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Tú y yo y Jeff Buckley y…

Septiembre, 2022

Biografías musicales, “J”. Con tan sólo un disco oficial y 30 años, Jeff Buckley se fue demasiado pronto. Fue un artista visionario y único, cuyas excepcionales habilidades como cantante, guitarrista, compositor e intérprete desafían todo intento de categorización. En este 2022 se cumplen 25 años de su partida, cuando, tras un accidente, dejó de ser hombre para volver a ser ángel. Aquí lo recordamos.

Seamos francos: para bien o para mal, poco artistas en el ámbito musical han sido tan explorados y explotados —tras el repentino fallecimiento— como Jeff Buckley. Hemos de creer que tiene que ver con la lógica del mercado… ¡Ah, claro!, también con el talento del chico. Que lo tenía, y mucho.

Retrocedamos en el tiempo.

Era agosto de 1994, cuando en las tiendas de Estados Unidos apareció un disco raro (de un tipo raro) (con un talento raro) que iba en contra de la borrachera del grunge que se vivía en ese primer lustro de los años noventa. Era un volumen con un título sencillo y melodioso: Grace, cuyo autor era un chico de 28 años llamado Jeff Buckley, cuya majestuosa voz alcanzaba hasta tres octavas, algo casi insólito para un cantante de música rock.

Aunque las ventas caminaban lentamente, el álbum recibió enseguida alabanzas de la crítica y el aprecio de otros músicos. Ojo, no eran músicos menores: hablamos de la plana mayor del rock: Bob Dylan, Elvis Costello, Neil Peart o Jimmy Page echaban elogios a este joven enigmático y elegante.

Visto en perspectiva, tampoco era para menos: Jeff descendía de Tim Buckley (1947-1975), quizás uno de los más experimentales cantautores de los sesenta del rock de vanguardia, con influencias del jazz, el funk, la psicodelia y el soul, quien también murió prematuramente, aunque él víctima de una sobredosis.

Raíces y su alfabeto musical

Jeff Buckley nació el 17 de noviembre de 1966. Fue criado en el sur de California por una madre que amaba a los Beatles y que había tenido un breve matrimonio adolescente con su novio de la escuela secundaria, el padre de Jeff, Tim Buckley, quien a los 21 años ya era una estrella del folk rock, a los 25 ya había sido rechazado por ese mismo negocio de la música que lo consideraba difícil, y quien a los 28 fallecía de una sobredosis de heroína.

Así, Jeff creció sabiendo poco sobre su padre natural. Pero había heredado la buena apariencia de él y había heredado su notable voz. Además, gracias a él, pero sobre todo a su padrastro, creció entre buena música. En una entrevista con Musician Magazine, Jeff recordaba lo duro de sus inicios: “Siempre supe que mi lugar natural era la música. Eso lo tenía claro. Pero, por culpa de mi padre, la gente asumía cosas sobre mí que no eran ciertas: que estaba bien cuidado, que vivía en Beverly Hills, que era un mocoso privilegiado. Mi padre eligió a otra familia entera. Quiero decir, sólo éramos mi madre, mi hermano pequeño y yo. Y mi padrastro durante un par de años. De hecho, conocí a mi padre hasta los ocho años: llegó en unas vacaciones y dos meses después murió”.

Jeff solía recordar que su padrastro y su madre fueron los que tuvieron que ver con sus raíces musicales. Aunque su padrastro no sabía tocar nada, tenía pasión por la buena música. Le compró su primer álbum de rock, el legendario Physical Graffiti, cuando tenía nueve años: “Me gustaba Led Zeppelin, The Who, Jimi Hendrix, Pink Floyd y todas esas cosas raras que los niños nunca conocerían, como Booker T. & the M.G.’s. Empecé a escuchar a Edith Piaf cuando tenía unos 16 años. Más tarde encontré a Bad Brains y Robert Johnson y los idolatraba… Existe un hilo común a través de todas esas cosas. Mi música tiene que ser la culminación de todo lo que he amado. Así es como aprendí mi alfabeto. Pero aprendí, probablemente en mi fase de Miles Davis, que para rendir tributo a las cosas que amas, debes convertirte en ti mismo”.

