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Álbumes grabados enteramente por un solo músico

Cristóbal Torres escribe «El requinto de la soledad»

Julio, 2023

El periodista y músico Cristóbal Torres tiene un nuevo libro, el tercero de su propia cosecha. Con el título El requinto de la soledad, se trata de una antología de 22 entrevistas con músicos de diversas partes del planeta —sobre todo, del ámbito del power metal y el heavy metal que han realizado todo un álbum sin la necesidad de contar con el respaldo de una banda; es decir, ellos compusieron, grabaron e incluso ejecutaron todos los instrumentos. El libro explora las experiencias, inspiraciones y desafíos que estos músicos enfrentaron en su búsqueda por la excelencia musical en solitario”, se puede leer en la contraportada, a la vez que “ofrece una visión única de la creatividad individual y destaca la importancia de seguir los propios sueños y visiones artísticas. El periodista Víctor Roura ha conversado con el autor, con Cristóbal Torres.

Cristóbal Torres tiene un nuevo libro, el tercero de su propia cosecha, que empezara a escribir hace tres años, el 17 de julio de 2020, consistente en una antología de 22 entrevistas con músicos de diversas partes del planeta que han realizado “todo un álbum sin la necesidad de tener una banda, es decir ellos compusieron, grabaron e incluso interpretaron todos los instrumentos; hay matices en cada entrevista; pero, a grandes rasgos, ese es el común denominador”.

El volumen lo ha intitulado El requinto de la soledad, “parafraseando la antología de ensayos de Octavio Paz: El laberinto de la soledad”. Dice Cristóbal Torres que no fue fácil dar con ese nombre: “Al principio lo quería llamar El libertino de la soledad, porque me pareció que eso rimaba más fácil con el título original; pero, al mismo tiempo, pensé que eso haría quedar mal a los entrevistados. Por más que traté de hallar una justificación semántica a la palabra libertino opté por otro vocablo menos sugerente que también rimara con laberinto y al final opté por requinto”.

Y nos cuenta una anécdota que “cimenta la creación” de su libro: “Hace cinco años formé parte de una banda en la que nunca pasó nada trascendente. Yo siempre intenté dar lo mejor de mí, pero los demás miembros nunca tuvieron el mismo compromiso. Me sentí impotente pues por más que yo me esforzara no podía hacer mucho por mí mismo. El colmo fue cuando finalmente la banda decidió meterse a un estudio a grabar; el baterista y yo pudimos terminar de grabar todas las canciones en dos días; pero el vocalista y los guitarristas se tardaron dos años, ¡dos largos años!, en más o menos terminar de grabar; digo más o menos porque nunca pudieron terminar una versión definitiva. Pasaron cinco años y nunca pudimos lanzar ningún trabajo”.

Al mismo tiempo, Cristóbal Torres seguía con su labor de entrevistar a bandas desconocidas y, “poco a poco, fui descubriendo a músicos que lanzaban su propia música sin necesidad de tener una banda. El fenómeno me cautivó, pues me hizo pensar que yo también podía hacer lo mismo. A medida que entrevistaba a más músicos con ese perfil, más convencido estaba de que yo podía seguir esa misma ruta y así lo hice. En apenas seis meses terminé un EP de seis canciones y, un año después, terminé un segundo EP. En un año hice lo que jamás pude hacer en cinco años con la banda en la que estaba”.

Dice Cristóbal Torres que cuando se dio cuenta ya tenía varias entrevistas con músicos que, “en la soledad, lanzaron su propio álbum. Fue así como decidí publicarlas todas en formato físico. Fue una serie de eventos muy afortunados”.

