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Tres piezas literarias de un trío femenino

Dos relatos y un poema: Alma Evelyn Martínez Montesinos, Claudia Patricia Reynaga Machado y Lillian van den Broeck

Enero, 2025

Tres voces femeninas nos comparten una pincela de su trabajo escritural: Alma Evelyn Martínez Montesinos, Claudia Patricia Reynaga Machado y Lillian van den Broeck. “Desde aquí les veremos, como lo hemos hecho siempre, desde hace siglos, desde otras vidas”...

Una fuerte lluvia va a caer

Alma Evelyn Martínez Montesinos

“Así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es Santo:
Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu”.
Isaías 57: 15

Hace mucho no se oían pasos suaves, delicados, como de pies descalzos.

Hace mucho, sí, quizá siglos.

Una pareja son, parecen niños tímidos.

Aunque ríen, con risa inocente y confiada, son ya adultos.

Mira. La mujer se hinca y besa la tierra, mientras el hombre pide permiso para entrar, haciendo una reverencia.

¡Tanto tiempo ha pasado que no veíamos esto!

Sí, quizá siglos…

Sabíamos que vendrían, por eso ya les estábamos esperando. Desde aquí, desde esta altura, la vi a ella. Le hablé, como suelo hacerlo, con un susurro de viento suave.

Ella volvió su mirada, húmeda mirada de niña grande, acariciándome casi, pese a la distancia. Entonces le contó a él de nosotros y prometieron venir a vernos. Aunque, bien, desde entonces la visito por las noches, en sus sueños, para contarle tantas cosas… Hablamos callados, en silencio, como debe hablarse. Ella entiende, ella sabe, pero, al fin mujer, es cuerpo táctil, piel, carne, que quiere tocar, sentir, abrazar.

Por eso vendrán. Por eso les esperamos. Nosotros, cuyo único trabajo es esperar aquí sentados uno frente a otro. Esperar que pase lo que tenga que pasar, inmutables, ajenos a ese destino que los hombres se han forjado.

Ahora, han llegado.

Pese a todo han venido, después de pasar tantos trabajos, subiendo, bajando los caminos curvos, estrechos, pedregosos. Por más dificultades que hemos interpuesto, han llegado. Aun sabiendo que no podrán regresar porque ya perdieron el camino, el rumbo.

Insistió él, confió tanto en su olfato y determinación. Un cazador, un animalillo de monte parece, que no ceja hasta alcanzar la presa. Ella le fue siguiendo, con pasos breves, sin miedo, sin cansancio.

Por eso están aquí, precisamente en este momento donde no hay nada ni nadie, sólo nosotros dos que hemos abierto las puertas a esos seres atrevidos y minúsculos. Ella, que en el camino fue perdiendo todo, cree que el calor quemante también a nosotros sofoca, por eso derrama a nuestros pies su última porción agua.

Una ofrenda, dice, por todo el mal que han hecho, por la devastación que han causado, por la sequía. Humedeciendo la tierra ávida, me abraza, acaricia y besa. Llora. Manantiales de agua de mar, de sus ojos y corazón de niña, mojan mi piel que reverdece.

El hombre permite este amor porque le piensa santo. Se interna más, sabiendo que su mujer queda a buen resguardo. Sube, remonta, escala, corona. Desde la altura se reconoce átomo, criatura, y al saberse nada, abriendo los brazos se convierte en todo. Es polvo, polvo cósmico, polvo de estrellas. Eterno como nosotros.

Les dejaremos ir porque nos ha sido de agrado la ofrenda. Desde aquí les veremos, como lo hemos hecho siempre, desde hace siglos, desde otras vidas. Ellos sabrán de nosotros, buscándonos, recordándonos, desde lo interno.

Para los demás, los que no conocen ni recuerdan, estamos aquí, uno frente a otro, sentados en oración, nosotros los Frailes, los Tepenenes, los Monolitos Gigantes que hemos visto pasar reinos, eras, los sobrevivientes eternos a la barbarie humana. Los que nos hemos aposentado desde tiempo inmemorial aquí, en este desértico páramo, nombrado Valle del Mezquital. Desde aquí les guardaremos a ellos, los humildes, los pequeños, insignificantes seres humanos.

Esto decían los pétreos gigantes, los Frailes, mientras poco a poco regresaba la vida.

Ella, otra vez niña grande, de la mano de su hombre, jugaba y hablaba con un águila que hacía cabriolas sobrevolándole. Una oscura nube cubrió el Sol radiante, prometiéndoles que otra vez vendrían las lluvias.

Cuentos mil, cuentos…

Claudia Patricia Reynaga Machado

De perros y gatos,
Héroes y mitos,
Hadas y monstruos,
Sidhes y ritos.

De ratones devorando bibliotecas
⠀⠀y ornitorrincos escribiendo en sus libretas.
De erizos concienzudos editando textos
⠀⠀y jirafas corrigiendo yerros,
todos buscando el libro perfecto.

Cuentos que plasmen…
El destello del Sol de primavera entre las frondas.
El entusiasmo de los chicos salpicando en los charcos del verano.
La brisa entre los árboles y el moho aterciopelado
⠀⠀en los troncos de un parque mojado.
Los remolinos de hojas caídas caracoleando.
Los dandeliones estallando al viento en big bangs en miniatura.
El rush-rush cadencioso de la hojarasca bajo los pies.

Cuentos…
Que creen y atesoren
recuerdos buenos como viñetas que no se borren.

Primavera

Lillian van den Broeck

Subió a la azotea con un bloody mary y un frasco en las manos. Antes de tenderse, se quitó la bata. Era fácil mostrarle el cuerpo al astro rey después de untar con fruición el aceite de coco. Siempre, al cabo de unos minutos, los senos, muslos, el vientre y todas las zonas casi nunca expuestas durante el invierno parecían freírse. Gradualmente obtenían un matiz encarnado. Al colocarse boca abajo pasaba lo mismo.

El ritual se repetía cada año durante marzo. El Sol era objeto de su deseo, lejano pero accesible.

Un día, mientras recibía los rayos del astro, escuchó el estrépito de un helicóptero rondar cerca de su pedazo de cielo. Entre tanto ruido pudo oír con claridad la prisa de su corazón. Arriba circundaba el aparato de hélices. Sin saber bien qué hacer, se incorporó, dio un sorbo a la bebida de vodka y jitomate… brindó con él.

Se sucedieron las semanas. Cada vez lo esperaba a la misma hora adoptando una posición cómoda cuando lo veía llegar. Al principio fue un cordial movimiento con el brazo, después envió besos. El último día el saludo consistió en un cálido abrir y cerrar de piernas para darle buen fin a la primavera.

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