personales?

—En torno a la ética periodística no fuiste mi único maestro, tuve varios. Pero con ninguno lo discutí tan de frente como contigo. Quizás sólo con Miguel Donoso, hablando de literatura. Los otros fueron maestros con su ejemplo; ya los he citado en esta entrevista: Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Javier Mena, Dora Kanoussi, José de Jesús Sampedro… Así que, sí, por mi parte, en materia de periodismo, has sido mi “gurú” ético, en lo que respecta a la relación periodista-poderes, principalmente frente al poder político.

“Con relación a los problemas personales, sí hubo varios. Como ya mencioné, al principio el gobierno (bueno, no es el gobierno; fueron los gobernantes, personas de carne y hueso) apostó por que cerráramos. Durante más de un año no pagaron un centavo en publicidad e, incluso, presionaron a algunos particulares para que no lo hicieran. También por un tiempo nos sacaron de los puestos de periódicos. Tuvimos que contratar a nuestros propios voceadores.

“Dos años antes, en 1990, había sido editor fundador de La Jornada de Oriente, mientras seguía siendo director de Crítica, revista de la Universidad Autónoma de Puebla, sin ningún conflicto de intereses. Pero, a unos meses de que empezara a circular el periódico Síntesis, el rector, José Dóger Corte, quien había alineado a la universidad a las finalidades del gobierno, me mandó pedir la renuncia. Varios compañeros me aconsejaron demandar a la universidad, como era lo ocurrente; yo era incapaz de hacerlo. Mi segunda alma mater.

“A las empresas que sustentaban al periódico, una impresora (como ya conté) y una encuadernadora, les cayeron auditorías prácticamente trimestrales. A mí también me llegó un llamado de Hacienda, pero el contador me dio de baja.

“Luego, al principal accionista lo ‘levantaron’ en Puebla y se lo llevaron a Pachuca, primero, y a Tulancingo, después, policías judiciales de Hidalgo, quesque por un litigio económico. Era obvio que se trató de una decisión local, no podían entrar judiciales de otro estado sin autorización. Luis Javier Solana, entonces director editorial de El Universal y dueño de la Agencia PAL (fundada con Miguel Bonasso a la cabeza) de la que éramos clientes, nos ayudó a contactar a Fernando Gutiérrez Barrios, secretario de Gobernación a la salida de Bartlett y así dimos con el paradero del señor Armando Prida Huerta y conseguimos su liberación a los dos días de ser levantado.

“Al verlo al día siguiente, le dije:

“—Creo que el periódico te sacó de tu encierro, pero de lo que no me cabe duda es que el periódico te metió.

“Por esos mismos días, a la madre de mis hijas, acabando de dejarlas en la escuela primaria a la que asistían, a las 8 de la mañana, la intentaron secuestrar, en una zona céntrica y comercial de Puebla. Entregó a las niñas en la puerta del colegio y se dirigió al auto. Tras meter la llave y accionarla para levantar los seguros (lo hacían todos al mismo tiempo), depositó su bolsa automáticamente en medio de los asientos delanteros, entonces, sin percatarse casi, entra un hombre a sentarse en el asiento del copiloto y otro la empuja para meterla al auto y ponerse al volante. Estamos hablando de 1993, muchos años antes de que comenzara a señalarse al crimen organizado y a la colombianización de México. Ella se defendió, gritó, empujó al hombre que la quería meter al coche. Mucha gente salió a ver qué pasaba y los tipos se echaron a andar tranquilos calle arriba. Si se hubiera tratado de robo, tenían prácticamente asegurados el auto, cuyas llaves quedaron sueltas, y la bolsa, que estaba a la mano del que se sentó en el asiento del copiloto. Pero no, se trató de un intento de secuestro.

“Esa noche hablé con ella y le dije que podía dejar la dirección del periódico (como no tenía nada por qué me hicieran auditorías y ya había sido secuestrado antes, creo que calcularon pegarme donde más me dolía: mi familia). Ella me contestó:

“—No. Son gajes del oficio. Es como si fueras piloto de carreras y en cualquier curva te pudieras estrellar.

