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Tratado de alta mar: un acuerdo histórico para empezar a proteger los océanos

Marzo,2023

Tras casi dos décadas de negociaciones, el Tratado de alta mar es el nuevo marco legal de Naciones Unidas para preservar la biodiversidad marina en aguas internacionales. El objetivo es declarar como áreas protegidas el 30 % de los océanos del mundo, destinando más dinero a la conservación y cubriendo el acceso y el uso de los recursos genéticos. Sin embargo, falta especificar los mecanismos para la distribución justa de los recursos que hasta ahora explotaban algunas compañías y países.

“Damas y caballeros, el barco llegó a la costa”.

Con estas palabras y visiblemente emocionada, Rena Lee, encargada de presidir las negociaciones entre los representantes de los estados miembros, anunciaba que la ONU había alcanzado el consenso para aprobar el Tratado Global de los Océanos. No es un asunto menor: este acuerdo permitirá crear zonas de protección marina en aguas internacionales y es clave para poder cumplir el objetivo de restaurar y conservar el 30 % de las zonas terrestres, aguas continentales y costeras y marinas, fijado en la cumbre sobre biodiversidad celebrada hace un año en Montreal (la COP15). El pacto se ha logrado el pasado fin de semana en Nueva York, tras dos maratonianas noches, y después de casi dos décadas de discusiones.

El también conocido como Tratado BBNJ (Biodiversity Beyond National Jurisdiction) protege y regula el uso de las áreas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales, que representan más del 60 % de los océanos, lo que equivale a casi la mitad del planeta. Los recursos genéticos marinos y cómo repartir esos beneficios han sido los principales puntos de discrepancia. El Secretario General de la ONU, Antonio Gutérres, ha destacado que gracias a este acuerdo se podrán contrarrestar los daños causados a los océanos ahora y para las generaciones del futuro. “Es crucial para abordar la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación”.

Organizaciones de defensa ambiental y marina de todo el mundo, agrupadas en la Alianza de Alta Mar, han calificado de «histórico» este tratado de la ONU para proteger los océanos. Por ejemplo, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) ha destacado que es un enorme paso para proteger legalmente con “santuarios oceánicos” la vida marina y adaptar “la gobernanza” de la altamar al siglo XXI. Pilar Marcos, responsable de Océanos en la delegación de Greenpeace en Naciones Unidas, ha declarado por su parte: “Proteger la naturaleza y a las personas puede triunfar sobre la geopolítica. Lo hemos visto ahora”.

Un punto de partida para la proteger los océanos

En declaraciones para Science Media Centre, Carlos García-Soto, presidente del Centro Europeo para la Información en Ciencia y Tecnología Marina (EurOcean), ha sido claro: “El tratado nos posibilitará realizar evaluaciones de impacto ambiental en las regiones más allá de la jurisdicción internacional, que representan dos terceras partes de todo el océano. El transporte marítimo representa, por ejemplo, el 90 % por volumen del comercio mundial. Nos permitirá también organizar la explotación de los recursos genéticos marinos de tal manera que los beneficios lleguen a todos los países, que son colectivamente sus propietarios morales”.

Pez mariposa limón y otras especies exóticas marinas.

Aún no se ha publicado el texto final del tratado; sin embargo, “todos los borradores anteriores apuntan a un tratado donde el consenso se impuso a la perfección”, ha añadido a su vez Guillermo Ortuño Crespo. El codirector del Grupo de Especialistas en Alta Mar de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ha sido sincero: “A pesar de que está lejos del tratado que muchos miembros de la comunidad científica y la sociedad civil hubiesen deseado y del que se merece la biodiversidad del planeta, el nuevo texto da un paso en la dirección correcta de cara a la conservación y uso sostenible de la naturaleza en nada más ni menos que el 46 % de la superficie terrestre”.

Cuando el tratado esté redactado, las partes se volverán a reunir para su ratificación, que deberán adoptar formalmente casi 200 países. La implementación, por otro lado, es otra cosa, como bien señala Ortuño Crespo: “Tendrá en frente, entre otras, a las flotas industriales de muchos países, las cuales han disfrutado de varias décadas sin límite al impacto ambiental en aguas internacionales”. De hecho, el codirector de la WCPA ha destacado que justamente la sección del tratado que más demora causó tuvo que ver con la redistribución de beneficios del patrimonio genético internacional, del cual, históricamente, sólo unos cuantos países o compañías se habían visto beneficiados. Eso ha cambiado: “Al pertenecernos ahora a todos, cualquier derivado de este material genético de las especies en alta mar nos pertenece a todos y en esos términos se han desarrollado las negociaciones más feroces de este proceso”.

