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“Los científicos del futuro identificarán nuestra era como el Plasticeno”

Cristina Romera, oceanógrafa y autora de «AntropOcéano», explica por qué proteger el océano es fundamental para proteger también la salud humana.

Abril, 2023

Cristina Romera Castillo es oceanógrafa española y trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar-CSIC de Barcelona. Licenciada en Química y doctora en Ciencias del Mar, sus investigaciones se han centrado en el ciclo del carbono oceánico. Actualmente estudia el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos y en el clima, y las bacterias capaces de degradarlos. En su más reciente libro, Antropocéano, nos muestra el mar de nuestra era: un mar en el que la especie humana ha dejado su huella. Porque nuestra forma de vivir repercute en el océano, y lo que le afecta a él nos afecta también a todos. En esta entrevista con Elisenda Pallarés, la científica española explica por qué proteger el océano es fundamental para proteger también la salud humana.

Cristina Romera Castillo (España, 1982) es química y oceanógrafa, se dedica a estudiar el principal componente de la hidrosfera de la Tierra, y constata los daños que la acción humana provoca en él. Durante sus expediciones, puede pasar semanas en alta mar estudiando la composición del agua. Asegura que el plástico ha llegado a cada rincón del océano. Lamenta que la actual generación será la última en poder maravillarse con los arrecifes de coral que agonizan por el calentamiento del agua marina.

Romera también es autora del libro AntropOcéano (Espasa), en el que resalta que hay soluciones a muchos de los problemas que azotan al océano. Actualmente, trabaja en el instituto de Ciencias del Mar-CSIC de Barcelona y ha recibido varios premios internacionales por sus investigaciones sobre el ciclo de carbono oceánico y el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos. Atiende esta entrevista en medio de gestiones burocráticas para poder seguir con su labor científica. Su mensaje es cristalino: proteger el océano es fundamental para proteger la vida.

Cristina Romera Castillo, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar-CSIC / Foto: Marc Gasser.

—Escribe en un artículo, que ha publicado recientemente, que el mar nos devuelve todo aquello que le damos. ¿Qué se le está dando?

—Le estamos dando más cosas malas que buenas, y yo a esto le llamo karma oceánico: todo lo que le damos nos vuelve a nosotros. Si le damos protección y conservación nos devuelve alimento y protección a nuestras costas. Y es capaz de secuestrar más carbono, de retirarlo de las emisiones de gases de efecto invernadero que hemos lanzado a la atmósfera. Por el contrario, si le damos basura, nos va a devolver basura como plásticos en el pescado. Lo mismo con otros tipos de contaminación química que estamos vertiendo al océano y que luego nos estamos comiendo en los alimentos.

—En relación al secuestro de carbono, la meteoróloga Isabel Moreno explica que el océano actúa como un «salvavidas frente al cambio climático». ¿Qué papel juega el océano en esta crisis?

—Esto tiene una repercusión en nuestras vidas de la que no somos conscientes. El océano absorbe un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero, de ese exceso que lanzamos por la actividad antropogénica. Además, absorbe un 90 % del calor que provocan esos gases, así que sin el océano las temperaturas serían mucho más altas. Pero esto no le sale gratis. Algunas consecuencias son la acidificación del agua —lo que afecta a organismos con estructura o esqueleto calcáreo—; la modificación de las corrientes marinas, que afectan al clima; afecta también a la fauna: algunos animales que no pueden moverse mueren y otros emigran a otra zona con temperaturas más frescas, lo que hace que repercuta en la pesca. Hay muchos efectos secundarios.

—Estudia el impacto de los microplásticos en los sistemas marinos y para ello hace expediciones. ¿Cómo es su trabajo de campo?

—Cuando vamos en expediciones en un barco, éstas pueden ser de unos pocos días hasta meses. Dormimos en el barco, hacemos campaña en alta mar, donde vamos a recoger muestras. En mi caso, analizo la química del agua. Otros compañeros analizan la microbiología del agua o las poblaciones de peces. Luego se pone en común todo este trabajo para tener como un cuadro global de todo lo que está pasando en el océano. Me parece muy bonito porque no sólo te dedicas a tu esfera, sino que interaccionas con otra gente y entiendes mejor tus datos.

