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«Testamentum»: (otro) gran desplante creativo de Efraín Bartolomé

En el siguiente texto, el narrador e investigador Vicente Francisco Torres nos invita a acercarnos a este ‘testamento’ vital del poeta mexicano

Mayo, 2024

Todos los seres humanos, lo digamos o no, en algún momento de la edad adulta —la frontera parece estar en los 70 años—, sentimos que se acerca la hora de partir. Precisamente al filo de sus setenta años de edad, Efraín Bartolomé escribió Testamentum, un gran desplante más de su capacidad creativa, apunta Vicente Francisco Torres. Poeta, traductor y ganador de múltiples premios de poesía nacionales e internacionales, la obra de Efraín Bartolomé ha girado siempre, de una u otra manera, en torno a la naturaleza, lo femenino y la propia poesía. En el siguiente texto, el también narrador e investigador de la UAM nos invita a acercarnos a esta obra del poeta mexicano.

Todos los seres humanos, lo digamos o no, en algún momento de la edad adulta —la frontera parece estar en los 70 años—, sentimos que se acerca la hora de partir. Algunos no piensan en eso pero, quienes han tenido demasiada conciencia de la vida, ya sea porque la han vivido intensamente, por razones de salud o porque la aman demasiado, saben que hay que prepararse.

Efraín Bartolomé ha sido mimado por la vida, no sólo porque el amor lo ha tenido siempre sobre sus rodillas sino porque sus dotes de poeta han sido grandes, un don de la vida, del Creador o de quien él crea. Su descendencia —Silvia, Balam y Celeste— lo puso en orden con el mundo y él siempre supo que había nacido en el paraíso. Es descendiente de finqueros que le procuraron las condiciones para tener un espacio en donde trataba con productos de la tierra, con ganado y paisaje en abundancia. Su vida estuvo rodeada de cerros, valles, bosques, cafetales, fragancias, ceibas, cedros, ríos, esteros y cielos estrellados. La selva entraba al jardín de su casa.

Al filo de sus setenta años de edad escribió Testamentum (Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro, 2021), un gran desplante más de su capacidad creativa. Hará un testamento escrito sobre el agua para sentir al fin que jugó con la muerte , que asistió a su propio funeral, porque si bien sabe que puede morir por un sismo, por la violencia, o por otra forma del azar, hace de cualquier forma una dilatada y minuciosa despedida, bella porque sale de un poeta en pleno dominio de sus dotes.

Con los elementos que han formado su mundo, prepara el adiós como un rito. Comienza en una noche plena —de las que ya no se ven en las ciudades—, con el cielo lleno de estrellas, cometas y el brochazo de la vía láctea. Está de pie sobre una roca, con los brazos levantados, dichoso de haber vivido, junto a su río, el Jataté, o río de Ocosingo, que muda su nombre —Lacantún, Usumacinta, Grijalva— y mezcla sus agua antes de llegar al océano:

Aquí y desde aquí me preparo a partir
Viví lo suficiente y tal vez más
Me retiro del mundo
Voy a nacer y esta es mi despedida.

Su ritual está nimbado por la paz y el contento por la intensidad de su vida y de su realización como poeta. Construye una atmósfera numinosa:

Lo doy por sucedido

                                                                         : por vivido en la muerte

Lo voy a disfrutar intensamente

          antes de que todo deje de importarme.

La despedida inicia en la infancia, en la casona con su sendero que el pavimento sepultaría. Es un sueño en el que se mira nadar en la poza quizá ya desaparecida. El sueño se entrelaza con la realidad y se vuelve metáfora de la vida del poeta: se deja ir por el río caudaloso y se precipita en una cascada que bien puede significar el gran cambio para los primeros estudios en San Cristóbal de las Casas, o el ejercicio profesional en la ciudad de México.

