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En México aún no existe el periodismo televisivo: Armando Ramírez

Nació en la Ciudad de México el 7 de abril de 1952. Partió de este mundo hace un año, el 10 de julio, a los 67 años de edad. Armando Ramírez, quien antes de cumplir las dos décadas de vida ya había publicado su novela Chin Chin el teporocho, misma que Gabriel Retes (1947-2020) la llevara al cine en 1976. Armando escribió una veintena de libros, pero su trabajo lo concentró, sobre todo, en la crónica televisiva. Para recordarlo, publicamos una charla sostenida con su amigo Víctor Roura, la cual data de fines de los años ochenta publicada entonces en el periódico cultural Las Horas Extras… Y su declaración que se consigna en esta cabeza, que dijera Armando Ramírez hace ya casi tres décadas y media, sigue tan vigente como si tal premisa la estuviese declarando ahora mismo…


El escrito y el televisivo, periodismos complementarios

Armando Ramírez lleva trabajando en televisión más de 15 años, siete de los cuales los ha dedicado íntegramente al periodismo [es decir, toda su vida se abocó al ejercicio televisivo fungiendo de periodista plural desde su inicio literario, mucho antes de que en la pantalla electrónica nacieran los programas culturales rastreando a la gente en sus oficios, pues esta entrevista, que reproducimos tal como se publicó el 18 de octubre de 1986 en el número 5 de Las Horas Extras, que dirigía el propio Víctor Roura en sus oficinas en el Palacio de Minería]. Hoy en día es jefe de Información del noticiero Hoy en la Cultura, que transmite diariamente el Canal 11. Autor de varios libros (Chin Chin el teporocho, Violación en Polanco…), tepiteño ilustre, Armando Ramírez siempre se halla en la calle en busca de reportajes…

—Creo que uno de los malos entendidos entre el periodismo escrito y el electrónico es que varios de sus hacedores han intentado enfrentarlos. Crear una competencia. Y para mí son medios que se complementan. En este sentido, siento que la televisión incita o motiva, hace que se deseen las cosas, pero no permite profundizar racionalmente en el acto noticioso…

Y pone un ejemplo:

—Ahora, en el noticiero que estamos haciendo en Canal 11, alguien nos ataca gratuitamente de que nosotros queríamos sustituir al libro, supongo que haciéndose eco de la teoría de McLuhan acerca del fin de la Era de Gutemberg. Yo creo que no. Creo que la televisión tiene la función de incitar a la gente a que vaya al teatro, a que escuche música, a que lea. El periodismo televisivo debería ser visto como un motivador para acercarse a.

Armando Ramírez habla igual como en la TV, en él no caben las poses ni las búsquedas de una imagen distanciada de la realidad. En todo caso, la pantalla casera extrañamente no lo ha transformado en lo mínimo.

—… En el periódico, por el contrario, sí se puede sustituir al libro con ensayos bien escritos —continúa—, profundizados, porque casi son el mismo medio. En el aparato receptor nunca se podría sustituir una cosa por otra. Por lo mismo a la TV se le ve con frialdad porque, repito, incita, te llega a la epidermis, a la parte más superficial de uno. No te llega directamente al cerebro…

—Es más espontánea, menos reflexiva…

—Y tal vez por ello, también, puede ser más peligrosa. Por algo, instintivamente, el sistema ha marcado las pautas. Decía Vicente Leñero que en un libro existe la posibilidad de un 100 por ciento de libertad de expresión, un 40 en la televisión y un 30 en el radio. A mayor penetración de auditorio, a mayor capacidad de cobertura, se van teniendo más precauciones para decir las cosas. Y a veces un reportero de la TV entiende que no puede hablar tan descarnadamente como lo haría en una revista especializada…

Se detiene con brusquedad para aclarar:

—Y en ocasiones el reportero no dice las cosas provocado por las reglas del juego, por los sobrentendidos que nadie sabe por qué están establecidos, ni cómo es la cuestión. Pero lo cierto es que ahí están, porque en la televisión no te dicen qué no debes decir. Sin embargo, todo el mundo no se atreve a ir más allá de ciertas cosas. Yo creo que hay que llegar hasta donde te llamen la atención…

—¿Te sucede con frecuencia?

—Creo que en mi caso nunca se me ha llamado la atención. Por ejemplo, hice un reportaje en el que entrevistaba a una chavita del burlesque, de striptís, y le preguntaba acerca de la virginidad. Y ella me dijo:

“— ¿Virginidad? Ni la virgen de Guadalupe…

“Y salió al aire tal cual. Nadie me dijo nada. Quizá no lo vieron…”

“Todo es parcial…”

—Los directores de los periódicos, las más de las veces, no revisan los contenidos. A veces ni los leen —le digo a Armando Ramírez—. Sí reprenden cuando el escrito afecta sus intereses, cuando alguien cercano a ellos les señala el texto que puede afectar sus relaciones…