Eso sí: aún falta especificar los mecanismos para conseguir la distribución de los beneficios económicos derivados de los recursos genéticos del océano, ha puntualizado Carlos M. Duarte, director ejecutivo de la Plataforma Mundial de Aceleración de la I+D en Arrecifes Coralinos y titular de la cátedra de investigación Tarek Ahmed Juffali en ecología del Mar Rojo en la Universidad Rey Abdullah de Ciencia y Tecnología (KAUST).

“Hace una década publicamos una investigación que mostraba que 10 naciones se apropiaban del 97 % de los recursos genéticos del océano, de donde una empresa, BASF, era propietaria del 70 % de las patentes. En nuestro trabajo ya apuntábamos a un mecanismo para compartir recursos, que tiene que ver más con compartir y construir capacidad que con compensaciones monetarias. Esto tendrá que esperar, quizás una década más. En resumen, hemos logrado un paso adelante aunque no con el impulso necesario”, ha explicado Duarte.

En este sentido, “será clave la conformación de un grupo de personas con la capacidad de llevar a cabo este mecanismo de la forma más eficaz y comprometida, sin dar cabida a conflictos de interés”, ha añadido al respecto Carmen Morales, investigadora del área de Ecología del Instituto Universitario de Investigación Marina de la Universidad de Cádiz.

La acción humana amenaza los ecosistemas marinos

“Este acuerdo es un gran paso hacia otros que debieran pisar con más fuerza. La degradación del hábitat, la explotación insostenible de los recursos, la contaminación, las especies invasoras y la emergencia climática amenazan la diversidad de la vida en el océano y con ella, los servicios que nos presta”, sostiene Morales. La investigadora destaca que los desafíos globales actuales “amenazan la salud de los ecosistemas marinos, la biodiversidad y, por tanto, nuestro propio bienestar”.

Un océano saludable es crucial para la supervivencia del planeta. / Foto: NOAA-ONU

Recordemos: los océanos producen más de la mitad del oxígeno que respiramos, alimentan a gran parte de la humanidad y albergan la mayor parte de la biodiversidad del planeta. Además, ejercen como salvavidas frente al cambio climático, ya que están absorbiendo una gran cantidad de energía, alrededor del 23 % de las emisiones anuales de CO2 antropogénico a la atmósfera y, por tanto, suavizan el impacto del calentamiento global. (Se estima que desde 1970, los océanos han absorbido más del 90 % del exceso de calor en el sistema climático. En consecuencia, han aumentado el número e intensidad de las olas de calor marinas, letales para las especies que habitan en los océanos).

La protección de los océanos debe abordarse desde varios ángulos. Carmen Morales lo explica de esta forma: “El océano no tiene puertas, no tiene fronteras. Si se crean áreas marinas protegidas, pero no se reducen las presiones antropogénicas en áreas adyacentes, el impacto llegará. Y llegará, y el ser humano olvidará, porque el ser humano transforma el mundo y, con el tiempo, perdemos un conocimiento importante sobre el estado del mundo natural”.

“El tratado incluye provisiones para que cualquier uso de los recursos del subsuelo marino sea sometido a un estudio de impacto ambiental previo, lo que no es una moratoria sobre la actividad de minería del fondo marino como algunos, yo incluido , deseábamos —apunta, por su parte, Carlos M. Duarte—; empero, al menos no deja este ecosistema completamente desprotegido como hasta ahora estaba”.

El acuerdo, concluye Morales, “reconoce el deseo de proteger el medio marino y garantizar su uso responsable manteniendo la integridad de los ecosistemas. Sería conveniente que, más que un deseo, fuera un compromiso”.

Carlos García-Soto va un poco más allá: “Han sido 17 largos años y el tratado es mejorable, pero, citando a Noam Chomsky, cuando las opciones son abandonar la esperanza, asegurando que sucederá lo peor, o aprovechar las oportunidades que existen y contribuir a un mundo mejor, la elección no es muy difícil. Hemos visto la mejor cara de las Naciones Unidas”. (Con información de Science Media Centre).

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