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“Sigo escribiendo porque la imaginación aún me hace guiños invitadores”

Aniversario número 95 de Gonzalo Martré

Diciembre, 2023

Su nombre real es Mario Trejo González, pero en el ámbito cultural (y popular) es conocido como Gonzalo Martré. Nació en Metztitlán, Hidalgo (México), el 19 de diciembre de 1928. Cronista y narrador nato, es uno de los escritores mexicanos más prolíficos de los últimos 50 años, con alrededor de media centena de libros publicados en los que ha ejercitado la crónica, la novela, el cuento, el ensayo, el relato infantil y juvenil, y la varia invención. Polémico y provocador —definitivamente satírico—, Gonzalo Martré cumple 95 años de vida en plena y gozosa actividad escritural, como señala él mismo en esta conversación con el periodista y escritor Víctor Roura.

El prolífico narrador Gonzalo Martré (Mario Trejo González, Metztitlán, 19 de diciembre de 1928) está a un paso de cumplir nueve décadas y media de vida y para celebrarlo, para celebrarse, saldrá pronto de la imprenta de la Editorial Cofradía de Coyotes el libro Laguna soñadora, que viene a congregarse en el catálogo bibliográfico del autor que rebasa ya el medio centenar de volúmenes, numeralia que se verá próximamente aumentada con la preparación de una antología sobre los pseudopoetas que está realizando Martré al alimón con su amigo Juan Carlos Castrillón Soto. Salida de Emergencia conmemora este importante onomástico con una charla con el escritor satírico hidalguense.

“Si estuviese ya totalmente ciego seguiría escribiendo como lo hicieron Milton y el execrable Borges”

—Medio centenar de libros, Gonzalo, no es un asunto menor en la literatura mexicana. ¿Cómo nace este nuevo volumen, cuál fue su impulso prioritario, por qué seguir escribiendo?

—Escasos son aquellos seres humanos que cumplen 90 años, más raros aún quienes cumplen 95 con pleno uso de sus facultades mentales; creo que el ejemplo insuperable en México lo es Germán List Arzubide quien llegó al siglo completo.

“Aparte de Germán List ningún otro escritor mexicano ha llegado vivo y lúcido a los 95, ¿no es motivo suficiente esta longevidad para celebrarla con la publicación de un nuevo libro? Hay cacumen para otro rato, este libro para celebrar mis 95 (vivo o muerto), se titula Adicciones, fobias y deyecciones: no son cuentos ni novela, sino textos con los cuales repaso algo de lo escrito antes y aporto nuevas ideas. A lo más algunos colegas, muy pocos, acaban de rebasar los 90. ¿Llegarán a los 95? ¿Celebrarán con un nuevo libro?

“Sigo escribiendo porque la imaginación aún me hace guiños invitadores y las fallas de mi vista no me lo impiden aunque me frenan, me hacen lento. Pero si estuviese ya totalmente ciego seguiría escribiendo como lo hicieron Milton y el execrable Borges”.

El escritor Gonzalo Martré. / Foto: Lupiskaya González de Trejo (Facebook).

“De ahí que mis esfuerzos culturales fueron enfocados a no ceder un ápice en mis contenidos y en mi estilo, hasta la fecha”

—Cierto: pocos escritores longevos han alcanzado la lucidez al aproximarse al siglo de vida. El regiomontano Gabriel Zaid cumple el año que viene nueve décadas y Elena Poniatowska festejará su onomástico número 92, si bien estos autores se identifican en sectores muy localizados de los corrillos literarios, a diferencia de Gonzalo Martré, cuyo camino ha sido completamente independiente. ¿Esta autonomía le ha implicado redoblar esfuerzos culturales?

—Estos que citas y otros similares fueron arropados desde un principio por los currutacos de la literatura, agrupados en dos mafias: la de Fernando Benítez y la de Octavio Paz, podríamos citar a una submafia, la de Juan José Arreola, no por pequeña menos perniciosa que las dos principales.

“Cuando yo comencé a escribir a la edad de 35 años, conocía bien a estas nomenklaturas y me propuse una meta muy distinta a sus anquilosadas formas decentes, comencé con un volumen de siete cuentos y relatos al cual no le hallé editor dispuesto a publicarme; entonces hice edición de autor en 1967.

“Reseñistas y críticos coincidieron en que mi libro, titulado originalmente Los endemoniados (título copiado a Dostoyevsky), era distinto a lo publicado normalmente en los años sesenta y antes, pero lo condenaron, algunos lo consideraron obsceno, otros pornográfico, pero ninguno dijo que yo no sabía narrar. Me consideraron un autor outsider a quien no le auguraban gran porvenir, por lo tanto indigno de pertenecer al aparotetem literario en boga.

