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La importancia de llamarse Javier Bátiz

El roquero octogenario

Mayo, 2024

Estoy muy bien. De mi mente estoy muy bien. Pero todo lo que es el cuerpo no me funciona ni un gramo. Primero no pude mover un brazo, luego no tuve dominio de una pierna y después tampoco de la otra. No me puedo parar ni tocar, a pesar de que me es posible mover un poquito uno de mis brazos. Aquí estoy en mi cama de muerte”. Así describía Javier Bátiz su estado de salud actual apenas hace unos días a La Jornada. Recordemos: en marzo pasado, el músico había sido hospitalizado en su natal Tijuana luego de que visitó la capital del país. El Brujo Bátiz es leyenda viviente de la música en México: en 1957 fundó el grupo Los T’JS, marcado por los sonidos del blues y siguiendo la estela de gente como Muddy Waters, B.B. King o Howlin’ Wolf. Con él se gestó oficialmente el primer movimiento de rock hecho en México, de ahí que, desde entonces y hasta hoy, él mismo se autodefina como el Padre del rock y el blues mexicanos. Nacido el 3 de junio de 1944 en la bajacaliforniana Tijuana, Javier Bátiz ha llegado a las ocho décadas de vida. Como homenaje al guitarrista, compositor y cantante, Víctor Roura ha recuperado esta conversación sostenida con él en los años en que el rock aún estaba prohibido en este país.

Hace ocho décadas, el 3 de junio de 1944 en la bajacaliforniana Tijuana, nació Javier Bátiz, el más grande roquero que ha visto la luz primera en México. Como homenaje al guitarrista, compositor y cantante transcribo esta conversación, aún vigente y plena de sus pensamientos, sostenida con Bátiz en los años en que el rock era prohibido en el país significando, en la estrategia política, un mal social maltratando, con severidad innecesaria, a los músicos abocados a la difusión de este género musical sin haber obtenido, nunca, alguna reivindicación, por lo menos moral, por el agravio sufrido.

Hoy Javier Bátiz cumple 80 años y como parte del homenaje nacional aún postergado, presentamos esta entrevista con el músico donde, como siempre, resalta la egomanía de su presencia, los decires golosos de su insustituida vanidad, de su inagotable perseverancia en la exaltación de su enormísimo yo, de su radiante humorismo acaso involuntario, características que nunca lo han abandonado. A pesar de sus severas calificaciones (el Tri haciendo canciones semejantes a las de Cepillín, la nulidad de Canned Heat, la impostura poética de Guillermo Briseño, etcétera), numerosas personalidades imbuidas en sus sarcásticas visiones jamás han negado la figura de Javier Bátiz grabando a su lado o instándolo a recorrer el mundo.

De la modalidad continúa

—¿Cómo piensa Javier Bátiz respecto a su música?

—Bien. Es todo lo que me mueve, lo que me hace funcionar. Todo lo mío está en la música.

—Si partimos de 1971, cuando se efectuó el Festival de Avándaro, ¿sientes algún cambio?

—Sí, muchos cambios. Pero la esencia sigue siendo la misma. Lo que toco está basado en el blues y basado en… no sé, en el blues, más que todo. Mira, eso que estamos oyendo ahorita es una mezcla de discotec, con el bombo seguido y aparte como con un poco de rock porque esto se parece mucho a la figura de “Lucille”. Y la canción está apropiada a la figura porque se llama, la canción, “Vida Lee”, como mi hijita. O sea, también trata de una mujer.

—En lo concerniente a tu reciente sencillo, cuando se grababan discos artesanales, ese de las piezas “Ella fue” y “No me malinterpretes”…

—Ah, pues ganas de entrar a la radio, ¿no?, muchas ganas…

—Pero no funcionó [a Bátiz nadie lo tocó nunca en la radiofonía local acaso porque ninguna discográfica pagaba dinero para que fueran transmitidas sus canciones] …

—No, no funcionó. No puede funcionar porque la gente se deja engañar por los directores artísticos. Javier Bátiz es algo que no debían de tocar los directores artísticos… con poca visión, por supuesto. Pero, al fin y al cabo, todas las grabadoras tienen muy poca visión. No hacen nada, ninguna innovación. Si quisiera grabar lo que yo compongo, pues no me dejan. Entonces, tengo que grabar lo que ellos me ponen. Y es bueno hasta el momento porque entré a la programación radiofónica por seis o siete meses en Guadalajara, Monterrey, Tampico, Tijuana. Entré a la radio con ese disco de “Ella fue”. Y no pasó de ahí. Pero la gente me recuerda. Oye a Javier Bátiz. Se causa cierta controversia. Se arma cierta polémica. Y hasta ahí. El disco no se vendió. Nuestra ejecución fue tremendamente horrible, excepto por un buen solo que se echó Mario Hernández y otro que me eché yo. Pero fueron tan cortos y cortados al final de la canción…

—¿Quién te invitó a grabar ahí?

—Pues Orfeón, la compañía. El señor Azcárraga, con ganas de crear la nueva modalidad de Javier Bátiz. Pero Javier Bátiz ha tenido muchas modalidades y, en sí, no necesita de una modalidad nueva. Batiz es, en sí, una modalidad en el país. Ha causado demasiados cambios entre la gente que lo rodea o que él rodea. Javier Bátiz es una modalidad.

—¿Estabas consciente de eso cuando te llamaron?

—Ah, claro/

—¿Entonces por qué grabaste lo que te impusieron?

—Por el comercio, pero pues si estamos viviendo de la música…

—En discos Orfeón grabó hace poco Dangerous Rhythm. El resultado no tiene nombre. Y ahí mismo, con esa disquera, te vuelves a encontrar con un acetatito de Bátiz/

—Pero es que agarra la onda: uno de los componentes de Dangerous Rhythm es Azcárraga yunior. Y Azcárraga yunior es el hijo de papá. Es el hijo de papá. Entonces, el hijo de papá puede hacer lo que quiere en los estudios de papá. Pero Javier Bátiz está muy lejos de ser hijo de papá. Es más, es hijo de la chingada en esa compañía. Es como cualquier otro artista, que de no ser Cepillín y Dangerous Rhythm, que son con los que se emborracha y que se aloca este cuate, o sea el hijo de Azcárraga, pues nadie más puede grabar ahí, Ni Nuevo México, ni yo, ni todas las personas que hemos ido a Orfeón.

