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Guerra en Ucrania: una conversación con Rafael Poch

Dossier: Crisis en Europa...

Febrero, 2022

Hasta su despido de La Vanguardia, Rafael Poch de Feliu fue veinte años corresponsal de ese diario en Moscú y Pekín, nueve en Berlín y en la Europa del Este, antes y después de la caída del muro, y colaborador de Le Monde Diplomatique y de la revista Du Shu de Pekín, entre otros medios. En su haber tiene ya varios libros publicados, como Tres días de Agosto (1991), Tres preguntas sobre Rusia (2000), La gran transición (Rusia 1985-2002) (2003), La actualidad de China / Un mundo en crisis, una sociedad en gestación (2009), y Entender la Rusia de Putin / De la humillación al restablecimiento (2018). Actualmente mantiene un blog semanal dedicado a temas internacionales, y está por salir El polvorín ucraniano (en Escritos Contextatarios). Aunque realizada unos días antes de la invasión rusa a territorio ucraniano, en la siguiente entrevista Rafael Poch desmenuza esta crisis y cómo se ha llegado hasta aquí…

Rafael Poch: En Ucrania, occidente es culpable

Andreu Barnils

El periodista Rafael Poch (Barcelona, 1956) es de las personas mejor informadas sobre Rusia, donde fue corresponsal de La Vanguardia. Ha escrito varios libros, el último se titula: Entender la Rusia de Putin / De la humillación al restablecimiento (Akal). Después de décadas recorriendo mundo como corresponsal (Rusia, China, Francia), Rafael Poch ahora vive en Girona y escribe artículos interesantes, muchos de ellos leídos y comentados. Los últimos, publicados en Contexto, versan sobre el conflicto en Ucrania, y aportan una mirada muy crítica con el bloque occidental, al cual hace responsable principal de lo que pueda pasar. Con él es la siguiente entrevista [realizada telefónicamente días antes de que estallara el conflicto bélico]:

—En la crisis de Ucrania es crítico con occidente. ¿Por qué?

—Porque en Ucrania, occidente es culpable. Culpable de la situación geopolítica global más peligrosa después de la guerra fría. El principal responsable. Cuando hablamos de occidente hablamos de la suma de los Estados Unidos y la OTAN, que es más del 50% del gasto militar global. Esta gente hace muchos años que rodea militarmente sus dos grandes adversarios, que son China y Rusia. Las dos, potencias nucleares. Este cerco, este asedio, se nos presenta como una defensa. Pero cuando los otros reaccionan y salen al paso con movilizaciones militares, entonces se nos presenta como una amenaza, cuando resulta que Rusia tiene el 3 % del gasto militar y China el 13 %. Tanto las cifras como la geografía son concluyentes. Esta labor de acorralamiento es una verdadera locura. Una majadería.

—¿Por qué?

—Porque son tres potencias nucleares.

—Cuando habla de acorralamiento, ¿en qué lugares piensa?

—En el caso de China, de las islas del océano índico en Afganistán, pasando por Singapur, Indonesia, Australia, Japón y Corea del Sur. Todo el contorno de China está rodeado militarmente. Y desde el 2012, con la política de Obama de “pívot to Asia”, recibe la ayuda de la potencia aeronaval norteamericana con bombardeos estratégicos B-52 en las islas de Diego Garcia, que colindan con China. En el caso ruso, desde mediados de los años noventa, han tenido cinco oleadas de ampliación de la OTAN hacia el este. Al principio afectaban a países del este, y últimamente, afectan repúblicas exsoviéticas. Desde el 2008, se apunta a Ucrania y Georgia.

—Frase suya: “Deberíamos leer los documentos rusos, que proponen un pacto. Documentos muy razonables de leer”. Para quien no lo haya hecho, ¿que dicen?