“Al día siguiente apareció en primera plana una pequeña editorial en la que daba cuenta del intento de secuestro y responsabilizaba al gobernador de cualquier cosa que pudiera pasarnos a mí o a mi familia.

“Ese mismo día me llamó el procurador y me pidió que lo visitara. Llamó frente a mí al jefe de la policía antisecuestros. Un tipo que se veía a todas luces formaba parte de ellos. Y me dijo que lo iban a investigar: que no había nada político, que ‘seguro fue porque su esposa les gustó a los tipos…’

“Unos meses después, como ya conté, se acercó el jefe de Comunicación a negociar…

“Otro par, ahora de años, más tarde, recibí, por teléfono, una amenaza de muerte.

“—¡O le bajas de huevos o te va a llevar la chingada! —había terminado el mensaje.

“Tiempo atrás, el encargado de atención a medios de Telmex me había invitado a ver sus instalaciones principales. Entre otras cosas, me mostró una especie de lóckers metálicos llenos de cables interconectando cerebros y me dijo:

“—Aquí quedan registradas todas las llamadas… A pedido policiaco —no me dijo judicial, me dijo policiaco— cualquiera de ellas se puede entregar para su investigación.

“Así que fui a levantar una denuncia al Ministerio Público y pedir se diera con el delincuente. A sabiendas de lo que me habían comentado en Telmex tiempo antes, solicité específicamente el rastreo del número telefónico del que me habían amenazado.

“En los días siguientes no tuve respuesta alguna; y, al solicitarla, me dijeron que no tenían nada, que la llamada había sido hecha desde un teléfono público.

“Por las notas que se habían publicado por esos días supuse que se trató de un empresario del que se dio cuenta de sus malos manejos; pero sólo fue mi suposición, porque la policía no hizo nada o, si lo hizo, no lo reportó.

“La empresa también fue acosada, al igual que algunos otros compañeros periodistas”.

Intelectuales realineados en sus verdaderos intereses

—Alguna vez, rodeado de numerosos periodistas, dije que me sentía orgulloso de no pertenecer a ningún club de periodistas, con lo cual me apartaron de súbito de ellos. Lo que planteas es ciertamente doloroso, mas real: fugarse de esta veracidad tiene mucho que ver con la dignidad, una actitud rezagada en el periodismo.

—Creo que la dignidad ha sido disfrazada, al igual que la verdad; las han vestido de seda. Quien haya leído en esta entrevista que yo dejé de recibir 15 o más millones de pesos, por dignidad, seguro piensa: este tipo es un pendejo. El lugar común parece ser: “La verdad no es importante, la dignidad se puede adquirir con un Mercedes-Benz, con una Casa Blanca, con una liposucción y unos collares de diamantes, con vacaciones en hoteles a los que los “indignos” no pueden llegar.

“Eso genera fenómenos como ése del que ya hablamos: los opiniólogos con opinión teledirigida; no les importa la verdad, desde la digna posición de sus mansiones en Las Lomas o en la Florida; les importa más tener mucho dinero para comprar más dignidad. Así piensan. Y siguen culpando a los pobres de la criminalidad, cuando son los más ricos, los verdaderamente poderosos, como Díaz Ordaz, como Salinas, como Calderón, como García Luna, quienes han atizado al crimen. Como se dice por todas partes: cada presidente ha encumbrado a una pandilla de mafiosos; cada uno de los últimos presidentes, del PRI y del PAN, ha tenido su cartel de narcos favorito y ha combatido sólo a sus contrarios.

“Como ya dije, la BUAP tiene ahora en producción otro libro mío que, supongo, saldrá muy pronto. Probablemente se presente en la próxima Feria del Libro, la 37ª: El inefable placer de la congruencia, es su título; Intelectuales y compromiso en México, el subtítulo. En él hablo de personas que supieron mantener su distancia frente a los políticos poderosos. Recopilo textos que he escrito sobre gente que en las ciencias, en la literatura, en el periodismo, y otras ramas de las prácticas humanas, ha destacado; pero que siempre supo mantener su distancia con respecto a los poderosos. Gente como: Luis Rivera Terrazas, Federico Silva, Julio Scherer, Raquel Tibol, Miguel Ángel Granados Chapa, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Dolores Castro y varios más.