En otra entrevista, Jeff contaba que escribió su primera canción a los 13 años, “algo estúpido sobre una ruptura”. Con la madurez, sin embargo, sus horizontes como letrista cambiaron y se ampliaron, con temas complejos sobre el amor y desamor, la separación, las luchas internas. Decía en aquellos años: “La sensibilidad no es ser débil… Porque una pulga aterrizando sobre un perro suena como explosión”.

Eso sí: la órbita cada vez más amplia de su sensibilidad lo llevó a integrarse a una variada serie de bandas de rock y reggae, que él mismo vio como un periodo de aprendizaje. Jeff, entonces, se dio cuenta de que su California natal no se prestaba a sus sueños, así que se mudó a Nueva York, para entonces una ciudad cosmopolita con memoria y respeto por el talento. Ahí, el nombre de Tim Buckley aún era sinónimo de vanguardia. De hecho, su debut como vocalista tuvo lugar en la catedral de St. Ann, precisamente en un homenaje a su padre.

Poco después de aquello, empezó a cantar —de manera periódica— en el famoso café Sin-é de Greenwich Village, donde los ejecutivos de la Columbia Records le echaron el ojo. Mucho ayudó, eso sí, que Jeff fuera un pretty boy, además de la sensual vulnerabilidad que expresaba a la hora de subir al escenario.

Así llegó su primer álbum comercial: el EP Live At Sin-é, grabado en diciembre de 1993, que mostraba a Jeff acompañándose sólo de una guitarra eléctrica y moviéndose por el folk, rock, R&B, blues y jazz.

Pero fue en 1994 cuando dio el gran salto con Grace: un disco grandioso, a veces sublime, con opulentas orquestaciones. Parecía un disco fuera de época: generacionalmente, Jeff pertenecía a la movida del grunge, en la que no le apetecía participar. Él prefería compensar su angustias espirituales con desnudas interpretaciones, o, si era necesario, furiosas descargas de decibelios. El sonido de Grace era la antítesis de Nirvana. (Cierto: aunque tenía momentos de ruidosa agresión, los temas del disco se movían entre el sexo y la espiritualidad, la belleza y vulnerabilidad).

Durante 1995 y 1996, arrasó en vivo, mientras Grace iba en camino de convertirse en un álbum de culto. Para Jeff había llegado la hora de meterse al estudio. Y así lo hizo. Sin embargo, comenzó a tener dificultades con el sonido que él quería expresar para esta segunda obra. De buenas a primeras decidió abandonar al productor de Grace, Andy Wallace, y se unió al guitarrista Tom Verlaine para grabar Sketches For My Sweetheart The Drunk. Pero, de nuevo, algo no le agradó. Insatisfecho, Jeff desechó la producción y partió a Memphis para grabarlo de nuevo. Allí estaba el 29 de mayo de 1997, relajándose a orillas del río, cuando sucedió el accidente fatal.

Aunque nunca quedó del todo claro cómo ocurrió, según la leyenda él y un amigo estaban en un embarcadero de Memphis sobre el río Mississippi. Llevaban una guitarra, un radiocasete y una botella de vino. Jeff se tiró entonces al agua vestido, en actitud juguetona. De acuerdo con diferentes versiones, su amigo que iba con él giró para subir el volumen y, al voltear, ya no lo vio.

Su cuerpo fue encontrado una semana después. Con su partida, a los 30 años, se apagaba una de las voces más prometedoras de su generación. Y de los noventa.

Foto: jeffbuckley.com

Cascada de discos póstumos

Desde entonces, se predica —y ha crecido— el culto a Jeff Buckley, otro songwriter (sensible e intuitivo) (obsesivo y atormentado) tan merecidamente fácil de colocar al lado de otros mitos muertos, como Nick Drake, Elliott Smith o Kurt Cobain.

Eso sí: tal como ha sucedido con otros músicos, su discografía se ha multiplicado luego de su muerte. Mary Guibert, su madre, ha supervisado el lanzamiento de directos, maquetas, documentales.

