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José Antonio Rodríguez (1961-2021): en busca de las historias ocultas

Considerado como uno de los grandes historiadores de la fotografía en México, José Antonio Rodríguez falleció la madrugada del sábado 13 de marzo, a los 60 años de edad, por complicaciones de salud. Si bien su mirada abarcó lo global, José Antonio se especializó en fotografía mexicana histórica y contemporánea. A lo largo de su carrera dio a conocer a diversos fotógrafos que se encontraban relegados en la cultura visual de este país. Siempre polémico y audaz en sus ideas, de octubre de 1990 a octubre de 2010 ejerció la crítica fotográfica en el diario El Financiero, con la columna ‘Clicks a la distancia’, publicada en la mítica (y ya desaparecida) sección cultural dirigida por el editor, periodista y escritor Víctor Roura. Es él, precisamente, quien lo evoca en estas líneas…


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El sábado 13 de marzo partió de este mundo José Antonio Rodríguez (1961-2021), sin duda el historiador de la fotografía mexicana más connotado de los últimos tiempos. El año pasado, en medio de la pandemia, salió a la luz el libro que hizo junto a Alberto Tovalín, Librado García Smarth: la vanguardia fotográfica en Jalisco, razón por la cual —para difundir la nueva obra— quedamos en vernos apenas se diluyera esta calamidad sanitaria que a todos nos ha cambiado la vida. Sin embargo, delicado de salud, le hablaba ocasionalmente para saber cómo se encontraba. Y su risa, que contagiaba irremediablemente, me volvía a la calma. Y, acaso por eso mismo —y por diversas contrariedades personales—, dejé de hacerlo por unos meses para enfrentarme, ahora, con la muerte de este querido amigo, que se ha ido de esta vida con no sé cuántas copas pendientes en torno nuestro.

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A mediados de diciembre de 2004, la prensa dio a conocer, recuerda José Antonio Rodríguez, “la venta de la primera obra pornográfica impresa en el mundo. Se trataba del libro Sodoma, atribuido al inglés John Wilmot, conde de Rochester, quien lo escribió en 1670. El precio de venta ascendió a algo así como 980 mil pesos mexicanos, según informó la londinense casa de subastas Sotheby’s”.

Poco después, en enero de 2005, y a partir de una investigación de mercado, “se supo que la tecnología DVD había sido impulsada sustancialmente por la industria de la pornografía, la cual produce unos 11 mil títulos en ese formato”.

¿Qué hay de un hecho a otro?, se pregunta José Antonio Rodríguez en el prólogo del número 23 de la revista Alquimia, del Sistema Nacional de Fototecas, la cual dirigía desde su fundación. “Sin duda —se respondió— seguirle la pista (esto es, reconstruir la historia), de cómo se fue gestando el imaginario sobre lo pornográfico, nos llevaría a una historia de las mentalidades. Esto es, nos conduciría a conocer cómo las sociedades van modificando los modos de recepción, de cómo y por qué reciben una muy específica información. Y también de qué manera ésta es solicitada y generada (y curiosamente a veces ocultada)”.

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En ese sentido, añadía José Antonio Rodríguez, “no hace falta advertir aquí la fuerza divulgadora de la fotografía y de cómo ésta ha formado conciencias, en tanto documento social. Pero sí tendríamos que señalar que, a pesar de las muy diversas historias fotográficas mexicanas que hasta hoy se conocen, no tenemos entre nosotros, ni siquiera asomada o apenas documentada, una historia que vaya de lo pornográfico a lo erótico”.

¿A qué se debe dicha ausencia de la memoria?

“Podríamos aventurar varias respuestas —decía José Antonio Rodríguez— que irían de la circulación secreta de las imágenes, y por tanto difíciles de reconstruirlas en su historia, a las censuras sociales o autoimpuestas”. De ahí que, en cuatro artículos centrales, y 49 asombrosas e inéditas fotografías, Alquimia diera un primer paso hacia esa desértica investigación.

