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Fuentes para la historia del teatro en Nuevo León

Este 7 de noviembre será presentado oficialmente La cuarta pared / Fuentes para la historia del teatro neoleonés, un documento audiovisual investigado por la actriz regia Morena González. Como el título ya lo indica, se trata de un acercamiento y rastreo de la historia del arte escénico en el estado regiomontano, desde sus inicios —cuando todo estaba por ocurrir— hasta los días actuales. Escribe aquí Fernando de Ita: “La Memoria del origen del teatro en cada una de las provincias debería ser una obligación de la tribu que se dedica al arte escénico, y su producción y divulgación un deber institucional, porque en el ayer está, inevitablemente, la semilla del mañana”.


“Hay una condición en la Naturaleza del teatro que lo condena al olvido: ser un acto vivo que dice todo lo que tiene que decir en el momento que lo dice. La poesía es para siempre. El buen poema no muere, se trasmite, perdura en muchos nichos. El teatro sucede y se evapora. La dubitativa angustia del Moctezuma II, de Sergio Magaña, se apodera por un tiempo de la sala y el espectador actual siente que la zozobra de ser mexicano viene de una derrota, no sólo militar sino ideológica. Pero eso no está grabado, no hay un video y si lo hay no tiene nada que ver con lo que me sucedió como espectador cuando aquello que fue, cobró vida.”

Me cito a mí mismo porque se trata de un texto inédito que me permite destacar la importancia que tiene el documento audiovisual, investigado y producido —con el apoyo de Conarte y el Municipio de San Pedro— por la actriz regia Morena González: La cuarta pared / Fuentes para la historia del teatro en Nuevo León. Como la memoria viva del teatro solo se conserva en la mente de sus hacedores, fue una fortuna que Morena comenzara su investigación en el 2009, cuando aún tenían vida algunas de las figuras germinales del teatro regiomontano, como Julian Guajardo, Rubén González Garza, Sergio García, Minerva Mena Peña y Rogelio Villareal. La investigación y edición del documental se completó en tiempo de pandemia y este 7 de noviembre podrán acudir a la presentación pública los herederos de la Tradición, como Luis Martín Garza, Virgilio Leos, Javier Serna, la Nena Delgado, entre muchos otros.

Aunque la historia moderna del teatro en Nuevo León se inicia con Lola Bravo, es notorio que el siglo XX fue una centuria patriarcal en la que las mujeres sólo alcanzaban el papel de actrices, amantes o asistentes del director. De ahí que la mención de Maryluz Salinas como actriz, directora y productora de gran talento y singular belleza, olvidada por sus contemporáneos, sea uno de los buenos detalles del documental que nos entrega la génesis y el desarrollo del arte dramático y escénico de una ciudad que amó y protegió al teatro como pocas. Todas las mujeres y hombres de teatro que comenzaron su periplo en las tablas en los años cincuenta, coinciden en que Lola Bravo fue la maestra y directora que les abrió los ojos a un teatro de ideas, emociones y cuestionamientos de la realidad que determinaron el rumbo de su propio teatro. El rigor, la disciplina, el entrenamiento físico y mental para acceder al escenario, que enseñó la alumna de Seki Sano, fueron las herramientas que convirtió el teatro de costumbres practicado por los grupos amateurs en teatro experimental, primero, y en teatro profesional en consecuencia.

Los cincuenta fueron los años fundadores porque todo estaba por ocurrir. Siguiendo los pasos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) fue la casa que albergó la primera escuela formal de teatro y la primera en ofrecer un espacio para que los estudiantes presentaran sus montajes. Ya adultos, los jóvenes que ahí se prepararon reconocen que su teatro fue experimental sólo en el sentido de experimentar por primera vez el ensamblaje de un texto dramático con su expresión física, espacial y corporal que llamamos puesta en escena. Naturalmente nadie cobraba un peso por su trabajo aunque hace 70 años la autoexplotación laboral de los artistas no existía, se llamaba: oportunidad de que me vea mi mamá echando rostro. Eran, de verdad, otros tiempos en los que lo primero a vencer era la indiferencia institucional y social por el arte de mentir…, diciendo la verdad. Como todo estaba por hacerse, aquellos montajes sin tramoya y con iluminación de botes de chile lograron la atención del rector Raúl Rangel Frías, un hombre culto y liberal (en un ambiente conservador), que propició la enseñanza artística en la Facultad de Filosofía, y siendo gobernador abrió el Teatro de la República que fue por muchos años uno de los escenarios del teatro con aspiraciones artístico de la ciudad.

