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Avándaro y el Tianguis del Chopo

El rock en los vericuetos de la política nacional

Septiembre, 2023

Con 43 años cumplidos, el Tianguis Cultural del Chopo ha sido oficialmente declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad México, en una ceremonia —realizada el pasado 22 de septiembre— encabezada por el jefe de Gobierno, Martí Batres Guadarrama. Esta declaración, que ya ha sido debidamente registrada en la Gaceta Oficial, representa —como señaló el propio gobernador— un reconocimiento significativo de la importancia de este icónico tianguis como una expresión viva de la contracultura y un elemento integral de la historia de la izquierda en la ciudad. El periodista, escritor y cronista musical, Víctor Roura, reflexiona sobre este acto histórico, pues no faltó un par de granitos sucios.

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Cuatro años después de aquel inédito acto solemne que cayera el lunes 25 de noviembre de 2019 en que, a instancias de Jorge Pantoja y el impulso político del entonces senador Martí Batres, se otorgaron reconocimientos a diversos roqueros mexicanos —no a todos, como la visible ausencia, por ejemplo, del guitarrista y productor Ricardo Ochoa— a medio siglo del Festival de Avándaro (aunque faltaran 22 meses para su conmemoración real), se llevó a cabo otra memorable réplica política el pasado viernes 22 de septiembre cuando el ahora gobernador de la Ciudad de México, el mismo Martí Batres, informó que ese día se había publicado en la Gaceta Oficial la Declaratoria del Tianguis Cultural del Chopo como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México “por ser un espacio de intercambio simbólico, de exhibición, venta y trueque de mercancías y experiencias asociadas a la contracultura”, decreto que establece “la salvaguardia, identificación y divulgación de este espacio de expresión”.

Ceremonia importante que se vio, lamentablemente, oscurecida por dos infortunados incisos básicos en torno a la personalidad de una figura central de esta nueva iluminación roquera en la política nacional: una ausencia y una mezquina mención fueron los granitos sucios de este arroz cocido.

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Martí Batres se mostró, como siempre, a la altura de las circunstancias, al igual que en la anterior ocasión cuando se otorgaron los reconocimientos a algunos roqueros para traer a la memoria el Festival de Avándaro, zarandeado en su momento por las órdenes mediáticas del presidente Luis Echeverría Álvarez que a partir de aquella asamblea juvenil, ocurrida el 11 de septiembre de 1971, el rock en México fue motivo de desprecio, discriminación, prohibición, escarnio, cierre de empleos, rechazo e injurias, incómodas reiteraciones que tuvieron una duración de dos décadas, hasta 1991 en que el salinato, al privatizar la industria roquera por tratarse finalmente de un espléndido negocio monetario, autorizó las audiciones roqueras masivas ya sin la intrusión impune policiaca: en efecto, Batres de algún modo, o de muchos modos, admitía la importancia de la contracultura mexicana, castigada con tenacidad inmerecida a lo largo de numerosos años.

Esta vez, Martí Batres también fue lacónicamente razonable: “Debemos reconocer que la amplia gama de la izquierda va de Lenin a Lennon. Al igual que otros movimientos contestatarios y de izquierda, la contracultura sufrió la represión del Estado autoritario en los años sesenta, setenta y ochenta, de hecho podemos ubicar el 68 más o menos como el punto que marca la irrupción de la contracultura… El Chopo se crea en la resistencia, frente a las presiones del mercado y del Estado; El Chopo es espacio libre para las juventudes de las periferias urbanas, primero, y después para todas y para todos. Las expresiones, movimientos y grupos culturales también aportaron mucho al cambio de conciencia en esta ciudad. Déjenme decirles, eso es lo que pienso, sin el cambio cultural en esta ciudad no hubiera ganado la izquierda en 1997, se debe reconocer a la contracultura como una expresión de la izquierda y como parte de la transformación profunda de valores, patrones de conducta, parámetros estéticos y lenguajes artísticos. Declarar oficialmente al Tianguis del Chopo, como Patrimonio Cultural de la Ciudad de México, no se crea nadie, no se equivoque, no es un acto ni sacralizador, ni fosilizador, es simplemente decir: banda, ustedes ayudaron también a que la izquierda llegara al gobierno de esta Ciudad; banda, esta también es su casa”.