“Quizá no esperaban otro libro mío, pero en 1970 la Federación Editorial Mexicana, pequeña editorial que pertenecía a Rogelio Villarreal Huerta, publicó mi primera novela, una novela corta escatológica. Para lidiar con la escatología escogí el humorismo, aquello fue el colmo. ¡Puf! Qué porquería. Pero para algunos pocos este segundo libro confirmó lo que habían vaticinado: había surgido un buen narrador.

“Por aquella época en México existían muy pocas editoriales grandes que publicaran escritores mexicanos, la principal era Mortiz y le seguía Era, empresas privadas y figuraba también el oficial Fondo de Cultura Económica, además funcionaba Costa-Amic Editores (maquilaba al autor lo que fuese); a todas acudí y fui rechazado por todas. De ahí que mis esfuerzos culturales fueron enfocados a no ceder un ápice en mis contenidos y en mi estilo, hasta la fecha”.

Mafias de la cultura y del pensamiento

—Sin embargo, el nombre de Gonzalo Martré fue asociándose de a poco al acontecer, primero, contracultural y, después, irremediablemente al literario al grado de ser editado por Alfaguara. ¿Por qué suceden estas situaciones en México, a qué lo atribuyes? Como en los actos de la política donde aparentemente todos los que participan en ella son socios de una discreta complicidad en los menjurjes económicos, ¿también a la cultura debemos introducirla en los mismos cánones de la practicidad mafiosa?

—Cuando una editorial de reciente inauguración me publicó Los símbolos transparentes cambió mi estatus literario, aquellos que ponían en entredicho mi talento tuvieron que reconocerlo. Esta novela, que con el tiempo ha sido emblemática mía, ya ha tenido cinco ediciones, la de Alfaguara es una más, debut y despedida pues no volvieron a ocuparse ahí de mis otros libros ni yo fui a pedirles frías.

“Mi nueva condición literaria no fue suficiente para que la élite intelectual mexicana me considerase uno de los suyos, aún me veía con recelo, pero eso a mí no me importaba, yo tenía mis metas y no iba a cambiarlas por el qué dirán en el mundillo literario de grandes sacerdotes supremos de la palabra y monaguillos serviles que yo detestaba. En los años sesenta dichos gerifaltes se hallaban agrupados en dos mafias excluyentes las cuales habían permeado a la industria editorial: la de Fernando Benítez muy poderosa, la de Octavio Paz más poderosa, la de Benítez reunía a jóvenes promesas del arte, ahí picoteaban Monsiváis, Pitol, Pacheco, el pintor Cuevas, el crítico Emmanuel Carballo, el intelectual argentino Luis Guillermo Piazza quien era su vocero oficial y satélites menores, todos ellos se dedicaron a impulsar a Carlos Fuentes como su Golden Boy del star system encomiando sin tasa ni medida su primera novela La región más transparente aunque ellos, ni el autor, conocían la Ciudad de México, la mercadotecnia estaba ya funcionando a toda marcha; la mafia de Octavio Paz se hallaba en ascenso, compuesta no por promesas sino por muy maduros escritores e intelectuales, formaban en ella el venezolano Alejandro Rossi, el colombiano Álvaro Mutis, el poeta Jaime García Terrés, su hombre en el Fondo de Cultura Económica que se convirtió en feudo exclusivo de Paz, el ensayista y antologador Gabriel Zaid, la poeta Ulalume González de León, el poeta y periodista Jorge Hernández Campos, su principal vocero, el pedantísimo narrador Salvador Elizondo, bueno para un barrido y un regado de la mafia paciana, o Enrique Krauze, encargado del trabajo sucio de la mafia auxiliado por dos jóvenes pedantes y presuntuosos: Adolfo Castañón y Christopher Domínguez Michael; además, no como mafias sino como dos grupos alrededor de un jefe, se hallaban los integrantes del Taller de Juan José Arreola y los de la Liga de Escritores y Artistas Borrachos (LEAB) cuya cabeza era Alfredo Cardona Peña, ambos grupos sin poder real, el segundo integrado por jóvenes que aborrecían a Paz y a Benítez, tanto las mafias de Benítez y Paz contaban con la bendición incondicional y la protección del Sistema emanado del PRI y constituían la parte artística e intelectual de la dictadura perfecta”.

Gonzalo Martré. / Foto: Lupiskaya González de Trejo (Facebook).

