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Annie Ernaux: Lo crucial es la verdad

Elise Hugueny-Léger y Javier Zurro, respectivamente, analizan y dan algunaspistas sobre la gran obra de la Premio Nobel de Literatura 2022.

Octubre, 2022

La escritora francesa Annie Ernaux, autora de la memoria personal y colectiva, cuya obra mezcla finamente la literatura autobiográfica y las observaciones sociológicas, ha sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2022. En los siguientes artículos, Elise Hugueny-Léger y Javier Zurro, respectivamente, analizan y dan algunas pistas sobre la gran obra de Ernaux, una de las voces más reconocidas del panorama literario francés y europeo.


Annie Ernaux, una autora que escribe desde la experiencia sin concesiones

Elise Hugueny-Léger


Annie Ernaux, autora de la memoria personal y colectiva, cuya obra mezcla finamente la literatura autobiográfica y las observaciones sociológicas, ha sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2022.

Ernaux publicó su primera novela, Les armoires vides (Los armarios vacíos), en 1974. En ella, la autora relata de forma ficticia su aborto ilegal en 1964, en un momento en el que, siendo aún estudiante, se aleja poco a poco de su entorno original: una familia obrera de Normandía, con padres primero obreros y luego comerciantes. A pesar de haber transcurrido 25 años desde la publicación de El segundo sexo de Simone de Beauvoir, la sociedad francesa seguía plena de juicios morales e hipocresía sobre los derechos reproductivos de las mujeres. Con Los armarios vacíos, Ernaux mostró a las muchas mujeres de clase trabajadora que tenían que recurrir a los abortos clandestinos, arriesgando sus vidas.

Con un estilo muy sobrio (que ella misma califica de “escritura plana”), Annie Ernaux da la imagen de una escritora intransigente y honesta. En los años ochenta y noventa, se dio a conocer con obras autobiográficas como La place (La plaza), en la que relata la vida de su padre. Actualmente sus textos se enseñan ampliamente en escuelas y universidades francesas.

Mujer y sociedad

Por su ambicioso contenido y su original forma narrativa, Les années (Los años) fue recibida con elogios casi unánimes en el momento de su publicación. El libro se sitúa en la confluencia de la autobiografía, la sociología y la memoria colectiva, utilizando los pronombres “ella” o “nosotros” en lugar de “yo” para subrayar los profundos cambios socioculturales de los que fue testigo la escritora desde su infancia en los años cuarenta hasta el final del siglo XX.

Para marcar el inevitable paso del tiempo, Los años utiliza dichos, canciones, anuncios, objetos icónicos, acontecimientos históricos y anécdotas personales. El libro cuenta la historia del lugar cambiante de las mujeres en la sociedad francesa y su lucha por la libertad y la independencia sexual.

Los medios de comunicación franceses reaccionaron con menos entusiasmo a la publicación de L’événement (El acontecimiento), en 2000, que aborda el aborto y sus consecuencias antes de su legalización en 1975. Algunos críticos se sintieron claramente incómodos con el tema y el estilo crudo de su escritura.

Con este libro, Annie Ernaux quiso levantar el silencio sobre lo que significan en la práctica las leyes del aborto, que hasta el momento sólo se expresaban tácitamente:

“Aunque muchas novelas mencionaban un aborto, no daban detalles de cómo ocurría exactamente. Había una elipsis entre el momento en que la chica descubría que estaba embarazada y el momento en que ya no lo estaba”.

El acontecimiento rompe ese silencio: con precisión pero sin patetismo, Ernaux detalla el ambiente conservador de la Francia de los años sesenta, los juicios morales, y su propia desesperación, su soledad mientras buscaba una solución en una época en la que la propia palabra aborto “no tenía cabida en el lenguaje”. Describe las horribles condiciones en las que estuvo a punto de morir: tras encontrar finalmente a una persona que le practicara un aborto clandestino, a Ernaux le insertaron una sonda y le dijeron que le provocarían el aborto en pocos días. Esto ocurrió en su residencia de estudiantes y fue trasladada al hospital con una hemorragia.

El acontecimiento no es sólo la historia de esta experiencia personal, física y psicológicamente traumática. También trata del significado de dicho acontecimiento. Annie Ernaux explora las reacciones de los hombres que la rodean, en el contexto de su época y condición social.

Los estudiantes de su entorno se muestran fascinados por su “estado” de embarazo, y algunos incluso intentan aprovechar que “el daño ya está hecho” para intentar acostarse con ella. En el hospital, Ernaux es humillada por un joven médico que le dice “no soy fontanero”, antes de ceder cuando se da cuenta de que es una estudiante.