El imparable ciclo de la vida convirtió a esos alumnos de teatro en los maestros de nuevas generaciones, tanto en el escenario como en las aulas que comenzaron a diversificarse en la misma UANL y en otros espacios, como la Casa de la Cultura.

Sin raíces no hay árbol, sin tronco no hay ramas

En los setenta empieza el siguiente periodo del teatro nuevoleonés (aunque este adjetivo masculino sea una invención gramatical porque en la práctica lo que hay es el teatro de Monterrey), en el que comienzan a montar obras contemporáneas como Marat Sade, de Peter Weiss, dirigida por Sergio García. La admiración de aquellos directores por el teatro de vanguardia no impidió la devoción por los autores nacionales, destacadamente Emilio Carballido, Sergio Magaña y Hugo Argüelles, incluso Luis Martín estrenó primero que nadie Te juro Juana que tengo ganas, del autor cordobés, en Monterrey. En los ochenta asoman los autores locales nacidos o radicados en Monterrey, como Hernán Galindo, en el primer caso, y Guillermo Schmidhuber en el segundo, y se diversifica la nómina de directores y maestros con el trabajo de Gerardo Valdez, Gerardo Dávila, y Coral Aguirre, quien se incorpora desde Argentina a la formación de cuadros para la escena.

En los noventa surge la generación de la ruptura, por decirle así al teatro físico que emprenden Fernando y Ricardo Leal, fundadores de Mimus Teatro, que fue un hito no sólo en Monterrey sino en la República. La pantomima contemporánea, derivada sobre todo de la escuela de Jacques Lecoq y del entrenamiento de Sigfrido Aguilar, fue el punto de partida de un movimiento nacional en el que destaca La Percha, el grupo de Leticia Parra y Jorge Vargas, que se ubica en la posmodernidad porque el texto ya no determina la estructura y el sentido del espectáculo. Para entonces, Monterrey es la ciudad con más recintos culturales en los estados —construidos para tal fin en la segunda mitad del siglo XX—, y, como sede de la Muestra Nacional de Teatro, la capital de la República del Teatro por una década.

Este es un documento que debería verse en las escuelas no sólo de teatro sino de educación artística, así como en los foros llamados independientes, para que los jóvenes constaten que sin raíces no hay árbol y sin tronco no hay ramas. Tenemos la manía de pensar que el mundo comienza con nosotros aunque el descubrimiento del agua hirviendo viene de la prehistoria. Sin la contribución de los abuelos seguiríamos desnudos y sin la figura del Padre no tendríamos a quien matar simbólicamente para salir del capullo. Para la actualidad, el teatro de los años cincuenta es una vieja fotografía en sepia, el de los setenta una en blanco y negro, y la de los noventa ya prefigura la imagen digital. El documental de Morena González plantea un resumen del origen y desarrollo del teatro moderno en su estado, en voz e imagen de sus protagonistas. Entre los vivos sobresale la figura de Luis Martín Garza por su labor como director de escena, funcionario cultural y recopilador del pasado teatral de su entidad. A sus casi 80 años, ni la edad ni la enfermedad lo han separado de la pasión que asumió desde los 16 años y su sola presencia es un recuerdo del porvenir (para decirlo con Elena Garro). Como dije al inicio de esta nota, el teatro es efímero y por lo mismo su fulgor sólo pervive en la memoria de los espectadores y en la vivencia de quien se entregó a él como esas palomas nocturnas que se inmolan en el cristal del foco tratando de alcanzar el origen de la luz, el principio del fuego. La Memoria del origen del teatro en cada una de las provincias debería ser una obligación de la tribu que se dedica al arte escénico, y su producción y divulgación un deber institucional, porque en el ayer está, inevitablemente, la semilla del mañana.

P.D. Al terminar de escribir esta nota veo en YouTube la trasmisión de la Cátedra Ingmar Bergman en la que Jorge Dubatti habla de cómo el teatro se desvanece ante nuestros ojos, de cómo muere como acto vivo instante por instante. De ahí la importancia de la Memoria.

Este domingo 7 de noviembre (de 2021), en el Auditorio San Pedro (Monterrey), a las 17:00 horas, será estrenado y presentado el documental La cuarta pared / Fuentes para la historia del teatro neoleonés (Zorroridad Producciones).

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