Pero en esta declaratoria, caray, no se invitó a Jorge Pantoja, el creador teórico de este nuevo patrimonio cultural.

Craso yerro.

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Luego vino la segunda vileza, el mismo día de la Declaratoria, en palabras, nada menos, que del presidente de la asociación del Tianguis convertido en patrimonio cultural, Felipe Santiago Victoriano, quien después de dar múltiples gracias al funcionariato dijo la siguiente ingratitud: “Y quiero decir que, efectivamente, el tianguis en sus 43 años —fue fundado el 4 de octubre de 1980 en el Museo Universitario del Chopo, de ahí su nombre, a iniciativa de Jorge Pantoja, jefe de actividades culturales de ese recinto en el periodo directivo de Ángeles Mastretta— nació como un movimiento en el Museo del Chopo, pero en general el tianguis, cuando tomó la calle, comenzó a echar raíces; y quiero también aquí decir, para conocimiento de los funcionarios, que la misma gente que nos invitó al Museo del Chopo, después nos querían correr. Una vez que nos salimos, afuera tiraban agua para que ya no nos instaláramos ahí; pero ahora, cuando son los aniversarios se cuelgan, y dicen que ya lo traían en la cabeza, y me refiero a Jorge Pantoja, porque dice: No, pues el tianguis así yo lo traía planificado, y no es cierto”.

Pero claro que era, y lo sigue siendo, cierto: de no ser por Jorge Pantoja, el Tianguis del Chopo no tendría vida o, de tenerla, sería sencillamente muy otra cosa, casi en lo que se ha ido convirtiendo con el paso de los años: una especie de Tepito del rock, porque lo que comenzó como actividad cultural, donde el comercio era remplazado por el trueque y el intercambio, se ha convertido en una actividad lucrativa, donde la mercancía a veces sale más cara que en una plaza comercial, razón por la cual el Tianguis cesó su actividad en el museo universitario (¿qué actividad es perenne en la UNAM, por Dios?) para independizarse y buscarse otros paradigmas, ya muy distantes de las intenciones universitarias, lo cual, me parece, era una lógica del mercado, no una decisión autoritaria de Jorge Pantoja, quien siguiera creando numerosas actividades culturales fuera de la Universidad Nacional Autónoma de México.

El jefe de Gobierno Martí Batres y la banda del Tianguis del Chopo. / Fotos: Secretaría de Cultura (CDMX).

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Hablo vía telefónica, el lunes 25 de septiembre, con Jorge Pantoja para saber de su estado de ánimo al haber sido excluido de aquella ceremonia patrimonialista del Tianguis del Chopo siendo él precisamente el padre de ese ahora exultante mercado roquero y del desafecto que exhibiera públicamente el presidente de la asociación que surgiera gracias a su idea originaria.

Y responde Pantoja:

“Uno) En la ceremonia de declaratoria de patrimonio, un comerciante del Tianguis del Chopo se refirió a mí afirmando que los corrimos del Museo. El STUNAM protestó por la carga de trabajo, por lo que Ángeles Mastretta y yo decidimos suspenderlo.

“Dos) Que les echamos agua: en la puerta del Museo llegaron a vender fetos en formol, causando la molestia de las madres; a aquellas personas se les pidió que se retiraran y como se negaron se echó agua en la banqueta para que no se instalaran.

“Tres) Que cada 4 de octubre nos colgamos del proyecto: en realidad quienes se colgaron fueron ellos, dado el éxito del trueque; después de dos años dentro del Museo, ellos se llevaron el proyecto y el nombre. Cuando lo inicié tenía 25 años y para mí eso ya es historia. Ángeles Mastretta y Gerardo Estrada autorizaron el proyecto y si ellos hubieran dicho no, no se estaría celebrando la declaratoria.

“Felicidades, Martí, ahora sólo falta el Alicia”.