El libro incluye conversaciones con el veracruzano Julian X de Julian X’s Gunvolt, los suecos Lars Eng y Johannes Frykholm, el morelense Dante Rodríguez de Cacería, los estadounidenses George Tsalikis y Carlos Córdoba, el brasileño Tuto Hallgrim, el griego Thanasis Bertsatos, los hidalguenses Alex Pendragon y Christopher González, el italiano Luigi Soranno de Arcane Tales, el peruano Marcel Verand (de Memorias de un Despertar), los chilenos Joaquín Podestá y Pancho Ireland, los argentinos Ariel Godino y Rodrigo de Invertebral, el finlandés Sami Parkkonen (de Synthwailer), el guanajuatense Omar Jacobo de Doomsday, el canadiense Lucho Jibaja, el sinaloense Hiram López, el hidrocálido Marcos Centeno y, de la Ciudad de México, Edu Barrera (de Aftermath), Abdiel Hernández y Moy Anselmo (de Härdrocker).

Portada del libro de Cristóbal Torres.

“Un nicho dentro de otro nicho”

—Sabíamos de extraordinarios casos de multiinstrumentistas roqueros como Paul McCartney, John Fogerty, Brian Eno, Phil Collins o Prince, ¿cómo diste con estos 22 músicos repartidos en el mundo que entrevistas en tu nuevo libro El requinto de la soledad, multiinstrumentistas que ellos solos han grabado un disco sin necesidad de estar acompañados por nadie?, ¿se sabía la existencia de estas grabaciones realizadas por una sola persona?

—¿Cómo di con estos músicos? Gracias a la Internet. Desde que tuve acceso a la web hace exactamente 16 años un enorme mundo se abrió ante mis sentidos, un mundo que jamás iba a poder conocer si me confinaba únicamente a lo que los medios tradicionales muestran en sus canales de música. Desde entonces gran parte de mi tiempo libre lo he dedicado a descubrir bandas poco conocidas tanto de México como de otras partes del mundo, bandas que nunca son exhibidas en los reflectores mediáticos de los mass media pero cuya calidad no desmerece en ningún sentido. Con el tiempo he visto muchos cambios en esa escena subterránea y uno de ellos fue la aparición de proyectos musicales de un solo miembro. No los puedo llamar bandas porque el sustantivo sugiere un conjunto de personas; prefiero llamarlos “proyectos”, a reserva de que el tiempo y el habla popular les brinde un mejor vocablo. En los últimos años me di cuenta que estaban apareciendo más y más proyectos con las mismas características: músicos en solitario, componiendo su propia música y grabando todos los instrumentos. Al principio pensé que eran fenómenos aislados, pero a medida que la tecnología se ha vuelto más accesible comenzaron a emerger más y más proyectos de este tipo. Fue así como pude encontrar 22 músicos de varias partes del mundo y conocer sus historias.

“Sobre si se sabía de la existencia de grabaciones realizadas por una sola persona: sí, sí se sabía. Sinceramente no es un fenómeno nuevo, ni mucho menos algo desconocido. Muchas bandas de black metal y otros géneros extremos nacieron como proyectos de un solo miembro, sin embargo yo nunca he sido fanático de dichos estilos.

“Lo que me llamó la atención de estos nuevos proyectos es que eran de power y heavy metal, géneros mucho más melódicos que implican un proceso compositivo muy distinto, con cierto dominio de los instrumentos, razón fundamental por la que generalmente se necesitan varios músicos. Sin embargo, aquí me encontré con músicos autodidactas que aprendieron a tocar el resto de instrumentos con un nivel por encima del promedio con tal de darle vida a sus composiciones. Eso me impactó.

“Conocí a músicos que sí hacen un esfuerzo por dar a conocer su música; organizan toda una campaña de lanzamiento; hay otros que simplemente quieren tener el gusto de escuchar una canción que ellos mismos escucharon por primera vez en su cabeza; y hay otros a los que se les coordinaron los astros y consiguieron lanzar su música a través de algún sello especializado. Empero, al final todo se circunscribe en un mundo muy reducido y subterráneo; es un nicho dentro de otro nicho”.

En las mujeres “los egos chocan mucho menos”

—¿El papel de las mujeres, de haberlo, surte un caso especial?, ¿por qué esta drástica diferencia genérica, a que crees que se deba, acaso una manifestación del ímpetu masculino musical por encima del conocimiento femenino instrumental?