—Por eso mismo he sido siempre de la opinión de que no hay periodismo objetivo sino existe la prensa a partir de quien te dicta las órdenes de trabajo, de quien decide qué entra y qué se rechaza. Todo es parcial. Y todo depende de cómo asuma uno esa parcialidad. En Imevisión [la televisora estatal que Carlos Salinas de Gortari vendió a Carlos Salinas Pliego para que éste la convirtiera en TV Azteca, una sucursal de Televisa] una de las secciones más progresistas es la de internacionales. La gente que integra ese equipo por lo regular son personas exiliadas preocupadas por la realidad de sus países, conscientes de los problemas del mundo. En cambio, el núcleo de los que conforman la información nacional se halla inmerso en un conformismo intelectual y enfrentan las notas sin un espíritu de lucha. Sin enfrentarse en un diálogo con el jefe de información, sin luchar con el director para pelear un lugar destacable a su nota… Y tal vez no lo haga alimentado por el exterior o por uno mismo. No hay sentido de la autocrítica…

—Quizá sea mejor callar una nota antes de ser reprendido…

—Es un problema de todo el periodismo: ¿hasta qué punto realmente puedes reportear las fuentes del gobierno si la información está previamente centralizada y canalizada a través de oficinas de prensa o de dirección de Comunicación Social? Y si no eres muy inquieto, y deseas conservar el trabajo, te vas a circunscribir al boletín de prensa o al caset que te llega con la conferencia grabada…

—Hoy en día la televisión influye más en la gente que la prensa escrita; pero es menos rigurosa la prensa en la pantalla casera…

—Para comenzar habría que señalar que todavía no existe el periodismo televisivo en México. Por principio, el reportero de la TV tiene mucho del periodista del diario. Sea uno de Televisa o trabajador del Estado, siempre el periodista va a estar sentado con su libretita preguntando y el camarógrafo y su asistente estarán por otro lado. Eso se me hace una incongruencia. Porque tanto el camarógrafo como su asistente y el reportero son como triates. Deberían serlo, cuando menos. Andar juntos. Porque tú debes de ver a través de la cámara. Tienes que manejar un lenguaje visual. Lo que el reportero de prensa escrita va a decir en dos cuartillas, el de la televisión lo va a decir en diez renglones…

“El día de mañana vas a poder editar tu propia información…”

—El lenguaje visual de la tele nos ha enseñado a no ser reflexivos…

—Así es, pero en la medida en que tú sepas manejar el lenguaje y la visión e integrarlos al mensaje, no hacerlos paralelos, tu contenido puede ser completo, reflexivo. Cuando tu nota habla sobre la subida del dólar, en lugar de presentar las clásicas imágenes del señor cambiando en un banco sus billetes decides incluir en la pantalla huevos o frijoles… ya tu mensaje dice otras cosas…

—Pero las imágenes clásicas son las que predominan en nuestra tele…

—Porque no somos periodistas televisivos. Porque no estamos acostumbrados a producir nuestro propio reportaje, a redactarlo, a concebirlo desde el momento en que recibimos la orden, sino pensamos la nota desde la perspectiva del periodismo escrito: vamos a grabar la voz, escribir unas líneas complementarias y la información nos la van a ilustrar con imagen de stock. Traemos el equipo electrónico, sí, pero no integramos nuestra mentalidad a este nuevo medio, que no tiene por qué competir con el escrito…

—¿Cómo presentar una opción si la televisión está monopolizada?

—Las productoras independientes son una alternativa a este tipo de polarización. Si nos ponemos a pensar un poco, en términos de ciencia ficción, te puedes comprar una cámara a un costo barato. El día de mañana va a ser una cosa accesible. En un momento dado vas a poder editar tu propia información…

—Pero, ¿cuánta producción independiente está siendo incluida ahora?

—Ahorita es mínima, pero se está pasando ya. Antes no existía. El ciudadano in fraganti es una de ellas. No sé si todavía pase, pero la revista Chispas tenía su programa. Hoy en la cultura es mitad independiente y mitad UTEC [unidad televisora del Estado dedicada a la educación]…

—Debido a la burocracia en la tele, a la larga puede salir muy caro crear producciones independientes…

—Al contrario, porque va a ser como editar un periódico [y mucha razón tenía Armando: ahora hay miles de canales en la Internet, todos con el objetivo de monetizar de inmediato sus productos, pocos con la meta opcional de información rigurosa, porque estos sitios justamente son los menos compensados económicamente por las empresas comerciales]. Habrá alguien que se quiera juntar con otros más y comprar equipo usado. La electrónica está avanzando tanto que ahora [¡y esto dicho en 1986 cuando aún no proliferaban los celulares!] las cámaras son unos equipos que no pesan nada. Puedes, a la vez, editar en una pequeña mesa y llevar tu caset y mandarlo al satélite con una parabólica. Al rato va a ser como el radio… [y así fue: un lustro después de esta conversación, a principios de la década de los noventa, los diarios empezaban a armarse de computadoras…]

Nuevas formas de hacer televisión

—Bien, pero la producción independiente no entra en el cerrado monopolio.