—Si nos remitirnos exclusivamente a la cuestión musical, ¿qué beneficios trajo ese tipo de grabaciones que nunca habías efectuado antes?

—Mira, te voy a decir una cosa: Santana salió de mi grupo. Y cuando estábamos trabajando en el cabaret usábamos tumbas y cencerros. Más bien, nosotros teníamos un estilo de tocar que se llamaba chacha rock. Era una cosa que hacíamos en el círculo de do. Lo hacíamos con timbales, tumbas y cencerros…

—Eso en cierta forma quedó plasmado en la pieza “Hablas demasiado”, ¿no?

—Sí. Todas mis grabaciones han tenido tumbas. Todas. Todas han tenido cencerros. Todas han tenido el ritmo de ahora. Como la disco y esa música. Hasta ahora lo están descubriendo [estamos a principios de los años ochenta, recuérdese]. Todo eso lo hacía yo desde antes. A lo que quiero llegar es a que mientras siga habiendo gente como en Orfeón, que si les llega una onda de Estados Unidos dicen, como están tarados aquí, ah una onda nueva y como no dan chance a los grupos de aquí de México, principalmente al mío, no me importan los demás, al mío, a tocar, no oyen las innovaciones que podrían salir de aquí. Yo ya traía las tumbas desde cuánto antes. Si me hubiesen dado chance de grabarlas, pues ya. Pues ya.

Del líder del movimiento de un solo hombre

—¿Cuál es tu sostén económico base en la actualidad?

—Pues la música…

—Pero no hay lugares donde tocar rock, pocos hoyos…

—Mira, si no me presento en televisión, si no me programan en radio porque no hago discos, pues entonces realizo mis presentaciones personales. Ahorita yo estoy cobrando lejos y muy lejos de lo que están cobrando los otros grupitos, porque los otros grupitos no tienen ya por qué cobrar. Ya son anacrónicos. Ya no existen. Es decir, ya oír a un Enigma, oír a los Three Souls, dices cámara ya cámbienle, ¿no? Hasta ellos mismos necesitan un cambio. Entonces ya no pueden ir a tocar a una graduación, como lo hago yo.

—La otra vez escuché en tu repertorio “Amor en el aire”, de John Paul Young…

—Esa es buena…

—Y “Orgullosa María”, de los Creedence.

—Esa también. “Proud Mary” siempre la he tocado, ¿eh? Yo la toco por Creedence, o sea porque esos batos sacaron una muy buena onda. A mí se me hizo padrísimo tocar esa clase de música. Esos batos, güeros y todo locos como son, pues la hacen.

—Quizá esta pregunta ahora te resulte inconveniente…

—No, no, nada se me hace inconveniente…

—Recuerdo que, en una de tus respuestas a Piedra Rodante [la revista que dirigía Manuel Aceves que durara menos de un año por haber sido censurada, cruelmente eliminada del radar de la comunicación, luego de haber publicado una crónica sobre el halconazo de junio de 1971 que enfureciera al entonces presidente Luis Echeverría quien daría la orden de desaparecerla mediante amenazas directas a la directiva de aquella publicación roquera, la única en ese momento que ejerciera un periodismo de altura a diferencia de esos medios, como El Universal, Excélsior o La Prensa, siempre ajustados a las componendas económicas de los gobiernos en turno], en aquella entrevista, decías que no se deben, y que ni se pueden, copiar canciones ajenas.

—¿De otros?

—Sí. Específicamente hablaban de Santana. Tú dijiste que Santana se había ido por otro rumbo muy distinto…

—Sí, sí. No… o sea, jugábamos, como te digo, con el chacha rock. Jugábamos. Entonces el cuate [Carlos Santana] agarró el juego y lo agarró en serio y se fue por ahí. Es decir, jugábamos a lo latino. Poníamos a todos los pinches gringos ahí al convoy a brincar y estaban felices. Pero era un juego. Entonces este cuate [de nuevo Javier Bátiz se refería a Carlos Santana sin nombrarlo], muy inteligente por supuesto, se fue a Estados Unidos. Y yo me vine al [entonces] Distrito Federal. Ahí es donde me fallé a mí. En la inteligencia.

—Tengo entendido que a ti te han invitado a ir a Estados Unidos. Canned Heat, cuando vino a México, dijo que te había invitado. ¿Por qué no aceptaste?

—Es que Canned Heat allá es, uta, pues no es nadie, ¿no? Yo prefiero aquí ser alguien y ser y estar afianzado a lo que soy a querer ir allá a ser nadie…

—¿Tú crees que Javier Bátiz siga ejerciendo la misma influencia con los músicos jóvenes hoy en día que hace, por ejemplo, diez años?