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Y yo que creía que el asunto de la eclosión del mercado roquero había quedado claro desde el inicio, vaya vislumbramientos torpes de mi entendimiento, pues con la declaración rabiosa, y nebulosa, del presidente de la asociación de este mercado se debe comprender que, por lo menos para el que lo representa, el Tianguis nació debido a su emprendimiento mercenario y no a una iniciativa cultural.

¿Dónde quedó enredado el hilo de la madeja que sostenía a este relato con principios culturales, ajenos a los disturbios mercenarios?

Martí Batres (centro) junto con el presidente de la asociación Tianguis Cultural El Chopo, Felipe Santiago Victoriano (izq.), y el secretario de la asociación, César Salas Romero (der.). / Foto: Secretaría de Cultura CDMX.

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Ya lo había contado alguna vez, pero lo reitero ahora para que la memoria no se me vaya de la cabeza:

“A mediados de aquel año 1980 Jorge Pantoja (Ciudad de México, 1955) me telefoneó una tarde para pedir mi opinión.

“—¿Qué te parecería un mercado roquero? —me preguntó.

“Sin la compra y venta de objetos, sino con el fin de exponerlos para poder ser intercambiados. Era una audacia, por supuesto. Una insolencia que sólo podía provenir de un joven emprendedor como Pantoja. Si el rock en ese momento era una música prohibida e incluso clandestina, ¿cómo se atrevía el brioso Pantoja a retar oficialmente (porque se escudaba finalmente en la honrosa UNAM) a las autoridades que se habían negado, de manera sistemática, a reconocer esta música como parte inherente de la sociedad de finales del siglo XX?

“Lo alenté, por supuesto. Era una excelente idea, como las que luego vertía a raudales Pantoja. Una tras otra, todas ellas de benevolente puesta en marcha”.

Ya Pantoja, “en la soledad de su casa, había establecido las normas y los reglamentos de su novedoso tianguis. En un principio, el Chopo acogió a los gustadores del rock con la condición de que no cayeran en las clásicas actitudes mercantilistas de los supermercados. La idea original era crear un tianguis para intercambiar objetos roqueros, pero más de un chamaco se percató de que, ante el apabullante desempleo, su porvenir podría ser cubierto sorpresivamente por su propia devoción musical.

“La venta crecía, lentamente: el amigable intercambio había quedado atrás, ahora el objetivo era la venta de ese mercado aún inédito del rock.

“Y como en los parajes de la historia bíblica, el Chopo arrojó de su recinto a aquellos mercenarios que se iniciaban, con inmodesto desparpajo, en el mundillo de los negocios.

“Y vaya que prosperaron. Más de uno descubrió una faceta suya desconocida extendiendo incluso sucursales (sí, menores, no emporios) en otras zonas de la ciudad abocadas al mismo ejercicio comercial. Más de un supuesto periodista de espectáculos llevaba a ese tianguis a vender el material que le regalaban las compañías discográficas”.

Así es, así fue, así será siempre: ¿lo desconocía acaso el presidente de la asociación del Tianguis del Chopo?

Para celebrar la declaratoria como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México, y, también, su aniversario 43, el Tianguis del Chopo ha preparado un gran festejo que incluye varias bandas y algunos artistas invitados. Aunque el aniversario es el 4 de octubre, la celebración se realizará el sábado 7 de dicho mes, en el Foro Radio Chopo. Recordemos: el tianguis se coloca todos los sábados en la calle de Aldama, entre las calles de Sol y Luna, colonia Buenavista. Por su parte, el foro, donde se presentarán las bandas, se encuentra en el cruce de Aldama y Luna.

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One Comment

  1. “Más de un supuesto periodista de espectáculos llevaba a ese tianguis a vender el material que le regalaban las compañías discográficas”.
    ¿Y, que se supone que deberían de haber hecho? ¿Regalar “el material” que les regalaban?
    Finalmente, creo que todos aquellos que recibieron material de obsequio de las compañías discográficas, terminaron vendiéndolo ante la llegada del CD.

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