—Retornar y dar vida al acuerdo INF, de fuerzas nucleares de mediano alcance, que se firmó el 1987 con Gorbachov y que los estadounidenses abandonaron unilateralmente en 2019 con Donald Trump. Este acuerdo puso fin a la famosa crisis de los euromisiles en Europa. Los estadounidenses se retiraron porque querían tener las manos libres para desplegar misiles nucleares tácticos, sobre todo en Asia. Los documentos también proponen que se retiren todas las armas nucleares de territorio europeo; que no se realicen ejercicios con escenarios nucleares; que no se integre Georgia y Ucrania a la OTAN; que la seguridad europea tome en consideración los intereses de todos, incluidos los rusos, y no los unos contra los otros. Y todo esto son ideas que vienen de muy lejos. Los rusos lo han ido proponiendo desde 1990. Y nunca les hicieron caso. ¿Por qué? Porque eran muy débiles. Esta vez, Rusia no es tan débil. Y ha colocado 100 000 soldados en la frontera. Es un recurso de negociación muy grande. Ahora sí que les hacen caso. Se confirma la regla que el mundo no respeta a los débiles. Y ha empezado una negociación que veremos dónde lleva, y es un riesgo.

—Y en esta negociación, ¿se descarta la ampliación en la OTAN, como quieren los rusos?

—No. La respuesta al documento ruso (que los rusos la pedían por escrito y los americanos han dicho, de acuerdo, pero que sea secreta), según el ministro de Asuntos exteriores ruso, parece que sería sobre cuestiones secundarias. Por las filtraciones, serían sobre el acuerdo de los misiles antimisiles que se firmó muchos años atrás, y del cual los estadounidenses se habían retirado unilateralmente. Y también se podría negociar sobre las fuerzas nucleares de mediano alcance, pero sin restaurar el INF. Es interesante lo que ha dicho Putin: “Si no hay una respuesta suficiente y convincente, Rusia adoptará medidas tecnomilitares”. Y con esta ambigüedad (qué habrá querido decir), Putin ha colocado más expectación en todo ello.

—Medidas tecnomilitares. ¿Qué podrían ser?

—Todo el mundo habla del peligro de una invasión de Ucrania, pero es un abanico muy amplio. He estado pensando. Al principio me parecía una majadería, pero ¿qué pasaría si enviaran submarinos rusos al Caribe? Cuba, Nicaragua, Venezuela. O, como sugería un general ruso, que se dieran golpes quirúrgicos con misiles en infraestructuras militares concretas, como de hecho lo hacen los propios estadounidenses, para demostrar su capacidad. Y esto se lograría sin poner ningún tanque, ni ninguno soldado, en territorio de Ucrania. Son muchos escenarios. Ahora la Duma, que es correa de transmisión del Kremlin, sin ninguna autonomía, ha aprobado una petición para que se armen a los rebeldes del Donbass con armas modernas. Se preparan para cosas como éstas. La situación es sumamente peligrosa.

Rafael Poch en una imagen de 2016. / Foto: La Marea.

—Frase suya: “Dejen en paz a Rusia. Es como la debilitarán más.”

—Rusia tiene un sistema político que no llega ni siquiera a las democracias de baja intensidad que tenemos en el mundo occidental. Y soy consciente que hablo de un cajón de sastre: Noruega tiene una democracia satisfactoria; Francia, más que España; España, más que Marruecos. Cajón de sastre. Pero es que Rusia no llega ni siquiera a este nivel. Sin ser lo que era la URSS, es un sistema muy duro. Con unas elecciones de mentira, con un parlamento de mentira, donde es casi imposible de cambiar el gobierno votando. Ganan siempre los mismos (en España también, pero al menos tenemos partidos que se alternan). En Rusia, la concentración de los medios es todavía más bestial que aquí. El poder judicial es una broma. Todo esto funciona, y es estable, a pesar de las manifestaciones. Pero es evidente que en el mundo del siglo XXI esto no se sostiene ni a mediano ni a largo plazo. Las sociedades, y la rusa en concreto, se miran al espejo europeo y a las democracias de baja intensidad como las nuestras. Y el régimen autocrático ruso es incapaz de ofrecer todo esto, y cuando abre la mano, se hunde. Por lo tanto, tiempo.

—Es crítico con el imperialismo americano. Joan B.Culla recuerda el imperialismo ruso en un artículo. Este imperialismo existe antes de Putin. Que Rusia quiera expandirse hacia Europa es característica del XVII, XVIII y XIX. Hay gente asustada.

