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En el mundo del futbol los dueños de los equipos se parecen más a un mafioso que a un empresario

El colombiano Juan Andrés Rodríguez celebra un año del boletín deportivo 'El Crackletter'.

Abril, 2022

A un año de haber lanzado su newsletter de periodismo deportivo, Juan Andrés Rodríguez platica con Salida de Emergencia y expresa que lo que sucede en el deporte nos puede decir mucho de la sociedad, pero lo que pasa en la sociedad también se refleja en el deporte. Además, señala que en Colombia, lo mismo que acá, las cadenas extranjeras dedicadas al deporte lo que han hecho, en su mayoría, es mantener la dictadura de los medios que ya estaban, incluyendo, eso sí, a algunos personajes nuevos, pero que son, en general, muy malos, gente que no aporta.

Hace un año, en abril de 2021, el colombiano Juan Andrés Rodríguez enviaba por correo electrónico el primer boletín (o newsletter) de una muy interesante y poco ordinaria publicación deportiva: El Crackletter. Interesante por su propuesta, por sus contenidos y por la manera en que se ha ido construyendo. Y poco ordinaria, al menos, por dos razones. La primera es que se trata de una publicación en la que se advierte, al leerla, su rechazo a ese periodismo deportivo dominado hasta el tuétano por la estupidez televisiva, a ese periodismo deportivo que reitera, replica y expande hasta el cansancio la fórmula sosa, desgastada, insulsa, iletrada y machista que fundaron las principales cadenas de televisión nacional y que se han inoculado, gustosos, casi la totalidad de los medios mexicanos (electrónicos, impresos y digitales). La segunda razón por la que El Crackletter es una publicación poco ordinaria tiene que ver con que el equipo que hasta ahora ha acompañado a Juan Andrés Rodríguez está compuesto, en esencia, por tres mujeres periodistas: Irma Caballero, Danay Martínez y Ana Patricia Spíndola Andrade (Patu SA).

Casi un año después de que comenzara a circular por la red el primer newsletter, Juan, Irma, Danay y Patu presentaron, de forma oficial, la revista electrónica de El Crackletter, sitio desde donde los visitantes pueden suscribirse a los boletines mensuales de la publicación, pero también donde pueden encontrar la gran mayoría de los contenidos escritos hasta el momento, además de pódcast y videos. Fue en aquella presentación, realizada en la Cafebrería Pesso, en Querétaro, donde conocí y conversé por primera vez con Juan Andrés Rodríguez, un muchacho desparpajado y alegre que llegó a México, desde su natal Colombia, para estudiar una maestría. Un tipo alivianado y conversador; muy chévere, como dijeran en su tierra, y promotor del buen periodismo. A unas semanas de aquel encuentro —y con el primer aniversario de El Crackletter como pretexto—, Juan Andrés y yo nos telefoneamos para conversar más o menos como sigue:

—Juan, me parece que usted tiene muy claro qué clase de periodismo quiere hacer. ¿Puede hablarnos un poco de ello?

—Sí. Queremos hacer un periodismo deportivo que no se quede en lo banal, que no se quede en esa idea que solemos tener sobre los deportes. Nuestra primera premisa consiste en que usamos al deporte para hablar de temas como la economía, la política, la sociedad, la antropología, la música o la ciencia. Pero también hacemos el ejercicio inverso: todas estas áreas que mencioné y muchas otras las usamos para hablar del deporte. Nuestro propósito es mostrar que el deporte es un ámbito humano que está conectado con todos estos espacios.

Juan Andrés Rodríguez.

—¿Por ejemplo?

—El tema principal del primer newsletter de este año fue un artículo que habla del patinaje artístico sobre hielo y la deconstrucción de la masculinidad [“El deporte también puede deconstruir la masculinidad”]. En el texto se habla de Donovan Carrillo, quien representó a México en los Juegos Olímpicos de Invierno y a quien se le tildó de homosexual. Él, en sus redes sociales, explicó que no tiene problemas con que lo llamen gay porque no lo es, pero reclamaba que se siga creyendo que decirle gay a alguien es una ofensa. Un texto como éste [escrito por Ana Patricia Spíndola Andrade] nos permite ver la forma en que se colocan etiquetas a las personas a partir del deporte que practican. Eso nos habla no del deporte mismo, sino de la gente. Nos dice mucho de una sociedad que ve más relevante la orientación sexual de un deportista que sus resultado [Donovan Carillo llegó hasta la final de patinaje artístico varonil, convirtiéndose, después de 30 años, en el primer mexicano en participar en esta disciplina en unos Juegos Olímpicos de Invierno].

