Youssou N’Dour: un ‘griot’ que conquistó al mundo (y II)
Abril, 2025
Durante los últimos 30 años, ha sido un referente fascinante en la música africana. Cantante, compositor, líder de grupo, productor, empresario y político, Youssou N’Dour es la voz de Senegal. Con su enfoque audaz e innovador, apoyado además por su poderosa voz, ha conseguido presentar las antiguas tradiciones griot de su país natal bajo una nueva luz; también, ha sabido transmitir contundentes mensajes políticos y sociales de África al resto del mundo. En su revisión de los sonidos africanos, Constanza Ordaz se detiene en él.
Reseñar la vida y obra del coloso N’Dour no es cosa fácil. Él sorteó en su momento las críticas más agrias para posicionar su canto como una expresión social del continente africano; a estas alturas, es dudoso que el niño Youssou escalara el firmamento sólo para conseguir el éxito personal.
Aparentemente, su obra está consolidada. Sin embargo, en la convicción íntima del cantante aún hay camino por recorrer. Esto se explicará a continuación, muy a la manera del libro La música es el arma del futuro (Fifty years of African Popular Music, Frank Tenaille, Editorial Lawrence books, Chicago, 2002).
Críticas y malas lenguas ante el éxito internacional
Llegó un momento en que fueron tantos sus compromisos internacionales que N’Dour creyó oportuno crear Super Étoile II, para seguir al pie del cañón en su discoteca de Dakar.
Por supuesto, tal conducta hizo levantar críticas que lo acusaban de haberse hecho “demasiado americano”, aunque N’Dour ya estaba muy acostumbrado a las malas lenguas. Primero lo menospreciaron diciendo que era demasiado joven para escribir sus canciones y que, sin duda, debían ser obra de su madre; después le vilipendiaron diciendo que era demasiado griot y que sólo tocaba “música para mujeres”.
Esta última queja solía ser frecuente entre músicos envidiosos y limitados.
La canción “Apartheid (Nelson Mandela)”, le confirió un gran respeto en los círculos oficiales y una condecoración del mismo presidente, concluyendo con la inauguración de la Place Nelson Mandela en Dakar. Sin embargo, tanta respetabilidad volvió a inspirar quejas que ahora apuntaban al hecho de que N’Dour había perdido contacto con la vida callejera. Impávido, el cantante siguió absorbiendo influencias, en un esfuerzo por aclarar las complejidades rítmicas del mbalax para un público internacional.

El mensaje de los grandes
Su colaboración con Peter Gabriel —a mediados de los ochenta— había llevado a N’Dour a crear un espectáculo que estallaba en coreografía e iluminación, de modo que cuando el animateur Alla Seck —que había sido el foco visual de Super Étoile— murió de fiebre tifoidea, en 1987, el cantante se vio en una encrucijada al tomar el mando. Volvieron a dispersarse las lenguas viperinas, esta vez concluyendo que N’Dour no sabía bailar. Nunca había abandonado su pose de estatua delante del micro, pero tuvieron que tragarse sus comentarios ante la elegancia que el cantante exhibió en su nuevo espectáculo.
Peter Gabriel, por su parte, avaló a N’Dour en el sello Virgin y lo propuso como parte del cartel en la Gira Mundial de Amnistía Internacional en 1988, junto a Bruce Springsteen, Sting, Tracy Chapman y el mismo Gabriel; evidentemente, entre semejante compañía, N’Dour no tuvo ninguna dificultad para surgir como un talento refrescante. Sin embargo, The Lion (1989) y Set (1990), los dos discos ensamblados por Virgin y saturados de producción, fueron sendos fracasos comerciales (aunque Set recibió el elogio de la crítica especializada).
N’Dour reflexionó que con el mismo dinero que Virgin había gastado en sus proyectos, habrían podido levantar un estudio en Dakar en el que “podría grabarme a mí y a muchos más”. De modo que eso fue lo que hizo el cantante, inaugurando su estudio Xippi —Ojos abiertos—, en 1991, con la grabación de Eyes Open, producido por él mismo, Habib Foye y el pianista ciego francés Jean-Philippe Rykiel, bajo los auspicios de Spike Lee.
