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La nueva República del Teatro

La Muestra Nacional de Teatro no pudo llevarse a cabo en 2020 por motivos de la pandemia global ocasionada por la covid-19; en su lugar, y en total virtualidad, se realizó Escala 2020 (que constituyó un espacio de reflexión en torno a la situación de la comunidad teatral en el contexto de la contingencia sanitaria). Sin embargo, en este 2021 —con la “nueva normalidad” ya entre nosotros— todo está listo para la edición 41 de la Muestra, la cual se llevará a cabo del 25 de noviembre al 4 de diciembre por primera vez en dos entidades: Ciudad de México y Morelos. Fernando de Ita hace un recuento de hechos…


A 43 años de su fundación, la Muestra Nacional de Teatro sigue despertando entusiasmo en las nuevas generaciones de farsantes. Si contamos por décadas, esta será la quinta generación de cómicos que crucen abrazos y espadas en el estado de Morelos y la Ciudad de México, donde ocurrirá la 41 edición de la Muestra en el mes de noviembre. La discrepancia aritmética se debe a que en dos ocasiones fue suspendida por diversos motivos.

Acaso la mejor manera de medir los cambios formales que ha sufrido la Muestra de 1978 a la fecha, sea recordar que el patrocinador de los primeros encuentros del “teatro foráneo” fue una fábrica de tabaco: Cigarrera la Moderna. En cuanto al contenido, ayer, sólo los funcionarios del INBA eran los responsables del diseño, la organización y la programación de aquella incipiente República del Teatro que para honrar el centralismo cultural se daba en la Ciudad de México. Sin duda, las muestras más significativas para el teatro regional fueron la de Morelia en 1983 y la de Xalapa en 1984, por dos motivos: Ramiro Osorio y una brillante generación de mujeres y hombres hambrientos de teatro y de vida que, al coincidir en el mismo espacio al mismo tiempo, detonaron una energía artística y existencial que duró tres lustros.

Formado en el Teatro Colectivo colombiano, Ramiro hizo de aquellas reuniones un maratón de montajes, talleres, desolladeros, bacanales y encuentros de todo tipo. En Morelia se presentaron 38 obras en los espacios institucionales y 25 en los alternativos. En Xalapa hubo 65 montajes bajo el paraguas oficial y 13 por fuera. Era la primera vez que fraternizaban falsarios de los tres nortes, el bajío, el centro y el sur de la República del Teatro; era la primera vez que las pandillas provincianas tenían contacto con los íconos del teatro UNAM, o sus alumnos, porque salvo aquellos actores y directores que estudiaron teatro en el viejo Distrito Federal o la ciudad de Xalapa, vivían aisladas, consumidas por la endogamia. De ahí que fuera una revelación mirar El jinete de la divina providencia, de Oscar Liera, o tomar un taller con Ludwik Margules. Como el sida aún no causaba estragos en México, el cruce de fluidos era tipo Sodoma y Gomorra, y como eran tiempos predigitales la vida era como el teatro: un acto efímero.

La pandemia de 2020 empujó a la quinta generación de farrulleros a indagar en qué parte de la virtualidad cabía el teatro presencial. No ha sido fácil adecuar el lenguaje del cuerpo en vivo a la intermediación de la imagen, ni suplir los recursos de la teatralidad con los instrumentos de la tecnología. Sólo un puñado de gente estaba ya inmerso en el teatro digital; mejor dicho, en la hibridación del drama con otros códigos y otros formatos que los eruditos llaman liminales por estar en la frontera de otros saberes y prácticas. El caso es que la Muestra en cuestión será híbrida; parte presencial parte digital. Ver y hacer teatro por YouTube altera el modo de producción, de montaje, de interpretación, y modifica la mirada del espectador. Por un lado es formidable que se pueda contar una fábula con un simple celular, lo complejo es que esa facilidad nos atrape. Un actor en presencia puede jalar al público literalmente con su magnetismo. Ese mismo acto te deja frío en la pantalla simplemente porque no está hecho para ese formato. Para que el magnetismo no se esfume debe trasmitirse de otra manera; hallarla es el reto.

En eso están varias capas de la quinta generación de “muestristas” porque ya hay un antes y un después de la pandemia y, aun cuando se recupere la “normalidad”, el teatro ya no será el mismo. ¿El espíritu de los tiempos será digital o no será? ¿Hay un humanismo tecnológico?

En el mundo de las máquinas es posible que el teatro convencional sea un foco de resistencia y la presencia humana lo prohibido. En la realidad virtual sólo un tonto y un loco saldrían a la calle. El futuro nos moldea a su imagen y semejanza. Sólo los potentados del mundo podrán ir al mar, subir una montaña, explorar un bosque. Lograron su objetivo: encerraron a la humanidad.

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