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Lo verdaderamente importante es estar comprometidos con tu música: Cristóbal Torres

En el pandémico año 2020, Cristóbal Torres puso a trabajar a sus dos yo: al periodista y al músico que lleva dentro. ¿El resultado? En este 2021 ha publicado Entrevista con la Histeria, un libro de entrevistas a bandas subterráneas de varias partes del mundo y diversos subgéneros, pasando por el heavy, el power, el thrash, el progresivo y hasta el black metal. Es una antología —de más de 600 páginas— de todas las entrevistas que Cristóbal Torres publicó de 2010 a 2020 en las revistas Adoremos el Metal y HeavyRiff. Con él hemos conversado…


Cristóbal Torres (Ciudad de México, 1990) acaba de ver cómo su voluminoso libro Entrevista con la Histeria se hacía realidad al tenerlo entre sus manos, libro, además, que se convierte en automático en el primero en el país abocado al rock subterráneo mexicano, libro que es posible conseguir gratuitamente a través de su sitio web: (https://heavyriff.net/entrevista-con-la-histeria/).

El periodista, quien también toca el bajo en una banda metalera, ha trabajado en la Casa del Cine MX como coordinador de talleres y en una agencia de marketing digital ayudando a crear páginas web; luego estuvo como reportero de Cultura en la nueva Notimex.

A sus 17 años empezó a tocar el bajo:

—Mi primera banda se llamó Blackwell con la que toqué en 2009 y, aunque apenas estuve ahí cinco meses, el recuerdo de esa primera experiencia me sigue encandilando muchísimo 12 años después. Luego estuve en Broken Steel de 2010 a 2012 pero, como encerré mi mente en la carrera, no fui capaz de ser un buen elemento y mejor me salí. Desde 2016 estoy en una banda llamada Keepers of Holocaust; ahí pude crear mi primera canción original: “Silver Tiger”. Debido a que no veo a mis colegas desde hace más de un año, decidí hacer mi propio proyecto también denominado Silver Tiger y en marzo de 2021 lancé mi primer EP con seis canciones llamado Burning Nightmare.

Sin el colmillo afilado de Fallaci

—Cuarenta y siete años después de la salida al mercado de Entrevista con la historia, de Oriana Fallaci, publicas, en edición de autor, Entrevista con la Histeria en una evidente alusión al volumen de la periodista italiana si bien en contextos radicalmente opuestos: tu libro, de más de 600 páginas, indaga en los asuntos, diríamos, clandestinos del rock mexicano, lo que confirma la existencia de la histeria musical underground del país…

—“Clandestino” es la palabra clave. Desde hace casi medio siglo ha vibrado una escena completamente segregada del reflector mediático, lo que ha llevado a muchos consumidores de música a ignorar por completo una enorme ola de talento muchísimas veces más auténtica y legítima que la favorecida por los medios de comunicación corporativos. Lo interesante es que, aun dentro del mismo territorio de lo subterráneo, se da un fenómeno similar donde los consumidores y escuchas se centran en las mismas bandas de siempre (la mayoría provenientes del occidente de Europa) e ignoran por completo lo que se hace en México y Latinoamérica. Entrevista con la Histeria es una mirada a ese mundo inexplorado dentro de lo que ya de por sí está oculto al melómano promedio.

“En cuanto a la referencia con la obra de Oriana Fallaci me gustaría justificar que se basa únicamente en el hecho de que ambos libros son una antología de entrevistas. Nada más. La verdad es que ninguna de las conversaciones y diálogos incluidos en mi antología tienen el colmillo afilado que Fallaci ponía en sus entrevistas. Lejos estaba yo de poder tener una postura así. Mi intención fue más centrada en dar a conocer la obra de las bandas y no tanto en cuestionarlas o lanzarles preguntas arteras que las desnudaran por completo. Preferí hacer esa labor en las reseñas.

El valor de marca

—Oriana, fallecida a los 77 años en 2006, habría comprendido la razón de parodiar su título bibliográfico sobre todo por tratar de compendiare una historia oprimida, como lo es la de las raíces del heavy metal en México, porque este libro, único en el país, relata las peripecias básicamente de este género prácticamente negado en nuestra república. ¿Por qué, Cristóbal, esta indagación específicamente sobre esta música?

