Alberto Blanco y el ‘collage’
Paul Klee sostuvo siempre que, en el fondo, escribir y dibujar eran exactamente la misma cosa. Para los griegos, por otra parte, los verbos “escribir” y “dibujar” eran un solo vocablo. Siguiendo esta tradición, el poeta Alberto Blanco ha ocupado gran parte de su vida para desarrollar no sólo el gusto por las artes visuales —en especial el collage—, también para él mismo crearlo, hacerlo, construirlo. Por eso cuando hace unos días nos enteramos que ya sobrepasaba los 50 años de hacer collage —las primeras piezas datan de 1967—, no podíamos dejar pasar la oportunidad para cederle las parades virtuales de nuestra «Galería Emergente» y celebrarlo. Con 70 años recién cumplidos —imperdible, por cierto, la conversación que sostuvo con el periodista Víctor Roura a propósito de ello para Salida de Emergencia—, lo que a continuación presentamos es una (breve) selección de ese más de medio siglo del trabajo visual del maestro Alberto Blanco. Él mismo ha escrito esta introducción…
Todo lo que hacemos es collage
Alberto Blanco
No sé cuándo comencé a hacer collage… sí sé, en cambio, que cuando hice mis primeros collages cuando era niño estaba yo muy lejos de conocer esta palabra —una palabra para la que, por cierto, no he encontrado un sustituto que me satisfaga en español— y, más lejos aún de tener noticia de la hermosa tradición que sustenta esta práctica.
El collage, como muy bien lo vio Walter Benjamin, es la técnica por excelencia del siglo XX y sus ecos resuenan poderosamente aún en el siglo XXI. Nacido de la visión de los cubistas, dadaístas, futuristas, constructivistas y surrealistas, el collage resulta el medio idóneo para acercarse a las obras del pasado y relacionarse con ellas con una nueva actitud. Un modo de entenderse con la tradición en nuevos términos para conseguir que vuelvan a hablar aquí y ahora. En este sentido, se puede ver el collage como una práctica de reciclaje ecologista tanto de materiales como de imágenes. Esta es una buena razón, entre muchas otras, por la cual de todas las técnicas utilizadas hoy en día, el collage se lleva la parte del león en las artes contemporáneas.
Existen —a mi parecer— dos grandes maneras o escuelas de hacer collage visual: el collage constructivista, al modo de Picasso y Braque, donde nada se oculta al espectador, y donde se muestran los distintos materiales y las diversas fuentes de las que proceden, así como se muestran las costuras del ensamble sin recato alguno, pues forman parte esencial del discurso de la obra; y, por otro lado, está el collage surrealista, a la manera de Max Ernst, donde utilizando un zurcido invisible que oculta la disparidad de los elementos que forman una pieza, se privilegia, por sobre los demás aspectos, la contundencia de la imagen. Yo he trabajado en ambas formas.
Se puede discutir si el viejo Matisse abrió una tercera vía para el collage cuando decidió pegar sus recortes de papel intensamente coloreados. En todo caso, yo no he dejado de tener en cuenta esta opción como bien puede verse en la serie de “Vitrales de papel lustre”.
Sin embargo, bien visto —y bien escuchado, bien sentido, bien apreciado y bien vivido— el collage está presente en todas las demás artes, no sólo como una estrategia deliberada, tal y como lo podemos apreciar en todas las artes contemporáneas, sino como un principio básico de la creatividad humana, puesto que realmente no somos los creadores de nada. “Si quieres hacer un pay de manzana partiendo desde cero —dijo Carl Sagan— primero tienes que inventar el universo”. Bien sea una casa, un avión, una sopa, un par de zapatos o un poema, lo único que podemos hacer es mezclas, amalgamar distintas formas, proponer ensambles de cosas diversas y componer un todo.
Tal vez por esta razón Max Ernst afirmó que el collage “es un instrumento capaz de registrar la cantidad precisa de posibilidades que el ser humano tiene de ser feliz en cualquier momento”. A mí esta apreciación me parece acertada, y con mi obra doy fe de ello. A su verdad me atengo.
Nota bene: aprovechando el confinamiento, el maestro Alberto Blanco dedicó “cientos y cientos de horas de 2020” para construir —con la ayuda de sus hijos— una website para exhibir sus collages. En este enlace puede visitarla: http://www.albertoblancocollage.com