—En Alemania está regionalizada la zona. Tiene su centro de acción y su programación. Y cuando quieren hacer cobertura nacional se encadenan por medio de computación y comienzan a transmitir desde Munich o desde Zurich. Nadie centraliza. A cada zona le va tocando por suscripción, de acuerdo a su importancia. Todo esto lo maneja un patronato. Así, cada grupo minoritario tiene derecho a su voz…

—¿Y en México?

—A eso iba. En nuestro país están generándose pequeños grupos regionales. Está el sistema quintanarroense que dirige Virgilio Caballero. Están sistemas de Tabasco, de Morelia, Televisión Mexiquense, de Xalapa, de Guadalajara o de Chihuahua y Monterrey. Cada uno de ellos comienza a hacer su producción regional. La cuestión es vender a todas estas regiones tu producto independiente para recuperar los costos, ya que estas zonas carecen de material y lo que hacen es comprar programas ya filmados de cadenas grandes. Lo que se haría es surtir de material a esas pequeñas televisoras estatales…

—La opción, entonces, se halla en la TV regional…

—Y en un sistema de comercialización y de producción a través de productoras independientes…

—Pero entrar a Televisa, que es la que más influye en la población, ¿cuándo?

—Eso no va a poder ser, porque la televisión privada tiene tal desarrollo, de treinta y tantos años de infraestructura [el sistema televisivo, efectivamente, inició sus operaciones a mediados de los cincuenta del siglo XX], que ahora es inalcanzable, incluso para la TV estatal. Lo que sí creo es que se pueden crear alternativas, nuevas formas de ver televisión. En provincia, afortunadamente, hay lugares donde no se ve la televisión comercial. O ves la TV estatal o la ves. No hay más. Porque es una mentira que la comercial cubra todo el territorio de la República Mexicana…

“Yo no conozco a periodistas independientes en la tele”

—Para los jóvenes que terminan sus estudios en la capital no hay otro camino que ceñirse a los moldes establecidos de la televisión comercial…

—Primero que nada, ¿por qué se ha inventado una carrera que no existe? (La de ciencias de la comunicación.) La verdad es que tú ves llegar a los jóvenes, que preparan sus tesis sobre los canales estatales, sin ningún conocimiento del medio. Por eso son frecuentes las bromas de los técnicos hacia la gente nueva…

—Quieren ser figuras de la televisión. En ese medio, ¿hay cabida para el periodismo independiente?

—Yo no conozco a periodistas independientes en la tele. La verdad, creo que a excepción de Jacobo Zabludowsky, que es un caso brillante del lado contrario a mi ideología, no encuentro a nadie sobresaliente en el periodismo electrónico, que asuma un criterio y lo transmita sin impedimentos de ninguna clase. Porque el periodista de imagen tiene tras de sí a todo un equipo que le prepara su discurso. No existe la independencia. Ese es uno de los graves problemas. De ahí la confusión para los estudiantes, que piensan que ya son periodistas con sólo pronunciar correctamente la y labiodental o leer impecablemente el texto que antes un equipo de redactores elaboró. Es grave, en verdad, la falta de periodistas a cuadro que manejen la información y asuman su capacidad de discernir, que arriesguen una opinión, que haya todo un trabajo reporteril atrás. Pero no hay nada de eso…

—Y en el noticiero que coordinas, dedicado a la cultura en México, ¿cuánto tiempo costó crearlo?

—Ya tenemos siete meses haciéndolo todos los días [por supuesto, ya no existe, y al parecer para lo único que sirvió dicho noticiario cultural fue para que la conductora Sari Bermúdez lo usara de trampolín político pues en el sexenio foxista, la primera administración gubernamental del siglo XXI, fungió, sin tener capacidad para ello, como presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, luego de lo cual obviamente se difuminó del panorama público]. Lo hicimos por la necesidad que sentimos de hacer periodismo, y nos alentó la oposición pertinaz de la mayoría de la gente del medio que no creía que pudieran existir las actividades culturales suficientes como para sostener un noticiero diario en la tele. Normalmente, las pocas notas culturales que se dan en los noticieros o son de compromiso o son de relleno…

—Además son notas aplazables…

—Sí, intemporales. Con Hoy en la Cultura estamos demostrando que sí existe la vida cultural, que sí se puede hacer periodismo cultural sin ser nota de color, sin ser nota frívola, sin ser nota de sociales, tan importante como la información política o la deportiva… [y esta sentencia era sin duda una verdad en su momento, ya que nadie en efecto daba un quinto por un noticiario cultural… el programa no pudo mantenerse, sin embargo, porque la grillería política también se aproximó a esa televisora, Canal Once, al grado de que, con el tiempo, el propio Armando Ramírez decidió retirarse del noticiario cuando la cúpula intelectual lentamente se fue apoderando de sus espacios y, como ya anotamos, ¡la conductora, por amistad con Marta Sahagún, escaló a los niveles más altos de la cultura mexicana al presidir su Consejo!]

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