“La tesis de fondo la planteó Antonio Gramsci: el transformismo. Y dice, más o menos, que los intelectuales pertenecen y obedecen, a fin de cuentas, a su clase, aunque por un tiempo naveguen con banderas democráticas y hasta de izquierda; cuando se vienen verdaderos cambios siempre tenderán a cerrar filas con los de la clase a la que en verdad corresponden (hoy le llaman clasismo), filas que en realidad sólo ‘abandonaron’ mientras les fuera redituable. Eso es lo que sucede hoy en México, por ejemplo en la marcha rosa en la que pudimos ver a algunos ‘intelectuales’ realinearse a sus verdaderos intereses, por encima de cualquier dignidad verdadera. Como diría Shakira: ‘Ellos facturan’ (aunque sin dejar huella, por supuesto). Su dignidad es de color verde”.

Mariano Morales. / Foto: Patricia Mosqueira.

“Como influencia específica sí identifico con claridad al rock”

—Mariano Morales ha sabido estar en las dos franjas de la escritura y salido indemne de ellas, asunto muy difícil de conseguir. Ya nos has dicho que la poesía es una especie de resguardo íntimo para externar lo que llevas muy adentro, ¿pero qué poetas te nutrieron, qué poemas te convencieron de ejercer la literatura, cómo te fuste adentrando en ella?

—Respecto a la poesía, como dijera Sabines: “Yo no lo sé de cierto…” Ya siendo estudiante de física en la Facultad de Ciencias de la UNAM, una vez mi mamá me regaló una estampa religiosa a la que, detrás, en la cara blanca, le había yo escrito un poema, en un 10 de mayo, a la edad de 8 años. ¿De dónde salió? No sé, pero incluso estaba rimado. Y también recuerdo haber escrito otro, a los 12 años, a mi abuela, con lágrimas en los ojos, el día que murió.

“Vengo de una familia de diez hermanos en la que mis padres, los hermanos mayores, todos un poco trabajamos siempre (según nuestras edades, aunque fuera sólo ayudando en la casa) para poder librarla. Mi infancia pasó entre la escuela, el juego (se podía hacer en las calles y en los campos o en la casa con tantos hermanos) y la cola de las tortillas. No había mucho tiempo para tareas escolares, por lo mismo.

“Pero desde que aprendí a hacerlo, siempre leía. La familia se mudaba de casa prácticamente cada año y muchas veces de ciudad. En cada mudanza se perdían libros y discos. Mis lecturas fueron sin guía. Leía lo que cayera en mis manos: los no muchos libros de mi padre (una persona que sólo hizo hasta la prepa; pero muy culta y algo leída), las revistas de modas de mi madre (que fue siempre profundamente religiosa, pero se dedicaba a hacer vestidos y por ello guardaba revistas), lo que ocasionalmente llevaban mis hermanos mayores a casa. Mi padre fue lector de periódicos y de revistas de acertijos y crucigramas. Nunca faltaron alguna enciclopedia y diccionarios en casa.

“Ya adolescente, tuve una leve sistematicidad: era asiduo lector catorcenal de Los Supermachos, primero, y de Los Agachados, después, del buen Rius. Del suplemento cultural del periódico El Heraldo, dirigido por Luis Spota, que llegaba a mi padre, donde aparecían semana a semana las traducciones de José Agustín y Juan Tovar a las letras de los discos de rock (la nueva música clásica) que se iban publicando: Bob Dylan, Los Beatles, Los Doors, Janis Joplin, John Lennon y un largo etcétera. También, junto con Los Agachados, fui asiduo a las revistas que hablaban de rock, como México Canta Pop.