Y, bueno, ahí estaba, aún está el material, a la vista de todos: mujeres cediendo a la penetración, dejándose manipular como objetos pornográficos, cumpliendo a cabalidad las posturas insinuadas, haciendo lo que las buenas conciencias prohíben, incluyendo el lesbianismo y los complacientes tríos. Gráficas de la primera mitad del siglo XX mexicano (la más antigua data de 1915) efectuadas, obviamente (debido a las censuras y represiones morales del gobierno), por autores desconocidos, mismos que los investigadores tratan de identificar (¿será en realidad uno de ellos Adrián Devars junior, como lo sugiere Miguel Ángel Morales?). Los que han firmado su obra, como Roberto Garza Márquez o Antonio Reynoso, quienes ya buscaban a conciencia el retrato erótico —no sólo la exhibición obscena del cuerpo femenino—, han finalmente trascendido por su búsqueda artística: “La gorda”, por ejemplo, es una fotografía de Reynoso que le ha dado la vuelta al mundo. No era fácil hacer este tipo de trabajo, ciertamente. Porque se trataba de una labor clandestina, como lo corrobora la historia: “La reacción en torno a la circulación de la imagen licenciosa —apunta Carlos Córdova en Alquimia—- oscilaba entre el pánico y la complicidad. Naturalmente que hubo víctimas de esta dualidad. Un reporte londinense de 1850 señalaba la incautación de 60 imágenes obscenas. En 1870, el fotógrafo inglés Henry Evans fue objeto de una redada policial en Long Acre y le fueron aseguradas 850 fotografías. Después de un célebre juicio en el cual sostenía haber hecho photographic studies from life mientras el juez hablaba del demonio, Evans fue condenado a dos años de trabajos forzados y al pago de una multa. Pero mucho distaba de ser un caso mayor. La imaginería erótica estaba en camino de convertirse en industria. Cuando en abril de 1874 el fotógrafo Henry Hayler fue detenido, le fueron recogidas 130 mil 248 impresiones y más de cinco mil negativos”.

El historiador José Antonio Rodríguez durante la conferencia inaugural del primer Encuentro Nacional de Investigación sobre la fotografía, realizado en el centro de las Artes de San Luis Potosí (2010). / Foto: Cuartoscuro/Aarón Cadena.

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No hay rastros de su origen en México. Tal era la furtividad que no hay registros hemerográficos que den cuenta de esta historia aún oculta. José Antonio Rodríguez se había sumergido en las páginas de los diarios, pero poco fue lo que halló. Aparte de encontrar que en 1891 “dos viejos, tan cínicos como imbéciles” —tal como lo redactaban en El Universal— se “entretenían” en visitar las casas de los vecindarios para ofrecer “atrevidas” pinturas al óleo, nos enteraba que “las exhibiciones del cinematógrafo subrepticiamente buscaron realizar funciones para hombres solos desde 1899”. Nadie discute que hoy ya cualquiera pueda filmar una cinta porno en su casa y distribuirla en el mercado digital, lo que nadie sabe —ni puede contar con precisión— es cómo se dieron los pasos para convivir pacíficamente al lado de la estridente morbosidad.

José Antonio Rodríguez se afanaba, cómo no, en historiar las cosas que aparentemente tenían, o tienen, poca importancia en la sociedad contemporánea. No sólo era el crítico más riguroso de la fotografía en México (¡mantuvo por 20 años ininterrumpidos una columna semanal de dicho arte visual en el periódico El Financiero a partir de 1990!), sino del arte en general. En sus últimos días, en efecto, no dejaba de lamentarse por las desconsideraciones oficiales hacia el trabajo cultural, sólo generosas con ciertas personalidades del intelecto nacional que los regímenes priista y panista habían consolidado para su propio bienestar. Y tenía razón, mucha razón, el buen José Antonio, que tanto alimentara a la cultura mexicana sin ser por ello debidamente correspondido por las autoridades respectivas.

Datos biográficos

Doctor en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Antonio Rodríguez fue crítico fotográfico e historiador de las imágenes, especializado en fotografía mexicana histórica y contemporánea.

Durante dos décadas (1990-2010) ejerció la crítica fotográfica en la hoy legendaria (y ya desparecida) sección cultural del diario El Financiero, dirigida por el periodista y escritor Víctor Roura; a la par, publicó ensayos en revistas nacionales e internacionales.

Entre sus diversos libros y catálogos publicados se encuentran Edward Weston, la mirada de la ruptura (Centro de la Imagen / Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, 1994), Bernice Kolko, fotógrafa (Ediciones del Equilibrista, 1996), Tina Modotti & Edward Weston: Mexican Years (Throckmorton Fine Art, 1999), Ruth D. Lechuga, una memoria mexicana (Artes de México / Museo Franz Mayer, 2002), Agustín Jiménez: memorias de la vanguardia (Museo de Arte Moderno / RM, 2008), y Fotógrafas en México 1872-1960 (Turner, 2012).

Algunas de sus curadurías con sus respectivos libros y catálogos son Manuel Álvarez Bravo: los años decisivos (Museo de Arte Moderno, 1992), Franz Mayer, fotógrafo (Museo Franz Mayer, 1995), Mexican Landscapes, 1858-1910 (FotoFest International Houston, 1996) y Nosotros fuimos. Grandes estudios fotográficos en la Ciudad de México (Museo del Palacio de Bellas Artes, 2015), entre otras.

José Antonio Rodríguez también fue editor de la revista Alquimia, órgano de difusión del Sistema Nacional de Fototecas del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Además de sus seminarios siempre concurridos, fue docente en análisis de la fotografía en diversas universidades. (Redacción Salida de Emergencia)

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