Hoy en día, El acontecimiento se considera un libro de referencia sobre el tema del aborto. El texto se cita o menciona a menudo en los debates sobre las leyes del aborto o los derechos de la mujer.

La escritura y el mal gusto

Annie Ernaux admitió en el libro: “Es posible que ese relato provoque irritación, o repulsión, o que se le acuse de mal gusto. Haber experimentado algo, sea lo que sea, le da a una el derecho inalienable de escribir sobre ello. No hay una verdad menor. Y si no relato esa experiencia, estoy contribuyendo a oscurecer la realidad de las mujeres y a ponerme del lado de la dominación masculina del mundo”.

De hecho, la autora ha escrito sobre muchos temas que rara vez se tocan en la literatura tradicional, como el sexo, la enfermedad, el envejecimiento del cuerpo, la demencia y el alcoholismo, siempre de forma muy directa. Esto está muy lejos de la tradición proustiana: a Ernaux sólo le interesan los recuerdos como prueba de que los acontecimientos han ocurrido.

Para Annie Ernaux, el acto de escribir le permite hacer visible y sensible la experiencia vivida, especialmente la de las mujeres, y sobre todo, no dar nunca por sentados sus derechos.

En el fondo del trabajo de Annie Ernaux está el deseo de dar voz a los silenciados. En una reciente entrevista, habla de su apoyo al movimiento #MeToo, pero también de su afinidad con los movimientos de los chalecos amarillos, que considera una manifestación de profundas injusticias sociales y un desprecio de las élites por la clase trabajadora y los desempleados.

Cuando Simone Veil falleció en 2017, aparecieron por las calles de París muchas inscripciones de “Gracias Simone”, saludando el papel que desempeñó en la aprobación de las leyes del aborto en Francia. Del mismo modo, muchas lectoras, y lectores, escriben a Annie Ernaux para darle las gracias, reconociendo la importancia de sus escritos feministas en sus vidas. Su lugar en el club de los grandes escritores franceses reconocidos internacionalmente no es inmerecido. (Este artículo fue publicado originalmente en inglés).

[Elise Hugueny-Léger: profesor titular,Universidad de St Andrews. // Fuente: The Conversation. Texto reproducido bajo la licencia Creative Commons.]

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La escritora que convirtió su vida y su cuerpo en un arma política

Javier Zurro


Vivimos un momento en el que los creadores se miran al ombligo en ejercicios ególatras y falocentristas. La muestra evidente se encuentra en el cine. Paolo Sorrentino, Alejandro González Iñárritu, Alfonso Cuarón, Kenneth Brannagh, Steven Spielberg… todos han decidido que había que ponerse en el centro del relato. Todos lo hacen aireando su riesgo. Dejando claro que esa es su historia pasada por su tamiz artístico, por su mirada. Todos, sin embargo, escogen un momento concreto, un trauma determinado como excusa para demostrar que son los mejores creadores.

El auge de la autoficción ha terminado por desvirtuar el término, por arrastrarlo por el suelo. Ahora la autoficción es un recurso más, una decisión estética como el que elige usar un narrador en primera persona o en tercera persona. Es en esos momentos donde la Academia Sueca ha dado un golpe en la mesa y ha dicho basta. Que la auténtica autoficción es la que ha desarrollado durante décadas Annie Ernaux, la autora que siempre suena en las quinielas, la que Emmanuel Carrère califica como maestra y de la que siempre se olvidan. Parecía difícil que en un momento en el que la autoficción se ha convertido en un palabro ganara ella, pero por fin se ha hecho justicia.

Lo que la obra de Annie Ernaux demuestra es que no es un recurso estético, sino una decisión ética. Ernaux convirtió su vida y su cuerpo en un arma política y poética. Se narra a ella para narrarnos a todos. Usa sus historias como materia prima para deformarlas y poner un espejo delante de todos. Antes de que llegara el MeToo, Ernaux había ya escrito dos obras que siguen siendo hoy feministas y revolucionarias. El acontecimiento (Tusquets Editores) es la más evidente. El retrato de su aborto en los años sesenta, cuando estudiaba filosofía y estaba prohibido, es una obra maestra en la que su relato trasciende la primera persona para convertirse en el de toda una generación de mujeres que fueron a callejones oscuros a que alguien les practicara un aborto ilegal. Es un libro físico, que duele, que hace sudar y sufrir.

Ernaux no amaga, no aporta sólo un poco de su experiencia, ella va con todo. Es la única forma de hacerlo. La Academia Sueca ha destacado de su obra que “escribir es un acto político que nos abre los ojos a la desigualdad social”. Ahí está otra de las claves de una obra inteligente y bella, capaz de conmover y escocer al mismo tiempo. Sus libros —a los que ella nunca llama novelas— son la muestra clara de que la diversidad no es ninguna trampa, que las luchas identitarias deben ir al lado de las de clase.