“Antes la derecha me marginaba y ahora también la izquierda”

—Más de medio siglo perduraron estas sectas del arte, cuyas cabezas aún hoy en día son reverenciadas por las nuevas generaciones encargadas de las instituciones culturales sin saber, o no queriendo saber, que de vivir estos líderes de la intelectualidad serían los primeros en estar en las líneas opositoras del nuevo gobierno. ¿Pero cómo sobrevivir ante estos poderosos cotos de la cultura, cómo ha hecho Gonzalo Martré para salir victorioso en las letras a pesar de no formar parte de ningún grupo literario?

—Ni yo mismo lo sé. Creo que ha sido a base de tesón y de importamadrismo; o sea, escribir al margen de las academias e instituciones oficiales sin importar que ignoren olímpicamente lo que publico, lo cual significa no estar jamás en los escaparates de las cadenas libreras, nunca en Gandhi, El Sótano o Sanborns, aunque debo de puntualizar que con Los símbolos transparentes se rompió el maleficio, ese quebrantamiento se debió a la intervención de dos amigos míos: Carlos Gómez Carro y Ramón Córdoba, quienes pudieron romper el dique por una sola vez.

“En el Fondo de Cultura Económica no pude publicar mi trilogía de El Chanfalla debido a que era controlado por el Pope Paz a través, primero, de Jaime García Terrés y, luego, de Adolfo Castañón, ambos me aborrecían porque a veces yo criticaba a Paz en mi columna de Excélsior por su actitud francamente proimperialista. Fue publicada completa por primera vez bajo el patrocinio del gobierno del [entonces] Distrito Federal en coedición con la Editorial Gernika. Cuando en 2018 triunfó el Peje creí que ahora sí tendría acceso al FCE porque su dirección general estaba ya en manos de la izquierda, pero no fue así debido a que el Botijón de Gijón tiene fobia contra mí desde hace 30 años por razones personales no ideológicas; intenté colocar ahí Sabor a PRI, un repaso satírico del presidencialismo y del neoliberalismo, pero Taibo me rechazó. Entonces me dije: sí que estoy jodido, antes la derecha me marginaba y ahora también la izquierda. Normalmente soy modesto, no ando proclamándome como el gran escritor mexicano, pero esta vez contigo, Víctor, seré un poco petulante: pese a todas las adversidades soy un polígrafo que tiene un sitio prominente en la República de las Letras, no así en el gran público lector el cual no me conoce. Me he abierto paso a través de medio siglo sin la ayuda de la mercadotecnia ni de las mafias culturales”.

“La 4T ha puesto la cultura en manos de burócratas que se conforman con recibir un sueldo y gastar en festivales de escasa significación”

—Ramón Rubín no formaba parte del cónclave literario que se decía fundamental en las letras mexicanas, sin embargo a Rubín nadie le puede negar su indiscutible calidad literaria, tal como le ha sucedido a Gonzalo Martré. ¿Cuál es tu apreciación sobre el estado actual de la cultura nacional, contemplas nuevas voces valiosas literarias, hay renovadas sectas controladoras de las letras, la misma gata pero revolcada?

—Desde hace más de 10 años, cuando comencé a tener problemas con mi vista y con mis piernas, dejé de ir a las librerías, si acaso leía era porque algunos amigos me regalaban sus libros. Lo mismo que sucedió en la era del neoliberalismo, la cultura no merece la atención debida por parte del gobierno, la 4T no la rescata, la ha puesto en manos de burócratas que se conforman con recibir un sueldo y gastar en festivales de escasa significación.

“Respecto a los nuevos escritores y por la misma razón de que no leo suplementos ni secciones culturales ni revistas de arte poco tengo que decir, no estoy enterado; ¿nuevas mafias?, tampoco estoy enterado, los integrantes de la mafia de Fernando Benítez están muertos y los de la mafia paciana también, a excepción de Enrique Krauze quien heredó la revista Vuelta y le cambió el nombre a Letras Libres, en ella escriben Castañón y Zaid lo que Krauze les ordena, nada nuevo, como tú dices la misma gata nada más que revolcada. Está también Nexos que dirige Héctor Aguilar Camín, ambas revistas han perdido poder porque el Peje les retiró los suculentos subsidios que obtenían a través de publicidad de organismos oficiales, han intentado Krauze y Aguilar Camín chantajear a la 4T publicando protestas y supuestos ataques a la libertad de expresión que caen en el vacío. Esperan el resurgimiento del neoliberalismo y, mientras, envejecen, pierden fuerza”.

Mario Trejo González (acá: Gonzalo Martré).

“Caen las palabras sobre el papel como una catarata”

—Del medio centenar de libros que llevas escritos, Gonzalo, ¿cuál es la historia que más tiempo te ha costado madurar?, ¿y qué volumen lo has escrito en un par de días? Tu trilogía, por ejemplo, ¿cuántos años la llevaste tras la espalda?