—Porque no existe un balance justo entre la cantidad de música que es creada dentro de ese género y la cantidad de personas que la conocen, aun entre los mismos fanáticos. La mayoría de los consumidores se queda en las mismas bandas de siempre, muchas de las cuales evidencian una franca decadencia, viviendo únicamente de su valor de marca, con sólo uno o dos miembros originales, ofreciendo un contenido musical ya muy deslavado y hasta bajando de afinación cuando tocan en vivo porque ya no pueden ofrecer lo que otrora. Por cada agrupación que hoy en día está llegando a su ocaso, hay siete u ocho bandas (y en verdad no exagero) que están lanzando su primer álbum o su primer EP sin el apoyo de ninguna disquera, de manera completamente independiente, y con un sonido más que decente en cuanto a producción y sobre todo técnica. El único problema es que muy pocas personas se acercan a escucharlas, aun cuando tocan el mismo género y con una calidad excelsa, porque todavía no tienen ese valor de marca que es lo que llama la atención de los consumidores y nunca la tendrán si nadie habla de ellas, si nadie reseña sus discos o si nadie se acerca a hacerles una entrevista. Por eso mi indagación en esta música, ¡además del hecho explícito y categórico de que me gusta mucho!

“Pensar con una lógica de mercado es muy difícil”

—Cristóbal, hace exactamente medio siglo (en 1971) salía en el mercado discográfico el primer álbum, de casi 40 minutos, grabado en México de hard rock: El Ritual, que no volvería al estudio de grabación ni una vez más para acabar cambiando de nombre, ahora como Súper Mama, y radicando en Estados Unidos alegrando fiestas con cumbias bailables (la cumbia siempre es bailable, perdón). Era el destino de los metaleros en México. ¿Es una suerte que no ha cambiado, aunque sí variado su oferta de opciones?

—Definitivamente no ha cambiado. Conozco a muchos músicos que tienen su propia banda, pero se dedican a eso que llaman “el hueso”, tocando cumbias en donde les basta dos o tres eventos para ganar más de lo que ganarían tocando un año con su banda original; y aun así, no es mucho. Eso es algo muy común. La mayoría de las bandas que sobrevive en la escena son una verdadera carta de amor al género por parte de sus intérpretes, pues es difícil pensar en una motivación que no sea el gusto de hacerlo; el retorno sobre la inversión casi siempre es negativo; pensar con una lógica de mercado es muy difícil.

Jahaziel Quiroga, vocalista de Steel Night, la noche en que ganaron la batalla de bandas que los llevó a tocar en Wacken, Alemania.
Raúl Greñas tocando con Luzbel ante un abarrotado Chopo en los festejos del 39 aniversario del tianguis.

“Pero tampoco se trata de verlo siempre desde el lado de la precariedad; la verdad es que existe un enorme campo de oportunidades. Retomo su paradigmático ejemplo de El Ritual; hoy en día una edición de 1971 de su álbum homónimo supera los 4 mil 500 pesos y es algo que muchas personas estarían dispuestas a pagar. ¿Qué se necesita para que un álbum se cotice a esos niveles? Es una cuestión que muchas bandas ignoran por completo; creen que todo se reduce a tocar y ya; ignoran todo un entorno promocional y publicitario que no tiene nada que ver con perder su identidad musical ni mucho menos entregar su alma a corporaciones discográficas, sino en conseguir que su música sea reconocida y retribuida como merece.

“Así como he visto músicos tocando en agrupaciones de géneros más rentables, también he visto una gran voluntad por parte de los fanáticos para crear un mercado bajo la consigna de apoyar a las bandas. Creo que ese es el gran paso que debe dar la escena mexicana en esta década. Digamos que en los 2000 se dio el paso de mejorar la técnica; en los 2010 se dio el paso de mejorar el nivel de producción en los álbumes; esta década debe ser el paso para mejorar las estrategias promocionales. Las señales ya se empiezan a dar”.

