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En la tierra fecunda de T. S. Eliot

En este 2022 se cumplen 100 años de la publicación de «La tierra baldía», del escritor británico-estadounidense, uno de los poemas más importantes del siglo XX.

Octubre, 2022

En 1922, con 34 años, Thomas Stearns Eliot publicó La tierra baldía y alumbró una nueva galaxia en la lírica occidental. Que en este octubre se cumplan cien años de la publicación de La tierra baldía es, sin lugar a dudas, un motivo de celebración, además de una inmejorable excusa para posar nuestra mirada contemporánea sobre este poema —uno de los más importantes del siglo XX. Como lo dejó escrito el vate Ezra Pound en una misiva: “El poema de Eliot es como para que todos dejemos de ejercer el oficio”. Y sí: con él, Eliot tendía puentes a la modernidad. Leído hoy, conserva esa fuerza, ese magnetismo propio de la gran poesía. David Amezcua Gómez y Tedi López Mills, respectivamente, escriben sobre este gran poema…


Cómo y por qué adentrarse en La tierra baldía de T. S. Eliot

David Amezcua Gómez


Que en octubre se cumplan cien años de la publicación de La tierra baldía es, sin lugar a dudas, un motivo de celebración, además de una inmejorable excusa para posar nuestra mirada contemporánea sobre un poema hilvanado en torno a múltiples referencias eruditas a la tradición literaria occidental, pero también a textos sagrados y mitos procedentes de otras culturas.

A través de su poema más emblemático, T. S. Eliot (1888-1965) se erigió en una suerte de ventrílocuo capaz de prestar su voz a algunos de los autores que conforman dicha tradición.

El artífice del poema construía, así, un collage cubista compuesto por múltiples fragmentos y alusiones a la obra de artistas como Baudelaire, Shakespeare, Dante, Verlaine, Wagner, Ovidio o Chaucer, por citar algunos ejemplos. En todo momento, la motivación de Eliot fue la de forjar un nuevo lenguaje que permitiera contar su siglo empleando “los inexplorados recursos de lo poético”, tal y como el poeta francés Charles Baudelaire le había enseñado.

El panorama yermo y desolador de la existencia que dibujaba este poema desde su contundente comienzo —“Abril es el mes más cruel”— fue interpretado por gran parte de la crítica de su época como la representación más fiel de “la desilusión de una generación”. Sin embargo, La tierra baldía hunde sus raíces en un anhelo de regeneración tanto existencial como poética. Desde un punto de vista literario, la regeneración de ese páramo podía brotar, también, del poder de la palabra poética.

De este modo, Baudelaire le mostró a Eliot que era posible renovar la poesía del siglo XX con “lo que hasta ese momento se había entendido como (…) lo estéril, lo poéticamente inabordable”. En este sentido, el carácter alusivo y fragmentario de este poema impulsaba, por un lado, una relectura de la tradición literaria occidental y, por otro, daba forma literaria a lo que hasta entonces había sido “poéticamente inabordable”.

Cómo adentrarse en el bosque alusivo de La tierra baldía

La vasta erudición que emana de un texto tan alusivo como La tierra baldía podría verse como un lastre a la hora de acercarse a uno de los poemas más revolucionarios e innovadores del siglo XX.

Sin embargo, Eliot concebía la poesía en unos términos que al lector que se adentra por primera vez en este poema podrían sonarle contradictorios. Así, en su célebre ensayo sobre Dante, T. S. Eliot afirmaba que “la poesía genuina es capaz de comunicar aun antes de ser entendida”. En ese mismo ensayo, Eliot añadía que era “mejor ser acicateado a adquirir ciertos conocimientos porque uno disfruta de la poesía, que suponer que uno la disfruta porque ha adquirido esos conocimientos”.

Los 422 versos que componen La tierra baldía, publicados por primera vez en la revista The Criterion en octubre de 1922, iban acompañados de un repertorio de notas cuya función era precisamente aclarar las múltiples referencias y alusiones literarias que sustentaban la compleja arquitectura del poema.

Sin embargo, siguiendo el razonamiento de Eliot, el lector ideal de La tierra baldía sería alguien que primeramente se dejara mecer por el poder evocador de sus versos y la potencia de sus imágenes poéticas, sin necesidad de detenerse a comprobar cada una de las notas que acompañaban al texto. Esta concepción de la poesía guarda relación con el concepto eliotiano de “imaginación auditiva”, que antepone la musicalidad de la poesía y su experiencia sensorial al plano racional que hace inteligible el texto.

