Mayo, 2023
Frank Sinatra solía decir: “Que vivas hasta llegar a cien años, y que la última voz que escuches sea la mía”. Nacido en diciembre de 1915, se marchó de este mundo hace ahora 25 años, dejando atrás un legado imborrable como artista y como persona: fue cantante y actor, empresario y filántropo, amante de la familia y mujeriego. Sin duda alguna, fue un hombre con luces y demasiadas sombras. Como apunta aquí el periodista y cronista musical Víctor Roura: “Partió de esta vida a los 82 años de edad, el 14 de mayo de 1998, con una cuota muy alta de popularidad a pesar de haber sido inmiscuido en cuestiones de asuntos de ilegalidad federal y sobornos convencionales que lo encumbraron con prontitud”.
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Partió de esta vida a los 82 años de edad, el 14 de mayo de 1998, con una cuota muy alta de popularidad a pesar de haber sido inmiscuido en cuestiones de asuntos de ilegalidad federal y sobornos convencionales que lo encumbraron con prontitud. Frank Sinatra, sin duda, fue el primer molde de la industria del entretenimiento en el mundo anglosajón, de muchos modos, antes de la difusión masiva del country, el hombre que representara a la música estadounidense. Falleció hace un cuarto de siglo, pero aún su música sigue siendo factor de identidad norteamericana por encima incluso de músicos de mayor nivel como, digamos, Willie Nelson, Bob Dylan o Bruce Springsteen.
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Después de todo, la vida de Frank Sinatra (Nueva Jersey, 12 de diciembre de 1915 / Los Ángeles, 14 de mayo de 1998) consistió, aprovechándose de sus magníficas dotes vocales, en una aburrida pero incesante búsqueda de fama y fortuna para obtener los controles del poder económico, que a su vez dominan los formatos costumbristas de la clase adinerada. Francis Albert Sinatra desde un principio anhelaba la cúspide monetaria y, para ascender a ella, sabía que tenía que escalar los medios periodísticos, a los cuales trató de “parásitos” luego de concretar sus ambiciones financieras. Cuando cantaba en la orquesta de Harry James, en sus pininos al finalizar la década de los treinta, más que preocuparse por las canciones se ocupaba por su imagen.
“Frank estaba empeñado en lograrse publicidad —escribió Earl Wilson en su libro Sinatra (Lasser Press Mexicana, 1976)—, y preguntó a Jerry Barrett, representante de Harry James, cómo obtenerla. Cuando George T. Simon, el crítico de música, fue a observar la orquesta de James, Jerry lo llevó aparte y le dijo:
“—Ese muchacho —le dijo Barrett— desea un artículo en los periódicos sobre él más que cualquier otra cosa en el mundo. Es bueno y nosotros deseamos que esté contento y que siga con la orquesta. Un buen reportaje es lo único que lo mantendrá feliz.
“Frank obtuvo el artículo y no sólo se lo agradeció a Simon, sino que la siguiente vez que lo vio le pidió que publicara su fotografía en una revista musical.
“—Ya no se usan fotografías en las portadas de las revistas —le dijo Simon, pero sonrió ante la determinación de Frank de alcanzar la fama.
“Un reportero de la revista Down Beat preguntó a James el nombre del nuevo cantante.
“—No hable tan alto —le contestó James—. Se llama Frank Sinatra, y se considera el vocalista más grande del mundo. Nadie lo ha escuchado, nunca ha tenido un disco de éxito, parece un trapeador mojado; pero dice que es el mejor. Si oye que usted se interesa en él, esta misma noche exigirá un aumento de sueldo”.
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Después del cierre de la orquesta de James (1916-1983), Sinatra se fue a cantar en el grupo de Tommy Dorsey (1905-1956) a lo largo de dos años y medio. En septiembre de 1942 dijo adiós a esta orquesta sin que su contrato se venciera, por lo que el representante Leonard Vannerson estipuló que de sus futuras ganancias el 33 1/3 por ciento fueran a parar a los bolsillos del director Dorsey, condición que Sinatra aceptó sin remilgos de ninguna especie.
“Fue uno de los mejores negocios que Tommy realizó y probablemente el peor de Frank —acota Wilson en su libro ya citado—, pero así quedó en libertad para trabajar solo. ¿Obtuvo Frank una ‘presión amigable’ posteriormente para romper ese contrato? Persiste la leyenda hasta la fecha de que Frank logró zafarse de ese contrato con Dorsey con la ayuda de sus amigos del bajo mundo. Los rumores, que datan de los años cuarenta, señalan que Dorsey se negaba a dar el convenio por terminado.
“—Entonces alguien le puso una pistola en la boca a Tommy pidiéndole que dejara en paz a Frank. Bajo esas circunstancias, Tommy naturalmente aceptó.
“Esa leyenda fue incluida en la película El padrino”.
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Tres meses después de su “libertad” como solista, Sinatra se presentaba por vez primera cantando bajo su nombre en un programa estelarizado por Benny Goodman (1909-1986) en la función de año nuevo. Cuando Goodman lo presentó, recuerda Wilson, “centenares de chiquillos ensordecían el teatro con sus gritos”. Eran vacaciones, además. Goodman se sorprendió con la gritería.
—¿Qué diablos es eso? —preguntó.