—Nunca lo había pensado. Me queda claro que no se debe a que una manifestación esté por encima de la otra, porque he visto en vivo a muchas bandas de damas con un nivel técnico más que ejemplar. Supongo que, como en todo, será cuestión de tiempo para ver más proyectos en solitario comandados por mujeres. Tal vez, y esto es sólo una hipótesis, las bandas de féminas tienen alineaciones más estables porque se saben llevar mejor; el nivel de compromiso no es tan desbalanceado; los egos chocan mucho menos; todos esos elementos que terminan desencantando al músico varón y lo orillan a tomar su propio camino quizá no están presentes con la misma intensidad en una agrupación femenina y por eso vemos menos proyectos solistas comandados por mujeres; porque sí saben trabajar mejor en equipo. Nunca he estado en las entrañas de una banda netamente femenina, pero en las pocas que he conocido en persona he visto que sus alineaciones son más estables y cambian con menos frecuencia.

Cuatro de los músicos internacionales entrevistados por Cristóbal Torres para El requinto de la soledad. Arriba, de izquierda a derecha: Tuto Hallgrim y Carlos Córdoba; abajo: George Tsalikis y Thanos Bertsatos. / Fotos: Facebook.

Los saltos cuánticos de la tecnología

—De todas estas grabaciones, ¿resaltan unas más que otras? Prince tocó él solo 27 instrumentos musicales para grabar su primer álbum, Paul McCartney lleva en su catálogo tres grabaciones con canciones suyas tocando él mismo todos los instrumentos. Tú mismo has grabado dos EP encargándote de toda la producción musical, sin la necesidad de estar rodeado de otros músicos que a veces en lugar de ayudar obstaculizan el camino…

—No puedo resaltar unas más que otras, pero sí puedo señalar algunas características propias que las vuelven particulares. A reserva de mencionar nombres, porque no quiero omitir a nadie, puedo destacar el caso de un músico de Guanajuato que hizo sus primeras grabaciones a inicios de los dosmiles y, 20 años después, volvió a grabar todo con una enorme diferencia de calidad; es un claro ejemplo de los saltos cuánticos que ha brindado la tecnología. Otro caso que me llamó mucho la atención fue el de un compositor capitalino que utilizó instrumentos de baja gama y logró un increíble álbum de power metal con menos de la mitad del presupuesto de lo que habría necesitado una banda ya consolidada. Hay otro caso inspirador de un músico finlandés que ya en los finales de sus treinta años decidió utilizar una aplicación en su tableta y se dio cuenta que así podía crear un álbum de metal sinfónico; contactó a una vocalista de Suiza, quien brindó voz a sus canciones, y lanzó un álbum completamente digno de su estirpe, con una calidad que no le pide nada a los monstruos del género que habita en su país natal. También hay un chileno que en un año lanzó dos álbumes de heavy metal con la ayuda de un mentor que desde Suecia (tierra sagrada del heavy desde hace una década) lo fue guiando para grabar y mezclar. Lanzar dos álbumes en un año es algo completamente inverosímil en una banda convencional, y hacerlo con una enorme calidad compositiva y de producción todavía sorprende más. Un último caso que puedo recordar es el de un músico de Sinaloa que, en medio de su tratamiento contra el cáncer, decidió componer música para poder distraerse y al final terminó haciendo un increíble álbum que a los pocos días logró llamar la atención de un sello italiano que decidió editar su álbum internacionalmente. Todos y cada uno de los casos que pude conocer guardan un tono particular que los vuelve interesantes por sí mismos; resaltar uno sobre otro es algo que me cuesta trabajo.

“Para un compositor, darle vida a una pieza musical es un camino para llegar a un estado de plenitud total”

—Sé que a la mayoría de estos músicos no le interesa la premiación a su obra sino le basta el reconocimiento, lo cual habla bastante bien de sus intenciones meramente artísticas, porque además los top ten, como antes se llamaba a la aceptación a su música de la audiencia, han sido modificados por aceptaciones instantáneas o búsquedas azarosas, como tú mismo lo has hecho al localizar a esta veintena de músicos con exclusivos fines creativos. Como músico tú también, ¿cuál es la finalidad última de un compositor en los días actuales?

