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No existe censura más eficaz que la autocensura: Antonio Luquín

Con el título de «Scriptorum», el pintor, músico y escritor inaugura su nueva exposición en el Museo de la Ciudad de México.

Septiembre, 2022

En una breve presentación de su figura, la Galería Urbana dice de él: “Antonio Luquín podría ser caracterizado como el pintor de canciones y el compositor de cuadros, un escritor que redacta su biografía, pero que también hace la crónica de nuestros días, pincel a mano. Roquero pintor, pintor roquero, han pasado más de 30 años desde que Antonio Luquín montó su primera exposición, sin abandonar sus talentos como músico y compositor prolífico. Ahora, lejos de parar y dar tregua, este 1 de octubre de 2022 inaugura su nueva exposición en el Museo de la Ciudad, bajo el título de Scriptorum. Para hablar de ella, Víctor Roura ha conversado con el pintor, músico y escritor…

Tiene nueva exposición Antonio Luquín, artista plástico nacido en Guadalajara en 1959 mas radicado en la capital mexicana desde los cinco años de edad: ahora es el Museo de la Ciudad, sito en Pino Suárez 30 a unas cuantas calles de la Plaza de la Constitución, el que le abre las puertas para darle cabida a la muestra Scriptorum a partir del mediodía del sábado 1 de octubre. Tecladista de las asociaciones roqueras Kushíyava y La Sagrada Familia, y también ahora escritor (en esta entrevista nos confiesa que ya tiene un libro terminado en espera de dar pronto a la luz), el reconocido pintor nos habla esta vez de su trabajo reciente y de diversas ideas en torno al arte.

“El destino último de la verdad es la cruz”

—¿Por qué en esta ocasión abordas el tema de la censura, tan imbricado y gravitacional? ¿Aplicada específicamente a los libros? ¿Por algún caso personal, en concreto, por alguna referencia, por una disquisición individual, por alguna efeméride histórica?

—Creo que no existe censura más eficaz que la autocensura. La censura es, como sabemos, una grave mutilación del espíritu y de la libertad personal. Pero también es un recurso para convivir con los demás y con nosotros mismos. Muchas veces me he preguntado qué habría sido de cada uno de nosotros si no hubiésemos aplicado con astucia un fino silencio en situaciones conflictivas. Tú y yo lo sabemos, Víctor: el destino último de la verdad es la cruz.

“Cierta educación en sociedad es siempre un instrumento para convivir en paz con nuestros vecinos. Simulamos, sonreímos, pero guardamos siempre algo que nos congestiona y eventualmente, si no le damos salida, nos mata, física y moralmente.

“Una vez leí La función del orgasmo, de Reich, y me di cuenta de la dificultad que debió experimentar el autor para, primero, escribir y, segundo, publicar sus ideas. En la universidad un profesor nos recomendó la lectura de Nuestra señora de las flores, de Jean Genet, y, te lo juro, hubo quien declaró, entre mis compañeros, que el libro era una cochinada.

“En pintura hay quien no entiende o disfruta lo que ve y literalmente traspasa con la mirada el cuadro, simplemente no lo ve, me consta. El otro recurso es la descalificación. Van Gogh en su tiempo fue ignorado y hoy en día es idolatrado, que es casi lo mismo.

“Los regímenes totalitarios queman los libros y dificultan su distribución mientras que en las sociedades libres se forma una legión de indiferentes.

“Umberto Eco con su Péndulo de Foucault y su Cementerio de Praga no escatimó en torno a expresar su opinión de ciertas sociedades, secretas o no y de grupos raciales tales como los judíos, y dime cómo le fue con la Academia Sueca. En cambio a Robert Zimmermann (Bob Dylan) no le fue tan mal. Si no es eso censura, ¿entonces qué es censura? De Galileo a Salman Rushdie, lo mismo. El tema es vasto como el océano”.

La censura como “tiranía de mercado”

—Tu pintura, ya lo he dicho algunas veces, posee la complejidad y la fascinación del realismo con pigmentos ficticios, de modo que tu obra podría pasar por una inmensa e interminable fotografía utópica. Por eso el tema de la censura conmueve: ¿la humanidad vive, o ha vivido, bajo parámetros censuradores?