Algunos periodistas, simplemente, dijeron que se trataba del nacimiento de una “estrella”. El propio Earl Wilson recorrió con Sinatra su comienzo artístico y si bien no lo relata en su libro biográfico, el mismo periodista Wilson fue beneficiado económicamente por Sinatra por el solo hecho de ser prácticamente su cronista íntimo (viajes, hoteles, comidas a cuenta del cantante).
“Frank se vio en la necesidad de planear movimientos estratégicos para esquivar a las muchachas —cuenta Wilson—. En una ocasión viajé con él en un elevador de carga. Las muchachas todavía no descubrían ese truco. Se acercó un auto hasta la puerta del enorme elevador y todos nos metimos corriendo”.
Pero Wilson, con el tiempo, también fue despreciado por el propio Sinatra… de ahí que se decidiera a revelar en su libro algunas cuantas “verdades” del medio musical y la maquinaria para hacer ídolos.
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“El finado George Tucker, columnista de la Prensa Asociada —dice Wilson—, inquiriría cínicamente si alguien pagaba para organizar aquellas ruidosas demostraciones en favor de Sinatra y de otros. Aun cuando Sinatra lo negó y ofreció mil dólares de recompensa a quien probara esa acusación, el agente de prensa George Evans admitió que había reunido a un grupo de admiradoras de Sinatra en el sótano del Teatro Paramount [donde Benny Goodman lo presentara por vez primera como solista] y que las había preparado para gritar cuando Sinatra alcanzara ciertas notas.
“—No sólo debían gritar… sino caerse desmayadas —dijo Evans.
“Frank dijo que apenas estaba empezando, y que la próxima vez que se presentara en el Paramount iba a ocasionar tal tumulto que haría que todas ellas ‘se cayeran de nalgas’, su expresión favorita desde aquellas épocas. Bob Werman, dándole unas palmaditas en la espalda, le dijo que Benny Goodman no sabía aún qué era lo que había pasado, y le dio a entender que el Paramount le pagaría aún más dinero a Sinatra en la siguiente ocasión”.
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Habría que invertir para ganar luego más dinero: la música es también un acto empresarial. No en balde su agente Harry Kilby impuso que, para anunciar a Sinatra, se dijera inmediatamente “La Voz” (algo así como la marca registrada de ciertos cantantes afamados; Michael Jackson, por ejemplo, para los países de habla inglesa, era el “Rey del pop”, y si los periodistas no lo anotaban convenientemente en sus respectivas notas, sus empresas periodísticas podrían sufrir una demanda legal por incumplir el costoso copyright). En un principio, por supuesto, todos se burlaban de este mote o adjetivo celebratorio (“La Voz”), pero conforme el poder económico (proveniente sobre todo de los clubes nocturnos de Las Vegas y posteriormente de sus olvidables películas) subía de tono, Frank Sinatra se iba volviendo naturalmente en “La Voz”… de Norteamérica.
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Tampoco olvidan en Estados Unidos, y por eso lo admiraron más, sus acercamientos con políticos como los Kennedy, ni olvidan sus aportaciones millonarias a las causas políticas que, en su momento, le convenían más al baladista.
Sinatra es el cantor clásico de los cincuenta, el vocalista que glosa a la perfección el conservadurismo estadounidense, el cantante de correcta voz, modelo de la familia tradicional (¿no por algo los baladistas millonarios, digamos como Julio Iglesias o como Luis Miguel, siguen sus pasos y sus costumbres no sólo artísticas sino incluso “mafiosas” para apartarse del mundo común y oscuro representado por sus fans? ¿No una de las “condiciones” de Sinatra para cantar en México, en junio de 1991, fue que ningún admirador suyo lo mirara directamente a los ojos cuando recorriera el pasillo que lo conduciría al escenario, condición que fue respetada por los organizadores poniéndole un “cordón” humano de guaruras de alta estatura para evitar semejante ofensa?).
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Pero Sinatra era, asimismo, la imagen de la nueva manipulación que llevaba consigo la industria del entretenimiento, que justamente durante el “nacimiento” del cantante Sinatra comenzaba a surgir como tal en la sociedad norteamericana cuya influencia, después de la Segunda Guerra Mundial, empezaba a ser determinante en Occidente; Estados Unidos se erigía como el ejemplo de las naciones del mundo, cargando a sus espaldas el orgullo de la noble pacificación planetaria. Sinatra fue el primer molde de los medios masivos del entretenimiento, y la ratificación gloriosa de que toda imposición proveniente de la industria del disco era, a la postre, tomada al pie de la letra por los desprevenidos y antijuiciosos consumidores fugaces, ceñidos cada vez más a las reglas ortodoxas y limitantes de los canales del entretenimiento.
Y precisamente a esta música del conservadurismo estadounidense estuvo abocado Bob Dylan, en la primera década del siglo XXI, a recuperarla en sus grabaciones. Nadie lo entiende, pero, por lo menos hasta el año 2018, ¡ya llevaba cinco álbumes recopilados en una muestra auténticamente nacionalista! Y, bueno, Paul McCartney en 2012 dio a conocer su decimocuarto álbum: Kisses in the Bottom, que en un principio se dijo que contendría jazz de la época de Louis Armstrong… ¡pero resulta una grabación ensoñadoramente sinatrana para revitalizar los convencionalismos estadounidenses que no van bien con el británico ex beatle!
Pero tal vez sólo así puedan, en efecto, ser escuchados por gente, digamos, como Donald Trump.