Este tema es muy interesante cuando se lo coloca en el contexto del futbol profesional: la homosexualidad es un asunto tabú, totalmente vetado. Gente que ha participado de cerca en el mundo del futbol reconoce, en secreto, que esta orientación sexual no es poco común. Sin embargo, casi nadie se atreve a reconocerla. Cuatro meses después de haberse retirado, el futbolista y seleccionado alemán Thomas Hitzlsperger decidió salir del clóset y decir abiertamente que prefiere “vivir con un hombre que con una mujer”. Un caso excepcional, a pesar de que lo haya dicho cuatro meses después de abandonar las canchas. Mientras tanto, la mayoría de las voces optan por plegarse a la de Luciano Moggi, exdirector general de la Juventus de Turín y condenado en 2011 a más de cinco años de prisión por fraude deportivo, quien declaró que un homosexual no puede ser futbolista. “Yo conozco el ambiente del futbol y en su interior no puede vivir uno que sea gay”, dijo hace más de una década.

—El futbol es en un lugar que alberga los extremismos más impensables —dice, al otro lado del teléfono, Juan Andrés Rodríguez—. Un lugar donde se ha permitido que pase de todo. A lo largo de la historia han existido diferentes grupos en el futbol mundial con ideologías nazis, xenófobas, misóginas, de derecha… Hay una cantidad de odios que parecen condicionar el futbol a tal punto que hablar de la orientación sexual de un jugador es un tema vetado. Esto, para mí, es un problema grande que revela cómo un deporte es capaz de tapar todo tipo de discusión porque lo que más importa aquí son los goles. Esto ha hecho que a pesar de que los dueños de los equipos se parezcan más a un mafioso que a un empresario, no se hable de ello, no se tenga claridad, no se investigue. La gente no habla de la economía del futbol, de quiénes están detrás de este gran negocio. Eso llama mucho la atención.

“Argentina no le hace 4 a Perú”

En su libro El hijo del ajedrecista, Fernando Rodríguez Mondragón, hijo mayor del capo colombiano Gilberto Rodríguez Orejuela, fundador del cártel de Cali, cuenta que la organización que dirigía su padre intervino —al lado de la Junta Militar de Gobierno que controló Argentina de 1976 a 1983 y de directivos del futbol peruano— para que el país albiceleste conquistara el mundial de futbol que había organizado en 1978. Para alcanzar la final, Argentina debía ganar por lo menos por 4 goles ante Perú. Terminó con una abultada victoria de 6-0. Aunque en su libro Rodríguez Mondragón no ofrece pruebas, Héctor Chumpitaz, capitán de la selección peruana de aquel entonces, consideró que era necesario salir a justificar la escandalosa goleada negando que hubiera habido algo irregular o sospechoso en ella. Para el anecdotario quedan las palabras de Cláudio Coutinho, técnico de la selección de Brasil en el Mundial de Argentina 1978. Los brasileños no pudieron disputar la final contra Holanda debido a la humillante derrota andina que le dio el pase al país anfitrión. Se dice que antes del partido de Argentina frente a Perú, Coutinho le dijo a sus jugadores: “Tranquilos, Argentina no le hace cuatro a Perú”. Y se tuvo que tragar sus palabras.

—No olvidemos —agrega Juan Andrés Rodríguez— que hemos tenido mundiales en países con dictaduras: Italia, con [Benito] Mussolini, y el caso que citas: Argentina, con [Jorge Rafael] Videla. En el mundo del futbol hay muchos casos de corrupción que si bien se ha tomado una postura frente a ellos por parte de los directivos, ésta ha sido muy ligera. Son actos más bien oportunistas.