—Fotografía de la distopía, Marcelino Perelló decía que “el testimonio de Luquín es como el de las cámaras de video de los bancos o supermercados: insolentes, neutras e impasibles. Pero una cámara condenada a los más impensables y absurdos parajes”.

“Volviendo a la censura, ella es como el aro por donde hacía pasar el domador a los tigres en el circo. El aro nos doma y, por supuesto, la bestia que más recibe aplausos es aquella que consigue pasar por el aro más estrecho. Por el contrario, al rebelde y al perezoso se le anatematiza y se le aplican castigos.

“Yo creo que vivimos todavía bajo parámetros de censura. Religiosa, política, doméstico-familiar (probablemente la más atroz), escolar y, en terrenos del arte: estética y editorial. Por supuesto, menos que en otros tiempos. Hoy en día, no obstante, se expresa como tiranía de mercado que es otra forma de control.

“Me gusta pensar que mis pinturas son narraciones. También Perelló apuntaba que una tela de Luquín no se mira, se lee. A medio camino entre la plástica y la literatura, cada una es más que una escena. Es un relato. Cuentos breves, narraciones de cierta extensión y cuadros que son novelas de largo aliento. La exposición en el Museo de la Ciudad de México, Scriptorum, es también eso: la constatación de lo que sucede dentro y fuera de nuestra vida y las varias fuerzas que nos sitian. Una de ellas es la censura, pero incluso ella puede, con estilo e inteligencia, ser burlada”.

Una exposición “como un libro de cuentos o narraciones cortas”

—¿Cuánto tiempo te ha tomado imaginar esta muestra pictórica y en cuánto tiempo la has podido concretar con tus pinceles?

—El día 10 de diciembre de 2021 fui a Querétaro para asistir a una exposición colectiva en la que participé. Allí, José María Espinasa, director del Museo de la Ciudad de México, viendo mi “narrativa”, me ofreció su espacio en México para desarrollar el tema de los libros. De primera instancia quedé perplejo, pero con los días fui elaborando el pensamiento y el estado de ánimo para darle cabida a esta propuesta. No me fue arduo. Mi amor por la literatura reclamó su espacio y fue así que a fines de ese mes de diciembre firmé mi primera pintura de la serie (La parábola del sembrador). Literalmente la semilla había caído en terreno fértil, de manera que a partir de entonces decidí que haría una serie completa del tema en clave íntima (pequeño formato), como un libro de cuentos o narraciones cortas a la manera de Dino Buzzati, Graham Greene, Jorge Luis Borges o Julio Cortázar.

“Acabo de concluir la serie, a ocho meses de iniciada: 36 óleos sobre tela de 31 x 31 centímetros. ¿Por qué la titulé Scriptorium? En El Nombre de la rosa, de Umberto Eco, en el scriptorium se copiaban y decoraban minuciosamente textos religiosos, filosóficos y científicos elaborados por auténticos artesanos cuando todavía letra e imagen se interpelaban. Así que podría decirse que esta exposición no se mira, se lee. Siendo pintura, es literatura. Tal y como se veía y leía El libro de las horas del duque de Berry”.

La muerte en Venecia, obra de Antonio Luquín.

“Uno de los componentes de mi obra apela al escritor que descubre en mi trabajo el sustrato literario de la misma”

—Pero es muy difícil, ciertamente, hallar en una exposición plástica la fusión idónea entre pintura y narrativa. Acaso esta maravilla sólo puede hallarse en clásicos como Velázquez o el propio Da Vinci: esta ambición no es sencilla de moldear, ¿cómo has logrado conjuntar estos géneros en tu obra?, ¿qué se requiere para lograrlo?, ¿qué has necesitado tú, en concreto, para fusionar estas dos fuentes artísticas que han asombrado no sólo a Perelló sino también a los narradores Juan Villoro y René Avilés Fabila y al poeta Espinasa, quien funge asimismo de director del Museo de la Ciudad de México?