—La finalidad última es el sentimiento de realización, la satisfacción de sentirse pleno y todo lo que eso conlleva, que es muchísimo, como estar en equilibrio, ser feliz, desvanecer el vacío existencial e incluso darle sentido a la vida a través de un medio que se aleja del falso ego y se manifiesta por medio de un impulso auténtico y real. Creo que esa es la finalidad última, no sólo del compositor sino de cualquiera que, por alguna circunstancia ajena a su voluntad, le tocó estar vivo. Sólo que no muchos pueden hallar un camino hacia ese estado y terminan perdiéndose de múltiples maneras. Para un compositor, darle vida a una pieza musical es un camino para llegar a ese estado de plenitud total y esa es la finalidad última. Aun cuando en estos días la moral imperante apunta hacia otros fines, siempre es necesario y benéfico conocer a personas como las que tuve oportunidad de conocer a través de este libro.

Exorcizar los demonios de la desidia

—Para grabar un álbum de manera, digamos, solitaria es necesario un amplio conocimiento musical, ¿o bastaría el dominio de un solo instrumento como lo hiciera Bruce Springsteen al grabar algunos álbumes en la soledad con su sola guitarra y su armónica?

—Técnicamente hablando, específicamente en el heavy y el power, sí es posible componer un álbum dominando únicamente un instrumento; uno que abra las puertas hacia el mundo de la armonía musical y sus bases teóricas, porque de esa manera es posible escribir las partituras para los demás instrumentos. Sin embargo, al momento de grabar es imprescindible contar con los recursos técnicos para ejecutar lo que se escribió en dichas partituras. Es muy común que muchos compositores escriban música sin ser conscientes de las posibilidades técnicas del instrumento, es decir componen con el teclado una pieza para el bajo o la guitarra sin pensar en cómo el intérprete lo ejecutaría y terminan sugiriendo digitaciones inverosímiles. No obstante, eso es apenas un problema menor. En caso de que el compositor no tenga las habilidades técnicas para ejecutar algún instrumento acude a alguien que sí las tenga, lo que se llama “músico de sesión”, y es así como da vida a cada instrumento. La enorme ventaja de un músico de sesión, en comparación con un miembro convencional de una banda, es que el músico de sesión va a interpretar lo que se le dé con el compromiso profesional de hacerlo así. Obvio: hay una relación comercial de por medio, pero eso exorciza por completo los demonios de la desidia y la abulia que habitan en una banda de más miembros y que sepultan a muchísimos proyectos musicales.

El avance de la tecnología crece cada vez más

—No estamos hablando de trabajos interesados en el peculio sino en la expresión artística, de modo que el músico de sesión no entra en esta charla si bien es cierto que ellos conjugan a cabalidad su arte con el deseo expreso de la ganancia, por eso me sorprendo de que hayas dado con una veintena de artistas en solitario que lleven a la práctica, ellos solos sin acompañantes, proyectos musicales que de otra forma les hubiera sido complicado realizar, como es tu propio caso, Cristóbal, que llevas varios años tocando con bandas metaleras.