—Este señor tiene razón. Pero las ambiciones rusas de dominación se limitan en algunas repúblicas, ni siquiera todas, de la exURSS. La dirección rusa, muy dominada por los servicios secretos, empezando por Putin, está convencida que el propósito occidental es el desmembramiento de Rusia en cuatro o cinco repúblicas. Esto no es tan paranoico como parece, porque ha sido uno de los planes de los estrategas estadounidenses, efectivamente. Recordemos el libro de Zbigniew Brzezinski de 1997, El gran tablero de ajedrez mundial. Se leyó con mucho interés en Moscú, y decía que Rusia se tendría que desmembrar en cuatro o cinco repúblicas; Extremo Oriente, Siberia, Europa, caucásica. Y muchas cosas que han ocurrido durante los años noventa, que aquí no nos han llegado porque no nos informan, ligan con esta tesis.

—Por ejemplo?

—Las ayudas que los guerrilleros chechenos recibieron por debajo la mesa; la política nacional de las radios y medios que publican en Rusia (hay una red de medios que hablan todas las lenguas de Rusia con propósitos separatistas). Esta obsesión de Putin y compañía sobre la desmembración es importante para entenderlos. Creo que Putin, ahora que es un hombre mayor, algún día tendrá que dejar todo esto. Y querrá dejarlo con esta cuestión estratégica resuelta. Que Rusia llegue a un equilibrio estratégico y geopolítico con los vecinos estable. Que no sean una amenaza para ellos. ¿Los propósitos de dominio ruso sobre los vecinos son ciertos? No hay ninguna duda. Lo son. ¿Los vecinos de Rusia tienen miedo de Rusia? Por supuesto que sí. Lo tienen. Sólo hay que mirar la historia: la historia de Polonia, de Ucrania, los Países Bálticos, Ucrania occidental. Pero, ¿qué ocurre con la historia de Rusia? Es la de un país invadido dos veces desde 1812, donde las fuerzas militares han llegado hasta Moscú, la última vez con 27 millones de muertes como precio. Volviendo a la conferencia de París de 1990, tenemos que configurar una seguridad europea que tenga en cuenta nuestros intereses y también los de Rusia. Los dos.

—En este sentido, ha escrito que Ucrania y otros países del este podrían ser países neutrales. Fuera del bloque del este y de la OTAN. Y esto daría seguridad a los europeos y a los rusos. Porque la expansión de la OTAN en estos países puede ser útil para los estadounidenses, pero no para los europeos, ni para los rusos…

—Sí. Es así de sencillo. La presencia de la OTAN es la clave, porque dominar Europa es muy importante dentro de la dinámica global. Y los responsables estadounidenses lo han expresado en infinidad de documentos. Es absurdo que la OTAN justifique su existencia y presencia en Europa a partir de los conflictos que son provocados por la existencia misma de la OTAN y su ampliación. Americanos como Kissinger, el embajador Matlock y otros defendían la finlandización de Ucrania: ni en un bloque ni en el otro, con soberanía intacta. Como Finlandia.

—Y los ucranianos, ¿qué? ¿No los podemos dejar elegir?

—Muy bien dicho. Y los ucranianos, qué. Precisamente, éste fue el gran delito de la UE en 2013. Los ucranianos, qué. Un año antes de la revuelta de Maidan, la UE propuso en Ucrania un pacto de asociación comercial con ella. Pero quería la exclusividad. Si Ucrania lo firmaba, tenía que decir que no a la unión eurasiática que proponía Rusia. Rusia y Ucrania respondieron: teniendo en cuenta que nuestra población es medio rusa, que más de la mitad de nuestro comercio es con Rusia, proponemos un acuerdo a tres bandas, Ucrania, UE y Rusia. La respuesta de la UE fue: “O con nosotros, o nada”. Y el gobierno ucraniano dijo, ya nos gustaría, pero nada. Y a partir de aquí, empieza la revuelta de Maidan, que fue una mezcla de revuelta popular y golpe de estado occidental. Y el nacionalismo radical ucraniano pro-occidental, tan diferente del oriental, se colocó en el centro del país y lo dominó todo. Con mucha represión. Salvo las dos regiones rebeldes, ayudadas por Rusia de manera subterránea, que cogieron las armas, ganó. Pero hubo muchos lugares que no les gustó, y esta es una crónica que no ha hecho nadie.