Hoy en día contamos con múltiples recursos en internet que nos permiten cultivar esa imaginación auditiva que Eliot privilegiaba. Desde la aplicación de móvil “The Waste Land”, creada en 2011, en la que podemos escuchar lecturas de este poema realizadas por actores como Viggo Mortensen y Jeremy Irons, o poetas como Ted Hughes, a lecturas personalísimas de este poema en YouTube como la que realiza Bob Dylan. Por otro lado, la Woodberry Poetry Room de la Universidad de Harvard atesora varias grabaciones en vinilo realizadas por el propio Eliot que pueden escucharse en streaming.

Viaje a la semilla: los cimientos estéticos de La tierra baldía

Muchas de las claves que nos ayudan a entender la poesía de Eliot se encuentran diseminadas en su obra ensayística. La producción crítico literaria del autor norteamericano —naturalizado británico en 1927— alumbró conceptos y formulaciones teóricas esenciales para entender su oficio.

Buena parte de sus postulados estéticos se sustentan en su sólida formación filosófica en Harvard. De este modo, la influencia que sus maestros ejercieron sobre él le llevó a alejarse del subjetivismo exacerbado de los poetas románticos. En este sentido, para Eliot la poesía no consistía “en dar rienda suelta a las emociones sino en huir de la emoción”.

El yo lírico de Eliot se aleja, por tanto, de los excesos retóricos del artista romántico, y actúa como un médium que conversa con los autores que le han precedido. En este sentido, las referencias literarias que tejen La tierra baldía plasman el planteamiento eliotiano de que la poesía es un organismo vivo donde el pasado y el presente coexisten y se redefinen permanentemente.

La conversación con los autores de otras épocas se inserta, no obstante, en un marco mitológico que enriquece la lectura del poema y lo dota de un sentido transcendental. Eliot toma como referencia dos estudios antropológicos que dan sentido a este poema: La rama dorada (1890), de Sir James Frazer, y From Ritual to Romance (1920), de Jessie Weston. El primero estudia los mitos que relatan la muerte prematura de un dios y su posterior resurrección. El segundo analiza las leyendas del grial de los romances medievales del ciclo artúrico.

Desde esta perspectiva mitológica podemos apreciar que en La tierra baldía late, de manera soterrada, un impulso persistente de regeneración. Las raíces sombrías que brotan de la tierra muerta resurgen finalmente en el páramo existencial de un siglo devastador, al igual que los dioses resucitados de los mitos estudiados por Frazer.

La tierra baldía incita hoy al lector moderno a emprender su personal búsqueda del grial y activa una renovada mirada crítica sobre nuestro presente, sobre los páramos reales y metafóricos que necesitan ser revitalizados.

[David Amezcua Gómez, profesor de Literaturas Europeas Comparadas, Universidad CEU San Pablo. // Fuente: The Conversation. Texto reproducido bajo la licencia Creative Commons.]

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Un recuento

Tedi López Mills


1

En la historia de La tierra baldía hay numerosas fechas que conducen al gran comienzo.

El 22 de septiembre de 1914, T.S. Eliot, de 26 años, y Ezra Pound, de 29, se conocieron en Londres. Pound ya había publicado varios libros de poesía. El encuentro ocurrió en casa de Pound, quien al final de la reunión le pidió a Eliot que le enviara poemas. Eliot le mandó, entre otros, “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” y “Retrato de una dama”. Pound le escribió rápidamente: “Es de lo mejor que he visto. Date una vuelta para que hablemos de ellos”.

El 26 de junio de 1915, el virginal Eliot se casó en Londres con Vivien Haigh-Wood. Según Peter Ackroyd, biógrafo de Eliot, Haigh-Wood era “insegura […] al grado de ser quisquillosa”; tenía voz estridente como la de un loro, apuntó algún conocido. Era enfermiza: neuralgias y dolores de cabeza constantes; bonita, audaz, vivaz. Presumía de cierto talento literario. Bertrand Russell comentó poco tiempo después de la boda que Haigh-Wood le había parecido frívola y vulgar. Al principio del matrimonio Eliot y ella practicaron una tensa y deliberada felicidad; luego se dedicaron a desquiciarse juntos. En algún momento, Haigh-Wood le dijo a Russell que se había casado con Eliot para estimularlo, pero que había fracasado. “Creo”, añadió Russell, “que pronto se cansará de él”.

