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La ciencia ficción ya existía en la Edad Media

El género fantástico no es ni moderno ni contemporáneo. Nació hace muchos siglos.


Carl Kears / James Paz


La ciencia ficción puede parecer algo indudablemente moderno, pero como género puede que tenga cientos de años de antigüedad. Como ejemplo tenemos la leyenda de Los niños verdes de Woolpit, que aparecieron en Suffolk en el siglo XII y hablaban un idioma que nadie podía entender. También está la historia de Eilmer, el monje del siglo XI que se construyó un par de alas y voló desde lo alto de la abadía de Malmesbury. Y el Manuscrito Voynich, un libro del siglo XV tremendamente misterioso y lleno de ilustraciones de plantas de otro mundo y paisajes surrealistas. (Del cual, hoy sabemos por el investigador Gerard Cheshire, está escrito en una lengua extinta anterior a las lenguas romances.) En fin…

Estas son sólo algunas de las historias de ciencia ficción que encontramos en la literatura y la cultura de la Edad Media. También había cuentos de robots que entretenían a la realeza, comunidades que especulaban sobre futuros utópicos o distópicos y mapas literarios que medían y exploraban los límites del tiempo y el espacio.

La influencia del género “fantástico”, que a menudo se remonta al pasado medieval con el fin de escapar de un futuro tecnocientífico, denota que la Edad Media rara vez se ha asociado con la ciencia ficción. Pero, como hemos visto al examinar la compleja historia del género, al mismo tiempo que examina los logros científicos de la época medieval revela que las cosas no son exactamente lo que parecen.

Orígenes

La ciencia ficción es especialmente problemática en cuanto a su clasificación y su origen. De hecho, no existe una definición consensuada del género. Muchos han localizado sus comienzos en el auge de las revistas pulp a principios del siglo XX , y también en la obra de Hugo Gernsback (1884-1967), quien propuso el término “scientifiction” en el primer número de Amazing Stories, en 1926.

Gernsback escribió: “Con ‘scientifiction’ me refiero al tipo de historias de Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Allan Poe. Una cautivadora historia romántica mezclada con hechos científicos y cierta visión profética. Estas historias maravillosas no sólo nos ofrecen una lectura entretenida, sino que también son instructivas”.

Como vemos, Gernsback se apoya en escritores anteriores para definir el concepto de ciencia ficción. Su definición del género podría por tanto aplicarse a las creaciones literarias que ya existían tiempo atrás.

Ciencia y ficción

Portada del volumen 1, número 1, de la revista Amazing Stories, abril de 1926. (Wikimedia Commons)

Otra idea arraigada es que la parte científica de la ciencia ficción es clave: la ciencia ficción apareció, proclaman muchos historiadores de este género, tras el nacimiento de la ciencia moderna.

Igual que los relatos de ciencia ficción, los relatos de ciencia han evitado durante mucho tiempo el período medieval (más de mil años en los que, supuestamente, no ocurrió nada). Sin embargo, la Edad Media no fue una época oscura e inmutable en la que reinaban la ignorancia, la magia y la superstición, ni fue una anomalía en medio de la progresiva evolución desde el conocimiento clásico a la era moderna. En realidad, fue un momento de enormes avances en ciencia y tecnología.

Se perfeccionaron la brújula y la pólvora, se inventaron el reloj mecánico, los anteojos y el alto horno. Ese periodo también sentó las bases de la ciencia moderna a través de las universidades y promovió el aprendizaje científico del mundo clásico. La ciencia medieval denominada “computus”, por ejemplo, era una manera compleja de medir el tiempo y el espacio.

Los estudiosos han empezado a desentrañar la convergencia de la ciencia, la tecnología y la imaginación en la cultura literaria medieval, demostrando que ésta se caracterizaba por la inventiva y la obsesión por las novedades y los descubrimientos. Sirvan como ejemplo los romances medievales que muestran a Alejandro Magno planeando por el cielo en una máquina voladora y explorando las profundidades del océano en una especie de submarino. O la historia de aquel viajero medieval, Juan de Mandeville, que habla de maravillosos pájaros dorados automáticos que baten sus alas sobre la mesa del Gran Chan.

Como en las historias de ciencia ficción modernas, los escritores medievales matizaron lo aparentemente sobrenatural con incredulidad e investigación racional. Geoffrey Chaucer describe los procedimientos e instrumentos de la alquimia (una forma previa de la química) en términos tan precisos que es tentador pensar que el autor pudo haber tenido alguna experiencia práctica. Sin embargo, su Canon’s Yeoman’s Tale también muestra una viva desconfianza hacia los alquimistas fraudulentos. En el cuento parodia la pseudociencia mientras imagina y dramatiza sus efectos dañinos en el mundo.

El futuro medieval

La ciencia ficción moderna ha imaginado muchos mundos basados en la Edad Media. Se ha recreado como un lugar al que poder volver, como un espacio más allá de la Tierra e incluso como un lugar en el que vivir una historia alternativa o futura. La representación del pasado medieval no siempre es simplista, ni siempre se limita al pasado.

El detallado futuro medieval que describe William M. Miller en A Canticle of Leibowitz (1959), por ejemplo, analiza la forma en la que el pasado resurge constantemente en los fragmentos, materiales y conflictos de un futuro lejano. El libro Doomsday Book (1992) de Connie Willis, por su parte, sigue a un investigador de un futuro no muy lejano que viaja atrás en el tiempo, a un Oxford medieval sumido en la peste negra.

Aunque la ciencia ficción medieval pueda sonar a una fantasía imposible, es un concepto que puede alentarnos a hacernos nuevas preguntas sobre un período de la historia —literaria y científica— que, a menudo, se pasa por alto. ¿Quién sabe? Las maravillas, cosmologías y tecnologías de la Edad Media pueden desempeñar un papel importante en un futuro que está por venir.

James Paz, catedrático de literatura medieval; University of Manchester.
Carl Kears, catedrático de inglés antiguo; King’s College London.

Fuente: The Conversation.

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