—Pues sí. Es lógico, ¿no? O sea, de nosotros están saliendo todos esos. Si no hubiera sido porque yo vine al Distrito Federal [Ciudad de México], ahorita no existiera ninguna clase de movimiento de rock en México. Todos los rebeldes, ahorita, son ya ingenieros o licenciados o vendedores de verdura. Si no hubiera sido por mí, no hubiéramos tenido la nueva generación de greñudos barbones. La neta. Incluso a estos cuates los ves y ya son unos señores gordos, acabados, muy cateados, otros son viciosos, otros, como Enrique Guzmán, pues ya están completamente comercializados y ya no tienen absolutamente ninguna clase de musicalidad. Al Manolo Muñoz le pegó la canción “Llamarada”, pero en realidad siempre se vio que Manolo iba a ser un bolerista y no un rocanrolero. Aunque él siente gran amor por el rock, nunca pudo interpretarlo; ni podrá [el jalisciense Manolo Muñoz falleció a los 59 años de edad el 29 de octubre de 2000, a diferencia de Enrique Guzmán, quien aún vive a sus 81 años que cumpliera el pasado 1 de febrero]. Lo que me ha mantenido a mí es ser original y el único. No hay más. Desgraciadamente, en Estados Unidos hay diez o veinte y aquí en México nada más hay uno y tenemos que basarnos en esa ideología mexicana. Así es. Nuestro país es un país de perdedores, cien por ciento. Por eso los ganadores tienen un muy difícil camino. La raza de perdedores no soporta ver a un ganador. Lo quieren hacer como ellos. Y lo que te causa esto es hacer lo que yo. Te haces una pequeña cosita y te apartas. Y ves que quieres entrar con unos y quieres entrar con otros y no te dejan. Yo quise entrar a los hoyos fonquis [sitios casi clandestinos —bautizados así por el escritor Parménides García Saldaña, muerto el 19 de septiembre de 1982 a sus 38 años de edad— donde, después de la prohibición del rock por una decisión gubernamental, varias bandas roqueras ofrecían audiciones asfixiantes, lugares improvisados que se animaban para la exigua sobrevivencia de los músicos, recintos irrespirables que se mantuvieron activos hasta 1991, cuando el salinato, apreciando sobre todo la ventaja económica que podrían sustraerle al rock los empresarios, quebrantó la prohibición admitiendo, por vez primera desde entonces, la masividad musical] a darles de lo mío a los demás. Y no me dejaron. Ni los chavitos ni los grupos. Más vale desbaratarnos que hacer un movimiento, ¿veeeees? Los Dug’s, desbaratados. Los Three Souls, desbaratados. Ya no son los mismos. Desbaratarse en vez de. No. No podemos tener un líder. Tenemos que ser todos o nadie. ¿Me entiendes? Y tiene que haber un líder en todas las ideologías, en todas las religiones, en todas las comunas, en todas las políticas. Tiene que haber un líder. ¿Por qué? Porque todos son perdedores.

—Esto es, tú dices ser el líder…

—Nada más. El líder y el único de un movimiento que está vigente y que estará vigente hasta que agarre muchos adeptos. Mi mamá me enseñó que hay que tener siempre una velita quemando y que no se apague la lumbre. Mientras mantenga esa lumbre quemando, no hay problema. Entonces pueden ir y venir cuarenta personas. Yo tengo mi velita quemando y no hay problema. Y egoístamente no he dado todo lo que puedo dar.

—Si este líder está opacado, luego entonces el movimiento es prácticamente inexistente.

—Sí, inexistente. No está opacado, te digo. Lo que pasa es que es el líder de un movimiento de un solo hombre.

—¿De plano crees que Three Souls [el que fuera posteriormente El Tri, del poblano Alejandro Lora quien cumplirá 72 año el pasado 2 de diciembre] no esté en movimiento?

—No. Three Souls no tiene nada que ver conmigo. Afortunadamente he sabido no llevarme con esas corrientes. Algo que empieza mal, termina mal. Ese no es un movimiento que hace un ejemplo de nuestro país ni de nuestra juventud actual. Hace un ejemplo de unos poquitos. Pero esos poquitos no representan un país. Es imposible.

—Eso, en parte, es debido a que los músicos comenzaron cantando precisamente cosas que no eran representación de nuestro país…

—No, no es cierto. Mira, yo ahorita puedo cantar canciones de los Three Souls y a mí se me oyen ridículas. Igual que a Pedro Vargas se le oirían. Sin embargo, Pedro Vargas o yo podemos cantar una canción de los Beatles y no nos escuchamos ridículos, porque los Beatles escriben una clase de melodía armónica con palabras que van de acuerdo con todo lo que tú eres y lo que yo soy. En cambio, los Three Souls cantan nada más de masturbados. Te juro que yo, desde hace mucho tiempo, no puedo recurrir a eso. No hay necesidad.

El legado del maestro

—¿Qué lineamientos tienen tus canciones?

—No puedo escribir más de lo que yo sé y eso es suficiente: mis relaciones con personas, sobre amigos, amigas, novias, mi hija, de lo que yo sé: de mis momentos de soledad. Cosas mías. Ahora te voy a decir una cosa: en el momento en que mis canciones se descubran, porque tienen que descubrirse algún día, vas a ver que van a estar de acuerdo con tu pensamiento. Es decir, lo mío lo puede cantar cualquier gente.

—Para que ese descubrimiento se lleve a efecto, tienen que haber cosas concretas. En este caso, discos. Y creo que tú nada más tienes tres larga duración [al final, hasta poco antes de la pandemia, podemos contar ya más de veintena y media de grabaciones de Bátiz, las más de ellas, para nuestro infortunio, sin una admirable ingeniería que exhibiera el verdadero sonido que el músico produce en sus presentaciones en directo]…

—Sí. Y nada de eso es mío… bueno, sí, como dos o tres piezas…

—En el álbum Coming home, ¿no?

Coming home no es mío total, completamente. Del disco de Orfeón hay tres piezas y las tres valen la pena. Y del disco de Peerless hay una que se llama “Little coffee shop” que es buenísima, donde yo ya usaba acordes rarísimos. Chistoso, porque como a los ocho meses de haber grabado esta canción, salió una de los Beatles que usaba los mismos acordes que yo. Entonces decías: “Ay, cabrón, qué pues, ¿no?” Y eso me vino a demostrar que el movimiento de los Beatles no fue nada más de Liverpool, sino mundial. En Italia había otro cuate que grababa con Rita Pavone. Y le hizo, a la Pavone, un arreglo en una de sus canciones y usó casi los mismos acordes que usaron los Beatles y usé yo y casi en el mismo tiempo. Y esto me pasó también cuando lo de Jimi Hendrix. Jimi Hendrix usaba la guitarra y la chingada. Yo hasta ahorita compré un caset de Jimi Hendrix, pues no tengo discos de él. Y todo el mundo me decía que yo tocaba igual que él, que si le copiaba, que si la chingada. Y no era eso sino que había un movimiento que estaba sucediendo en Chile, en Estados Unidos, en México, en Londres, al mismo tiempo. Igual que los estudiantes cuando se rebelaron en el 68 en París, en Japón, en Ohio o aquí en México. Son movimientos que, por el mismo rodar del mundo, llegan a pasar.

