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El rock mexicano en 200 discos chingones

Conversamos con David Cortés; el periodista roquero ha publicado una nueva versión, corregida y aumentada, de su libro sobre el rocanrol nacional, en coautoría con Alejandro González Castillo.

Febrero, 2023

En 2012, David Cortés y Alejandro González Castillo coordinaron y publicaron 100 discos esenciales del rock mexicano / Antes de que nos olviden. En el reverso del libro se podía leer: Detrás de esta contratapa hay alrededor de cien discos que, de alguna u otra manera, definen al rock mexicano. Líneas más adelante, los editores avisaban: Nada pretende ser demostrado con este trabajo, no existe afanes enciclopédicos ni se busca colocar el punto final a historia alguna. Y sí, la advertencia ha sido cierta: una década después, los mismos David Cortés y Alejandro González decidieron hacer una versión corregida y aumentada de ese primer volumen; así nació 200 discos chingones del rocanrol mexicano, para el cual convocaron de nueva cuenta a diversas plumas para reseñar o comentar 200 propuestas musicales surgidas en México durante las últimas seis décadas, dentro de los diversos géneros que integran la escena del rock nacional. Víctor Roura ha conversado con uno de los coordinadores, David Cortés, para hablar de esta colosal obra.

David Cortés, nacido en la Ciudad de México en diciembre de 1961, tiene un nuevo libro: 200 discos chingones del rocanrol mexicano, en coautoría con Alejandro González Castillo, editado en 2022 por El Otro Rock en colaboración con Rhythm & Books, donde da cuenta, una vez más, del acontecer del género roquero realizado en México, como lo ha venido haciendo desde mediados de los años ochenta de la centuria pasada en volúmenes básicos como Los pasos de la vanguardiaRock en oposición: el sonido de la revueltaEl otro rock mexicano / Experiencias progresivas, sicodélicas, de fusión y experimentalesVive Latino / Festival Iberoamericano de Cultura Musical (en coautoría con el fotógrafo Fernando Aceves), La vida en La Barranca100 discos esenciales del rock mexicano / Antes de que nos olviden (también con Alejandro González Castillo), Escritos en el tiempo El rock también se escribe, aparte de haber publicado ya una novela: Negra semana santa. David Cortés, de manera inédita en el país, se ha especializado en el periodismo abocado a la música, como lo han hecho en España varios periodistas como Jesús Ordovás o Diego A. Manrique siendo voces prioritarias, o autorizadas, sobre asuntos roqueros, como lo ha logrado en México, con empeño escritural, David Cortés. A propósito de su nuevo libro sostuvimos con él la siguiente conversación.

Coleccionar discos desde 1980

—Son doscientos discos “chingones” de rock mexicano, David, ¿sí se eleva a esa cifra el trabajo de estudio fonográfico respecto a la música roquera? Federico Arana, lo has de saber, en un libro nuevo suyo clasifica prácticamente de debilitada esta labor discográfica, a la que desmenuza reflexivamente. ¿Cómo elegiste doscientos discos, cuánto tiempo tardaste en compilarlos, por qué precisamente ésos?

—Desconozco ese libro de Federico Arana y aunque lo respeto mucho, creo que para tomar el pulso del rock mexicano, del verdadero, hay que buscarlo en la red, los conciertos, el Chopo y me parece que Federico no se ha actualizado mucho en ese sentido.

“Hace 10 años Alejandro González Castillo y un servidor coordinamos 100 discos esenciales del rock mexicano. Antes de que nos olviden (Grupo Editorial Tomo) y 200 discos chingones es una extensión del mismo, aunque nos gusta llamarlo más como una versión reloaded. El libro toma 60 años de producción discográfica, de 1960 a 2020, así que me parece que en ese tiempo sí se han hecho álbumes suficientes como para elegir 200.

“Escogimos esos discos porque consideramos que representa momentos de cambio importantes para toda la escena del rock mexicano; además, quisiera aclarar que el concepto de rock que tomamos, apoyado en Pierre Bourdieu y su teoría de los campos culturales, se extiende a todas las hibridaciones posibles que se han gestado en el rock. De ese modo, aquí se incluyen placas de reggae, emo, hardcore, hip hop, electrónica, pop, metal (en sus diferentes vertientes), progresivo, etcétera.

“Acerca del tiempo, pues colecciono discos de rock mexicano desde 1980 aproximadamente, así que no fue tan complicado”.

El periodista roquero David Cortés.

Generar polémica

—Me cuesta un poco de trabajo pensar que de veras todos los doscientos discos reseñados en tu libro sean “chingones”. ¿De qué estamos hablando cuando hablamos de esta palabra que, de algún modo, ensalza la hechura discográfica?

—Te mencionaba atrás que se trata de discos que han marcado momentos de quiebre para el rock mexicano, placas cuya irrupción propició el acercarse a otras vetas del rock, ya existentes en otros países tal vez, pero por primera vez exploradas en el nuestro; discos cuyo contenido lírico y musical, o ambos, han inspirado a otros creadores a seguir por esa corriente.

“Decidimos llamarlos chingones porque nos parece una palabra contundente, una que se usa en todo México para designar algo que es bueno y que vale la pena seguir, escuchar. Ahora, el libro incluye las reseñas de esos 200 discos y aunque la palabra chingón los define, los argumentos se encuentran en cada una de las reseñas y éstos buscan reflejar el contexto histórico, la calidad de grabación, la producción, la música, los textos cuando los hay.

