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Cuando el destino nos alcanza

La ineludible muerte de la veteranía musical en 2022.

Diciembre, 2022

Poco a poco se va apagando el siglo XX ante nuestros ojos. Sobre todo de un lustro al presente, hemos sido testigos, y hemos mirado con azoro, cómo va concluyendo y desapareciendo una era, en particular una era en la música. El periodista y cronista musical Víctor Roura nos hace un recuento de los compositores y músicos —provenientes del género popular— que nos han dejado en este (aún) pandémico 2022. Como él mismo apunta: “Los tiempos cambian, pero la buena música no, de manera que los nombres se nos irán yendo, mas las obras permanecerán indelebles en este mundo”.

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Era en verdad el último compositor mexicano, nacido en la jalisciense Ciudad Guzmán el 15 de febrero de 1926, en componer canciones con tesituras vernáculas involuntariamente sin el auxilio del comercialismo predecible. Sólo en una cabeza como la de Rubén Fuentes —fallecido diez días antes de su cumpleaños número 96 en febrero de 2022— pudo haber salido, por ejemplo, una pieza como “La Bikina”, elaborada en 1964: “Solitaria, camina la bikina. Y la gente se pone a murmurar. Dicen que tiene una pena que la hace llorar. Altanera, preciosa y orgullosa, no permite la quieran consolar. Pasa luciendo su real majestad: pasa, camina y nos mira sin vernos jamás. La bikina tiene pena y dolor. La bikina no conoce el amor. Dicen que alguien ya vino y se fue, dicen que pasa las noches llorando por él. La bikina tiene pena y dolor. La bikina no conoce el amor…”

Y la música que acompaña esta insuperable letra es, en efecto, altanera, caprichosa y orgullosa.

O está, asimismo, para corroborar su empeño lírico, una canción como “Escándalo”, compuesta tres años antes, en 1961, en la cual se trasluce una intimidad aún inundada por los murmullos de ciudades pequeñas o vecindarios transparentes: “Porque tu amor es mi espina, por las cuatro esquinas hablan de los dos: es un escándalo, dicen, y hasta me maldicen por darte mi amor. No hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más; con eso tengo bastante, vamos adelante sin ver qué dirán. Si yo pudiera algún día remontarme a las estrellas, conmigo te llevaría a donde nadie los viera. No hagas caso de la gente, sigue la corriente y quiéreme más. Que si esto es escandaloso, es más vergonzoso no saber amar”.

Sólo 27 días menor que el guanajuatense José Alfredo Jiménez (muerto demasiado joven, a los 47 años, en 1973), Rubén Fuentes, que le sobreviviera casi medio siglo, fue el arreglista de la mayoría de las excepcionales composiciones del cantor ranchero, porque Fuentes fue, asimismo, un destacado e insustituible productor musical.

Rubén Fuentes.

Rubén Fuentes había sido contemporáneo de una pléyade de músicos sin par del país como Agustín Lara, Chava Flores, Pedro Infante —igualmente fallecido a edad temprana, a los 39 años, en 1957—, Guty Cárdenas —asesinado muy pronto, a sus 26 años de edad, en el Salón Bach en el Centro Histórico de la Ciudad de México—, las Hermanas Núñez y las Landín, Toña la Negra o Pedro Vargas y de una época retacada de bellas invenciones sonoras como las creadas por los tríos como Los Panchos, Los Tres Diamantes, Los Tres Caballeros, Los Tres Reyes, Los Dandy’s o Los Montejo.

Sin duda, Rubén Fuentes ha sido el último en irse, de los hombres, de toda esa gloriosa camada de compositores e intérpretes que le otorgaron un rostro a la identidad musical mexicana.

Porque, ciertamente, aún nos queda en vida doña Virginia López, nacida en Estados Unidos dos años después que Rubén Fuentes (el 29 de noviembre de 1928), quien llegara a México a mediados de los años cincuenta ya con el apellido de su esposo (Charlie López, porque ella se apellida Rivera García) y donde adquiere inmediata popularidad. Esta personalidad es realmente la última figura de toda aquella deslumbrante etapa de la música popular mexicana.