Reflexiones en el estudio de grabación
Hasta ese momento, siempre había existido un gran contraste entre las grabaciones africanas de N’Dour, crudas pero vitales, y las europeas, técnicamente superiores, pero con poca chispa.
N’Dour explicaría que el sistema funciona así: “Cuando estás en África, tocas instrumentos de calidad inferior, pero logras un sonido satisfactorio si pones el mismo producto en un estudio; todo cambia, es más racional, pero se pierde la calidez con una grabación nítida”.
El tema central de Eyes Open, “Africa Remembers”, es un melancólica súplica de unidad africana ante la crisis político-económica. Y aunque N’Dour siempre había sido vehemente adversario del “afropesimismo”, el mensaje que propone en su funky “New Africa” refleja un panafricanismo sumamente idealista: “Me gustaría ver a toda África bajo una sola persona / alguien a quien pudiéramos ofrecer nuestras ideas con ilusión”; es más realista y penetrante cuando habla de la vida cotidiana, como en “Live television”, donde el cantante recuerda unos anfitriones que le dejaron solo para ver el culebrón de turno; en “Country boy” describe la alineación de un campesino que emigra a la ciudad, mientras en “Survie” se burla del burgués egoísta: “Dices que eres feliz/ que tienes una buena vida/ con todo en su sitio/ pero estás aburrido junto a tu piscina/ y nunca miras en tu cocina”.

La bronca del lenguaje
A pesar de la excelsa calidad de la obra de N’Dour, como decía Celia Cruz: “Si no te entienden, no te entienden”, y ésa era precisamente la barrera con que se encontraban N’Dour en su afán de conquistar Estados Unidos.
De modo que, aunque Eyes Open incluyera varias canciones interpretadas, parcial o totalmente, en inglés y el videoclip del tema “New Africa” contuviera un divertido prólogo en ese idioma —un niño, el único negro en una clase de blancos, se irrita tanto por las mentiras que cuenta su maestra blanca sobre las historias de África, que pide permiso para ir al lavabo—, el esfuerzo de N’Dour cayó en secreto, “porque si lo pronuncias tan mal que siguen sin entenderte, tampoco te atienden”.
Dos años después, N’Dour dominaba el idioma suficientemente como para obtener un gran éxito con el tema “7 seconds” —votada canción del año por MTV—, junto a Neneh Cherry y extraído del disco de oro Wommat. No obstante, N’Dour seguía considerando a los norteamericanos seres cerrados ante la música africana: “Aún no le entienden, apenas han evolucionado en comparación con Europa, donde hay realmente un interés cada vez mayor”.
Wommat ilustra perfectamente la lúcida observación de N’Dour de su propio pasado y su (entonces) presente: “Antes no pensábamos en grabar discos, solo sabíamos tocar en directo. Ahora tenemos una concepción del disco y podemos estar más tranquilos y concentrados”.
Esta tranquilidad se refleja en el canto; si antes el joven N’Dour cantaba para la multitud del Kasak, ahora hay una nueva identidad y la alta potencia se reserva para los momentos claves.
También el alcance de la voz ha aumentado, sobre todo en los registros bajos: el escalofriante falsete se guarda para surtir mejor efecto pues, como explica el cantante con gran aplomo: “Cuando ya tienes una posibilidad, hay que buscar otras. Yo busco la de una voz más baja, porque ya poseo la posibilidad alta. Es más interesante así”.
El gran éxito del más famoso senegalés del mundo, que hoy viaja con pasaporte diplomático otorgado por la UNICEF, motivó la siguiente opinión del escritor Mamadou Touré Diop: “El Banco Mundial puede devaluar a voluntad el precio de nuestras materias primas, pero nunca podrá devaluar la música de Youssou N’Dour, que ha llegado a lugares jamás alcanzados por nuestros cacahuates, ni por nuestros fosfatos, ni siquiera por el avión presidencial”.
Hoy, Youssou N’Dour no se detiene. Con 65 años cumplidos —nació en octubre de 1959—, sigue produciendo música. Apenas en estos días, de hecho, puso en circulación su nuevo disco: Éclairer le Monde / Light the World; un álbum en el que sobrevuela desde luego el mbalax, pero también hay momentos más intimistas. El regreso de un grande de la música.