“Iba leyendo libros, insisto, por aquí y por allá. Recuerdo, por ejemplo, la fuerte identificación que sentí con el personaje de la novela Alegre, de Hugo Wast. Y ahí sí, todavía en la secundaria, uno de mis hermanos comenzó a llevar a casa los libros de Lobsang Rampa y yo me metía tanto en sus historias que comenzaba a hacer las respiraciones y hasta a intentar viajes astrales. En ese tránsito de entre secundaria y prepa también leí cosas de Dostoyevski que se incluían en la pequeña biblioteca familiar. Y mi hermano Luis llevó las primeras novelas de Herman Hesse, las clásicas: Bajo la rueda, Siddhartha El lobo estepario. Me seguí de largo con él: Narciso y Goldmundo, El último verano de Klingsor, Peter Camenzind, Gertrudis, Demian, los cuentos y varias otras. El muro La náusea de Sartre, La caída de Camus, La metamorfosis de Kafka, que parecieron llevar cierto orden; pero en esos mismos días podía leer cualquier otra cosa que llegara a la casa. Igual fueron: El retorno de los brujosEl mono desnudoEl principio de Peter, El Premio Nobel. Los libros que nos mandaban de la escuela: Aristóteles, Sócrates… También antologías de poetas mexicanos, y a otros como Juan Ramón Jiménez o Amado Nervo. Lugar especial en ese entonces ocupó Pablo Neruda. ¡Ah!, y Serrat (tras él la generación del 98 y los poetas de la República); y José Alfredo y Cuco y Lola… Los diálogos de Platón, el teatro completo de Shakespeare y otras las leí en ‘Sepan Cuántos’, como los cuentos completos de Edgar Allan Poe; aunque después saliera la edición traducida por Cortázar.

“Los poetas europeos también hicieron sus muescas: los poetas malditos y otros: Rimbaud, Verlaine, Baudelaire, Mallarmé… (un libro que me encantó fue Los poetas de la comuna). Pound, Cummings, Yeats… Giacometti, Pavese. Pessoa. Los griegos Cavafis, Seferis, Elytis…

“La alusión a Poe me hizo recordar a los escritores norteamericanos como Faulkner, Dos Passos, Hammett, McCullers y hasta Hemingway; y, poco después, a los beats y ya no enumero más porque la lista se vuelve fastidiosa, si no es que ya lo es.

“Habría que agregar que esa adolescencia la pasé en Cuernavaca (desde 2º de secundaria hasta terminar la prepa e irme a la UNAM), un lugar muy cosmopolita y con mucho intercambio con jóvenes de Estados Unidos.

“Como influencia específica sí identifico con claridad al rock. Más o menos a los 9 o 10 años teníamos en la casa dos discos de 45 revoluciones: No puedes comprar mi amor de Los Beatles y De verás me atrapaste de Los Kinks. Los tocábamos y bailábamos en todas las fiestas. Pero a esas edades yo no tenía cómo adquirir discos ni libros ni revistas; entonces, como ya dije, se trataba de las cosas que caían a mis manos.

“Explico el porqué de la influencia del rock. Me gustaba tanto el rock y me sentía tan identificado con él (como ya dije, desde los 8 años de edad) que escuchaba todo lo que podía. Lo poco en inglés que en esos años transmitía la radio mexicana y, sí, el llamado rock en español, el de la primera etapa que por comercial sí era abundante: Los Rebeldes del Rock, Los Locos del Ritmo, Angélica María, César Costa, Enrique Guzmán… me gustaban, pero los sentía súper fresas. Ya para la mitad de la década de los sesenta prefería a los Rolling Stones, a los Beatles, los Doors, Jimi Hendrix, Janis Joplin; poco después a Lennon, Led Zeppelin… Pero me gustaba tanto el rock que, antes de que aparecieran las traducciones de Agustín y Tovar, yo quería entender lo que decían, así que me ponía a traducir con un diccionario inglés-español las letras. El inglés de mi colegio militar había sido casi nulo. Lo poco que sabía lo había aprendido en los veranos con las amistosas gringas que asistían a estudiar español en las escuelas de verano ligadas a Iván Ilich o a Erich Fromm y, por supuesto, en los discos y las traducciones que me inventaba. Esa sí fue una escuela en mi adolescencia. Mi afición por el rock, por ejemplo, a mis 16 años me hizo asistir al Festival de Avándaro; el otro rock nacional, por supuesto, fue más importante que el de quienes mencioné antes.