Todo en Annie Ernaux es política, desde su reivindicación del deseo en obras como Pura pasión (Tusquets Editores) o Perderse (Cabaret Voltaire) hasta los centros comerciales, a los que radiografía como contenedor de todas las diferencias de clase, género y raza en Mira las luces, amor mío (Cabaret Voltaire). ¿Alguien se ha planteado que la cola rápida del súper, esa en la que uno mete sus propios productos en su bolsa, es una forma de precarizar y despedir trabajadores? Después de leer a Ernaux uno se da cuenta de que hasta elegir unas galletas en el Carrefour es una cuestión moral y política.

Annie Ernaux / Foto: Catherine Hélie (Gallimard).

Su revolución no fue sólo estética, sino también temática. Pocas mujeres habían hablado del deseo como ella lo hizo en Pura pasión, narrando su aventura con un amante ruso en el que se muestra lo violento, tóxico y salvaje de cualquier relación. La dependencia a la que una mujer feminista se somete sin poder evitarlo. Su pluma como “cuchillo”, como ella misma la define se clava en su propio sexo, en su propio cuerpo. Ernaux cuenta sin tapujos sus relaciones, el erotismo, y después la decepción y la toma de conciencia del machismo que soporta.

Su compromiso con su literatura es total. Su vida y su cuerpo siempre están al servicio de ella. De la traumática experiencia del alzhéimer de su madre nació Una mujer (Cabaret Voltaire), un relato complejo sobre las difíciles relaciones maternofiliales, sobre la memoria, la enfermedad y el cariño. Sus últimas páginas, con la propia autora siendo consciente de que ya no verá nunca más a su madre son desoladoras. Su duelo como experiencia catártica para el lector.

El complejo de clase

Hay dos temas que siempre destilan de sus obras. La cuestión de género y de clase. Ernaux escribe una literatura eminentemente feminista. No sólo de forma explícita, sino también en su forma de narrar los cuerpos, el sexo y las relaciones. Todo está filtrado por su experiencia, en la que ser una mujer ha sido determinante para ser menos reconocida, menos premiada, menos valorada en cualquier ámbito, empezando por el laboral.

El tema de clase aparece siempre para analizar el complejo que ella misma sufrió siendo joven. El de una mujer que siempre quiso escapar de su pueblo, de la clase obrera que su familia representaba. No quería trabajar en la tienda de ultramarinos de sus padres, no quería ser la siguiente mujer encerrada en ella y condenada a casarse joven e infeliz. Eso hizo que odiara sus raíces. Sus libros van mostrando su reconciliación de una forma inteligente y emotiva. A cada uno de sus padres le dedica uno o varios libros.

En El lugar (Tusquets Editores) cuenta el orgullo —obrero— de su padre porque se prepara para ser profesora. Muere pocos meses después. Ernaux revive las vivencias con él en un encuentro que le sirve para enseñar los prejuicios hacia los obreros, las trampas de la escalera social y el odio que parece que lleva implícito ascender de clase social hacia las que quedan abajo. Una Annie Ernaux que descubre la nouvelle vague y mira a su padre por encima del hombro porque él disfruta del cine popular, para terminar dándose cuenta de que ambos estaban unidos mientras reían con Louis de Funes.

Lo mismo hizo con su madre. “Ella servía patatas y leche de la mañana a la noche para que yo estuviera sentada en un anfiteatro oyendo hablar de Platón”, dice en Una mujer, y en dos líneas deja claro el sacrificio de sus padres, pero también el de toda una clase obrera para que sus descendientes sean burgueses que van a renegar de sus orígenes y de ellos. Annie Ernaux no. Con sus libros, convirtiendo su vida en algo político, los reivindica. Mira a sus padres de igual a igual tras analizarles con la autoficción. Ya no hay superioridad moral porque la literatura le ha servido para hacer las paces.

Con todas sus obras la pregunta acaba siendo la misma: ¿es realidad o es ficción? Su respuesta es siempre la misma, y hasta la explicita en sus libros, donde se plantea sobre los límites y sobre si debería aclarar lo que es o no es verdad. “La contraposición entre ficción y realidad es un falso problema, lo importante es escribir la verdad. Y la forma que esta verdad adopte, ya sea la ficción, la no ficción, la autobiografía, no es crucial, lo crucial es la verdad”, declaró a elDiario.es a finales de 2019, tras recibir el premio Formentor. La obra de Annie Ernaux demuestra que la autoficción nunca fue una cuestión de ego ni de estilo, sino de honestidad.

[Texto publicado originalmente en elDiario.es; es reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons.]

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