Así, se reconstruyó lo que pudo ser su segundo álbum: Sketches For My Sweetheart The Drunk. Después llegó el turno de Mystery White Boy, una compilación de registros en vivo, al que le siguió Live a L’Olympia, edición de un concierto en el reconocido teatro francés. Se ha editado también Songs to No One, que recopila las grabaciones que Jeff hizo junto con el guitarrista Gary Lucas; de igual forma salió So Real: Songs From Jeff Buckley, The Jeff Buckley Collection, un par de devedés que lo muestran pletórico y poderoso, además de una edición engordada del mítico Grace (en la cual, por cierto, quedan registradas las tentaciones sonoras de Jeff y su don de la imitación).

En 2016, por otra parte, cuando hubiera cumplido sus 50 años de nacimiento, salió el álbum póstumo: You and I, que contiene diversos archivos que se encontraban bajo la custodia de Sony Music, la casa discográfica del fallecido artista. La mayoría data de los primeros meses de 1993. Precisamente Mary Guibert, la madre de Buckley, supervisó personalmente el material, eligiendo diez tracks que van desde versiones de otros artistas hasta tomas inéditas de temas propios. Según un comunicado del propio sello, estas versiones fueron descubiertas entre los archivos de Sony Music durante la investigación para preparar una edición que festejara el vigésimo aniversario de Grace. “Cuando empezamos a explorar cómo celebraríamos esos 20 años, este archivo nos sorprendió con un regalo increíble: este tesoro ‘perdido’ de grabaciones de estudio de aquella época”, dijo en el comunicado Adam Block, presidente de Legacy Recordings. “Rápidamente nos dimos cuenta de lo importante que eran. Ofrecen una perspectiva fascinante y excepcional de un artista, en solitario, en el espacio sagrado que es el estudio. Hay una cierta intimidad y honestidad en las interpretaciones que, literalmente, te quitan el aliento. You and I se trata de una incorporación importante al legado de grabación de Jeff”.

Y, sí: en él, Jeff se oye profundamente íntimo y personal. Casi como cantando a nuestros oídos. Y no es para menos: el disco es una colección de las canciones favoritas de Jeff, las canciones a las que acudía en busca de refugio en esos momentos de angustia y presión (ante el inusitado e inesperado éxito que tuvo en sus inicios). Como él mismo señalaba en una entrevista para Plane Truth de 1994: “Cada vez que hago una versión de una canción, es porque tiene algo que ver con mi vida y todavía marca un momento en el que necesitaba esa canción más que cualquier otra cosa”.

En 2019, Columbia/Legacy Recordings también lanzaría los discos Live at Cabaret Metro, Chicago, IL, May 13, 1995; Live at Wetlands, New York, NY, August 16, 1994; y Live at Columbia Records Radio Hour, New York, NY, June 4, 1995. Además, está en proceso de filmación —aunque sin fecha de estreno— su biopic oficial. Según ha reportado la revista Variety, Everybody Here Wants You estará dirigida por Orian Williams y protagonizada por Reeve Carney.

El final

Aun hoy, cinco lustros después de su muerte, la discografía de Jeff Buckley sigue atrayendo nuevos fans devotos, seguidores atraídos por una voz que —con sus falsetes o sus vibratos, murmurando o desgañitándose— provocaba y provoca aún una auténtica vorágine sensorial. Mary Guibert, en una charla con El País, lo describía así: “Jeff sabía cómo tirar de las cuerdas de tu corazón; era una persona que comprendía el amor, la vida y la expresión musical. Era absolutamente brillante, y ahora, en el cielo, estoy segura de que nos mira desde arriba, a los pobres humanos, negando con la cabeza…”.

Y sí, le creo: con tan sólo un disco oficial y 30 años, Jeff se fue demasiado pronto. Con su melodiosa voz y seductora guitarra, cautivó a una generación entera desde Los Ángeles hasta Nueva York, y más allá. Fue además un artista visionario y único, cuyas excepcionales habilidades como cantante, compositor e intérprete están por encima de toda categoría.

En este 2022 se cumplen 25 años de su partida, cuando, tras un accidente, Jeff dejó de ser hombre para volver a ser ángel.

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