“Yo asistí a Odesa, el marzo del 2014, un mes después de Kiev, a manifestaciones de decenas de miles de ciudadanos contra el Maidan. Este movimiento de protesta, en Odesa, fue fulminado con una matanza de cincuenta personas en la Casa de los Sindicatos, el 2 de mayo del 2014. Una cosa bestial, de la cual aquí no se ha hablado lo más mínimo. Hubo otros en Járkov, Mariúpol. Y en Kiev mismo, en el cambio de régimen fue decisiva la matanza de un centenar de manifestantes, que según los estudios más convincentes fue protagonizada por tiradores pro-occidentales. Cuidado con toda esta historia, que hay mucha trama negra”.

—Frase suya de estos días: “Tienen más sensatez los militares que los periodistas”.

—Es fruto de mi experiencia personal. Y sí: tienen más sensatez los militares que los periodistas. Me pasó en Francia, donde lo observé claramente. El gaullismo, el soberanismo francés, estaba mucho más presente en los medios militares que entre los periodistas. Los militares están menos influidos por la propaganda y juegan más con los datos objetivos que tienen sobre la mesa. En cambio, el universo mediático y de expertos de think tanks está totalmente colonizado por intereses marcados. Si analizas los think tanks norteamericanos y europeos más importantes, ves que están financiados por la industria armamentística, por la OTAN. Hace unos días, por ejemplo, tenía que participar en un debate radiofónico y me di cuenta que el otro señor que hablaba era director de un think tank inglés, financiado por: el departamento de Estado, la OTAN, el Ministerio de Asuntos Extranjeros de Lituania, el Ministerio de Defensa británico y el ejército británico. Y tienen las santas narices de presentarse como un think tank independiente. Hostia. Y esto también pasa en nuestra casa. El CIDOB [Barcelona Centre for International Affairs] tiene de presidente a Javier Solana, exsecretario de la OTAN. Y hasta hace poco Narcís Serra, exministro de Defensa. ¿Quién paga a toda esta gente? ¿Qué independencia tienen? Pues la misma que tienen los estrategas rusos. No es diferente.

—¿Qué papel ha tenido China en el conflicto de Ucrania?

—Prudencia. Mucha prudencia. No ha reconocido la anexión rusa de Crimea. Esta semana, el portavoz del Ministerio de Asuntos exteriores de Pekín, como mucho, ha llegado a decir que occidente tendría que tener en cuenta las preocupaciones de seguridad de Rusia. No ha ido más allá.

—Leyendo sus artículos, le veo asustado, y esto me asusta. ¿Puede acabar como el rosario de la Aurora?

—Naturalmente! Hablamos de bloques militares. Es de una fragilidad increíble. Ahora tenemos el batallón AZOV, ante el Donbass. Y estos son neonazis puros. Su emblema es el de la división del Reich. ¿Hasta qué punto están controlados por Kiev, hasta qué punto se les puede descontrolar? Este bando está lleno de gente de la CIA, y el otro bando está lleno de gente de la inteligencia militar soviética, del GRU. Esto se les puede escapar de las manos. Ahora imagínense que un dron, de origen desconocido, bombardea un pueblo ucraniano occidental, o de la Ucrania rusófila, con noventa muertos. Episodios muy oscuros, en que nunca sabes quién lo acaba haciendo. Estamos aquí.

—¿Algo más que añadir?

—Un último apunte: estos días todo el mundo dice que los rusos tienen 100 000 soldados. Pero ha llegado un informe de la misión de los observadores especiales del OSCE en Ucrania que dice que el ejército ucraniano tiene desplegado en el frente de las regiones rebeldes del Donbass 150 000 soldados. Y esto no lo dice nadie. La batalla de la información es terrible. Y otra cosa: de 1991 a 2014, los estadounidenses han dado 4 000 millones de dólares en asistencia militar a Ucrania. Y de 2014 a ahora, 2 000 más. Gran Bretaña, dos millones de libras. Los turcos han dado drones. Quizás Ucrania no está integrada en la OTAN, pero su implicación militar es un hecho. Todo esto es muy peligroso. Y a pesar de que sé que estoy en minoría, creo que en Ucrania la responsabilidad de todo es occidental. Yo ya lo decía a los años noventa, cuando la OTAN se expandía hacia el este con aquella alegría, y Solana iba a Moscú con aquella sonrisa: no, no es contra Rusia. Por favor. Seamos serios.

