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Lo que recordamos en el Día de la Memoria

Al apoyar las atrocidades de Israel en Gaza, Occidente arruinó lo que quedaba de su credibilidad

Febrero, 2024

La violencia a la que fueron sometidos los judíos en la década de 1940 es la misma que sufrieron los pueblos colonizados de Asia, África y América en diferentes momentos. La misma que hoy está arrasando Gaza, escribe aquí Franco ‘Bifo’ Berardi. Como lo ha señalado Saul Takahashi, profesor de la Universidad de Osaka: al apoyar las atrocidades de Israel en Palestina, Occidente arruinó lo que quedaba de su credibilidad.


Franco ‘Bifo’ Berardi


Cuando enseñaba en el instituto nocturno para adultos, cada año dedicaba mucho espacio al Día de la Memoria que se conmemora cada 27 de enero.

Un día propuse hacer un ensayo sobre el tema y Claude, uno de los estudiantes, escribió algo sorprendente. Claude, un chico senegalés, muy preparado pero bastante taciturno, escribió que no entendía por qué cada año se recuerdan los sufrimientos de los judíos, y no hay un día dedicado a recordar los inmensos y prolongados sufrimientos de los africanos, el tráfico de los negros y la esclavitud.

No pude evitar responderle y dediqué toda la siguiente lección a su tema, dije que la memoria europea se centra en un acontecimiento que, aunque de enorme importancia, no es el único Holocausto de la historia. Luego hablé de las grandes olas de exterminio racista: el exterminio de cuatro quintas partes de la población indígena de América del Sur por los colonizadores españoles; del genocidio perfecto de las poblaciones de América del Norte; hablé del hecho de que los colonizadores ingleses del continente australiano, hasta hace setenta años, podían matar legalmente a tiros a un aborigen. Concluí que al recordar el Holocausto de los judíos pretendemos honrar la memoria de todos aquellos que, en todos los continentes, sufrieron la violencia de la raza blanca, cristiana y occidental exterminadora.

Si todavía estuviera enseñando a estudiantes adultos y en su mayoría extranjeros, como lo hice hasta hace diez años, creo que hoy daría una respuesta más detallada. Este año, de hecho, cualquiera que pretenda conmemorar (como es correcto) el Día de la Memoria debería recordar que Hitler es uno de los exterminadores de los que está llena la historia moderna.

En su Discours sur le colonialisme de 1951, el poeta y político francés Aimé Cesaire escribió:

“Lo que los europeos no perdonan a Hitler no es el crimen en sí, el crimen contra la humanidad, la humillación del ser humano en sí, sino el crimen contra el hombre blanco, la humillación del hombre blanco. Lo que no se puede perdonar a Hitler es el hecho de que aplicó en Europa las técnicas coloniales aceptadas con los árabes en Argelia, los culis de la India y los negros de África”.

Puesto que el olvido no está permitido

Llegados a este punto confieso que no soy un gran aficionado a las memorias. De hecho, creo que todos seríamos más felices si fuéramos capaces de olvidar. Pero tres mil años de guerra de odio y de Biblia han demostrado que no somos capaces de hacerlo. No somos capaces de olvidar el mal que hemos recibido, el recuerdo nos obsesiona y nos empuja a replicar el mal, a utilizar contra los más débiles la violencia que hemos sufrido por parte de quienes eran más fuertes que nosotros.

Por tanto, ya que el olvido no nos está permitido, sea bienvenida la memoria. Pero es bueno que la memoria sea respetuosa con la verdad.

La primera verdad que recordamos es que los judíos fueron víctimas de una inmensa violencia por parte del régimen de Hitler y por parte de todos los pueblos europeos: los franceses, los polacos, los italianos, los rumanos, los ucranianos, que en gran medida apoyaron la persecución de los judíos.

La segunda verdad es que ese exterminio es sólo uno de los muchos con los que el supremacismo blanco ha subyugado a los pueblos del mundo durante siglos, obligándolos a sufrir la explotación colonial.

La violencia a la que fueron sometidos los judíos en la década de 1940 es la misma violencia a la que fueron sometidos los pueblos colonizados de Asia, África y América en diferentes momentos.

Este año, en particular, todos entienden que la campaña genocida que se está llevando a cabo en Gaza redefine brutalmente el significado mismo de nuestra memoria del pasado.

La violencia racista y colonialista de Israel no empezó en los últimos tres meses; comenzó en 1948 con la deportación forzosa de 700.000 palestinos, y continuó con la creación de un régimen de apartheid, con la continua humillación de los palestinos por las tropas israelíes, con la destrucción sistemática de hogares palestinos en Cisjordania, con la multiplicación de los asentamientos coloniales armados que han puesto a Cisjordania bajo control militar. Desde 2007, Gaza es un auténtico campo de concentración del que era imposible escapar y en el que la vida cotidiana es imposible por las continuas agresiones.

