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Giuseppe Verdi: 120 aniversario mortuorio

El compositor italiano Giuseppe Verdi, uno de los más geniales de todos los tiempos, nació el 10 de octubre de 1813 en Roncole, provincia de Parma. Su nombre es un acrónimo que significa Vittorio Emmanuele Re D’Italia, que se utilizó en la época para designar al rey que debía gobernar en una Italia libre y unida. En su tercera ópera, Nabucco —que lo llevó a la fama en 1842—, el público italiano asoció la historia del pueblo judío en Babilonia con la situación de opresión y cautiverio que vivía el país transalpino bajo el dominio austríaco. El Rigoletto (1851), Il trovatore (1853), La traviata (1853), Don Carlos (1867), Aida (1871) y las óperas perfectamente acabadas como Otello (1887) y Falstaff (1893) figuran entre los dramas musicales más apreciados de todo el mundo. En el artículo que aquí publicamos, Manuel Antonio Cerezo Gallego nos recuerda que Verdi fue un genio de la ópera adorado por sus compatriotas; su vida estuvo llena de anécdotas que merece la pena recordar. Por su parte, Pedro Pablo Gutiérrez González se centra en la historia detrás de Rigoletto (que se basa en una obra de Víctor Hugo sobre un rey que abusa de su poder). El compositor italiano se enamoró del personaje y su profundidad psicológica, pero tuvo muchos problemas con la censura. Eso sí: tanto Manuel Antonio como Pedro Pablo coinciden en algo: la Italia moderna es inseparable de la música del gran compositor romántico. Y lo fascinante es comprobar que su poder para entusiasmar y conmover a públicos de todo el mundo no ha disminuido 120 años después de su muerte.


Verdi, los derechos de autor y el amor de Italia

Manuel Antonio Cerezo Gallego

Giuseppe Verdi murió hace 120 años en Milán, tras 6 días de agonía a consecuencia de un derrame cerebral. La calle a la que asomaba su habitación, la 105 del Grand Hotel de Milán (donde vivía por su ubicación cercana al teatro La Scala), estuvo durante esos días permanentemente cubierta de paja, para que no molestase al agonizante maestro el ruido de los cascos de los caballos y los carruajes, y pudiera descansar. Así de encariñados y atentos a sus necesidades estaban el ayuntamiento y los vecinos de Milán.

Este hecho nos da la idea de cuanto significó y es querido el Maestro Verdi en Italia. Su figura se ha convertido en una de las más relevantes de la cultura y la sociedad italiana, tanto para los amantes de la ópera, como para el pueblo profano.

Aunque sucedieron hace más de siglo y medio, algunas de las situaciones interesantes y curiosas en las que se vio envuelto el compositor podrían estar pasando en esta misma época.

De su pluma salieron casi 30 óperas, la gran mayoría de un sonoro éxito. Fue suspendido en su intento de entrar a estudiar en el conservatorio, y sin embargo, no hay un solo día del año en el que algún teatro del planeta no programe una función de una de sus óperas más conocidas, La Traviata o Nabucco.

Ilustración publicada en L’Illustrazione italiana (Año XXVIII, nº 5, del 3 de febrero de 1901. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia.

Una coincidencia feliz

“¡Viva VERDI!” es el grito de la unificación italiana. Aprovechando la coincidencia entre el apellido del músico y las iniciales V.E.R.D.I. (Vittorio Emanuele Re D’Italia), podía encontrarse pintada en las paredes de toda Italia con un significado político antiaustríaco. Era una época de gran revuelo social y enfrentamientos, allá por el principio de los años cincuenta del siglo XIX.

Un día, mientras Verdi ordenaba sus libros, cayó al suelo el libreto del Nabucco, ópera que había rechazado escribir, quedando abierto por la página del coro de los hebreos —Va pensiero—. Verdi lo recogió, comenzó a leerlo y, conmovido, decidió ponerle música a la ópera. De entre los aficionados, aún quedan nostálgicos que consideran que esa pieza está llamada a ser el himno de Italia, como lo fue de los patriotas italianos contra la ocupación austriaca que en 1848 ocupaba el norte de Italia.

Personajes y situaciones cotidianas

El compositor de la famosa Traviata fue el primero que presentó una ópera en la que los personajes llevaban una vida de “a pie”: les sucedían cosas mundanas, que le podía suceder a cualquiera. También, en la que los cantantes vestían con trajes como los de la gente que pasaba por la calle.

Un ojo mirando a la partitura y el otro al público: esa era la consigna de Verdi ante la necesidad de condicionar sus creaciones a la aceptación de los espectadores. No deja de ser notorio que, ya en aquella época, el destino de cada nota en el pentagrama lo decidiese, no sólo la inspiración del autor, sino su deseo de entrar en los “premios Grammy” de la época. 