—Lamentablemente, en México no existió en tal magnitud dicho movimiento musical.

—En México sí hubo tal movimiento…

—Tal vez de muy corto lapso…

—No, no, no. O sea, no te tocó a ti tan pesado, pero a mí sí. Y muy fuerte. Mira, estuvimos del 66 al 70 como un grupo, como los fenómenos que le atribuyen ahora a Rigo Tovar [tamaulipeco fallecido a los 58 años de edad el 27 de marzo de 2005]. Sólo que lo de Rigo Tovar está fabricado y lo de nosotros era espontáneo. Por ejemplo, ahora sale Paco Gruexxo [Francisco Aguilar Chávez, fallecido en enero de 2020 a sus 73 años de edad, conocido roquero ligado a los judiciales de Tlatelolco, derechista recalcitrante] y grita: “¡Chinguen a su madre todos!” Y toda la gente tiene que gritar a huevo. Y eso es fabricado. En un momento en que yo tocaba y hacía una nota y la subía entonces la gente, aaahhhh, gritaba pero porque le sacabas el grito por verdadero, no a huevo. Ese movimiento sí nos pasó en México. Claro que nos pasó. Y hubo muchos conciertos muy importantes. Pero vino a terminar en una catástrofe que se llamó Avándaro. Y a ese festival fueron millones de personas. No sé cuántas fueron. 200 mil… no sé cuántas…

—Ahí tú no participaste…

—No, porque ya había metido el freno. Es decir, yo soy el primero en aventarme y el primero en frenar. Por lógica.

—¿Intuías ya la consecuencia, el truene?

—Sí. Es que la cosa ya iba para el caos. Ya iba para el truene. A huevo. Se había salido del carril.

—Quizá sí hubo un movimiento, pero duró cinco minutos pudiendo haber durado… toda una vida. ¿A qué se debió? ¿Por qué?

—Porque terminó ahí en Avándaro.

—¿Fueron los mismos músicos los causantes?

—Sí, por supuesto, los mismos músicos. Mira, en Avándaro se dio a conocer el movimiento y se dice: “Ah, aquel fue el reventón”. Pura madre. Ahí se supo una cosa. Que en México a los grupos que se les dejó tocar no eran, sus integrantes, músicos. Ahí empezaron los Three Souls, tú sabes. De Avándaro para acá vienen los Three Souls. Y no son músicos.

—¿Qué papel jugó Javier Bátiz?

—Yo di un legado. Es decir, como maestro, me estaba permitido dar diplomas. Entonces di un oquei ya vas a tocar tú, ya sabes. Y, pues, cuál. Ahora yo no soy maestro, soy músico. Y entonces la gente vino y se colgó de mí para poder hacer cosas. Perfecto, si ellos quieren. Pero yo no soy responsable de ellos.

—Por lo mismo, porque ese movimiento es inexistente, me imagino que es difícil que puedas tocar en cualquier lado…

—No, pero si es al revés. Ve todo el trabajo que tengo. Mira el calendario. Eso no miente. Y tampoco mienten mis contratos en el sindicato. Yo estoy trabajando como loco. No creas que vivo como animal.

—No, claro. Es esto: si vas a fiestas tocas, por ejemplo, “Love in the air”. Ya no estás tocando lo de Javier Bátiz.

—Al revés. Ve, cuate: “Memphis, Tennessee”, “La, la, la, la, la”, “C’mon and swim”. O ésta: “Da wah diddy- diddy”. Con esas piezas empecé. O sea, siempre he tenido ya una cierta puertita a esa clase de público. Porque si me pongo yo a tocarle nada más a 200 chavitos que lleva Three Souls pues estaría muy loco… Yo nunca quise ser… más bien, quise ser del movimiento de Three Souls in my Mind. No del movimiento de ellos, sino del movimiento de los hoyos fonquis. Sí quise entrar a los hoyos. Es más, en un momento dado yo tuve a los hoyos fonquis. Es más, puedo decir que fui de los inventores. Pero siempre mantuve mi línea. Es decir, yo hacía programas con Enrique [Guzmán], con César [Costa], con Alberto [Vázquez]. Y al irme a los hoyos fonquis me perjudiqué en mis otros trabajos. Pero he mantenido abiertas las puertas. Mi trabajo, ahora, son bodas, graduaciones o recepciones para los cuates que vienen de la embajada de Estados Unidos, como el pasado 4 de julio [de 1979]. Cosas así. Cosas más bonitas.

—¿Siempre has estado abierto a todo campo musical?

—Sí, porque además no tengo pedo. Ahora, que toque el rocanrol y que lo toque padrísimo pues a toda madre.

—Empero, aún quieres tocar en los hoyos fonquis.

—No necesariamente. Me han propuesto tocar en estos días y pues, francamente, no me interesa. Ni tocar con Paco Gruexxo, en su local [en Tlatelolco, donde fungía como un campo intocable, el de Paco Gruexxo, que al final incluso ya firmaba como Pako con K, fue un caso inédito en la historia del rock mexicano donde un solo hombre se quiso apropiar, y de hecho lo hizo, de su barrio a base de violencia unido a judiciales y banda de golpeadores], ni tocar en hoyos donde no me paguen menos de 25 mil pesos [en aquel entones era mucho dinero, si consideramos que cada grupo en Avándaro, en 1971, había cobrado 3,000 pesos, propuesta que hiciera con éxito Armando Molina (fallecido a los 76 años de edad el 22 de noviembre de 2019) a cada banda], porque ya no me conviene. Voy, me quemo. Porque un espectáculo como el mío no pertenece a un lugar donde sale un Cerdo gritando “chingue a su madre todo mundo”.