—Esa fusión de pintura y narrativa de la que hablas, Víctor, el arte japonés tradicional la encarna de maravilla. En el caso de mi serie, no tiene ese registro evidente, podríamos en todo caso hablar de una respuesta al estímulo literario. Me imagino, sin embargo, que uno de los componentes de mi obra apela al escritor que descubre en mi trabajo el sustrato literario de la misma. Si una de mis piezas se titula La muerte en Venecia lo que hago es “traducir” en imágenes el contenido total del libro. ¿Es pobre el resultado?, no lo creo. Una góndola funeraria en medio de la neblina flotando sobre la Giudecca es, para mí, la síntesis iconográfica de la novela. Visconti se encargó de buscar quien representase a Tadzio y a Gustav von Aschenbach en su película. Los pintores, en cambio, mostramos un parpadeo del tiempo, un fotograma.

“La literatura está en la base de la pirámide, hay que leer mucho y bien (alguien acaba de declarar que leer por placer es un acto profundamente burgués, qué tristeza), pues ella sustenta e informa las otras disciplinas.

“Perelló, Villoro, Avilés Fabila y Espinasa son sibaritas del lenguaje y estetas consumados. Apreciar el arte exige oficio y paciencia, la educación es el oficio del espíritu y, en ese rubro, ellos son maestros.

“Velázquez nos proporciona valiosa información de la España del siglo XVII que puede literalmente leerse. Da Vinci nos lleva a los evangelios en La última cena. La fusión de dos disciplinas es ardua y no siempre se consigue, sólo de manera imperfecta. Scriptorium es una exposición de pintura cuyo sustento e inspiración parte de la literatura.

“¿Dónde descansa aquí la fusión de literatura y pintura? Me imagino que en lo no dicho, en lo sugerido y en lo que el público está obligado e invitado a completar. Chispa divina, fusión de almas, encuentro. Sin la complicidad del público no hay arte”.

“A veces el público es también cómplice del engaño”

—“Sin la complicidad del público no hay arte” es una verdad irrefutable, pero sin la intervención del artista no habría público. Sé que sin el arduo esfuerzo, la disciplina llevada hasta sus últimas consecuencias y el conocimiento asido no sería posible la existencia ni del arte ni de los artistas. ¿Cómo adquiriste los respectivos oficios de la pintura y de la música, dado que eres, en esta última rama, el roquero con más grabaciones habidas en la historia del rock mexicano (Alejandro Lora se ufana de poseer una discografía de 53 álbumes, que tú rebasas con amplitud conjuntando tus dos grupos: La Sagrada Familia y Kushíyava)? Tampoco es cosa de decir quiero ser artista y ya lo eres…

—Los jóvenes acuden con frecuencia a una frase según ellos consagratoria que dicen: “Actitud, actitud”, como si eso fuera a convertirlos en poetas o cirujanos. Es un hecho que cualquier actividad profesional es un largo aprendizaje y el desarrollo de un oficio, hecho de mucha paciencia, tolerancia a la frustración y años de trabajo. Así adquieres el oficio de pintor y de compositor, enfrentando el espacio en blanco. ¿Sabes? El primer público son los que viven contigo. Si lo que haces no es bueno y te lo dicen, debes estar agradecido, aunque de primera instancia te incomode.

“La seriedad y honestidad del artista convoca una respuesta consecuente en el público que no se deja engañar y rechaza al improvisado. Tú y yo, Víctor, hemos escuchado comentarios picantes fuera de las salas en cualquier exposición de arte contemporáneo. Cuando el público siente que le quieren tomar el pelo, pregúntenle a un niño, la mentada actitud no basta, pero en las salas de exhibición, ya sabes, se miente, se ríe y se brinda. A veces el público es también cómplice del engaño.

“En fin, Alejandro Lora, Frank Zappa o cualquiera que haya escrito 500 canciones y grabado 50 discos tienen una idea de lo que el trabajo consigue.

“Vermeer pasó muchas horas frente a La joven de la perla, Arnold Böcklin realizó varias versiones de La isla de los muertos hasta quedar más o menos satisfecho y Rachmaninoff supo contemplar esa obra para componer su poema sinfónico detrás del que hay miles de horas de trabajo disciplinado y enorme sacrificio.

“Una vez, cuando comenzaba mi carrera de pintor, algunas dudas me asaltaban y fui al estudio de Manuel Felguérez. Llevé dos cuadros y le dije:

“—No sé si entrar a La Esmeralda para darle estructura a mi trabajo, ¿qué opinas?

“Manuel tomó distancia para observar mis pinturas, encendió su pipa y dijo:

“—No pierdas tu tiempo, ya eres pintor, sigue trabajando”.