Miedo a la piratería

Al igual que pasa ahora, su creación no estaba exenta de la piratería o violación de los derechos de autor. La famosa aria del tenor “La donna e mobile” fue ensayada a escondidas en su casa con el tenor. No fue entregada a los músicos de la orquesta hasta unas horas antes de estrenarla. El compositor era consciente de que aquella “cancioncita”, sería un hit single y temía que se la robaran.

Verdi era capaz de crear ambientaciones en sus óperas evocando las mayores y atemporales emociones del ser humano, que siguen siendo actuales en los tiempos modernos. Un hombre que miró a dios a la cara, reprochándole en su Réquiem (misa de difuntos) que le arrebatara su mujer y sus dos hijos.

Aclamación al maestro Verdi tras una representación de Falstaff en el Teatro de la Scala. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia.

Defensor de la mujer

Las heroínas de sus óperas se sobreponen a su destino y a su propia felicidad en nombre de algo más grande que ellas mismas. Verdi fue un gran defensor de la mujer, y los personajes femeninos se presentan con rasgos positivos poco frecuentes en la ópera. Verdi se encuentra entre los clásicos. Porque, ¿qué es un clásico? Todo aquello que perdura en el tiempo, mientras lo demás cae en el olvido.

Aunque también procrastinaba: al igual que otros compositores, era perseguido por su editor para que acabara una obra que año tras año le pedía que terminase: el famoso Otello. El desesperado editor llegó a regalarle en navidad un panettone adornado con una estatuilla que representaba un “moro sin piernas”, en alusión al proyecto de Otello que Verdi no llegaba a terminar.

¿Y usted? ¿Qué música ha oído de Verdi? ¿Qué melodías recuerda de este compositor? Seguro que ha cantado alguna vez bajo la ducha “La donna é mobile” mientras se enjabonaba.


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Cartas de Rigoletto: las dificultades de Verdi con la censura

Pedro Pablo Gutiérrez González

La relación del compositor italiano Giuseppe Verdi con la censura de la época fue más bien tormentosa. A pesar de ello, no dejó de abordar proyectos que le interesaban, a sabiendas de que no sería un camino de rosas conseguir la autorización gubernativa. Rigoletto no fue una excepción.

Esta ópera, estrenada en La Fenice de Venecia el 11 de marzo de 1851, abre la década de mayor madurez, originalidad y brillantez del compositor. Pero también significa un cambio en la orientación de sus ideas. Las anteriores obras, centradas en temas patrióticos o en dramas de capa y espada, dejan paso a un claro interés por el dibujo preciso de la psicología de los personajes.

Il maestro Giuseppe Verdi e le opere, una composición de Edoardo Matania para L’Illustrazione italiana, año XXVIII, nº 5, 3 de febrero de 1901. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia.

Lo que nos cuentan sus cartas

Se conserva una profusa correspondencia de Verdi y en ella encontramos certezas acerca de lo que significó esta obra para él. Se trataba de poner en escena musical la obra de Victor Hugo Le roi s’amuse (“El Rey se divierte”), sobre la corte de Francisco I de Francia.

En el año 1849, el compositor se encontraba buscando un libreto para su siguiente trabajo. Ya en una carta a Vincenzo Flauto, el 7 de septiembre de ese año, apuntaba la posibilidad de encargarle a Salvatore Cammarano un libreto sobre Le roi s’amuse.

Pero el 28 de abril de 1850 escribe a Francesco María Piave. En la misiva, desecha algunos temas que éste le podría haber propuesto, como Il Conte Hernán, de Alejandro Dumas, estrenado en 1846, y un Gusmano il Buono, de Giuseppe Camillo Mattioli, tragedia lírica en tres actos de la que dice “difícilmente encontraremos nada mejor” y a la que acabaría poniendo música M. Marliani.

En dicha carta refiere:

“Hay un libro que, si la policía lo permitiese, sería una de las más grandes creaciones del teatro moderno”.

Más adelante aclara:

“La obra es grande, inmensa y tiene un personaje que es una de las más grandes creaciones del teatro de todas las épocas y de todos los países. La obra es Le Roi s’amuse y el personaje del que te hablo es Tribolet”.

Su entusiasmo culmina con un encargo apremiante:

“Apenas recibas esta carta, corre por toda la ciudad y busca un personaje influyente que pueda obtener el permiso para hacer Le Roi s’amuse”.

El asunto no sería fácil.

Permiso denegado

Francesco Maria Piave, libretista de Rigoletto. Wikimedia Commons.

El 8 de mayo insiste en otra carta a Piave en que “¡Tribolet es una creación digna de Shakespeare!”.

En carta del 3 de junio, menciona estar contestando a una del propio Piave del 14 de mayo, y se adivina que ya se ha obtenido el permiso pertinente o, cuando menos, uno parcial, pero han de cambiar el título:

“En cuanto al título, si no puede ser Le roi s’amuse, que sería hermoso, debe ser necesariamente La maledizione di Vallier, o por hacerlo más corto La maledizione”.

Y conmina a Piave a presentar el libro a la Policía y a la dirección del teatro, y viajar a Busseto para comenzar el trabajo.