—He visto que este fenómeno de músicos en solitario se está volviendo algo cada vez más común, pues el avance de la tecnología y el acceso a la información para manejar esa tecnología crecen cada vez más. No sé si lleguen a sustituir a las bandas convencionales; todavía es algo complicado de pensar en el mediano o largo plazo, sin embargo es indudable que hoy en día existe una vía o una alternativa para todos esos músicos que pasaron lustros buscando miembros para formar una banda y nunca pudieron encontrar a personas verdaderamente comprometidas. Lo interesante es que varios músicos que entrevisté en su momento hoy en día ya tienen una banda convencional; el impulso de formar una agrupación nunca desapareció. El camino del bricolaje fue apenas un recurso para hacer música. Creo que al final todos preferirían estar rodeados de músicos comprometidos, apuntando a una misma meta, incluso tejiendo algo parecido a la amistad en lugar de hacerlo todo por sí mismos. Varios de los que entrevisté se han dado cuenta que, estando solos, no tienen oportunidad de tocar su música en vivo y ese es quizás el más grande vacío que deben enfrentar. Es difícil pensar en un promotor dispuesto a meter en su cartel a un músico solitario acompañado únicamente de pistas instrumentales. A menos que sea en el marco de alguna clínica es difícil pensar que existen espacios para que estos músicos se presenten en vivo y esa es tal vez la más grande carencia que enfrentan y por lo que, tarde o temprano, si se presenta la oportunidad, terminan armando una banda. Lo que me genera mucha curiosidad, porque es algo que aún no he visto, es qué pasará después cuando la banda se separe, ¿volverán a trabajar solos o se estancarán como el resto de bandas?

Cuatro de los músicos mexicanos entrevistados por Cristóbal Torres para El requinto de la soledad. Arriba, de izquierda a derecha: Hiram López (de Sagreveht) y Edu Barrera (de Aftermath); abajo: Abdiel HL y Julian X (de Julian X’s Gunvolt). / Fotos: Facebook.

Un encanto ilusorio

—Si has hallado una cantidad numerosa de proyectos en solitario metaleros, imagino entonces que el número se triplica, o quintuplica, si indagamos sobre grabaciones de una sola persona en la mercancía del pop. ¿Por qué tu inclinación al metal?, ¿qué lo diferencia musicalmente de los otros géneros?

—Musicalmente no encuentro una diferencia notable, porque casi toda la música en Occidente parte de un sistema tonal y la melodía siempre es el eje cardinal; por ejemplo, hay un músico que entrevisté en el libro que también hace versiones heavy de baladas pop y es increíble lo bien que suenan, no parecen mundos distantes, ni mucho menos contradictorios, porque al final es el mismo lenguaje. La diferencia principal, y el motivo por el que me inclino al género, es meramente subjetivo, es decir me entretiene, me motiva, me inspira y me identifica. Además, brinda un encanto ilusorio de saberse emancipado de las imposiciones musicales de los medios de comunicación convencionales que dictan qué debe escuchar la gente y lo terminan haciendo por un condicionamiento más que por una motivación genuina. También, mi inclinación es únicamente por el heavy y el power, ni siquiera les pongo el apellido “metal”, porque, igual que “rock”, ese sustantivo ya ha sido manoseado inmisericordemente por los medios convencionales. Casi no escucho el resto de subgéneros, no me despiertan la misma curiosidad.

Renuentes al cambio

—¿Crees que las realizaciones de un Brian Eno o de un Klaus Schulze se han visto rebasadas por esta nueva tecnología que facilita la individualidad sonora para otros géneros distinto a las atmósferas experimentales?

—Tecnológicamente sí se han visto rebasados. ¿Qué quiero decir con esto? Que el sonido de los sintetizadores analógicos que Brian Eno usó en sus primeros trabajos, como el EMS VCS3 y el ARP 2600, hoy en día podrían ser sustituidos por equipos más compactos, asequibles y accesibles para los músicos. Los sintetizadores, cajas de ritmo, grabadoras de cinta y efectos de sonido que Eno utilizaba en sus primeras épocas son ahora más accesibles y pueden encontrarse en versiones digitales o emulaciones de software. En lo que no podrán ser rebasados es en su capacidad de ser referentes. Schulze fue uno de los artífices del krautrock y su estilo marcó a toda una generación de compositores, dejó una huella que todos pueden reconocer y por la que se dejan influenciar, situación distinta a la gran mayoría de músicos de esta generación, que caminan por un sendero ya marcado por otros; ninguno busca reinventar el género, ni abrir brecha con sonidos nuevos; aunque en su discurso pretendan ofrecer un “estilo único”, al final terminan sonando a lo mismo que muchísimas otras bandas. Sinceramente no se me ocurre un escenario en el que pueda surgir alguien con un perfil similar al de Eno o al de Schulze, a menos que estén dispuestos a recibir a priori el rechazo de los fanáticos del heavy y el power, que generalmente se muestran renuentes al cambio y ven lo tradicional como una virtud.