Los evangelios rebeldes, obra de Antonio Luquín.

“El miedo es la peor de las censuras”

Scriptorium es una exposición, una mirada, a la censura básicamente a los libros, pero en este preciso momento el Instituto Nacional Electoral está a la caza de la censura multando, con la prosapia de su autonomía, a los que considera transgresores de la libertad expresiva al externar sus comentarios sobre las ideas de una persona, sobre todo si es mujer, dedicada a la política (más aún si esta persona es opositora a la administración obradorista). ¿Al crear estas nuevas pinturas merodeaban en su cabeza los alcances variados de la censura y de lo que ésta es capaz de lograr en una sociedad si no se la convoca con criterio cultural?

—Los alcances de la censura siempre nos rebasan. Pero no, no pensaba en la censura, ni fue la idea motriz para realizar esta serie. La consideré porque siempre habrá quien quiera que guardemos silencio.

“En este caso, la pintura es esa síntesis de color, esa fotografía hecha de tiempo acumulado que recrea tiempos y espacios que habita la memoria. Scriptorium es solo un apunte, un boceto de toda la admiración que profeso por autores y libros que trazan de forma magistral mundos extinguidos para darles nuevo aliento, mundos posibles o imposibles, en formación y sobre todo esas constelaciones de humanidad que somos.

“Caray, el criterio cultural que impera hoy en día es una suerte de acupunturismo de cuchillos y tijeras y, sí, el miedo es la peor de las censuras. La Inquisición fue una censura, el arte en la Alemania Nazi fue una caricatura académica de la que no queda memoria feliz. Albert Speer se dedicó a proyectar en maqueta un mausoleo del tamaño del ego del führer. Los que no comulgaban con el régimen, en los treinta, abandonaron su país: Schoenberg, Mann, Einstein. En esta sórdida bitácora de la locura humana los libros son casi nuestra única defensa y condena”.

Un día en la vida

—Antonio Luquín pinta y hace música desde hace ya varias décadas (acaso sólo le falta escribir un libro). ¿Qué es lo que continúa revitalizando creativamente al artista que está dentro de ti? Mañana es otra exposición o un nuevo disco, ¿cómo te entregas al arte, tienes alguna prioridad, algún basamento oculto?

—El libro ya está escrito, y el escritor ha revitalizado al pintor y éste al músico. Los tres conviven y se llevan bien, dialogan. Si uno de ellos se amodorra, viene el otro y lo zarandea y así continuamente. Cuando era niño acompañé a mis padres a que hicieran una visita. La casa era grande y luego de un rato de escuchar con respeto a los adultos, pedí permiso y me dispersé por los corredores y habitaciones de la misma. En eso, oí una estremecedora música que venía del segundo piso y subí para enfrentarla. Cuando llegué al cuarto de donde venía aquél sonido me oculté tras una puerta y me quedé escuchando maravillado. Unos jóvenes entre los 15 y 16 años oían absortos, como yo, nada menos que “Un día en la vida”.

“En una época apenas posterior encontré en casa de mis primos, en Guadalajara, un librito cuyo título era El ojo en Picasso y que luego pasé tardes enteras estudiando y admirando.

“Con una especie de fiebre incurable, años después comencé a leer descubriendo una tercera pasión en mi vida, que además se tradujo en quehacer literario. Pero la evidencia no fue suficiente: tuvo que pasar tiempo para que entendiera que esos tres mundos eran patrimonio y herencia.

“Hay un hermoso texto de Antonio Tabucchi (Un baule pieno di gente / Un baúl lleno de gente) que versa sobre los innumerables heterónimos identificados de Fernando Pessoa. Me parece que los heterónimos son la respuesta eficaz para reunir la diversidad de acentos en un talento de múltiples recursos. Qué pasaría, imaginaba, si Alberto Caeiro y Antonio González se hubieran encontrado de repente en la banqueta y caminando juntos vieran acercándose a Álvaro da Campos conversando con Antonio Luquín. Y si Ricardo Reis…

“Me da la impresión de que Scriptorium es eso: la suma de vocablos que forman la palabra que sólo el público podrá pronunciar”.

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2 Comments

  1. Felicidades Toño, tu obra siempre tan bella. Para mí, difícil englobar la música, la escritura y la pintura bomo tu lo haces.

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