“Lo que hago es tirar un instrumento que se llama roseta y tiene acoplados unos sensores que miden temperatura, salinidad, oxígeno, clorofila… Con la temperatura y la salinidad, por ejemplo, podemos saber la masa de agua que tenemos. El aparato se tira hasta el fondo, hasta 5.000 metros, y en un ordenador vamos viendo los datos y con eso podemos saber de dónde viene el agua que estamos viendo. El agua que viene del Mediterráneo es más salada que la que viene del Atlántico, entonces la podemos identificar. Como el agua no se mezcla, o se mezcla muy lentamente, está como en bloques y podemos identificar la procedencia de cada agua. También hay unas botellas que nos permiten coger agua de donde nos interesa, y en cubierta analizamos el agua de cada masa”.

—Analizando el agua un día se encontró con una señal de carbono más alta de lo habitual. ¿A qué se debía esto?

—Analizando datos de muchas campañas oceanográficas vi que había una acumulación de carbono en una zona del Atlántico norte y no encontraba la explicación. Estando en Miami trabajando en una universidad, vino un físico que estudiaba el plástico a la deriva a dar una charla y explicó las zonas donde se acumulaba. Justo una de ellas era donde yo veía esta señal. Entonces se me ocurrió que el plástico podría estar liberando compuestos de carbono y así empecé a estudiarlo.

—¿Se puede afirmar que los microplásticos ya han llegado a todos los rincones del océano?

—Sí. Los microplásticos son todos los que tienen menos de 5 mm y se han observado en toda la columna de agua, en el fondo marino, en superficie, dentro de animales… Están llegando a todos los sitios.

—A parte de en los ecosistemas, ¿repercuten los microplásticos en la salud humana?

—Sí. Todavía no se sabe muy bien los efectos que tienen en nuestra salud. Muchos de los animales que comemos, el plástico que se ha observado lo tienen en el estómago y normalmente se retiran las vísceras y no las comemos. Pero como hay plástico tan pequeño, no sabemos si pueden traslocarse a tejidos. Se ha visto en algunos casos que el plástico puede llegar a otros órganos o tejidos.

“Y lo que me parece más preocupante son los compuestos químicos que lleva el plástico. Porque el plástico no es el polímero puro, sino que se le añaden un montón de aditivos para que dure más. Estos aditivos se liberan fácilmente en el agua de mar. También si calentamos un taper de plástico en un microondas, por ejemplo. Muchos de estos compuestos químicos son disruptores endocrinos, otros son carcinogénicos, y se ha visto que tienen un efecto en la salud de los organismos marinos. El médico Nicolás Olea estudia el efecto de los aditivos en la salud humana y explica que se ha relacionado también con la salud de la mujer, con casos de endiometrósis. Se han hecho análisis de orina y todas las personas tenían estos aditivos. Son pequeñas cantidades pero en una exposición constante, por lo que pueden ser un problema”.

—¿Se puede limpiar el océano?

—No. ¡Hay tanto plástico y tan pequeño! Hay alguna iniciativa para quitar plásticos grandes de la superficie, pero en la superficie sólo se ha encontrado un 1 % del plástico que llega al mar. El otro 99 % se intuye que está en la columna de agua o en el fondo marino. Es muy difícil limpiarlo, la tecnología que se ha propuesto alguna vez también quitaría los microorganismos que son fundamentales para el ecosistema marino. Creo que con el tiempo ese plástico irá sedimentando al fondo…

—¿Se degradará finalmente?

—Pensamos que se quedará enterrado en el fondo en cientos de años y los científicos del futuro que estudien el sedimento encontrarán una capa de plástico e identificarán nuestra era como el Plasticeno. El principal factor de degradación del plástico es la luz solar; en el fondo marino no tiene luz solar, el agua es fría y no hay tanto oxígeno como en la superficie. Entonces, en el fondo marino ni se sabe cuánto puede durar.