“A los autores de la onda y a los del boom latinoamericano, no sé por qué razón, los conocí hasta que ingresé a la UNAM. Quizá La tumba la había leído un poco antes y a lo mejor El Llano en llamas; pero García Márquez, Cortázar, Revueltas, Fuentes, Paz y otros no lo hice hasta que entré a la universidad y pude ir a librerías; entre otras, a las librerías de viejo de la calle Hidalgo junto a la Alameda (que luego serían reubicadas). Lugar especial, lo he dicho en varios escritos, en mi formación ética y poética han tenido, por mucho tiempo, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y José Emilio Pacheco.

“El cine también dejó huella. Recuerdo una función doble en un cine en Monterrey, a mis 11 o 12 años de edad: Matar un ruiseñor, con Gregory Peck, todavía en blanco y negro, y La leyenda del indomable con Paul Newman. Con la primera me emocioné profundamente, al igual que me identifiqué con la segunda: habría que resistir a las injusticias con integridad y con todas las fuerzas. If, Easy riderStrawberry statement y, claro, Woodstock jugaron también un papel destacado. No quiero extenderme en esto; pero, poco después, la vida en la UNAM con todos sus cineclubes y cinedebates que permitían ver a Buñuel, Bergman, Fellini, Visconti, Bertolucci y muchas cosas más, como el cine de lucha latinoamericano, fue básica”.

Telescopios para ver cada vez más lejos y microscopios para ver cada vez más cerca

—¿Pero habrá algún punto crucial donde el futuro poeta Mariano Morales se decidió a sumergirse, de una vez y para siempre, a las letras?

—Respecto a la decisión de dedicarme a la literatura, me queda claro cómo se dio.

“Incluso lo puse por escrito en esos tiempos; en un texto que debo conservar en algún lugar.

“El camino del aprendizaje, en mi adolescencia, era en realidad un camino de desaprendizaje. Había que ir desechando todas las certezas, una a una, con las que nos habían moldeado. Ya a los 13, 14 años descreí, primero, de los curas: ‘Cómo, si se dicen los representantes de Dios, se permiten todas las barbaridades que hacen’ (y eso que el historial de abusos sexuales era desconocido); luego, de la Iglesia: los papas estaban detrás de todas las atrocidades de la historia, de todas las masacres: las Cruzadas, la Conquista de América, Hitler y su guerra mundial… En nombre de Dios, Occidente había llevado a cabo todas sus invasiones y saqueos… Pero, pensaba, por ahí debe haber un principio y un fin, cosa que ya antes de ingresar a la universidad había dejado de creer.

“Al salir de Cuernavaca para estudiar en la Facultad de Ciencias de la UNAM, el universo se amplió considerablemente (salvo con relación al rock, ya que mucha gente lo consideraba imperialista). Aparte de los estudios regulares, comenzaron los aprendizajes en talleres literarios, asambleas, mítines, círculos de estudio, clases en otras facultades como Filosofía y Letras y Economía, cine-debates, conciertos, obras de teatro y, por encima de todo, la convivencia con compañeros y maestros.

“Estudiar ciencias me dio una visión del mundo natural, una comprensión más o menos de lo poco que conocemos. Y la certeza de que, si no acabamos por extinguirnos los humanos entre nosotros, el camino del conocimiento se abre infinito. Porque de ese tamaño y más grande es lo que desconocemos. Que para avanzar en el conocimiento tenemos que ir a la par con el avance de las técnicas que nos permiten lograrlo. Que el rango de percepción de los seres humanos es muy limitado y que tenemos que construir telescopios que nos permitan ver cada vez más lejos y microscopios que nos permitan ver cada vez más cerca.

“La Facultad de Ciencias me lo refrendó. Además, estudiar ciencias me dotó de varias herramientas: dudar de las certezas, ser crítico, lanzar hipótesis y buscar su comprobación, no creer en lo indemostrable; los datos tendrían que sustituir a los juicios (y sobre todo a los pre-juicios y a las certezas heredadas en leche materna o biberones). Digamos que ayudó a definir mi personalidad… de la mano al activismo estudiantil y, poco después, al ingreso al Partido Comunista.

“Por esto último, supongo, fui secuestrado junto con otros compañeros por la policía de Nazar Haro en la época de la Guerra Sucia. Por las presiones públicas nos tuvieron que dejar en libertad; tal atropello, tal abuso, refrendaron mi compromiso de lucha.

