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La danza nos hace sensibles y humanos

La mayoría de los teatros y escenario del mundo están cerrados desde hace más de un año o, si acaso, reciben apenas a muy poca gente. El mundo de la danza, por lo tanto, se ha paralizado. ¿O no? Nunca en la historia reciente se había desafiado a la comunidad de la danza de esta forma. Pero, como expresó Friedemann Vogel, bailarín principal del Ballet de Stuttgart hace unos días, eso ha obligado a la comunidad de creadores, practicantes y amantes de la danza en todo el mundo a mantenerse motivada y encontrar su razón de ser. Es en el momento en el que se nos quita algo precioso, cuando, precisamente, más lo valoramos, como lo apunta en este artículo la bailarina y maestra de danza Cynthia Paris. Se trata de un texto escrito para recordarnos el valor y el propósito del Día Internacional de la Danza; un texto en el que Paris suma su voz a la Vogel para mostrarnos cuán vital es lo que hacen y cuánto significa la danza para la sociedad en general.


Cynthia Paris


¿Por qué se celebra el Día Internacional de la Danza? Se festeja en todo el mundo desde 1982 por sugerencia del maestro ruso Piepor Gusev y decisión del Comité Internacional de Danza del Instituto Internacional de Teatro de la UNESCO, como un homenaje, cada 29 de abril, que conmemora el nacimiento de Jean Georges Noverre. Un merecido reconocimiento y agradecimiento mundiales a quien se considera el creador del ballet moderno.

Jean Georges Noverre fue un coreógrafo innovador, estudioso de la danza y quien hizo grandes aportaciones al universo dancístico con obras y escritos como Las cartas sobre la danza y los ballets. Nació en Francia el martes 29 de abril de 1727. Debutó en Fontainebleau [una antigua aldea que hoy forma parte del área metropolitana de París] en 1742, ante la corte de Luis XV, fue bailarín y coreógrafo de la Corte Real; después, el príncipe Enrique de Prusia le invitó a Berlín. Cuando volvió a París se incorporó a la compañía de ballet de la Ópera Cómica de París y luego, en 1749, se fue a Estrasburgo y a Lyon, donde bailó hasta 1754. En 1755 fue invitado a Londres, en 1760 se convirtió en maestro de ballet en Sttutgart, Alemania, donde produjo su famoso ballet Jason et Médée (1763). En 1776, con el patrocinio de la reina María Antonieta, obtuvo el cargo de director de la Ópera de París. Su último día fue el 19 de octubre de 1810: falleció en la ciudad de Saint-Germain-en-Laye, al oeste de París.

Entre sus principales ballets figuran: Les Fêtes chinoises (París, 1754), La Fontaine de jouvence (París, 1754), La Toilette de Vénus (Lyon, 1757), L’Impromptu du sentiment (Lyon, 1758), La Mort d’Ajax (Lyon, 1758), Alceste (Stuttgart, 1761 – Viena, 1767), La Mort d’Hercule (Stuttgart, 1762), Psyché et l’Amour (Stuttgart, 1762), Jason et Médée (Stuttgart, 1763; Viena 1767; París, 1776 y 1780; Londres, 1781), Hypermnestre (Stuttgart, 1764), Acis et Galathée (Viena, 1773), Adèle de Ponthieu (Viena, 1773 – Londres, 1782), Renaud et Armide (Milán, 1775 – Londres,1782), Apelle et Campaspe (París, 1776 – Lyon, 1787), Annette et Lubin (París. 1778), Les Amours d’Énée et de Didon (Lyon, 1781), Admète (Londres, 1789), La Bergère des Alpes (Londres, 1794), La Vittoria (Londres, 1794) y Windsor Castle (Londres, 1795).