—Una vez Paco Gruexxo me dijo que tú estabas tocando en su local. Él salió por un rato y cuando regresó vio que estabas tocando otros rollos, como piezas de los Bee Gees, y que de inmediato te dijo que detuvieras eso…

—Pero ese cuate no puede decir nada. Ese cuate debía ser mi secre y limpiarme los zapatos y darle gracias a Dios que puede hablar. Ese tipo no debe ni de existir. Pero existe y desgraciadamente lo toman en cuenta. Si yo por eso me retiro, ¿me entiendes? Yo me salgo de allá y que se acabe él. Y que sea como era: un secre, un aficionado que iba a vernos tocar y le vendían sus cocacolas y eso. Pero de ahí a que tenga algo que ver con la música, absolutamente nada. Él no tiene ni opinión ni palabra en lo que yo he sido ni en lo que yo pueda ser.

De las campañas del PRI

—¿Qué hay del futuro?

—Mira, voy a Estados Unidos a grabar. Debía de haberme ido desde mayo [corría julio del año 1979]. Y no hemos podido ir porque no han dejado entrar a Canned Heat. Es un intercambio musical. No han dejado entrar a Canned Heat ni creo que lo vayan a dejar entrar [esta aseveración de Bátiz es ligeramente confusa, pues Canned Heat venía a México muy seguido]. Pero en cuanto lo hagan me voy a grabar con ellos mismos allá. Y voy a utilizar a Carlos Santana, a Fito de la Parra. Nombres. Nada más nombres. ¿Para qué? Porque aquí en México les vendes a los empresarios un buen espectáculo barato, pero cuando es bueno te dicen: “No sirve”. Yo tengo grabada una cinta en Estados Unidos, para la cual usé de los mejores músicos [entre ellos estuvieron Ray Collins, cantante de The Mothers of Invention, las cantantes del grupo de Ike Turner, integrantes de la orquesta de Ray Charles y de Bobby Blue Bland], pero que no son conocidos por el público. Grabé en el estudio de los Mothers of Invention [de Frank Zappa, de quien el pasado 4 de diciembre se cumplieron tres décadas de su partida a sus 52 años de edad, presente, por cierto —Zappa— en aquella grabación de Bátiz]. ¿Y qué me dijeron las compañías nacionales? No, pues quiénes son éstos. Y como no sabían y son una bola de idiotas, no compraron la cinta. Como son unos nacos, no saben quiénes son. Además, no se basaron en la cinta sino en los nombres. Y la música es sensacional. Me cae, no va a haber un disco que se grabe en México o por mexicanos que supere esa grabación. Ni siquiera lo que voy a hacer yo ahora con el Santana va a superarlo [finalmente no hay, hasta este momento, ninguna grabación de Bátiz con Santana de no ser algunos videos de palomazos entre ambos guitarristas]. Pero qué es lo que voy a hacer: voy a venir a venderles la cagada que quieren comprar y que se merecen, por nacos y por poco individuales. La gente, en México, como es perdedora, es borrega. Por eso cuando va a perder Pipino Cuevas [boxeafor nacido en el Estado de México en 1957, ex campeón mundial de peso welter] dice: “Sí, que pierda, que chingue a su madre, sí, sí, yo le voy al otro”. Porque no aguanta que un cuate la ande haciendo de pedo. Y cuando pierde Raúl Ramírez [Ensenada, 1953] en el tenis: “Uta, otra vez, ya ves, es un naco, un idiota”. Ese es el pedo.

—¿Crees poder tocar de nuevo en México en un buen concierto o ya, de plano, liquidas la idea?

—No voy a tocar uno, sino mil conciertos. Pero mientras voy a seguir tocando en bodas, en recepciones, en graduaciones, en cocteles privados, en presentaciones privadas para la gente que quiera oírme. ¿Tú sabes que la otra vez fuimos a tocar a la casa del procurador? Y había diecisiete personas oyendo tocar a un grupo compuesto de nueve músicos. O sea, casi éramos igual número. Y me pagaron muy buen dinero. Y me felicitaron por hacer una buena labor. Y eso es lo que a mí me mantiene vivo: saber que hay personas, dentro de los niveles importantes, que entienden realmente lo que estoy haciendo. Toqué para dos candidatos del PRI. Para Germán Parra y para Carlos Dufoo. ¿Y por qué me llamaron a mí? Pues porque les llevé gente. Aquí metimos cinco mil personas en el Parque México. Y con Germán Parra, las menos que metimos fueron 600, un sábado en la mañana. De improviso nos pusieron a tocar ahí.

—¿Y qué tienen que ver esas relaciones priistas con el músico Bátiz?

—Muy importantes…

—¿Para la música o para Bátiz?

—Bueno, hay priistas corruptos. Muchos, la mayoría. Y hay priistas que no. Igual que panistas que no. Por ejemplo, un priista corrupto sería Venus Rey [destituido por Fidel Velázquez luego de que se supiera que Venus Rey mandara golpear a los músicos que no simpatizaban con él;  el oaxaqueño Venustiano Reyes López falleció a los 86 años de edad el 13 de abril de 2003 luego de haber estado al frente del Sindicato Único de Trabajadores de la Música cerca de tres décadas fungiendo, además, como diputado federal en dos ocasiones después de su actividad como trombonista y director, en 1946, de la Orquesta Sinfónica de Bellas Artes y de haber dado clases tanto en la UNAM como en el Conservatorio Nacional]. El más corrupto de todos, el líder de los músicos. Utiliza su poder para dar permiso a las discotecas, por ejemplo, que usan puros discos, ningún grupo mexicano. Y mientras les dice a los mexicanos que les va a dar chance en cada discoteca, y ya tiene diciendo esto cuatro, cinco o seis años, los únicos grupos que han entrado a las discotecas son estadounidenses. Está usando su poder en forma corrupta. En cambio, hay otros cuates como Germán Parra o Carlos Dufoo. El hijo de Carlos Dufoo es el Tigre, el Tigre Dufoo, el músico ése. Bueno, entonces, ¿qué hace el Tigre Dufoo?, pues hace fiestas y hace cosas. ¿Pa qué? No gana un centavo y le paga a los músicos.