La selva es la gran presencia del mundo poético de Efraín, misma que aparece desde el patio de su infancia. Nombra también los ríos que ha recorrido una y otra vez, en sus nacimientos, en sus uniones, en sus cambios de nombres:

De mi pueblo al oriente la selva comenzaba

y⠀⠀si he de ser estricto

comenzaba en la huerta de la casa

perfumada de azahares y de orquídeas

o de café recién molido en la vieja cocina humeante

shakaship

De la casa y la huerta salía la selva y se echaba a andar

por el inmenso valle al pie del Chacashib

: se desplegaba en todas direcciones por esas tierras fértiles

Alimentadas por las aguas del Río de la Virgen y el poderoso

                                                                                          [Jataté

Y los innumerables arroyos y corrientes nutricias

Efraín sabe que los años se nos echan encima y que hay que prepararse para partir. Él lo hace con un ritual henchido de poesía, con todos sus elementos calculados. Se encarna en su río, tan importante y querido, tal como hizo José Eustasio Rivera, con el Magdalena, en los sonetos de Tierra de promisión.

Si pensamos en las cosas y la dicha que celebra su poesía, en su vida de logros como creador y profesionista, en la infancia y la edad adulta que transcurren entre Chiapas, la Ciudad de México y el mundo entero, entendemos la fiesta de sus versos:

Al fin de la segunda mitad de la existencia

me declaro feliz

El viaje se ha cumplido

El poeta Efraín Bartolomé.

Esboza, pues, el destino de sus restos mortales, y dispone la manera en que su esposa ha de distribuirlos:

Y que luego las manos de mi amada repartan mis cenizas

: tengo esperanzas bien fundadas de que aun siendo polvo

Sentiré las postreras caricias de su mano

Lleva la urna a casa⠀⠀amada mía

y después⠀⠀con cuidado⠀⠀divide en cinco partes mis cálidos

                                                                                 [despojos

La primera será para esta casa donde escribo

La segunda para el refugio de Tuxtla

La tercera para nuestra cabaña en el pueblo natal

La cuarta para el rancho⠀  en la pupila del Ojo de jaguar

La quinta para el río

Prepara tu cucharilla de plata

y espolvorea cada uno de los robles y los frutales de esta casa

Todo queda escrito para una marcha ritual pues espera que algo permanezca de su polvo feliz y enamorado. Una parte será para la casa que tiene en las inmediaciones del Ajusco, desde donde mira este paisaje:

¡Qué inmenso mar de estrellas derribadas

sobre las aguas perdidas de Tenochtitlan

que ahí siguen ardiendo⠀⠀ardiendo⠀⠀ardiendo

inmolándose en esa ardiente luminosidad!

Quiere que sus cenizas florezcan en la cabaña que tiene en medio de la selva, junto a árboles, flores, potreros, cafetales y raíces de cedros y de ceibas; en el rancho de su infancia y que las lleven las aguas de su río por un recodo, o una cascada, antes de llegar al océano.

Lugar importante en esta ceremonia tiene Guadalupe Belmontes, su fotógrafa y compañera final, para quien hace estas líneas hermosas:

Mi enamorado polvo será arrojado tiernamente

sobre las aguas transparentes de mi río natal

por las amadas manos de las hembras que amé

representadas en el rito final por la última de ellas

la que yo elegí tejiendo y destejiendo las fuerzas del azar

: la definitiva

Efraín ha dado muestras de gusto impecable para editar sus libros. Lo vimos en el lujo grande de la edición conmemorativa de Ojo de jaguar (Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes/Juan Pablos, 2014), y en Cantando el triunfo de las cosas terrestres (Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes/Juan Pablos, 2011), en donde las páginas albísimas juegan con trazos negros y rojos, los mismos con que firma nuestro amigo poeta; el nombre negro se curva sobre un puente escarlata. A la fiesta de colores, Testamentum agrega cenefas y capitulares verdes, que hacen del libro un objeto grato al tacto y a la vista.

Es un lujo tener su libro más reciente.

[Vicente Francisco Torres: ensayista y narrador. Profesor-investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.]

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