El incomprendido bajo

—Tu inmersión en la escritura roquera ha dado pasos agigantados con temas bibliográficos que jamás se habrían tocado de no ser por tus inquietudes de reportero indagador. ¿Qué más temas flotan en tu cabeza de investigador musical?

—Hay un tema que me genera mucha curiosidad, pero aún no sé cómo desarrollarlo sin herir susceptibilidades; es el tema del bajo en el power metal y de cómo este instrumento es despiadadamente ninguneado, desaprovechado, ignorado, desdeñado y segregado por casi el 95 por ciento de las bandas de power; y no se diga en otros géneros extremos como el death, el black y el thrash. La mayoría de los bajistas que he escuchado viven bajo dos circunstancias: la primera es que no saben tocar el instrumento y lo toman como un consuelo ante la imposibilidad de ser guitarristas, orillando su técnica a simplemente interpretar las notas tónicas de los acordes que interpreta la guitarra. La segunda circunstancia, todavía peor, es que sí saben tocar el instrumento pero el género mismo los orilla a explotar apenas el 10 o 15 por ciento de sus capacidades técnicas, desaprovechando al instrumento de una manera ominosa y casi insultante. También está el aspecto de producción; quisiera saber por qué los productores encargados de grabar y masterizar los instrumentos simplemente desaparecen al bajo de sus mezclas. Uno escucha una canción de metal sinfónico, de power, de thrash o de casi cualquier subgénero y puede dar por hecho que no hay ningún bajista porque simplemente no se escucha el bajo. En vivo ocurre exactamente lo mismo, pero a una escala todavía mayúscula, pues parece que tienes al músico haciendo un acto de mímica con su bajo colgando del cuello. ¿Por qué tener un bajista en una banda si el instrumento es completamente imperceptible?, ¿por qué tener a alguien ejecutando un instrumento que nadie escucha, ni siquiera el mismo bajista? He pensado en entrevistar a bajistas específicamente de power y hacerles estas preguntas; y al mismo tiempo entrevistar a bajistas de heavy (de los pocos subgéneros donde el instrumento sí es respetado) y preguntarles lo mismo. Sin embargo, debo pensar la manera de hacerlo en buenos términos, sin afán de confrontar; quiero obtener respuestas sinceras y concretas pues percibo con mucha claridad que el instrumento está siendo completamente desaprovechado por el género. Hay buenos exponentes en bandas reconocidas, pero al parecer nunca tuvieron el suficiente impacto como para influir en nuevas generaciones. Me llama mucho la atención que hoy en día una banda estandarte del power como los alemanes Powerwolf opte por salir al escenario sin bajista; o leyendas del rubro como los también alemanes Blind Guardian hayan optado por prescindir de dicho instrumento después de haber intentado incluir a un bajista y éste convertirse en un simple mueble durante sus presentaciones en vivo. Es un tema muy vasto que hasta ahora nadie ha prestado atención; la mayoría simplemente ha preferido inventar chistes, burlas y bromas acerca de cómo los bajistas nunca se escuchan; pero nadie ha pensado en las posibilidades musicales que ofrece el instrumento. En casi 40 años de historia que tiene el power metal, el bajo sigue siendo desperdiciado mientras que los guitarristas y bateristas han tenido un desarrollo técnico enorme.

“A menos que el bajista sea el líder y fundador de la agrupación, difícilmente podría tener un peso específico en la toma de decisiones musicales”

—Mas si volteas al espectro roquero, no metalero, donde te asiste la razón, hallamos a músicos esencialmente innovadores en el bajo, como Roger Waters, Sting o el mismo McCartney. Platicando alguna vez con Tony Levin me hablaba de la importancia del bajo en sus incursiones con bandas como la de Peter Gabriel, por ejemplo. ¿El problema no radicará, Cristóbal, en el propio oficio musical, es decir en que no son oficiantes sino sencillamente acompañantes de la música?