El 12 de agosto de 1915, Pound le escribió una carta a John Quinn, abogado, mecenas y coleccionista de arte estadounidense: “Un joven llamado Eliot estará en Estados Unidos unos días. Más o menos lo he descubierto. Espero que puedas mandarle una postal y decirle dónde verte”. La excursión de Eliot a su país fue para explicarles de viva voz a sus padres los motivos de su estancia ya permanente en Europa. No le dio tiempo de conocer a Quinn. Pero el contacto epistolar quedó establecido. Quinn —cuya presencia en el modernismo angloamericano fue esencial— se encargó de los próximos desenlaces literarios y monetarios de Eliot, tanto así que, cuando en 1922 se publicó en Estados Unidos La tierra baldía, Eliot le ofreció regalarle el manuscrito entero del poema a Quinn, quien respondió que sólo lo aceptaría si a cambio Eliot le vendía los originales de “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” y otros de los primeros poemas. Los mandó valuar y le pagó 140 dólares a Eliot. Quinn murió el 28 de julio de 1924. Los manuscritos de Eliot se encontraron hasta principios de 1950. El 4 de abril de 1958, la sobrina de Quinn se los vendió a la Biblioteca Pública de Nueva York por 18,000 dólares.

En marzo de 1917, Eliot entró a trabajar al banco Lloyds, en la sección Colonial e Internacional. Alegó años después que lo habían contratado por su fama apócrifa de políglota: hablaba francés y algo de italiano (el de Dante, según Ackroyd). Su trabajo consistía en “ordenar e interpretar los balances generales de los bancos extranjeros”. La “ciencia del dinero” le resultó fascinante; también los horarios fijos, las prestaciones que poco a poco fueron aumentando. Pero era imposible que Eliot no se quejara: su temperamento susceptible, su cansancio “metafísico”, por llamarlo de algún modo, su matrimonio histérico, lo obligaban a hacerlo. Además, la queja le servía para solapar su relativa esterilidad literaria. Por más que Pound lo deseara, Eliot no era un escritor incansable. Las distracciones, algunas dolorosas, también funcionaban como refugios y tenían un sustento real: nunca bastaba el dinero, él estaba agotado, Haigh-Wood padecía insomnio. Pound se preocupaba. Le escribía a Quinn y a otros amigos. Organizaba efímeros fideicomisos para salvar a Eliot del lúgubre trabajo cotidiano en un banco, con la prevención de que no se le mencionara nada a Eliot, quien no soportaría la humillación de la caridad. En uno de tantos episodios de rescate, Pound fundó una asociación, Bel esprit, cuyo propósito era recaudar fondos para que Eliot renunciara a su trabajo en el banco. Se propagó el rumor de que a Eliot se le habían entregado 800 dólares y que se los había embolsado sin abandonar el banco. Hubo un pequeño linchamiento en la prensa.

A finales de 1919 Eliot escribió dos cartas. La primera fue a Quinn, el 5 de noviembre: “Espero comenzar un poema que traigo en la cabeza”; la segunda, a su madre, el 18 de diciembre: su propósito de año nuevo era “escribir un largo poema que hace tiempo traigo en la cabeza”.

En septiembre de 1921, Haigh-Wood, inquieta por la salud de su marido, hizo una cita con un especialista en “nervios”. Eliot describió su situación en una carta enviada a Richard Aldington a principios de octubre:

He visto al especialista (el mejor de Londres) […] y me dijo que debo irme de inmediato, estar a solas durante tres meses, lejos de todos […] Así que el banco me ha concedido una licencia [con goce de sueldo]. Me iré en una semana.

Y en una carta posterior, también a Aldington, menciona esa región ahora mítica para los lectores de La tierra baldía:

Mañana me voy a Margate y espero quedarme ahí al menos un mes. Supuestamente debo estar solo, pero no soporto la idea de empezar este tratamiento a solas en un lugar extraño y le he pedido a mi esposa que me acompañe.