Metarrelatos sembrando enajenación

—Una vez escribí, Cristóbal, que el rock mexicano siempre está a punto de. Y ahí se acaba, infortunadamente, la oración. En los tiempos de bandas nacionales como Enigma. También con un solo disco en su haber, eran inexistentes las redes sociales. ¿Han coadyuvado éstas a, digamos, mejorar en algo la difusión de este género musical en el país o el asunto está basado en la consigna aquella de que, en efecto, el rock mexicano siempre está a punto de? El libro, para comenzar, es una sorpresa indecible que nadie hubiera presagiado; ¡un volumen de entrevistas con las figuras del rock underground mexicano de más de 600 páginas!

—Más que las redes sociales, yo me enfocaría en el Internet mismo. Definitivamente ha ayudado muchísimo; nunca terminaría de enlistar sus enormes ventajas. Para ponerlo en perspectiva: de no ser por Internet, no habría podido conocer y mucho menos contactar al 96 por ciento de las bandas que aparecen en el libro. Y estoy completamente seguro que, de no ser por Internet, muchísimos músicos que entrevisté no habrían tenido oportunidad de aprender música; lo mismo aplica para aquellas bandas que no sabían cómo grabarse o producirse con un nivel más que decente. Esto no tiene que ver con redes sociales.

“El problema de las redes sociales es que están basadas en una función mal entendida basada en la cantidad de seguidores y likes. Lejos de ser parámetro, estos metarrelatos posmodernos sólo han servido para sembrar enajenación. Incluso a nivel técnico son una ficción palpable: en los últimos siete u ocho años los algoritmos se han encargado de disminuir el alcance de las publicaciones, es decir si una banda tiene 10 mil seguidores y manda una publicación, ésta no llegará ni al 20 por ciento de sus seguidores totales; ha dejado de ser un factor para llegar a la gente.

“El enfoque que me ha servido a mí es ver las redes sociales como un medio de contacto; ahí radica su eficiencia, pues permite contactar directamente a las bandas sin importar si tienen 10 mil seguidores o 300 o 20; si publica diez veces al día o si lo hace esporádicamente cada vez que lanza una nueva canción; todo eso queda en segundo plano. Sin necesidad de alguna agencia de relaciones públicas puedo agendar una entrevista con una banda que acabo de descubrir en Yucatán, Tabasco, Querétaro o hasta Turquía.

“En cuanto a que la escena está a punto de, hay que preguntarnos: ¿a punto de qué? ¿De salir del underground; de volverse un producto rentable para las masas; de que nazcan empresarios avariciosos lucrando con esa música? Entiendo que el dilema está en que las bandas enfrentan un entorno árido donde no se pueden desarrollar; pero la verdad es que hoy en día existen las condiciones ideales para que casi cualquiera pueda llevar a cabo un proyecto musical sin las complicaciones de hace 30 o 40 años, tanto a nivel económico como a nivel técnico. Mientras la música pueda seguir fluyendo en las profundidades subterráneas, creo que ese a punto de queda rebasado”.

La inmunidad a las leyes de la oferta y la demanda

—Cuando apunté en mi ensayo que el rock mexicano siempre está a punto de me refería precisamente a cualquier sentido que se le presentara, porque percibo en la afirmación: “hoy en día existen las condiciones ideales para que casi cualquiera pueda llevar a cabo un proyecto musical”, esa sacudida que nos altera musicalmente, porque ese “casi cualquiera” es justamente a punto de ya que la situación, en general, es privativa, o no pluralizada, de una o de otra manera. Es cierto: lo de Internet tiene sus ventajas, así como sus desventajas. Porque si hubiera un terreno fértil en México para, digamos, para el heavy metal no se traería a bandas como Metallica para otorgarle relevancia a este tipo de festivales. Me alegra que estas cosas empiecen a salir a flote, como bien lo dices, pero me temo que esto se está diciendo desde que finalizó el Festival de Avándaro hace medio siglo, acaso la mirada tuya, Cristóbal, sea con fortuna aguda, no consentidora, pues eres periodista, además de músico.

