Entrada y Salida
Las pruebas fehacientes del desamor
—Apenas se levanta, me pide amor. Después de cada desayuno, comida y cena, un beso. Antes de dormir, pone su cuerpo en mi boca. Cuando se baña, me grita que la auxilie porque algo siempre olvidó en la recámara. Luego de tomar tres copas, se desnuda al compás de la música que en ese momento escuchamos —me dice mi amigo, harto del demasiado amor de su mujer.
Y concluye, con la mirada devastada:
—¿Qué más muestra del desamor matrimonial?
Yo quisiera hallar una mujer así, pero no se lo digo para no herir susceptibilidades que no me incumben: al final, nunca me he casado e ignoro los pormenores de la vida marital.