El 26 de octubre le escribió una carta a Julian Huxley desde Margate para pedirle su consejo: le interesaba más un psicólogo que un especialista en nervios. Su amiga Ottoline Morrell le había sugerido al doctor Roger Vittoz en Lausana:

Mencionó de paso que tú habías estado con él. Hay tan pocos especialistas en esta profesión que uno desea un testimonio preciso de la calidad de un hombre antes de acudir a él; sobre todo porque no puedo pagarme el viaje tan caro a Suiza sin asegurarme al menos de que el beneficio justifique el costo.

Huxley insistió en que fuera con Vittoz, y Eliot partió de Margate el 12 de noviembre. Viajó primero a Londres y luego a París, donde vivía Pound; ahí le mostró las páginas iniciales del poema que ya les había mencionado a Quinn y a su madre. Haigh-Wood se quedó en Francia para descansar en su propia clínica, en las afueras de París.

En Lausana Eliot pudo ponerle nombre a su malestar: abulia. A su hermano Henry le dio detalles de su curación en una carta del 13 de diciembre:

Lo que estoy tratando de aprender es a usar mi energía sin desperdiciarla, mantenerme tranquilo cuando no hay nada que ganar con preocuparse y concentrarme sin esfuerzos […] Estoy mucho mejor aquí y ya no sufro […] De hecho estoy lo suficientemente bien como para estar trabajando en un poema.

A principios de enero de 1922, Eliot viajó a París y le dejó a Pound el manuscrito de La tierra baldía. Regresó a Londres para integrarse a su vida de siempre.

El 24 de enero, Pound le escribió a Eliot: “Complimenti, perra. Me carcomen las siete envidias”. El 21 de febrero, en una carta a Quinn, afirmó: “El poema de Eliot es como para que todos dejemos de ejercer el oficio”. Y más adelante, en la misma carta, anotó la frase que definió el destino de La tierra baldía: “El asunto comienza ahora con Abril y llega hasta shantih, sin ninguna interrupción”.

Y así fue.

2

Según mis pesquisas hay por lo menos dieciocho traducciones de The Waste Land al español. Dilucidar las razones de esta cantidad me llevaría a barajar frases pomposas: la contundencia clásica del poema, el escollo insuperable del original, el hecho de que ninguna traducción acaba por calcarlo y cancelar la necesidad de una nueva tentativa; o a formular una paradoja inútil: el poema es tan contemporáneo que siempre hace falta volver a ponerlo al día.

Lo curioso es que las versiones varían poco. Revisé diez. Transcribiré a continuación los primeros siete versos de La tierra baldía en inglés junto a sus sucedáneos en español. No los voy a calificar; sería presuntuoso a estas alturas del partido. Pondré el título del poema en los casos en que los traductores hayan introducido un cambio. Las fechas corresponden al año de publicación.

The Waste Land
April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land, mixing
Memory and desire, stirring
Dull roots with spring rain.
Winter kept us warm, covering
Earth in forgetful snow, feeding
A little life with dried tubers.

Enrique Munguía Jr. (1930)

El páramo
Abril es el mes más cruel: arbustos de lilas engendra sobre yermos muertos, mezcla el deseo con el recuerdo, agita incoloras raíces con las lluvias de primavera. Nos abrigó invierno cubriendo la tierra con un manto de nieve lleno de olvido, nutriendo un poco de vida con tubérculos disecados.

(En el prólogo a su traducción, Munguía Jr. explica enigmáticamente que hizo una versión en prosa “por no existir la equivalencia prosódica en nuestro idioma del blank verse”. La declaración resulta extraña. En una obra reciente, A Little Book on Form, el poeta estadounidense Robert Hass da la siguiente definición del blank verse: “Porque no rima y no propone una longitud de estrofa, considero que el blank verse se convirtió en el modelo implícito, o en un modelo implícito, para escribir verso libre”. Su origen es antiguo; se introdujo en la poesía inglesa en el siglo XVI.)

Ángel Flores (1930)
Abril es el mes más cruel: engendra
Lilas de la tierra muerta, mezcla
Memorias y anhelos, remueve
Raíces perezosas con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
La tierra con olvidadiza nieve, nutriendo
Una pequeña vida con tubérculos secos.

 

Agustí Bartra (1952)
Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
una pequeña vida con tubérculos secos.

 

Alberto Girri (1988)
La tierra yerma
Abril es el mes más cruel, criando
lilas de la tierra muerta, mezclando
memoria y deseo, removiendo
turbias raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos mantenía calientes; cubriendo
tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
un poco de vida con tubérculos secos.