—Las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes. ¿Es el Mediterraneo un mar especialmente vulnerable al calentamiento global?

—Sí. El Mediterráneo tiene todos los problemas que tiene el océano, pero elevados a la enésima potencia. Si hay sobrepesca en general, en el Mediterráneo más. En el océano global la sobreexplotación de especies de peces es del 35 %, en el Mediterráneo es del 75 %. La acumulación de plásticos en el Mediterráneo es equivalente en muchas zonas a la de los giros subtropicales, que es donde más se acumula el plástico. Es un mar con mucha presión antropogénica porque hay mucha gente viviendo en sus costas y hay mucha contaminación química. Al estar poco conectado con el océano global —tan sólo lo está por el estrecho de Gibraltar—, hay menos intercambio de aguas y se concentra más la basura. Se está calentando mucho, el año pasado en junio teníamos temperaturas de septiembre, las más altas del año.

—Quizá cuando se habla de crisis climática y de biodiversidad se piensa más en los bosques. ¿Cuesta darle visibilidad al océano?

—Los ecosistemas terrestres se ven y los marinos están sufriendo al menos tanto como éstos. Pero no somos conscientes de los problemas que está sufriendo el océano. Cuando hay blanqueamiento de coral debido a las olas de calor marino, no lo ves en los medios de comunicación, no lo sabes a menos que trabajes en esto. En cambio, cuando hay un incendio en un bosque todo el mundo lo ve. Creo que hay que dar más visibilidad a los problemas que tiene el océano porque si no se sabe no se protege. Se piensa mucho en los árboles, pero hay ecosistemas del océano que tienen vegetación y almacenan por hectárea hasta diez veces más carbono que los ecosistemas terrestres. Son los manglares, las praderas marinas o las marismas. No se conoce que al eliminarlos se quita también esa función que hace el océano de captar carbono.

—La ONU ha llegado a un acuerdo para aprobar el Tratado Global de los Océanos con el objetivo de proteger el 30 % de las aguas internacionales. ¿Cómo valora este hito?

—Es una decisión muy positiva y sin precedentes. Si se protege el océano abierto esto permite que se pueda cumplir el objetivo de la ONU de proteger el 30 % dentro del océano. Esperemos que se haga de verdad.

—Su libro de titula AntropÓceano y deja muy claro que la acción del ser humano daña a los mares, pero también destaca acciones positivas que se están llevando a cabo. ¿Cuáles destacaría?

—Las áreas marinas protegidas son muy importantes porque protegen la biodiversidad. En temas de acuicultura se están proponiendo métodos más sostenibles. En el sudeste asiático se han eliminado muchas zonas de manglar, que ya hemos hablado antes que capturan mucho carbono, y ahora se están restaurando porque han visto que económicamente resultaba mejor tener los manglares que la actividad que los sustituía. Las praderas marinas también se pueden restaurar, aunque sea más difícil. Igual que están los créditos de carbono verde y las empresas pagan porque se planten árboles, se están instaurando actualmente los créditos de carbono azul para que se restauren los ecosistemas marinos.

—¿Lo más importante sería frenar las emisiones de carbono?

—Sí, eso es principal. Hay que seguir restaurando los ecosistemas pero es fundamental reducir las emisiones. No sirve de nada plantar árboles o conservar ecosistemas si lanzamos tantas emisiones que los ecosistemas no dan abasto. Y con la reducción de emisiones ya vamos tarde.

—Así lo indica el nuevo informe del IPCC. Es hora de la acción política, ¿no?

—Los políticos son quienes tienen más capacidad para resolver todos estos problemas. También las empresas multinacionales. A veces hay mucho desconocimiento, es importante que la gente esté concienciada. Y a nivel individual, lo que podemos hacer es elegir bien a quién votamos y dónde compramos nuestros productos. También es fundamental reducir el consumo porque tenemos un consumo exagerado que genera una huella de carbono muy alta. Hay que intentar que nos duren las cosas el máximo de tiempo posible en lugar de estar todo el tiempo comprando y tirando.

[Texto publicado originalmente en “Climática”, suplemento de la revista La Marea; es reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons.]

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