Pero, al menos en México, al periodismo deportivo no le interesa indagar sobre estos temas. En general, es un periodismo complaciente, mediocre, ignorante (más allá del dominio de datos propiamente deportivos) y muy centrado en los resultados. La crítica es superficial y se dedica, sobre todo, a analizar alineaciones, esquemas tácticos, cambios durante los partidos, además de asuntos baladíes de los deportistas. Para tantear la capacidad mental promedio de estos personajes, va un ejemplo que protagonizara quien es, acaso, el peor de todos ellos, un sujeto encumbrado desde hace tiempo por la cadena Fox Sports. Luego de que el Cruz-Azul se coronara campeón en 1997 tras casi 20 años de sequía, este sujeto se acercó al técnico del equipo ganador y le planteó una aguda pregunta: “Luis Fernando, ¿contento?”; minutos más tarde, repetiría la hazaña cuando al portero Óscar El Conejo Pérez le preguntó: “Eres campeón, ¿cómo te sientes?”. Y si bien estas preguntas que exhiben, por decir lo menos, una nula imaginación, podrían justificarse argumentando que se trataba entonces de un joven reportero que no terminó ni la secundaria, varios años más tarde, en 2013, cuando el León obtuvo su pase a la final del futbol mexicano, micrófono en mano se acercó al técnico del club felino y, perspicaz, le espetó: “Gustavo [Matosas], estás en la final”.

—En Colombia estamos igual —dice Juan Andrés Rodríguez—. Incluso me parece que la situación se pone más triste en mi país porque hay menos medios, menos ventanas para que la gente pueda presentar cosas distintas, y eso es en sí mismo un problema. Una cosa sorprendente es que hay muy poco periodismo a nivel regional. Y digo sorprendente porque muchos deportistas que triunfan en las capitales provienen, precisamente, de estas regiones. Por otro lado, parece que sucede lo mismo que en México, donde se está validando un estándar de modelo de negocios norteamericano con canales deportivos como ESPN pero que, cuando llegan acá, olvidan ese periodismo profundo que en muchos casos sí practican en Estados Unidos. Allá podemos ver que hay alternativas de discusión en cuanto a temas y que estas cadenas se vuelven una ventana mucho más grande de lo que han hecho en América Latina. Y lo que han hecho es mantener la dictadura de los medios que ya estaban. En ocasiones incluyen a algunos personajes nuevos, pero que son, en general, muy malos, gente que no aporta. No hay, por ejemplo, periodismo de investigación. Se transmite mucha información sin verificar o profundizar. No hay rastreo periodístico. Se la pasan horas discutiendo en si la formación de tal o cual equipo es la correcta o no.

—Otro de los vicios muy arraigados muy arraigados en el periodismo deportivo (que, por cierto, también pasa en el cultural) es la relación que se establece entre los periodistas y las figuras con las que interactúan —le comento a Juan Andrés Rodríguez—. Muchos periodistas se sienten amigos de todo mundo y, por lo tanto, comprometen su trabajo. ¿Cómo mantener una relación adecuada, quizá lejana, con estas figuras del deporte (o la cultura)?

—La clave está en seguir cómo hacen el trabajo los colegas de otras fuentes —responde—. En Colombia el ciclismo es un deporte muy importante, el segundo después del futbol, y existe allá toda una ala de este periodismo que describes que es empalagosa: les encanta volverse amigos de los ciclistas. Sin embargo, hay una periodista, mexicana por cierto, que se encarga de hablar del ciclismo colombiano para Latinoamérica y quien viene de una escuela muy gringa, muy bien formada. Ella mantiene siempre una distancia para poder informar correctamente lo que hay que observar. De esta manera es como trabajan los compañeros de otras fuentes: hay que tener claro que el periodista no tiene que establecer una relación de amistades, mucho menos de halagos, con los deportistas. Para empezar porque si algo tienen los deportistas son fanáticos. Así que si no son los periodistas, deberían ser los propios deportistas quienes tendrían que tomar esa distancia. El periodista no debe volverse parte del comité de aplausos de estas figuras. Y muchas veces es así. Pareciera que no hubiera otra manera. Pero sí la hay: hay que ser cordiales, pero eso no quita que la posibilidad de hacer un trabajo serio periodísticamente.

El equipo de El Crackletter: Juan Andrés Rodríguez, Irma Caballero, Patu Spíndola y Danay Martínez.

“Sé más de deportes porque soy hombre”

—Juan, ¿cuáles o quiénes son su referentes del periodismo deportivo? Usted ha hablado de Juan Villoro, quien sin duda ha escrito cosas interesantes, sobre todo relacionadas al futbol, pero no con la profundidad con la que lo han hecho John Carlin o Eduardo Galeano, por ejemplo.