 

José Luis Rivas (1990)
Abril, el más cruel entre los meses,
Injerta lilas en la tierra inerte,
Cruza memorias con anhelos, remueve
Raíces perezosas con lluvias vernales.
Nos abrigó el invierno, cobijando la tierra
Con olvidadiza nieve, alimentando
Una brizna de vida con tubérculos secos.

 

Juan Malpartida y Jordi Doce (2001)
Abril es el mes más cruel, hace brotar
lilas en tierra muerta, mezcla
memoria y deseo, remueve
lentas raíces con lluvia primaveral.
El invierno nos tuvo cobijados, cubriendo
de nieve olvidadiza la tierra, alimentando
una pequeña vida con tubérculos secos.

 

Haroldo Alvarado Tenorio (2005)
Abril es el más cruel de los meses,
levantando lilas en tierra muerta,
confundiendo memoria y deseo,
revolviendo mustias raíces con lluvias de primavera.
El invierno nos calentaba,
cubriendo la tierra con nieve olvidadiza,
abonando un poco de vida con secos tubérculos.

 

Manuel Núñez Nava (2008)
Tierra yerma
Abril es el mes más cruel: engendra
Lilas de la tierra muerta, mezcla
Memoria y deseo, con lluvia de primavera
Sacude raíces soñolientas.
Calor nos dio el invierno, cubriendo
La tierra con el olvido de la nieve, nutriendo
Una pequeña vida con tubérculos secos.

 

Andreu Jaume (2015)
Abril es el más cruel de los meses, pues engendra
lilas en el campo muerto, confunde
memoria y deseo, revive
yertas raíces con lluvia de primavera.
El invierno nos dio calor, cubriendo
la tierra con nieve sin memoria, alimentando
un hilo de vida con tubérculos secos.

 

Gabriel Bernal Granados (2018)
Abril es el mes más cruel, consiente
Lilas de la tierra muerta, mezcla
Memoria y deseo, y agita
Raíces mustias con la lluvia de la primavera.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
La tierra de nieve olvidadiza, alimentando
Una pequeña vida con tubérculos secos.

Supongo que cada traductor considera que su versión supera las anteriores. Bernal Granados confiesa que tradujo “La tierra baldía como si fuera la primera vez […]”. La apuesta no es mala; ante tantas traducciones puede ocurrir que el vínculo o el pleito se entable más bien con las precedentes y no con el poema original; que el propósito consista en recalcar las diferencias, sin aceptar la inevitabilidad de las semejanzas. Llama la atención, sin embargo, que en su tabula rasa Bernal Granados haya convertido breeding en “consiente”. También llama la atención que tres de los traductores —Rivas, Alvarado Tenorio y Jaume— hayan reconfigurado el apotegma de April is the cruellest month. Son las únicas instancias en que, por un lado, hay una alteración del sentido —“consiente” sería allows en inglés— y, por el otro, un matiz que desacomoda levemente el orden de los factores; Eliot pudo haber escrito: April, the cruellest amongst all months o April is the cruellest of all months, pero no lo hizo. Con los verbos salen a flote pequeñas disparidades:

breeding— engendra o criando o injerta o hace brotar o levantando o consiente;

mixing — mezcla o mezclando o cruza o confundiendo o confunde;

stirring — agita o remueve o despierta o removiendo o revolviendo o sacude o revive;

covering — cubriendo o cobijando;

feeding — nutriendo o alimentando o abonando.

Malpartida y Doce afirman en su prólogo que “traducir bien es crear nuevos poemas en la propia lengua sin dejar de ser fiel a los poemas de los que se parte”. Sería el mejor de los propósitos. Pero la libertad del traductor —recalca Perogrullo— es una falacia. En cambio, los lectores sí la poseen. Entre estas diez versiones del comienzo de The Waste Land quizás hallen alguna que se ajuste a la horma ideal del poema o quizá, recombinando palabras, reconstruyan una Tierra baldía casi equivalente a la original. Seguramente está por ahí.

[Tedi López Mills / Ciudad de México, 1959. Poeta, ensayista y traductora. Entre otros premios, ha obtenido el Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores en 2009. / Texto originalmente publicado en el Periódico de Poesía, de la Universidad Nacional Autónoma de México.]

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