Abril, 2025
El pasado domingo 30 de marzo, a los 82 años de edad, partió de este mundo Enrique Bátiz, una de las figuras más influyentes de la música clásica en México. Su deceso fue dado a conocer por el rector de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH), Octavio Castillo Acosta, quien escribió en su cuenta de Facebook: “Lamento sinceramente el fallecimiento del Maestro Enrique Bátiz Campbell, Director Artístico de la OSUAEH. En estos momentos de dolor, enviamos nuestras más sinceras condolencias a sus seres queridos”. También la Secretaría de Cultura federal expresó sus condolencias por la partida Enrique Bátiz, “quien por más de seis décadas impulsó la música clásica en el país”. De igual forma, la Secretaría de Cultura capitalina escribió en su redes sociales: Bátiz deja “un legado imborrable en la música clásica mexicana, dirigiendo centenares de orquestas en todo el mundo y grabando más de 145 discos. (…) Su memoria y legado seguirán vivos en el corazón de la comunidad musical y cultural de México”. Asimismo, el Centro Nacional de las Artes lamentó el fallecimiento del “reconocido director de orquesta y pianista de extraordinaria talla, cuya pasión y dedicación por la música dejaron una huella imborrable en el ámbito cultural. (…) Su legado perdurará por siempre en cada nota que tocó y en cada alma que inspiró“, se puede leer. A manera de homenaje, Víctor Roura ha recuperado esta conversación con el director de orquesta mexicano.
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El director de orquesta Enrique Bátiz —nacido en la Ciudad de México el 4 de mayo de 1942— falleció, a los 82 años de edad, el pasado domingo 30 de marzo de 2025. Su primera presentación musical, antes de finalizar la década de los cuarenta si bien no se precisa dónde ocurrió tal proeza, la realizó a los cinco años tocando el piano. En 1971, a sus 29 años, fundó la Orquesta Sinfónica del Estado de México, de la que se despidiera casi medio siglo después, en febrero del 2018, aduciendo problemas de salud. Su discografía comprende más de 100 grabaciones orquestales. En el sexenio de José López Portillo (1976-1982) se supo de su amorío con Carmen Romano, entonces la Primera Dama del país, sin ninguna consecuencia grave para el director de orquesta, para fortuna suya.
Enrique Bátiz, como tantos otros músicos inadvertidos (¡el jalisciense José Pablo Moncayo, fallecido el 16 de junio de 1958, no obtuvo este reconocimiento!), se fue de esta vida sin habérsele concedido, mereciéndolo, el Premio Nacional de Artes que comenzara a entregarse hace 80 años, en 1945 (el primero en recibirlo fue Alfonso Reyes), galardón que ha sido entregado a músicos en 18 ocasiones, desde 1947 a Manuel M. Ponce a 2022 a Sergio Cárdenas.
Recupero esta plática con Enrique Bátiz, sostenida en diciembre de 1980, como homenaje al empeñoso atrilista.
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El sudor corre por su frente. Su cabello, revuelto, cae hacia distintos lados de su rostro.
—Como compositor, apenas estoy elaborando una obra que me llevará, por lo menos, un año más terminarla. Y es el comienzo de una nueva etapa de mi vida, porque pienso seguir componiendo permanentemente hasta que muera. Pero, quede claro, la sinfonía que estoy creando no tiene ninguna importancia para nadie más que para mí.
Es Enrique Bátiz, director de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, quien platica. Acaba de dar fin a un concierto, pequeño homenaje a Ravel.
—Los compositores —dice— requieren de ciertos atributos para no descomponer. El creador de una obra debe tener una cultura muy vasta, un talento enorme y una fuerza de creatividad fantástica. Además, debe tener el apoyo, por desgracia, ya sea del gobierno o de la iniciativa privada, por la conformación de nuestro sistema actual. Si estuviéramos en un sistema socialista, sería el apoyo del Estado, que le daría un sueldo permanente a alguien para componer. En el caso nuestro, no creo que exista realmente la profesión de compositor en México. Oh mal pagada; digo, retribuida, ¿no?, porque ponerse a componer para que nadie te haga caso pues es lo mismo que estar bien loquito.
—Los casos de Revueltas o Moncada…
—Bueno, los dos fueron pioneros de la composición en México. Ellos, junto a Chávez, han representado esfuerzos que se han hecho muy importantes, pero que no trascendieron o no han trascendido internacionalmente. Creo que apenas son las primeras piedritas.

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Seca el sudor con una pequeña toalla. Toma un cepillo. Se echa el pelo hacia atrás. Se le pregunta si su sinfonía está siendo compuesta con bases en la música mexicana.
Responde casi interrumpiendo:
—Yo no hago diferencias en la música. Solamente es buena o mala. Si hablamos de folclor, sí. Si yo utilizo el folclor de mi país estoy haciendo una obra basada en elementos ya hechos. Entonces, yo ya no estoy creando sino arreglando.
—Moncayo creó el Huapango.
—Eso es tomar los sones veracruzanos y adaptarlos para orquesta. Es una orquestación, nada más.
—Usted, entonces, pretende algo muy distinto.
—No es lo mismo orquestar que compositor. Es decir, un compositor se puede valer del folclor de su pueblo. Lo ha hecho Béla Bartók, lo hizo Beethoven, el mismo Tchaikovsky. En el nacionalismo. Eso es. Estoy hablando del nacionalismo. De usar los elementos del pueblo. Y hay otro estilo de composición que no es tan nacionalista, que es más bien universal.