—Hablas como si eso fuese un beneficio para nuestra música…

—Para el músico y para nuestra música, sí. Porque había cuates que llevaban, para hacer sus campañas, puros mariachis o a la trova latinoamericana. ¡Dios mío, qué tenemos nosotros, si de por sí nuestro progreso ha sido muy lento, qué tenemos nosotros que andar aceptando corrientes retrógradas de Colombia o de Chile o de Perú! Esos países, ¿qué nos tienen que enseñar a nosotros?

—¿Crees que sea retrógrado lo que tocan Silvio Rodríguez o Pablo Milanés?

—No. Es que esos son revolucionarios. Ahora, ¿qué revolución necesitamos aquí en México? “Oye, agarra tus armas, obrero y…” Chinguen a su madre todos esos. Lo que aquí necesitamos es una democracia. México tiene una manera de gobernarse muy suya, muy propia. Pero muy bonita. De todos los países en que he estado, el más libre es México. Aunque allá, en Estados Unidos, fumes mota, eso no significa que seas libre. La libertad no se juzga por cuantas viejas te puedas coger al aire libre, de cuanta mariguana te puedas fumar. No sólo en eso estriba la libertad.

De la confirmación del ser

—Pienso que ya no hay que hablar de un movimiento rocanrolero, sino de un movimiento musical…

—Sí, porque el movimiento musical en México es nulo ahorita, porque no puedes hablar de un Festival OTI, ni llamar músico a Mario Patrón o a Dangerous Rhythm o a Paco Gruexxo. Ellos son lo antimusical.

—¿Participarías en el Festival OTI como lo hicieron Náhuatl o el Pájaro Alberto? [Náhuatl fue una banda formada por el guitarrista Ricardo Ochoa luego de la disociación de Peace and Love y Alberto Isiordia cantaba, antes de caminar como solista, con Love Army y Sacrosaurio. El Festival OTI, Organización de la Televisión Iberoamericana, era un evento radiantemente difundido por la industria del espectáculo para darles cabida a los artistas favorecidos por las empresas discográficas aunque luego se colara gente ajena a sus tráficos, como ocurriera en 1985 cuando se llevara el primer lugar Eugenia León con una canción de Marcial Alejandro sobre todo en una votación donde los jueces se solidarizaran con México tras el pavoroso terremoto suscitado en ese mismo año.]

—No, de ninguna manera.

—¿Por qué?

—Porque desde las listas principales se veía: Náhuatl aparecía en un solo programa y Pájaro Alberto aparecía en otro. Sin embargo, en los diez programas aparecía Sergio Esquivel [compositor yucateco acogido por la industria televisiva fallecido a los 74 años de edad el 24 de abril de 2021 en Mérida]. Ya se ve, desde ahí, la corrupción que hay, de amiguismo y de compadrazgo, ¿no?, que derivan no en Festival OTI sino en un festivalOTE que es un negociOTE de Raúl VelascOTE [Raúl Velasco fue el primer conductor corruptor de, y corrompido por, la industria del espectáculo que tenía un programa en Televisa mediante el cual llevaba a cabo semanalmente todos sus entramados venales, murió el celayense a los 73 años de edad el 26 de noviembre de 2006 en la colonia Polanco, donde radicaba, en la Ciudad de México]. Yo no estoy en Televisa, porque en Televisa te dicen: te voy a hacer famoso, te voy a dar promoción y te voy a pagar 400 pesos por programa. No, pues muchas gracias, señor, pero yo ya soy. Yo ya no necesito promoción. Lo que necesito es trabajo y que me paguen bien.

—¿Cómo ve la gente ahora a Bátiz? ¿Con la misma, digamos, explosión social como lo vio hará unos diez años [hacia finales de los sesenta, recordemos que estamos en el cierre de la década de los setenta]?

—No. La explosión les causó porque estaban muy atrasados. Ahora ya han alcanzado a ver, por medio de Javier Bátiz, otras cosas. Al Javier Bátiz ya lo toman entre las cosas que ven, ya no soy una cosa aparte. Las personas han tenido chance, por mí, de ver las demás cosas.

De la cuestión social, padrísima en México

—¿Por qué no cantas tus canciones en español?

—Las que canto en español son demasiado bonitas. Y llenas de poesía. Pero no poesía barata como la de Briseño [Guillermo Briseño, roquero nacido en la Ciudad de México el 19 de noviembre de 1945] y esa gente, sino la poesía que no necesita rima especial. Lo que es la poesía. No algo lleno de querer buscar un mensaje y al final terminar diciendo que el mundo es como un huevo que no se puede quebrar. Y estas cosas bonitas están más adelantadas a un me siento masturbado de algún grupo por ái o a algún huevo que no puede quebrarse. Esas cosas chocarían como choca mi música siempre con la de los demás grupos. Y eso desequilibra a la gente. Por eso yo prefiero buscarme un nuevo público. ¿Cómo lo voy a hacer? Pues tengo muchas maneras. Pero una de las principales va a ser el disco que grabe en Estados Unidos. Me va a abrir las puertas a otra clase de público. Por ejemplo, el 28 de julio [de aquel 1979] vamos a tocar en la graduación de la Universidad Anáhuac. Eso es un logro, porque no vamos a ir como locos rocanroleros que mandaron llamar para ver qué onda pasa. No. Ellos saben quién es Javier Bátiz y lo están contratando para que vaya y haga lo que Javier Bátiz sabe hacer. Nunca he sido de mal gusto.

