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Julio Cortázar, cuatro décadas después

110 aniversario natal

Abril, 2024

Se le considera uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo: maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, también fue creador de importantes novelas. De hecho, algunos de sus cuentos se encuentran entre los más perfectos del género; mientras Rayuela, una de sus novelas más conocidas, cimbró el panorama literario de su época y marcó un hito dentro de la narrativa contemporánea. Y aunque hoy es uno de los escritores más queridos, leídos y vigentes latinoamericanos, en este 2024 dos efemérides vitalizan aún más su figura y obra: el 110 aniversario de su nacimiento, y los 40 años de su muerte. Hablamos, sí, de Julio Cortázar. En las siguiente líneas, Víctor Roura lo recuerda.

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A los 69 años de edad se fue de este mundo, el 12 de febrero de 1984, hace ya cuatro décadas, si bien en este 2024 se conmemora su 110 aniversario natal, el próximo 26 de agosto: si bien el narrador Julio Cortázar vio la luz primera en Bélgica y falleció en París, durante toda su vida fue un argentino íntegro aunque jamás tuvo en su voz el clásico acento sudamericano.

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Se preguntaba, en 1954, Julio Cortázar la razón por la cual toda poesía es fundamentalmente simbólica: ¿por qué la imagen surge del poema como el instrumento por excelencia?

“Gaëtan Picon alude a una ‘relación privilegiada del hombre y el mundo’, de la que la experiencia poética nos daría sospecha y revelación —dice Julio Cortázar en su ensayo ‘Para una poética’ incluido en el libro Obra crítica, segundo tomo (Alfaguara, 1994)—. No poco privilegiada, en verdad, una relación que permite sentir como próximos y conexos elementos que la ciencia considera aislados y heterogéneos; sentir por ejemplo que belleza = encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser (Lautréamont). Pero si se mira mejor, en realidad es la ciencia la establecedora de relaciones ‘privilegiadas’ y, en último término, ajenas al hombre que tiene que incorporárselas poco a poco y por aprendizaje. Un chico de cuatro años puede decir con toda espontaneidad: ‘Qué raro que los árboles se abriguen en verano, al revés de nosotros’, pero sólo a los ocho, y con qué trabajo, aprenderá las características de lo vegetal y lo que va de un árbol a una legumbre. Harto se ha probado que la tendencia metafórica es lugar común del hombre, y no actitud privativa de la poesía; basta con preguntarle a Jean Paulhan. La poesía asoma en un terreno común y hasta vulgar, como el cisne en el cuento de Andersen; y lo que puede despertar curiosidad es por qué, entre tanto patito, crece de cuando en cuando uno con destino diferente”.

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La poesía, sí, se asoma a veces de manera imprevista, en el momento inesperado, en el escenario menos propicio, en las líneas incluso más aparentemente incómodas, y en cualquier rama artística, por ejemplo la música. Circula un compacto francés del grupo Trottoirs de Buenos Aires, dirigido por Edgardo Cantón, que fue grabado en París en 1980 (cuando aún vivía el narrador argentino), pero remasterizado a finales de los noventa del siglo XX, que contiene seis sorprendentes tangos tomados de poesías de Julio Cortázar, por lo que lo hace, ya, un disco apreciable. Nadie estuvo dispuesto a editarlo en México, pero de haberlo realizado seguramente no habría obtenido una recuperación económica digna, por desgracia, debido sobre todo a la descarada compra-venta de audios comerciales.

No, Cortázar no era un Enrique Santos Discépolo (1901-1951), argentino que marcara un hito en la lírica de los tangos, porque el camino poético de Cortázar era otro: “Es siempre medianoche. Aquí vivimos en una honda oscuridad, lo mismo da llorar o reír: la noche cubre el campo y la ciudad. ¿Por qué no hay mediodía ahora aquí? Es medianoche siempre, donde uno va. Para qué encender la luz si al fin, total, lo mismo da estar vivo que morir. Un tiempo hubo de Sol y de luz para vivir de pie, para cantar, las calles en el norte o sur se abrían como manos de amistad. Cómo fue posible que la noche fuera de golpe la muerte, fuera el aullido, fuera el sudor y el gemido. El río se borró, mi amor, y al filo de sus aguas te vas vos. Caranchos de agonía están comiéndose mis ojos, ya. Y todo juega a ser lo que no es, con máscaras de sombra te hacen andar. ¿Qué han hecho del rosal y el clavel? Flores de cementerio y de hospital”.

No hizo Cortázar tangos, sino sus textos fueron convertidos en tangos, que es muy otra cosa: “Nos quedaremos solos y será ya de noche. Nos quedaremos solos mi almohada y mi silencio y estará la ventana mirando inútilmente los barcos y los puentes que enhebran sus agujas. Yo diré: ya es muy tarde. No me contestarán ni mis guantes ni el peine, solamente tu olor, tu perfume olvidado como una carta puesta boca abajo en la mesa. C’est la java de celui qui s’en va c’est sa java, c’est ma triste java. Morderé una manzana, fumaré un cigarrillo viendo bajar los cuentos de la noche-medusa su vasto caracol forrado en terciopelo donde duermen tus senos quemados por la Luna. Y diré: ya es de noche y estaremos de acuerdo (oh muebles, oh ceniza) con el organillero que remonta en la esquina sus títeres de Luna para los niños pobres. Es justo, corazón, la canta el que se queda, la canta el que se queda para cuidar la casa”.

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Y una canción (porque, sí, estos poemas pueden ser concebidos como canciones) acaso con reminiscencias benedettianas: “Claro que sos mi camarada porque sos más, sos siempre más. Hay la ruta en común, el horizonte dibujado con lápiz de esperanza, hay la amargura del fracaso a la hora en que los hornos no se encienden y hay que palear de nuevo el carbón del mañana. Claro que sos mi camarada porque sos la que dice no, te equivocaste o dice sí, está bien, vayamos. Y porque en vos se siente que esa palabra es una lenta, feliz, necesaria palabra. Hay cama en camarada, y en camarada hay rada, tu perfume en mis brazos, tu barca anclada al lado de la mía”.

Y un texto cortazariano en efecto con tintes tangueros: “Extraño la Cruz del Sur cuando la sed me hace alzar la cabeza para beber tu vino negro medianoche. Y extraño las esquinas con almacenes dormilones donde el perfume de la yerba tiembla en la piel del aire. Extraño tu voz, tu caminar conmigo por la ciudad. Comprende que eso está siempre allá como un bolsillo donde a cada rato la mano busca una moneda, el peine, llaves, la mano infatigable de una oscura memoria que recuenta sus muertos. Comprender que un mar es más que un mar, que la muerte se viste de distancia para llegar de a poco, lenta, interminable, como una melodía que se resuelve al fin en humo de silencio”.

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2 Comments

  1. Mucho agradeceré me informe como poder adquirir los tres tomos de Contra los muros.
    Entre al sitio de Cofradía de Coyotes y solamente aparece uno de sus libros.
    Fui a Gandhi aquí en Hermosillo y no hubo forma que me atendieran correctamente.
    Sigo sus colaboraciones desde El Financiero y siempre es (será) un gusto leerlo.

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