“Entonces me ofrecieron hacer una especie de maestría del otro lado del charco, en ciencia política. Me dije: creo que ya entiendo más o menos de qué va el comportamiento del mundo natural, sus leyes físicas y evolutivas; es hora de estudiar el mundo social, la interrelación entre las personas, qué nos constituye como sociedad. Sabía que eso significaba dejar la física. Después de platicarlo con mi hermano mayor y de ser presionado para aceptar la oportunidad por quien luego sería mi compañera, me fui.

“Aunque esos estudios ya los había comenzado en México, en la UNAM; como dije, llevando materias en Filosofía y Letras y en Economía, con Carlos Pereira, Enrique González Rojo y Bolívar Echeverría, además de los círculos de estudio sobre la obra de Carlos Marx y varias otras. Esta institución dotaba suficiente información para hacerse una idea sobre las relaciones económicas, políticas e ideológicas que dan estructura y superestructura a la sociedad. Aunque lo hice más por mi cuenta, leyendo en mis horas libres las obras de Gramsci que Dora Kanoussi y Javier Mena habían puesto en mis manos.

“Luego de mochilear algunos países de Europa (donde, por cierto, encontré las novelas de Vázquez Montalbán: las subnormales como Cuestiones marxistas, magníficas, no menos que las primeras de Pepe Carvalho), y ante una proposición de quedarme allá, decidí volver a México. Mi corazón así lo exigía.

“Al regresar y reintegrarme a algunas de mis actividades pude percatarme que el mundo de la política requería de mucha cara dura, de negociar principios, actuar con cinismo, tener doble o triple rasero; me dije: eso no es para mí.

“Para entonces daba clases en el Colegio de Antropología, en la Universidad Autónoma de Puebla. Y la simulación en el mundo académico tuvo en mí más o menos el mismo efecto que el de la política. Bueno, había adquirido nociones sobre el funcionamiento del mundo natural, después del mundo social, qué me quedaba: el arte. Pensé, entonces: sólo en el arte puede uno desplegar sus alas y volar con libertad, sin componendas. Había sido un intenso fan del rock y de la música en general; me encantaba la pintura, a la que había perseguido en las ciudades europeas por las que había andado. Pero apenas sabía un par de canciones en la guitarra y había tocado los pinceles en una o dos ocasiones. Era un poco tarde para empezar a estudiar pintura o música… ¡Pero sabía escribir! Por eso me habían contratado inicialmente en la Universidad Autónoma de Puebla para un proyecto de divulgación del conocimiento, porque habían leído un par de ensayos que me publicaron en 1978, en ‘El Gallo ilustrado’, suplemento del periódico El Día, sobre ciencia y sobre ciencias sociales. Luego me prestaron por dos años para la fundación del Colegio de Antropología.

“Con esa decisión entre manos cité a mi tutor, Javier Mena, y le dije lo que pensaba:

“—Voy a dedicarme a la literatura —concluí.

“—¿Y de qué vas a vivir? —me respondió.

“—Del periodismo.

“Entonces volví a Extensión Universitaria y seguí confeccionando revistas: EncuentroElementosCrítica y toda clase de talleres de radio y TV con Lorenzo León; de periodismo, con Víctor Roura, y otro con Paco Ignacio Taibo II y varios más, que yo mismo cursaba.

“El que fue definitivo, para adentrarme en la literatura de manera seria, fue el Taller de Creación Literaria que impartieran los maestros Miguel Donoso Pareja y, después, David Ojeda.

“Luego yo mismo me convertí en un coordinador de talleres, de literatura y de periodismo. Decidí dejar de dar clases obligatorias en las carreras universitarias y darlas sólo a quienes se inscribían por gusto, a quienes de verdad querían tomarlas y no a quienes estaban obligados aunque no les interesara de qué trataban. A mí mismo me ocurrió eso en la carrera de antropología que intenté cursar cuando al mismo tiempo era maestro. En realidad, ya no me interesaba aprender nada sobre los Mioanos y cosas así que eran obligatorias.

“Tratando de sintetizar una respuesta a tu pregunta: el ansia de libertad me llevó a la literatura; el rock me confirmó la intuición prediluviana de hacer poesía.