—En este caso, más que a personajes, estoy apegado a algunos medios. Por ejemplo, el trabajo de la Revista Sudor me parece muy valioso. Destacaría, en este caso, al argentino Ezequiel Fernández Moores. En España, por otro lado, desde hace unos años hay dos revistas de futbol que son referente para lo que nosotros queremos hacer en El Crackletter. Estas son Líbero y Panenka. En ambas se abordan con profundidad los temas que tocan. En Estados Unidos hay un medio que se llama de The Athletic. Tiene un modelo de negocio muy interesante: es de pago, pero, a cambio, da un seguimiento clave a cada suscriptor. Es una publicación que tiene un equipo de periodistas y comentaristas para cada tema. Y atiende no sólo a los equipos norteamericanos, sino que cubren el futbol inglés o las ligas europeas. Hacen trabajos de investigación de manera constante. Además la revista tiene una sección en la que habla de los negocios en el deporte. También habla de películas o de libros. Otra publicación que me gusta mucho es la revista de cultura contemporánea Jotdown. Está hecha en España y tiene una sección dedicada al deporte en la que hacen entrevistas, análisis, artículos, lo cual me parece maravilloso. Pero, considerando lo anterior, en El Crackletter sabemos que debemos buscar nuestros propios caminos.

—Entonces, ¿al Crackletter no le interesa hablar de los partidos de futbol?

—Como dije en la presentación de la revista: hay una sobreoferta deportiva enorme. Y la mayoría es de futbol. Creo que después de pornografía lo que más se busca en Internet es futbol. Si bien nos va a interesar que, por ejemplo, la selección mexicana de futbol gane una copa del mundo, pues eso va a ser noticia (claro, primero la gana Colombia), de lo que verdaderamente nos interesa hablar es de qué pasa cuando no se está jugando el partido o de cuando se está entrenando, de qué pasa con el negocio del futbol o con los fanáticos. En el mundo del deporte hay estructuras que no son evidentes para todos. ¿Qué pasó con la gente después de que se fue del estadio? ¿Qué pasó con el dinero después de que los dueños recolectaron sus ganancias?

—A las periodistas que lo acompañan en El Crackletter las conoció en un taller de periodismo deportivo que impartió en Querétaro. ¿Cuáles fueron los puntos más interesantes que abordó en ese taller? En México, por una incomprensible razón, los editores siguen peleando por publicar “la nota”, que en esta era digital todos los medios obtendrán más temprano que tarde, en lugar de generar su propia “nota” con contenidos de buena calidad.

—Los libros son un buen ejemplo de lo que comentas. Un libro jamás va a poder competir con la velocidad de un tuit. Un tuit te da la información mínima y rápida. El libro, por su parte, permite producir buen contenido que sea de interés para mucha gente. Sobre todo porque hay espacio para profundizar. Pero hay libros malísimos, como el que recién salió acerca de Sergio El Checo Pérez [Nunca te rindas (Planeta), de Alejandro Rosas y Francisco Javier González]. No hay investigación. Está hecho por un historiador y un periodista y en todo el libro no hay una sola voz que ellos hayan conseguido, no hay ningún entrevistado, todo lo que ahí apuntan fue conseguido en páginas de internet. Es un collage, son recortes que ni siquiera están bien montados. Lo que trato de decir es que a veces uno también tiene que leerse esos libros y saber qué se anda escribiendo. Yo tengo un canal de YouTube, Libro5, en el que comento libros de deportes. Existen muy pocos porque en el mundo cultural y literario se piensa que el deporte es un tema que no merece análisis. Y se le abre espacio a personas que no tienen las capacidades para analizarlo. Pero se pueden hacer productos muy buenos, como el documental sobre Michael Jordan [El último baile]. ¡Es una cosa tremenda! La investigación es tremenda, la edición es tremenda.

—¿Cuál fue la principal queja que escuchó de parte de los periodistas que asistieron a su taller?

—En El Crackletter tenemos la posibilidad de que escriban muchas periodistas mujeres. En las última sesión del taller hablamos de la situación que viven en su trabajo y una muy común y terrible es que muchos colegas hombres les dicen que saben más de deportes que ellas por el simple hecho de ser hombres. ¡De ese nivel! “Yo sé más de deportes que tú porque yo soy hombre y tú eres mujer”. Es un problema grande. Pero, sin temor a equivocarme, puedo asegurar que muchos de los mejores artículos que se han escrito en El Crackletter son de mujeres.

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