—Hoy existe un terreno fértil en México, eso es un hecho; medir la fertilidad de la escena a partir de su inclusión o convocatoria en conciertos masivos no creo que sea el parámetro correcto; en todo caso serviría para saber qué tan fácil es venderle un producto a los desposeídos admiradores. Si traen a Metallica es por una cuestión meramente mercantil, solapada por el ciego fanatismo fuertemente arraigado en los consumidores, que hasta son capaces de vender sus pertenencias con tal de pagar los estratosféricos precios de ese tipo de conciertos.

“Las bandas subterráneas existen y siguen creando música aunque muy pocas personas las escuchen o aunque ningún promotor las invite a festivales masivos. Es ahí donde radica la verdadera fortaleza de la escena: su inmunidad a las leyes de la oferta y la demanda. Si volteamos a la mitificada década del ochenta podemos enlistar entre 20 y 30 álbumes de heavy metal mexicano; en los 2000 podemos mencionar más de 90 producciones y, si nos vamos a la década pasada, la cifra se duplica; y sólo hablamos de heavy metal, uno de los subgéneros minoritarios del territorio mexicano; en otras ramificaciones la cantidad aumenta bastante, como el black y el thrash. Eso es fertilidad en estado puro.

“Si todas esas bandas son ninguneadas por los promotores debido a su nula capacidad para sacarle el dinero a los consumidores y ponerlo en sus bolsillos, entonces se trata de un problema venal, mercantil, de oferta y demanda; pero no de feracidad musical. Hoy en día hay tantas agrupaciones y álbumes en la escena que el análisis ya puede ser cualitativo”.

Tritton celebrando su décimo aniversario en el Multiforo Urbano Bajo Circuito.
Los guitarristas de Lead Soldier interpretan un unísono armonizado en el Gato Calavera.

Sospecha y desconfianza

—Tienes razón, la cantidad producida de material sonoro es abultada, efectivamente nada comparada con los álbumes elaborados en el siglo XX. Tú participas como bajista en el grupo Keepers of Holocaust, pero como periodista realizas la crónica de una historia subterránea roquera inadvertida en México. Tengo entendido que en este libro se reúne una década de tu trabajo periodístico abocado a la música. ¿Tu experiencia en este sentido qué te dice sobre el propio desinterés de los medios para registrar estos ineludibles hechos?

—Yo creo que ese desinterés es el bien más grande que puede haber en la escena porque es la base sobre la que se fundamenta absolutamente todo. La simple palabra underground tiene su origen en la indiferencia nacida en los medios de la corriente principal.

“Gracias a ese desinterés, las bandas se han dado cuenta que no necesitan su cobertura, que lo verdaderamente importante es estar comprometidos con su música; ha provocado que en la mayoría de las bandas subterráneas prevalezca un discurso de aversión a la fama y sobre todo de escepticismo.

“Esto no significa que las agrupaciones prefieran vivir enterradas tocando nada más para sus amigos y para las bandas que esperan su turno. Se puede llegar a escenarios muy importantes sin un ápice de cobertura por parte de los medios tradicionales. Hay varios ejemplos.

“Cuando los medios le den a las bandas subterráneas la misma cobertura que le dan a los artistas célebres y populares, ese día muchos alzaremos la ceja con sospecha y desconfianza. Es probable que los que estén felices de algo así será porque verán sus bolsillos llenos”.

Coyuntura pandémica

—¿Qué le diría el periodista Cristóbal Torres al roquero Cristóbal Torres que ha cubierto una década periodística asuntos metaleros?, ¿ha tenido dificultades periodísticas para conformar este libro, que es, por su tema y su dedicación, inédito en el país?, ¿a pesar de su desinterés los medios aceptan, o acceden, la información sobre estas actividades subterráneas?

—El primero le diría al segundo: “Nunca pudiste hacerme realidad; te quedaste en el ejercicio amateur subterráneo”. Acto seguido, el segundo, después de aceptar la verdad, se pondría a tocar el bajo para embriagarse de éxtasis dionisíaco y seguir viviendo.

“La verdad es que nunca tuve ninguna dificultad con este libro; conté con los recursos, el tiempo y la disposición para poder juntar todas las piezas. Lo que sí debo reconocer es que todo ocurrió en una coyuntura pandémica que me encontró sin empleo y con mucho tiempo libre; en circunstancias diferentes dudo mucho que el libro hubiera existido”.

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