Se inquieta.
Abre desmesuradamente los ojos.
Y con su sonrisa característica, pulcra, fina, añade:
—No, no domino todos los instrumentos. Sería imposible. Para dominarlos todos se necesitan diez o quince años de una práctica constante. Entonces, imagínese usted, tendría que vivir diez vidas.

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De repente, interviene Luis Fernández de Castro, intendente encargado de la gerencia de la OSEM:
—Pero el maestro conoce la técnica de diferentes instrumentos. Cuando él dice, por ejemplo, que se haga un matiz o un ataque de maricón, sabe lo que está pidiendo, porque él conoce la técnica y los recursos.
Ejemplifica Bátiz:
—Si voy a Europa y me dicen toca el violín, pues no. Si tocara el violín, estaría en una orquesta. La función del director es otra cosa. Es una reunión de conocimientos.
Enrique Bátiz domina el piano, nada más.
—Usted es un director que goza de cierta popularidad. Sin embargo, cuando se le vio en un comercial de televisión anunciando una marca de coches se apreció extraño; es decir, es poco frecuente…
—Ya no es extraño —dice con naturalidad—. Hoy usted puede ver a Luciano Pavarotti o a Zubin Mehta…
—Sí, está bien, pero en México…
—Pero México es México ¿no? —comenta.
—Y cómo es México…
—Es decir, está en el contexto de la geografía de los demás países. Luego, estamos invadidos. Hay televisión, hay radio. Comerciales. Una serie de cosas. Pertenecemos a un núcleo, a una geografía de tipo estadounidense. Entonces, no es extraño que esto suceda. No tiene la mayor importancia. Luciano Pavarotti, por ejemplo, no va a dejar de ser el mejor tenor del mundo sólo porque anunció la American Express, ¿no?
—Los destacados deportistas o artistas endebles, por lo regular, son los encargados de anunciar productos. Son una especie de objetos que funcionan para propagar algo. Luego por eso unos les tienen desconfianza. Otros van más lejos, los críticos los catalogan como anunciadores públicos.
—¿Los críticos? —pregunta sorprendido Enrique Bátiz—, pues yo creo que eso está mal. Dedicarse a atacar es una posición que me disgusta. La posición que aprecio es la de trabajar. Cada quien elige el método o el medio que quiere para hacer su vida. Además, la gente tiene derecho a exponerse a que lo critiquen o a que le aplaudan.
—En su vida diaria, ¿qué tipo de música escucha?
—Ninguna —subraya—. Mire, yo ya llegué a una etapa en mi vida [entonces el director de orquesta contaba con 38 años de edad] en la cual la única cosa que a mí me gusta es la música buena. Ya sufrí y sigo sufriendo cuando escucho los ruidos de los aviones o de cualquier tipo. He conocido estudios acerca de que el oído se entorpece con el ruido. Por eso, el mejor de los ruidos es el silencio. Fíjese usted qué sabia es la naturaleza: ella no hace ruido, crea sonidos, el agua, los pájaros, la lluvia. El hombre es el creador del ruido: los autos, el claxon, los autobuses, la televisión. Y la gente no ha podido diferenciar esto todavía porque se necesita un estudio muy profundo de la música y un apoyo muy grande del Estado.
—Por lo tanto, no está usted enterado de lo último en canto nuevo o en jazz.
—Todos los movimientos de la música popular afectan a la música clásica. Lo explico facilmente: la música clasica está fundada en la música popular. No están peleados ambos géneros, de tal forma que la canción popular es la base de la clásica.
Bátiz dice que George Gershwin ya logró mezclar el jazz dentro de la música clásica.
—La diferencia —acota por último— radica en que la música popular es más accesible, menos tediosa, más corta. Está elaborada en forma ABA o ABCA. Quiero decir, un tema y otro tema y se acabó y se vuelve a repetir hasta que se termina. En cambio, la música clásica toma un tema y lo desarrolla.
…
Un legado marcado y manchado
Reconocido por su talento desde la infancia y considerado un niño prodigio, Enrique Bátiz deja, en efecto, una estela imborrable en la cultura nacional gracias a su extensa labor como director de orquesta, pianista, promotor y difusor de la música clásica. Nacido en la Ciudad de México en 1942, Bátiz fue fundador, en 1971, de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, y de la que en febrero del 2018 anunció que se retiraba, debido a circunstancias de salud. También fue director en la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, y fue director huésped de la Royal Philharmonic Orchestra. Al final de su carrera —unos meses antes de su retiro—, su trayectoria se vio marcada (y manchada) por la denuncia, en forma anónima, que presentó en su contra un grupo de atrilistas de la Orquesta Sinfónica del Estado de México ante la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (Codhem) por maltratos y vejaciones. En ese entonces, se filtraron en internet audios en los cuales Bátiz insultaba a los músicos. También por ese tiempo, la violinista suiza Silvia Crastan denunció en las redes sociales que el director la había violado en 1996, en un hotel en Zúrich. Por este motivo la Codhem abrió un expediente pero desestimó el caso al considerar que no había suficientes pruebas de las acusaciones. Bátiz defendió hasta el final su inocencia. Crastan, por su parte, aseguró que ambos habían llegado a un arreglo en privado, fuera del foco mediático. Debido a estos hechos, los diversos homenajes que Bátiz recibiría por su retiro se cancelaron. Sin embargo, pese a los señalamientos, su legado musical sigue siendo invaluable. (Redacción SdE)