Los símbolos transparentes es mi novela emblemática y comencé a escribirla el 3 de octubre de 1968, al otro día en que el Chacal de Tlatelolco se lució con la masacre consabida, comencé por el capítulo 3 cuyos hechos tenía muy frescos y durante otros cuatro años la terminé; la Trilogía del Chanfalla la concebí por ahí de 1950, cuando me despedí del Salón de baile La Playa y de todo el bajo mundo que entrañaba, a partir de 1970 escribí el primer tomo durante varios años alternando con otras novelas y otros cuentos. Curioso de todo lo raro, lo inédito, lo imposible, me ocupé de la Fantasía y la Ciencia Ficción, por eso no puedo precisar un tiempo efectivo para su creación, le iba añadiendo capítulos según se me ocurrían y lo terminé por ahí de 1975, fue publicado en 1978 por la misma editorial que hizo la primera edición de Los símbolos transparentes; de igual modo fui escribiendo el segundo tomo que terminé en 1983 y me publicó ese año Edamex, y el tercer tomo también lo escribí en retazos, lo terminé en 1990 y fue publicado junto con los dos primeros por la Editorial Gernika en coedición con el Departamento del Distrito Federal en 1993, si hacemos cuentas lo escribí durante 30 años.

“He escrito poco más de 50 libros porque para mí la página en blanco no existe, escribo lo que ya tengo en mente y caen las palabras sobre el papel como una catarata, después viene el trabajo de galeote que son las revisiones, casi nunca suprimo ideas, más bien las añado.

“La única novela que he escrito de corrido es la más voluminosa pues tiene 500 páginas, se trata de El címbalo de oro y la considero mi novela satírica mejor acabada, tardé dos años en terminarla, en ella recreo los principales acontecimientos nacionales en la última década del siglo XX y no me ruboriza reconocer que la hice bajo una gran influencia de Rabelais”.

Obedeciendo a los demonios

—Estos cuestionamientos rondan en las cabezas, siempre, de los literatos: escribir para qué, para quién, por qué, ¿alguna vez te los has planteado?

—Cuando alguna vez le hicieron las mismas preguntas a Vargas Llosa contestó que escribía obedeciendo a sus demonios interiores. No encuentro mejor respuesta.

“No rezaré ni me encomendaré ante ninguna deidad”

—Noventa y cinco años sin dejar de escribir y de manera lúcida sólo se cumplen ocasionalmente en las letras del mundo, ¿qué haría de nuevo escrituralmente y qué no Gonzalo Martré?

—He terminado poco antes de cumplir los 95, lo que considero mi último libro, se titula Laguna soñadora y lleva como subtítulo lo siguiente: “Una pequeña aportación al estudio y desarrollo de la escatología en la literatura mexicana”. La Editorial Cofradía de Coyotes lo imprimirá el año próximo con fecha diciembre del 2028 y como para ese entonces estarán mis cenizas reposando en una cajita muy mona, pues será el libro con el cual mis descendientes celebrarán los 100 años de mi nacimiento.

“¿Qué escribiré en lo que me resta de vida calculando no llegaré a cumplir vivo los 96? Mi amigo Juan Carlos Castrillón Soto está empecinado en hacer permanente denuncia de la pseudopoesía, se le ocurrió compilar una antología de pseudopoetas y yo me ofrecí a complementarla con algunos textículos al respecto, ya comenzamos, será un libro firmado al alimón, espero que lo terminemos poco antes de que la Catrina venga a sacarme a bailar, por lo pronto tenemos las fichas y pseudopoemas de Max Salazar Primero, Elena Poniatowska, Adolfo Castañón y José Emilio Pacheco, la prometedora lista de autores es larga.

“¿Qué no haré ante la proximidad de la muerte? No lloraré, no me arrepentiré de mis errores, ¡nada de mariconerías!, no rezaré ni me encomendaré ante ninguna deidad, tengo prohibido a mi esposa que en mi velorio se diga misa o traiga ensotanados. That is the end, dijeron los Doors”.

Nota bene: además de festejar sus 95 años de vida, el escritor y cronista mexicano Gonzalo Martré celebra cincuenta años de la aparición de su primer tomo de la trilogía El Chanfalla es un gandalla con la reedición de la obra. El Angelito Editor, en coedición con la Autoridad del Centro Histórico, presentan este 2 de diciembre en la Sala José Clemente Orozco del Colegio de San Ildefonso, a partir de las 13 horas, la reedición de esta obra representativa de la Ciudad de México del siglo XX.

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