En los últimos años habíamos creído que la cuestión se resolvía con la humillación definitiva de los palestinos, pero la atroz venganza del 7 de octubre obligó a todos a comprender que no era así.

Después de esa fecha, la respuesta de Israel se volvió tan parecida a un genocidio que nadie en el mundo puede ignorar lo que muchos no sabían hasta el 7 de octubre: durante 75 años los palestinos han sido sometidos a deportaciones, discriminación étnica, internamiento en campos de exterminio, asesinatos aleatorios y selectivos.

En Europa hoy está prohibido contar estas verdades que ningún historiador puede negar. Los responsables del exterminio del pueblo judío se convirtieron en partidarios de la colonización israelí en Palestina.

Aquellos de los europeos que fueron más antisemitas en el pasado, aquellos que son más abiertamente fascistas en el presente, son hoy los partidarios más inflexibles del sionismo.

Debemos decir estas cosas el Día de la Memoria, si no queremos repetir palabras retóricas, hipócritas y falsas.

Más allá de la memoria

Sin embargo, mientras ejercitamos nuestra memoria, sería apropiado ejercitar también nuestra imaginación y predicción del futuro.

El efecto causado por la agresión israelí ha ampliado el abismo entre el colonialismo y el mundo colonizado, y exacerba el odio racial que ahora se vuelve de manera convergente contra el mundo blanco.

En un artículo publicado por Al Jazeera el 17 de enero de 2024, Saul Takahashi, profesor de la Universidad de Osaka, Japón, afirma que la guerra contra Gaza será la tumba de la hegemonía occidental sobre el mundo: “Al apoyar las atrocidades de Israel en Gaza, Occidente arruinó lo que quedaba de su credibilidad y llevó la crisis del orden internacional regulado a un punto sin retorno”.

Creo que Takahashi tiene razón: en todo el mundo se percibe a Israel como la avanzada del colonialismo occidental. Una parte de la comunidad judía, especialmente en la diáspora, es hoy perfectamente consciente de la inaceptabilidad de las mentiras israelíes. Israelism (2023), el documental de Eric Axelman y Sam Eilertsen, dos cineastas judíos, muestra la mezcla de supremacismo y fanatismo etnoreligioso que ha tomado forma en la cultura israelí y en el evangelismo racistatrumpista norteamericano. Y muestra cómo la fusión entre el colonialismo secular y el fundamentalismo religioso ha producido efectos de agresión y opresión sistemática.

Gaza se ha convertido en el núcleo de una revuelta ética de proporciones globales: el mundo blanco defiende agresivamente el sionismo genocida, pero se encuentra cada vez más aislado, asediado por un odio creciente, y también por la revuelta de los jóvenes, ante todos los estudiantes judíos estadounidenses.

El juicio que Sudáfrica abrió en La Haya contra las políticas israelíes denuncia un genocidio que está a la vista de todos: las acciones de Netanyahu y las palabras explícitas de muchos de los líderes políticos y militares de su país apuntan a la eliminación de toda una generación de palestinos.

Para miles de millones de personas en el planeta, el proceso de La Haya reactiva la memoria de lo que el colonialismo ha hecho y sigue haciendo con la explotación, el extractivismo y el exterminio.

Además, parece que las palabras Free Palestine condensan el sentimiento predominante entre la generación emergente.

En manifestaciones públicas y en las redes sociales estas dos palabras se repiten mil millones de veces cada día.

Pero, ¿qué significa esta identificación de los jóvenes con Palestina? ¿Acaso Palestina ofrece una estrategia para el futuro con la que identificarse? No me lo parece. Quienes gritan en las calles o escriben “Palestina libre” en las redes sociales no se identifican con Hamás, ni con el islamismo, ni con el nacionalismo árabe o iraní.

Se identifican con la desesperación, con la ausencia de un futuro de los palestinos, aplastados por décadas de agresión y mentiras.

La revuelta ética contra el exterminio de civiles en Gaza coagula la desesperación de una generación que ya no ve salida al colapso geopolítico que la guerra está extendiendo, al colapso climático que no se quiere ni se puede detener, y a la desintegración de la civilización social provocada por el neoliberalismo.

Desde esta desesperación debemos hablar en el Día de la Memoria.

[Este artículo se publicó en italiano en Comune Info, en enero de 2024; ha sido retomado por CTXT con la traducción del propio autor. Es reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons — CC BY-NC 4.0.]

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