—¿El concepto que tienes del México actual es similar al que tenías hace tiempo?

—Bueno, es que hace tiempo yo tenía a México en mis manos. Y a mí no me gusta ser una persona gandallona. Nunca lo he sido. Nunca seré ladrón, ni hocicón, ni gacho. Siempre seré determinado y fuerte. Y todas las condiciones que pongo las pongo con el yo en las manos. Te digo, tenía a México en las manos. Si no hubiera sido por mí, en México no entran Ray Charles [1930-2004] ni James Brown [1933-2006] ni esa gente. A través de mi música se dieron a conocer sus canciones. Si yo no hubiera dicho quiénes eran, nadie se da cuenta. Nadie se da cuenta, de veras. México es el único que acepta a Canned Heat porque ni Estados Unidos lo quiere. México lo quiere por mí. Eso que ni qué. Yo no soy egoísta. Por eso dejé entrar a las otras corrientes. Por eso muchas veces avalé a los otros muchachos. Pero no los avalé en un sentido desmesurado, sino con cierta medida para que en un momento dado pueda quitarles ese poder. Yo aprendí a ser muy precavido. Por ejemplo, los Three Souls empezaron tocando blues. Y lo que tocan ahora son canciones parecidas a las de Cepillín [payaso de Televisa, fallecido a los 75 años de edad el 8 de marzo de 2021]. Da pena. Son canciones como la que ganó el Festival OTI hace como dos años, que se llama “Quincho Barrilete” [pieza de Carlos Mejía Godoy interpretada por Guayo González que obtuviera el primer lugar en el Festival OTI de 1977]. Y esa es una mamada. Ya no son canciones. Lo que hace Paco Cerdo [Paco Cerdo: alusión al rocanrolero Paco Gruexxo]. Ya son mamadas. Ya no es crear algo de rocanrol. Tú te das un toque y vas a oír a Paco Cerdo y el cabrón empieza a gritar y sales más paranoico de ahí que la chingada.

—… Me refería al aspecto social…

—Ah, la cuestión social es padrísima en México. O sea, México es un país libre y soberano y lleno de cabrones. Pero les falta imaginación. Mucha imaginación. Los mexicanos son creativos, pero no hacedores. Es más, piensan, pero no construyen. Por ejemplo, un político mexicano se roba miles y millones de pesos y, a comparación de un japonés o un estadounidense que se roban millones de dólares y dicen “ahora qué hago” y van y construyen un satélite o ponen en órbita no sé qué pedo, el mexicano dice ya tengo 500 mil millones de pesos y vamos con unas putas y una coca y se va a Acapulco. La mentalidad es otra.

Portada del más reciente álbum de Javier Bátiz.

De la negación del hoyo fonqui como cuna del rocanrol

—¿Bátiz está donde quiere estar?

—Claro. Yo no estoy de ninguna manera mediatizado. Yo hago al medio. El medio yo lo fabrico. A mí no me hace el medio. ¡Caramba!, ¿que si no existen los hoyos fonqui yo qué hago? Nada, porque es al revés. Ese fue uno de mis juguetes. Yo fui el iniciador de los hoyos fonquis. Tú debes saberlo.

—Pero en ciertas etapas te las has visto negras, Javier.

—Pues fue cuando perdí a mi bebito y ahora que se estaba muriendo mi esposa. Pero son accidentes de la vida. Eso no se atribuye a mi trabajo en ninguna forma. Y para pagar el hospital, 94 mil 800 pesos, y luego 110 mil pesos de quién sabe qué otras madres de recargo, pues no fue nada sencillo. En total fue un dineral. Con eso, claro que te las ves negras. Un golpe de 200 mil pesos a cualquiera le viene fuerte. Y más a un cuate que ha vivido del rocanrol. Yo quiero ver a otro rocanrolero que tenga las responsabilidades que yo tengo. Además, este es mi tercer matrimonio, con hijos y todo. Sí me las he visto negras, pero no por los hoyos fonquis ni nada. Te repito: el hoyo fonqui era uno de mis juguetes. Es. Porque si ahorita viene alguien de un hoyo y me da 25 mil pesos por tocar, voy y toco con mucho gusto. Pero los hoyos no pueden pagar eso. Ni son la cuna del rocanrol. Ni los cuates que lo rodean ni los cuates que organizan ni los cuates que tocan: mucho menos los que tocan son rocanroleros. De ahí no va a nacer el rock de México.

—¿Crees que tu música expresa lo que pasa en la actualidad?

—Sí, porque vivo no al día sino adelantado al día que estoy viviendo. Al estar adelantado, yo traspaso a la gente. Por eso siempre el shock nervioso cuando me oyen tocar. Es como oír la música y no entenderla, pero sí captarla. No la entienden. La captan. Y no saben cómo reaccionar. Entonces se les está dando como un corto de lo que va a pasar. Esa es la reacción que causa una actuación mía.

De los músicos de mi generación

—Qué dices de los músicos de tu generación…

—No eran reales. La mayoría no eran músicos. Eso se dejó ver en los grupos como Náhuatl y Bandido y Tequila. Grupos ya rucos, ¿no?, que están de mi edad, en los 35 años [estábamos en 1979 cuando, en efecto, Bátiz, cuyo nombre real es Javier Isaac Medina Núñez, contaba con esa edad]. Bueno, yo no estoy tan ruco como Los Rebeldes pero estoy un poquito más ruco que los de Enigma. Esos batos no eran reales.

—¿Por qué?

—Porque se vendieron. Y no pelearon ni siquiera un solo round en una pelea por la revolución musical mexicana. Y yo no solamente peleé en los rounds sino ganado todas las batallas. Y sigo siendo el rey. Sigo siendo el campeón. Y el único.

—¿Qué te pareció Naftalina [Naftalina es un grupo roquero comandado por Federico Arana donde han desfilado personalidades roqueras como Fito de la Parra, Renato López, Baltazar Mena, Fernando Vahauks u Olaf de la Barreda; ha sido sobre todo un grupo de fino humor que combina la ironía con la mordacidad]?