El Día Internacional de la Danza fue establecido, así, por ser Noverre un gran maestro, pilar del ballet mundial, destacado bailarín, coreógrafo y, sobre todo, el creador del ballet moderno, lo que resultó ser una maravillosa idea de aniversario, pues festejar la danza es también una forma de atraer y crear más públicos para el arte del movimiento. Celebrar significa asimismo reunirnos todos aquellos que hemos elegido este arte como medio de expresión universal para compartir en esta tierra, así como agradecer y recordar a quienes nos han formado a lo largo de la historia. También es un reconocimiento de la influencia que Noverre ha ejercido en tantas generaciones hasta nuestros días.

Las compañías, agrupaciones, bailarines, escuelas de danza, organizaciones y artistas independientes llevan a cabo múltiples actividades para festejar: se realizan fiestas que celebramos todos los países del mundo con funciones especiales, clases abiertas, ensayos al aire libre, conferencias, exposiciones, publicaciones en diarios y revistas, danzas y bailes de todos los tipos, danzas académicas, sociales, populares, urbanas, terapéuticas, tradicionales, folklóricas, así como con programas de radio y tv, espectáculos callejeros, etcétera; este artículo no es la excepción. Y hoy en día, por la situación provocada por la covid-19, los festejos no se detuvieron, aunque fueron en línea y desde casa, adaptando nuestros espacios para nunca dejar de bailar.

El movimiento y la danza, en la simple inmensidad y en lo más profundo, son, en esencia, la vida misma: el movimiento se establece en donde es, en donde estamos, en un tiempo presente siempre evolutivo, un espacio bailado lleno de diversas emociones. La danza es medio de expresión, comunicación de todo lo que tenemos dentro de nuestro ser desde nuestro origen, por eso es importante fomentarla, apreciarla, vivirla y trasmitirla de generación en generación como parte del lenguaje universal para compartir infinitamente en nuestro entorno.

También ha sido tradición que cada año la UNESCO solicite a una personalidad reconocida de la Danza para que redacte un mensaje que sea difundido mundialmente. En esta ocasión el mensaje del Día Internacional de la Danza estuvo a cargo de Friedemann Vogel, de Alemania, bailarín principal del Ballet de Stuttgart, quien expresó:

“Todo comienza con el movimiento, ese instinto que todos tenemos, y la danza es un movimiento refinado para comunicar. Por mucho que la técnica sea impecable, importante e impresionante, en última instancia, lo que el bailarín expresa con el movimiento es la esencia. Como bailarines, estamos en constante movimiento, aspirando a crear estos momentos inolvidables. Independientemente del género de la danza, es lo que todo bailarín se esfuerza por lograr. Por eso cuando de repente, ya no se nos permite bailar, con los teatros y escenarios cerrados y los festivales cancelados, nuestro mundo se paraliza. Sin contacto físico. Sin más espectáculos. Sin público. Nunca en la historia reciente se ha desafiado a la comunidad de la danza de manera tan colectiva a mantenerse motivada, a encontrar nuestra razón de ser. Sin embargo, es precisamente cuando se nos quita algo precioso, cuando realmente lo valoramos y vemos cuán vital es lo que hacemos y cuánto significa la danza para la sociedad en general. A los bailarines se nos suele celebrar por la destreza física, cuando en realidad nuestra fuerza mental nos sostiene aún más. Creo que es esta combinación única de agilidad física y psicológica la que nos ayudará a superarnos, a reinventarnos para seguir bailando y para seguir inspirando”.

Y sí, este año ha sido de adaptación, de reinvención, de seguir buscando la forma de bailar de cualquier manera; bailar es nuestra forma de vida y lo seguiremos haciendo de las maneras que nos resulten posible, exactamente como ha hecho la mayoría en esta situación que nos ha obligado a transformar nuestro cotidiano anterior, valorando el bienestar común y generando la consciencia en casa.

Acércate a la danza, lo vas a disfrutar, ya sea como público, como parte de la educación o en el área de coreografía, investigación, producción, interpretación, difusión. La danza nos hace sensibles y humanos. Gracias a la danza, al arte y a la vida por dejarnos seguir y tener salud para continuar y luchar por nuestra forma de vida, que, en este caso, es la danza. ¡A festejar!

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