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Cuando uno escucha a Lila Downs (Oaxaca, 1967) está uno escuchando, acaso sin saberlo, a Paul Cohen, cuatro años mayor que la cantante mexicana a quien el saxofonista conociera en su Nueva York natal que lo uniera a ella no sólo musicalmente sino compartiendo la vida misma, porque toda la música de Lila Downs, apreciada en los terrenos de la world music fuera de México, tuvo que haber pasado por el visto bueno de su marido, básico en la alimentación sonora de Lila Downs. Por eso muchos me preguntaban qué habría sido musicalmente de la oaxaqueña si no hubiera conocido a Cohen. Y no sé la respuesta, porque no se puede saber lo que no ha ocurrido. Lo cierto es que las sonoridades de Lila Downs asombran y se dimensionan, con mucho, del trabajo de otras distinguidas cantoras oaxaqueñas como Susana Harp, Georgina Meneses o Alejandra Robles. Pues la música que ofrece Lila Downs, a pesar de emparentarse con las letras tradicionales de sus otras paisanas, escala a estratos superiores precisamente por estar supervisada por Paul Cohen, siempre a espaldas de su mujer Lila.

Paul Cohen falleció el miércoles 7 de diciembre de 2022.

Paul Cohen. / Foto: redes sociales de Lila Downs.

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Los Nakos acaso fueron los precursores del canto grupal nuevo en México, así como José de Molina (1938-1998) su primer solista, si bien ambos, en principio, en la rama de la canción de protesta pues el denominado canto nuevo nace, históricamente, a partir del golpe de Estado de Pinochet a Salvador Allende ocurrido en septiembre de 1973, de ahí que este novedoso género musical sea el que debatiera con el predecible comercialismo de las discográficas del mundo, en la década de los setenta del siglo XX, cuando surgen, por lo menos en nuestro país, diversas agrupaciones con la consigna de cantar sin vías de lucro, tal como lo hiciera, a mediados de los setenta, La Nopalera que comandara Arturo Cipriano con la valiosa aportación, entre otros integrantes, de Marcial Alejandro, fallecido en 2009, y de Maru Enríquez, quien se fue de esta vida en febrero de 2022 a sus 65 años de edad.

“Canto nuevo” porque, en efecto, exponía en sus letras temas de diverso entramado que jamás se tocaban en las piezas radiofónicas, incluyendo demasiadas veces, si bien no era ésta una condición sine qua non como sí lo era en la canción de protesta, asuntos de la política o de rebeldía social. Gente como Óscar Chávez (1935-2020), Salvador Ojeda (1931-2011), Tehua (1943-2014), Amparo Ochoa (1946-1994), Guadalupe Trigo (1941-1982), Roberto González (1952-2021), Rafael Mendoza, Rafael Catana, Fernando Delgadillo, David Haro, Gabino Palomares, Margie Bermejo, Eugenia León o Nayeli Nesme fueron, son, exponentes cimeros de esta corriente.

Y Maru Enríquez también anduvo en la ruta paralela, larga y sinuosa, del camino comercializado de la música.

Maru Enríquez. / Foto: Secretaría de Cultura CDMX.

(Los Folkloristas entran en otra andanza, no menos ardua, consistente en la difusión del repertorio tradicional de la música latinoamericana, no necesariamente construida a partir de nuevas sonoridades o líricas que cronicaran los tiempos contestatarios de la época ante el inminente arribo del neoliberalismo que privilegiaría el acomodamiento capitalista de una oligarquía en el poder que, ya los sabemos, se prolongaría en México por más de tres décadas.)

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En un año donde partieron de este mundo brillantes figuras de la música como el alemán Klaus Schulze (1947-2022) o el griego Vangelis (1943-2022), no faltaron, asimismo, leyendas de la voz brasileña que, como su literatura, siempre se ha movido en aires sin comparación alguna con otras atmósferas sonoras. Esta vez abandonaron la vida, el 20 de enero a sus 91 años de edad, Elza Soares y a sus 77 años, el 9 de noviembre de 2022, Gal Costa, quien con su voz era capaz de reconciliar cualquier tipo de enfado amoroso.

Gal Costa. / Foto: Twitter.
Elza Soares. / Foto: Twitter.

Y un jazzista sin parangón: el saxofonista Pharoah Sanders, originario de Arkansas, quien a los 81 años, edad en la que su corazón dejara de latir el 24 de septiembre de 2022, nos dejara más de medio centenar de álbumes si incluimos los que participara con otros músicos, aunque siempre diré que a mí nadie me hará deshacerme de su In the Beginning 1963–1964, paquete con cuatro compactos.

Los tiempos cambian, pero la buena música no, de manera que los nombres se nos irán yendo, mas las obras permanecerán indelebles en este mundo… hasta que el destino nos alcance definitivamente.

Pharoah Sanders. / Foto: Facebook

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