Putin cruza el Rubicón

Rafael Poch

Con su ataque a Ucrania, el presidente Putin ha cruzado el Rubicón de la violencia militar directa contra un Estado soberano. Se trata de la nefasta agresión de una potencia imperial contra un país mucho más débil y libre que Rusia. Nuestra simpatía está con el pueblo de la Ucrania agredida por un matón. No se puede ser antiimperialista y no sentir repugnancia ante lo que sucede. Pero ¿qué sucede y hasta dónde llegará?

Lo que sucede es, precisamente, lo que se anunció: aquellas “medidas técnico-militares” con las que Moscú amenazó en diciembre para el caso de que Estados Unidos y la OTAN no respondieran a su exigencia de negociar un replanteamiento general de la seguridad europea y en especial el insensato y provocador cerco militar contra Rusia acometido desde los años noventa.

Putin ha dicho que “no vamos a invadir Ucrania” y que el objetivo de su “operación militar especial” es la “desmilitarización” y “desnazificación” de ese país.

Sobre lo primero, el ejército ruso ha atacado los puntos de mando militar ucranianos en Kiev y Járkov, seis aeropuertos y otras infraestructuras militares repartidas por diversas áreas del país. Rusia está destruyendo con misiles recursos militares capaces de obstaculizar avances terrestres generales y de gran envergadura. “La población civil no está amenazada”, ha dicho el portavoz militar ruso, Konashenko, pero en el primer día del ataque ya hay decenas de víctimas. Respecto a lo segundo, el mensaje es meridiano: “Desnazificación” significa un cambio de régimen en Kiev.

En una lectura superior, estamos ante un pulso entre imperios nucleares con Ucrania como víctima y objeto. Ese pulso ofrece vitaminas a una OTAN en crisis, consolidación y fortalecimiento al vector antirruso del nacionalismo ucraniano, y enormes riesgos para Rusia.

El objetivo de Rusia no es un enfrentamiento militar con Occidente, sino la negociación contenida en los puntos del 17 de diciembre —neutralización de Ucrania y retirada de la OTAN de su entorno—, pero cualquier revés militar se volverá inmediatamente contra su régimen porque creará una gran reacción social en la propia Rusia.

Bombardear, invadir y cambiar regímenes es algo que en Occidente conocemos bien. Lo llevamos practicando 200 años. ¿Tiene Rusia capacidad y potencia para emular los desastres de sus adversarios en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia, etc.? Las breves guerras victoriosas se pueden escapar de las manos de quien las inicia, cobrar vida propia y salirse de los guiones previstos.

La brecha entre la población y el gobierno ruso es latente, grande y gris. Nadie puede pronosticar hoy cómo evolucionará. El cálculo del Kremlin de que el adversario euroatlántico no se atreverá a adoptar medidas militares y no irá más allá de las sanciones es a la vez racional y de alto riesgo. Tras el ataque no hay vuelta atrás: o se gana o se pierde. De momento, pierde Ucrania, pero ¿cómo encajará el principal matón de este mundo, responsable de más del 50 % del gasto militar mundial, un revés en Europa? Si Estados Unidos y la OTAN pierden la cara en Ucrania, las señales para la correlación de fuerzas global y para la recomposición de las alianzas del mundo multipolar serán inequívocas y nefastas para el hegemonismo.

El gran peligro de esta partida insensata es, obviamente, el de una gran guerra entre potencias nucleares. Pero la hipótesis del desmoronamiento de Rusia forma parte de él.

[La entrevista con Rafael Poch, “En Ucrania, occidente es culpable”, fue publicada originalmente en Vila Web; el artículo “Putin cruza el Rubicón”, apareció en CTXT / Revista Contexto; ambos textos son reproducidos aquí bajo la licencia Creative Commons. El blog semanal de Rafael Poch puede consultarlo en el siguiente enlace: rafaelpoch.com. Y su nuevo libro, El polvorín ucraniano, estará disponible a partir del 5 de marzo.]

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