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Jorge Ayala Blanco: sustantivo y verbo

Septiembre, 2022

Decano de la crítica de cine en México, y también decano profesor en la ENAC (hoy: Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, antes: Centro Universitario de Estudios Cinematográficos), Jorge Ayala Blanco presentó hace unos días su nuevo libro: La querencia del cine mexicano (ENAC-UNAM). Se trata del tomo 18 de su abecedario del cine nacional, proyecto que inició en 1968 con La aventura del cine mexicano y al que le han seguido La búsqueda, La condición, La disolvencia, La eficacia, La fugacidad, La grandeza, La herética, La ilusión, La justeza, La khátarsis, La lucidez, La madurez, La novedad, La ñerez, La orgánica y La potencia. A propósito del nuevo libro, Juan José Flores Nava nos traza un perfil del crítico mexicano.

El crítico cinematográfico Jorge Ayala Blanco lleva casi 60 años ocupándose de verbalizar las imágenes. Eso le ha costado algunos odios, desde luego, sobre todo porque su palabra no es condescendiente; pero le ha permitido, por encima de cualquier cosa, compartir su mirada inteligente, disciplinada, perspicaz y bien estructurada acerca del cine; una mirada que le da a su trabajo como docente, investigador y crítico un carácter muy peculiar en un medio que todavía se distingue por valorar las películas con estrellitas, con dicotomías de buenas y malas o con frasecitas tipo “¡No se la puede perder!”. Así, convencido de que es necesario crear nuevas imágenes a través de la palabra, Jorge Ayala Blanco llega, ya, al tomo 18 de su abecedario del cine nacional con la publicación de La querencia del cine mexicano (ENAC-UNAM).

Se trata de un libro en el que, como apunta el periodista cinematográfico Sergio Raúl López en el diario La Jornada, Jorge Ayala Blanco estudia, disecciona y recrea 111 películas mexicanas que, por si fuera poco, fue capaz de mirar en un tiempo en el que supuestamente no podía haber estrenos: el pandémico 2021. Lo cual consiguió gracias a festivales híbridos en línea, plataformas de streaming, piratas cultos, amigos o solicitando la película al director o al productor.

Pero el quid de este texto es precisamente ese: que la crítica de Jorge Ayala Blanco no solamente juzga, analiza, estudia o cuenta de qué trata una película, sino que la recrea partiendo de un concepto clave que la defina. Esta minuciosa labor la realiza porque sabe que no hay recepción plena de una película si no se formula en términos conceptuales. Y lo mismo podríamos decir de sus propios textos: para poder comprenderlos en sus variadas dimensiones es necesario haber visto antes la película, luego leer su texto, y finalmente mirar de nuevo la película.

Es como si su actitud ante la crítica cinematográfica quisiera plantarle cara a esa extendida práctica de la reseña cinematográfica en México que ofrece a su público una sencilla sinopsis de la película, la cual, por cierto, muchas veces da la impresión de que fue redactada por los propios encargados de la distribuidora. Más que una riqueza para quienes buscan ser amantes del cine (no se diga para quienes ya lo son), estas reseñas generan un empobrecimiento colectivo y una aceptación masiva de lo superficial, de los lugares comunes, de la caracterización genérica de las películas. Peor aún: incapaces de formular un concepto, los reseñistas suelen recurrir al insulto, a la descalificación, a los epítetos vulgares o al chiste fácil. Ésa es su fórmula.

Portada del nuevo libro del maestro Ayala Blanco.

El “ser” es gerundial

En su labor como crítico, por el contrario, Jorge Ayala Blanco rehúye del calificativo simplón, hueco, estridente. Curiosamente, sin embargo, cuando encontramos que ha colocado calificativos en esos pequeños ensayos que presenta como crítica cinematográfica los veremos en serie. Porque lo más importante para él no es el adjetivo, sino la sustancia. Para decirlo rápidamente, y como me lo contó él mismo en una ocasión, “es mucho más rico, desde el punto de vista formal y literario, el sustantivo, sobre todo el sustantivo abstracto, y el verbo: un verbo fuerte puede hablar más de lo que es la película, sobre todo pensando en aquella idea de Heidegger de que el ‘ser’ es gerundial: es esa idea del ‘ser siendo’”.

Como observador y analista del cine, el maestro Ayala Blanco es consciente de que las películas nos trabajan por dentro al removernos recuerdos, sensaciones, experiencias y toda una serie de superposiciones vivenciales, sociales, psicológicas, corporales y culturales. Nosotros mismos, como espectadores, a pesar de que sabemos que una película es siempre una ficción (por más que algunas nos cuente hechos reales), no es una entidad abstracta que se dé en una órbita ajena a quien la mira. Por lo que con su labor crítica no sólo está proponiendo una manera distinta de mirar la película y de encontrar los discursos que concurren dentro de ella y en torno a ella, sino que la idea es que la propia película crezca dentro del poder evocativo, la inteligencia y la sensibilidad de aquellos lectores de sus textos.

Hipnosis y disección

Desde luego que no es difícil imaginarse a Jorge Ayala Blanco como un observador escrupuloso de cine, pero ¿acaso disfruta de verdad las películas que ve o es que sólo se vuelve espectador por su trabajo de crítico y de maestro universitario? Alguna ocasión se lo pregunté y me dijo que él disfruta de mil maneras el cine. Si el crítico argentino Sergio Wolf decía que la primera visión de una película es hipnosis y la segunda es disección, para Jorge Ayala Blanco es indispensable ver dos veces la película antes de intentar escribir sobre ella. Si ve una película sólo una vez, apenas le salen notas breves. Así que mientras más veces mira una película, más cosas encuentra para escribir. Ver cine es una labor, en suma, que disfruta enormidades.

Aunque en sus libros se advierte, además, una intención literaria, que se adivina por la forma en que están escritos, no pueden escapar de su función didáctica. Profesor, al fin, por más de medio siglo en la hoy Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, sus textos buscan enseñarle al espectador a mirar cine. Son una invitación a los lectores para que lo acompañen en su aventura intelectual, vivencial y emotiva de ver una película. Porque si se va a escribir sobre cine, de lo que se trata es, sí, de ofrecer un comentario, pero, además, de desmontar la forma fílmica teniendo un bagaje de análisis desarrollado para mostrar una perspectiva válida de la película; es decir, para reformularla. Dejarse llevar por la película para luego desgajarla, comprenderla, reconstruirla y reapropiarse de ella con las nuevas posibilidades del lenguaje originario: la palabra.

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