“Y en fechas recientes he hecho un disco (las letras de las canciones) y una obra de teatro (la dramaturgia)”.

“La principal responsabilidad del poeta es escribir con el corazón en la mano”

—Entre la amenaza y la honra, la vida se nos va lentamente. ¿De tenerlas, qué responsabilidades se adjudicaría ahora, en estos tiempos, el poeta? Con la palabra “poeta” pareciera que calificamos de noble a una persona, pero hay poetas, como todo en esta vida, de mala vena, corruptos, corrompidos, sobornadores, vesánicos, lisonjeros: Jaime Sabines era amigo personal de Carlos Salinas de Gortari, mas su obra está colmada de sabiduría literaria. ¿Cómo es, quién es, Mariano Morales Corona poeta?

—El poeta, como poeta, tiene la responsabilidad de emocionar, hacer sentir, imaginar e, incluso, hasta hacer pensar, mediante la buena escritura, a sus lectores, sean pocos o sean muchos. Su principal responsabilidad, como poeta, es escribir con el corazón en la mano y hacerlo de la mejor manera posible.

“Ahora, el ser humano: poeta, zapatero, periodista, profesor o lo que sea, tiene una responsabilidad, que también debe permear lo que haga: es la de luchar contra las injusticias, buscar un mejor mundo posible para todas las personas: mujeres, niños, pobres, discapacitados, diferentes, explotados, etcétera. Que todos y cada uno sean tratados como seres humanos. Esto implica, entre otras cosas, luchar por no seguir destruyendo a nuestro único mundo, por conservarlo y restaurarlo. Eliminar guerras y devastaciones. Facilitar migraciones humanas. Implica identificar a los enemigos de las personas y de la naturaleza y combatirlos en el día a día. Refutar lo que les posibilita estar ahí, en su voracidad acaparadora, sin restricciones ni responsabilidades.

“El sentido profundo de la obra de teatro que estamos representando ahora: 4J, es ése: identificar a los verdaderos enemigos y enfilar contra ellos las baterías y, bueno, nuestros personeros de los sesenta no estaban equivocados: son los señores de la guerra. Los grandes banqueros que las financian y cobran inimaginables intereses por hacerlo. Por eso sustituyeron el ‘Paz y Amor’ por ‘Sexo, Drogas y Rocanrol’; porque como dice uno de los personajes, lo primero les pegaba en la bolsa y en las bolas; lo segundo revitaliza sus negocios: el narcotráfico, la industria del sexo y sus espectáculos light. Por eso, esos cuatro personajes: Janis, Jim, Jimi y John (las 4J) tuvieron muertes inexplicadas. Finalmente, estaban parando, y terminaron por hacerlo, su guerra multimillonaria en Vietnam.

“Estados Unidos (y me refiero al gobierno, Republicano o Demócrata, no al pueblo, aunque el primero ha logrado la complicidad de la mayoría) ha pasado toda su vida como país en guerra (los datos precisos se encuentran en la nueva edición de mi libro Locutopía: crónica, poesía y música del rock, que presentaré en esta 36ª Feria Internacional del Libro de la BUAP), creo que sólo 17 años no lo han hecho. De sus 250 años como país, ¡sólo en 17 de ellos no ha estado invadiendo a otra nación! Empezando por las naciones indígenas.

“Sus grandes acereras, sus grandes petroleras, sus fábricas de aviones, de computadoras y hasta de botas, refrescos y pizzas tienen enormes contratos millonarios con el gobierno para abastecer las guerras y las ocupaciones militares. Y, por encima de todos ellos, los bancos, particularmente el Banco de la Reserva Federal, que son los que financian las invasiones y, como todos los demás, cobran por hacerlo. De tal manera que son un puñado de familias las que manipulan y destruyen y saquean a la humanidad y al planeta. También les llaman Complejo Industrial-Militar-Medios. Imponer la paz es una responsabilidad de todos los seres humanos, poetas, periodistas o zapateros… en Palestina, en Siria, en Ucrania (guerra-negocio que iniciaron EU y la OTAN al amenazar a Rusia, utilizando al comediante Zelenski)”.