—Sinceramente no lo sé, es por eso que me gustaría hacer una nueva antología de entrevistas: para llegar a una conclusión que, por lo menos, permita entender el estancamiento actual. Probablemente sí son únicamente acompañantes, pues el 98 por ciento de los bajistas que he conocido en persona, y con los que he tenido oportunidad de convivir, no viven de la música, por lo que no hay manera de que lo vean como un oficio; no veo una razón que los motive a estudiar el instrumento e indaguen en sus posibilidades dentro del género. Por otro lado, también influye muchísimo la dinámica dentro de una banda, pues es extremadamente difícil cabildear una idea que se termine cristalizando en una canción. Hay que tener cierto nivel de convencimiento dentro del conjunto de personas (y egos) para que una propuesta convenza a todos y, a menos que el bajista sea el líder y fundador de la agrupación, difícilmente podría tener un peso específico en la toma de decisiones musicales. Quizá los bajistas sí tienen interés en ir más allá de lo que se ha escuchado siempre, pero el simple hecho de estar en un género donde el híper individualismo exacerbado de la guitarra siempre ha prevalecido termina por impedir que den ese paso que otros instrumentos sí han dado. Confieso que, la mayoría de las veces que he charlado con bajistas, las pláticas únicamente giran alrededor de las bandas que escuchamos y, a medida que esa lista de coincidencias crece, se genera un extraño vínculo fugaz; sin embargo, nunca me he puesto a platicar (o cuestionar) todas las limitantes que ya mencioné previamente.

“Los caimanes siguen al acecho”

—Además, como músico activo, ¿cuántos años llevas ya en la escena roquera?, ¿cómo aprecias el estado latente del rock hoy en día?, ¿la tecnología de verdad ha ampliado el panorama roquero, ha permitido la entrada pluralizada de músicos extendiendo esta apertura a canales expresivos como los festivales Corona o Vive Latino o las exclusiones siguen campeando en la armadura roquera?

—Debo aclarar que dejé de ser músico activo; ya tiene tres años que dejé de formar parte de una banda de material original; actualmente la idea de invertir tiempo en ensayos que no llevan a ninguna parte, para tocar en eventos donde sólo te permiten interpretar cuatro o cinco canciones a lo mucho, en lugares donde sólo te van a escuchar las otras bandas que están esperando su turno para inmediatamente irse de ahí, me parece una pérdida de tiempo y he optado por usar ese tiempo en otras cosas, como hacer el tercer libro y abrir una agencia de lyric videos. Llevo 16 años, exactamente la mitad de mi vida, inmiscuido en la escena, yendo a eventos y descubriendo nuevas bandas; en este mismo agosto se cumplirán 16 años del primer evento en vivo al que acudí en mi vida. ¿Cómo aprecio el estado de la escena hoy en día? Está viva, ¡muy viva!; cada semana hay más de un evento al que uno puede ir; también hay muchas más bandas de México girando en Europa y Estados Unidos, formando parte de festivales importantes en dichos lugares; siempre hay nueva música saliendo. Sin embargo, la tecnología para nada ha ampliado el panorama ni mucho menos pluralizado la entrada de más bandas a los grandes festivales nacionales. Sí ha mejorado la calidad de la música; la tecnología ha permitido que un músico solitario consiga grabar un álbum con la calidad de una banda consolidada; pero eso no significa que le abran las puertas a festivales. Las exclusiones siguen estando ahí. Esta misma semana se reveló lo que siempre se supo: que uno de los festivales más populares del país pide dos mil pesos a las agrupaciones emergentes para poder participar en su guerra de bandas que, a su vez, les brindaría la posibilidad de tocar en dicho festival; los caimanes siguen al acecho.

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