Pero la presidencia, es decir, la dirección del teatro, deniega el permiso. No es de extrañar. La obra ya venía lastrada desde su estreno en Francia, en el que Victor Hugo vio cómo se le conminaba a suspender las representaciones, apenas unas horas después del estreno. Su denuncia social al libertinaje y los abusos de los poderosos no era fácil de tolerar por las autoridades de la época.

La siguiente carta es de Verdi a Carlo Marzari, director del Teatro de La Fenice, fechada el 24 de agosto. En ella afirma que Piave le había asegurado que no había obstáculo:

“Me puse a estudiarlo, a meditarlo profundamente, y la idea musical ya la había encontrado, estaba en mi mente. Se puede decir que el trabajo principal, el más fatigoso, ya estaba hecho”.

No debió recibir noticias pronto porque el 6 de diciembre escribe a Giovanni Ricordi, su editor en Milán, y propietario de Casa Ricordi, la más importante editorial del momento y un bastión en el nacimiento de los derechos de autor:

“Un gran problema para Venecia por la nueva ópera. ¡¡¡La Censura no permite el libro!!! ¿Qué hará la Empresa? Es un problema serio, serio, serio!!!”.

El libreto aprobado, ‘limpio’ y sin gracia

Finalmente, el 11 de diciembre recibió el nuevo libreto con las partes amputadas por la censura, que reducían notablemente la fuerza dramática del libro. En una larga carta al presidente Marzari, el 14 de diciembre, se queja amargamente de tal extremo y podemos leer un hermoso párrafo que revela su fascinación por el personaje de Tribolet:

“Observo que se ha evitado hacer un Triboletto feo y jorobado. ¿Por qué motivo? Un jorobado que canta, diría alguno… ¿y por qué no? ¿Molestará? No lo sé, y, si no lo sé yo, no puede saberlo el que haya propuesto esta modificación. Yo encuentro bellísimo representar este personaje externamente ridículo y deforme e internamente apasionado y lleno de amor”.

Un mes después, el 14 de enero de 1851, en otra carta a Piave ya se habla por primera vez de Rigoletto, cuando le dice que “entre tanto, este infernal Rigoletto va, entre problema y problema, adelante”.

La obra se estrenaría un par de meses después, pero Verdi no estaba contento con el resultado.

El 17 de septiembre de 1851, le escribe a Ricordi:

“En Roma, ¡Rigoletto se ha ido al diablo! Con las alteraciones y mutilaciones ridículas que le han hecho es imposible cualquier éxito”.

La censura le había obligado a cambiar nombres, roles y hasta personajes. Por ejemplo, el rey inmoral y depravado, que se divertía en la obra original, aquí pasará a ser el Duque de Mantua. Porque un rey no hace esas cosas…

El 1 de diciembre le escribe a su amigo el escultor Vincenzo Luccardi en términos similares, quejándose del trabajo de la censura. Termina la carta diciendo:

“¿Qué dirías tú si a una bella estatua se le pusiese una venda negra sobre la nariz?”

La versión que nos ha llegado

Como era habitual en el maestro de Bussetto, tras la primera tanda de representaciones realizó algunas modificaciones, sobre todo en la partitura y técnicas, ya que el libreto de Piave se mantuvo como estaba. Musicalmente generosa y brillante y, con todas las pasiones humanas desatadas, las buenas y las malas, esta ópera es hoy en día una de las más representadas del repertorio.

La web de Opera Base refleja que es la novena ópera con más puestas en escena, con 487 representaciones en los últimos cinco años. Esta obra es un claro ejemplo de lo que fue el carácter de Giuseppe Verdi, irreductible, perfeccionista, de una creatividad musical sin límites, culto y apasionado por cada nota de sus obras.

Verdi en su lecho de muerte. Fotografía de Giulio Rossi. L’Illustrazione italiana, año XXVIII, nº 5, 3 de febrero de 1901. Biblioteca di Storia Moderna e Contemporanea de Italia.

Su muerte, un 27 de enero de 1901 en su habitación del Grand Hotel de Milán, apenas a doscientos metros del Teatro de La Scala, provocó el más impresionante, espontáneo y multitudinario cortejo fúnebre de la historia del país italiano. Más de 300 mil personas acompañaron su féretro. Ahora que se cumplen 120 años de este hecho, otro dato de Opera Base resulta contundente sobre su aportación: es el único autor con siete óperas entre las veinticinco más representadas del mundo. Mozart y Puccini, con cuatro cada uno, le siguen de lejos.

Manuel Antonio Cerezo Gallego es profesor de Didáctica de la Educación Musical (Facultad de Educación) en la Universidad de Málaga.
Pedro Pablo Gutiérrez González es profesor titular de Diseño Gráfico en la Universidade de Vigo. Presidente de Amigos de la Ópera de Vigo y del Festival Otoño Lírico, Universidade de Vigo.

Fuente: The Conversation.

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