—Una madre. Mientras cante Renato los blues y toque, bien, porque Renato es muy buena onda. Pero si se pone el Baltazar Mena a cantar Viva la gula tengo hambre, que chinguen a su madre. Así. La neta. Desbaratan canciones que fueron himnos. Es como hacer el himno nacional y deformarlo. Alguien que cante así pues te hace sentir mal, porque te enseñaron a ser mexicano con ese himno. Y de igual manera te enseñaron el rocanrol con piezas como “Be-bop-a-lula”.

Javier Bátiz y a su esposa y mánager, Claudia, en una imagen de 2023. / Foto: tequierocoyoacan.com

De la reconciliación

—Recuerdo que antes tenías bastantes problemas. Incluso estuviste en la cárcel varias veces. De un tiempo para acá, ¿has tenido problemas de esa índole o ya hay una reconciliación total con la sociedad?

—No es con la sociedad. Eran problemas personales con policías y con asquerosos que andaban por ahí de lamehuevos que querían hacérmela a mí cansada. Pero yo siempre he sido abierto. Por ejemplo, cuando las drogas, siempre que las he tomado he dicho que las estoy tomando. Cuando no las estoy tomando, no y punto. Los cuates que me causaron problemas por su propio peso cayeron y ahora ni siquiera gatos son. Porque antes eran gatos. La sociedad y los policías y la gente, al tratar conmigo, han aceptado que no soy una persona nociva. Al revés, saben que soy una persona que está tratando de hacer bien a los cuates que me oyen tocar. Yo no tengo problemas. Incluso, te digo, ahora he hecho campañas para los diputados, pero para los diputados que pienso que sí pueden hacer algo por los jóvenes…

—Cómo lo puedes saber…

—Los conocía de antemano. Yo conocía al papá del Tigre, pero no sabía que el señor anduviera en la política tan fuerte. Y conocí a Germán Parra como el hermano de un amigo mío que se llama Emilio Parra. Emilio y yo tuvimos muchos problemas por ser jipis. Por dejarnos la greña. Fuimos los más perseguidos. Emilio era un verdadero líder y seguidor del ácido lisérgico. Él pregonaba a los cuatro vientos tomar ácido y comer hongos. Él estuvo en el bote también mucho tiempo. Y a su hermano fue al que lanzaron para diputado y como es una familia modesta, una familia padre, pues yo les ayudé.

—Es decir, tocas por amistad y no por convicciones políticas…

—En el PRI no tengo nada que ver. Pero sí con algunos miembros de ese partido. Mira, por ejemplo, la hermana de Pedro Encinas, mi saxofonista, está casada con Ricardo Parra, que es ahora el delegado [ahora es llamado alcalde, pues las delegaciones han pasado a denominarse alcaldías] político de la Cuauhtémoc. Somos amigos y en el momento en que él me pida que yo vaya a tocar para juntarle alguna gente, para que él haga algún discurso, alguna onda que quiera decir, yo voy a ir, pero sin ningún interés. No voy a pedirle nada a cambio. Ojalá algún día, entre ustedes, esté un Barrios Gómez, o un, no sé, Hank González que, por lógica, va a ser rocanrolero. Ahora, fíjate, todos los rocanroleros que han entrado a la política se han vuelto ojetes, como Paco Cerdo, quien por trabajar de gato en la Delegación Cuauhtémoc aduce que por eso tiene cien guaruras y va a madrear a todos los que no le guste.

De la conveniencia de estar bien informado

—¿Qué lecturas tienes hoy en día?

—De México leo nada más los periódicos Excélsior, El Universal, La Prensa, el Ovaciones y el unomásuno. Es lo que leo diariamente, con dos suscripciones: una a El Universal y otra al Excélsior. De Estados Unidos compro y leo, cada semana, Newsweek, People, Times. Cada mes compro el Mad. Y para mi música compro Rolling Stones, Guitar Player, Crawdaddy, Creem, Circus, Hit Parade, Song Hits y Rock & Soul. Todo eso leo, invariablemente.

—Eso indica que estás bien informado.

—Pues por lo menos muy leído.

—Es una imagen diferente a la que mucha gente cree. Por lo general, el músico no lee…

—Es que, como te vuelvo a decir, yo no tenga nada que ver con los músicos ni los músicos nada tienen que ver conmigo. El único que ha luchado realmente por la música, por el rock, por el blues y por lo que soy, pues soy yo. Todos los demás han agarrado diferentes caminos. Y se han ido por acá y se han ido por allá. Y se han metido de licenciados y luego de repente ven que está pegando de nuevo el rocanrol y se vuelven a meter a la música creyendo que van a pegar y ven que no es cierto y se vuelven a meter a su puesto para vender verduras. Y claro que a mí me gusta ser una persona que, como ando en muchos círculos, no puedo sentarme en una reunión con dos licenciados y con el procurador o con el Presidente de la República, como voy a estar este 14 de julio [de 1979] en Cuernavaca, no puedo sentarme y que me pregunten: “Bueno, Javier, ¿y tú qué piensas de la situación de Medio Oriente?” Y que yo les responda: “¿Y dónde queda ese hoyo fonqui?” No puedo estar en esa situación, por la gente con quien me junto. José Luis Cuevas [el artista plástico fallecido a los 86 años de edad el 3 de julio de 2017], por ejemplo, no es ningún naco, ¿no? O sea, tú lo tratas y es muy a todo dar, es un bato padrísimo y muy cotorro. Sin embargo, puede estar con embajadores y puede estar con el Presidente y con la señora del Presidente sin meter la pata y sin decir alguna estupidez. En cambio, tú llamas a algún rocanrolero y lo llevas frente a un diputado y le da miedo y piensa en la revolución y se siente culpable y, ¿me entiendes?, sin saber realmente lo que es un país, lo que es una estructura política, lo que es ser diputado o un senador.

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