“Soy una persona que siempre intenta ser congruente entre lo que piensa, dice y hace”

“Ahora —finaliza el poeta Mariano Morales Corona—, ‘¿cómo es, quién es, Mariano Morales Corona?’ Respondería con otra pregunta: ¿qué nos define? Efectivamente hay quien se presenta: soy un médico cirujano gastroenterólogo. La cuestión no fue: ¿cuál es tu profesión? Hay quien responde: soy madre de familia de tres hijos. La interpelación no fue: ¿cuál es tu estado civil? Pocas personas dicen: soy bipolar o tengo déficit de atención. Mas la pregunta tampoco fue: ¿qué padeces? Entonces, ¿qué nos define? ¿Relaciones externas? ¿Definiciones internas?

“Posiblemente hay formulaciones como: soy empresario, que implica posiciones sociales y personales: hago negocios, exploto trabajadores, mando en mi casa. O soy católico; es decir, creo en otra vida, reproduzco el mundo patriarcal de la iglesia en mi casa y en mi lugar de trabajo. O soy comunista; que debería significar trato como iguales lo mismo a los integrantes de mi familia que a los compañeros de trabajo y a todo el mundo. Pero obras son amores y no buenas razones, decía mi abuela y lo reproducía mi madre. Soy priista o soy panista parece significar tengo una conducta muy diferente a la que declaro, tengo una moral doble.

“Creo que he llegado a un buen punto para definirme: soy una persona que siempre intenta ser congruente entre lo que piensa, dice y hace. Que intenta decidir conforme al bien del otro junto al propio, no después del propio. Como hombre, escritor, padre, abuelo, hermano, tío, amigo, ser humano, naturaleza. De ahí el título de mi libro en prensa: El inefable placer de la congruencia, como ya dije: frase de Jean Paul Sartre. Ser congruente brinda un placer interno y un estado de gracia, por decirle de alguna manera.

“Esa generación de la década de los sesenta creó un nuevo estamento social: una gran capa de jóvenes con acceso al mercado y con una amplia zona de decisión. Con los antecedentes de James Dean y Elvis Presley, gente como John, George, Paul y Ringo (y muchos más) dijeron al mundo: aquí estamos y, sin figuras paternas (esto es muy importante), estamos cambiando gustos, modas, costumbres, creencias, diversiones, y un largo etcétera. Fue la aparición del adolescente. Pero esos mismos sesenteros, ahora, han creado otro nuevo estamento social, al que algunos llaman: adultescencia, y otros simplemente chavorrucos, gente que en otras etapas se los consideraba ancianos y que hoy, con 60, 70 y más años, siguen activos y con convicciones firmes. ¿Quién pondría en duda la energía de Mick Jagger?, por ejemplo. Y muchos de ellos siguen siendo personas que quieren un mundo mejor para todos. A ese ejército me adscribo voluntariamente, al de quienes no se han cansado de luchar.

“Por último, en una charla con Federico Silva (personaje con el que empezaste la entrevista), hace unos 30 años, es decir cuando él tenía más o menos mi edad (acabo de cumplir 68), me confesó algo más o menos así:

“—Ya dediqué mucho tiempo a la política, ahora sólo lo tengo para el arte.

“Así yo: ya dediqué mucho tiempo a otras cosas; ahora sólo me queda para la literatura. Uno nunca sabe cuándo se romperá el cordón umbilical que nos une a la vida (no dije a la Tierra, porque no creo en cielos ni en infiernos). El de él [Federico Silva] tardó muchos años más [como apuntamos al principio, el artista plástico vivió 99 años, su muerte acaeció el pasado 30 de noviembre de 2022]. Quién sabe el nuestro. Actualmente, aguzado por y desde la pandemia, estoy tratando de sacar obras que tengo a medias, compilar mis cuentos ya que muchos no fueron publicados en libros, sino por aquí y por allá; y una antología de mi poesía, para la cual estoy dando una buena poda para dejar lo mejor de ella; elimino cosas que hoy ya no me convencen del todo. También tengo una novela sobre el calderonato a medias. En esas tareas estoy y me tienen muy ocupado. Además de buscar espacios para disfrutar a mis cuatro nietos, mis tres hijos, mis hermanos, mis sobrinos y a mis queridos amigas y amigos”.

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