“Acerca de eso que te cuesta trabajo, creo que tampoco has seguido en los últimos años la escena del rock mexicano y no tienes por qué, ese es nuestro trabajo: buscar, hurgar en el subterráneo, comprar, etcétera, para después difundirlo. Además, tanto a Alejandro como a mí, nos interesa que exista documentación del rock nacional y éste es un paso en pos de ello y al mismo tiempo, aunque no es su intención primaria, generar polémica y esperamos que eso lleve a alguien a hacer su propia lista o versión a fin de enriquecer el acervo documental del rock de este país”.

Ningún disco desechado

—Siguiendo el sendero del rock mexicano, van seis preguntas hiladas: ¿cuál fue el primer disco que tuviste en tus manos, cuál es el disco que más te ha deslumbrado, cuál el que más te ha impresionado, el que más te ha gustado, el que más te ha decepcionado y el que has desechado de inmediato?

—No recuerdo cuál fue mi primer disco de rock mexicano, aunque mi primer disco en la vida fue Welcome to My Nightmare de Alice Cooper.

“El disco que más me ha deslumbrado de rock mexicano, y lo sigue haciendo, es El poeta del ruido de Decibel; de gustarme hay varios, a vuelo de pájaro mencionaría el primero y único de Flor de Metal, Hurbanistorias de Rockdrigo, el primero de Real de Catorce, Vav de Vyctoria, Belmont de Lázaro Cristóbal Comala y varios etcéteras.

“El que más me ha impresionado recientemente es With a Little Hell from my Friends de Greco Bastián, una placa de rock en oposición en donde se hizo ayudar por músicos de otras latitudes, además de mexicanos, y que el año pasado estuvo en varias de las listas de sitios y revistas dedicadas al rock progresivo.

“No desecho ningún disco, todos se quedan en casa para integrarse a la colección”.

Grabaciones de todo tipo

—Una década después de haber editado el libro 100 discos esenciales del rock mexicano, doblas ahora la cantidad. Sé que el máximo coleccionista de elepés del rock hecho en casa es Federico Arana con más de medio centenar de miles de discos, no todos ellos por supuesto de rock mexicano. Pero me parece una proeza reseñar doscientos señalándolos como “chingones”. Te confieso mi sorpresa.

—La entiendo y también entiendo tu escepticismo, aunque no comparto ni la de uno ni el otro.

“No creo que Federico Arana sea el máximo coleccionista de discos, creo que debe ser Ramón García, aunque también creo que nadie puede abarcar la totalidad de la producción discográfica de este país.

“Ahora, el libro habla de discos, pero éste incluye diferentes formatos: elepés, CD’s, casetes, descargas incluso, así que el número se eleva, porque hay producciones de rock mexicano que nunca aparecieron originalmente en elepé y sí en casete, por citar un ejemplo.

“Cuando hice el libro El otro rock mexicano, aunque la idea no era contar la totalidad de la producción de rock progresivo y tendencias afines, la lista supera los 500 discos (obviamente no todos son buenos, pero más de diez buenos o si quieres chingones sí hay).

“Doblar la cantidad no significa que hayamos incluido 100 realizados en los últimos diez años, sino que incluimos algunos pertenecientes a décadas pasadas que consideramos habían quedado fuera por cuestión de espacio”.

Portada del libro 200 discos chingones del rocanrol mexicano.

A la orden del día, la mitificación

—¿No desechar discos, en el sentido de ya no incorporarlos en la colección, no podría representar, David, el problema de la mitificación? Por ejemplo, me decían que no había otro grupo de humor genuinamente colosal como Los Tepetatles, y te juro que me lo creí hasta que, por fin, lo escuché y la decepción fue gigantesca. Me parece que Los Tepetatles son, fueron, sólo un mito por la incorporación de ciertos afamados intelectuales en el grupo, aunque no tocaran en el escenario. ¿No te ha sucedido algo semejante? ¿Cómo librarse de estas mitificaciones a la hora de reseñar un disco?

—Mitificar es muy sencillo, más si lo que se pone por delante es el gusto personal. Además, la mitificación está a la orden del día en el rock mexicano y es un peligro constante. ¿Cómo evitarlo? Tratar de ser objetivo es la respuesta. Claro que esto conlleva otros problemas, pero aquí confiamos en el conocimiento nuestro al elegir los 200 discos. Yo pondría como ejemplo un par de álbumes que aparecen en el libro. Nadie en especial de Chac Mool es un disco importante para el rock mexicano porque es el arribo de un grupo de rock a una transnacional y las condiciones de su realización fueron inmejorables, aunque el disco no lo es musicalmente porque está lleno de influencias y copias, así que la reseña le hace justicia por su condición histórica, más que por su contenido musical. El segundo es el de Rockdrigo. El casete fue una producción independiente y evidentemente presenta problemas de grabación, pero no se puede soslayar su importancia por lo que significó para el movimiento rupestre y su posterior influencia en el rock de este país.

“Así como mencionas el caso de Los Tepetatles, podríamos citar otros: Como México No Hay Dos, Juan José Gurrola, Toncho Pilatos…

“Es muy fácil romantizar acerca del pasado, pero creo que aquí logramos no caer en eso; sin embargo, tú como lector tendrás la última palabra”.

El caso del Three Souls in my Mind

—Es cierto: la objetividad en el rock se derrumba ante los pareceres personales. Lo digo porque creo que el primer disco, no el segundo, de Toncho Pilatos se sostiene bastante bien cualitativamente. No me parece un disco mítico y, sí, antes que Chac Mool perteneció a una fonográfica transnacional debido a la intervención del finado Herbé Pompeyo. Pero es cierto: las mitificaciones aparecen por todos lados incluso en los discos que creemos autosuficientes, como algunos del Tri, ¿no es así?

—Es un problema actual muy fuerte, el de la mitificación o romantización de un periodo o una banda determinados. Es un mito que nace, me parece, del hecho de que algunos colegas periodistas, cuando el poder de éstos era mayor, privilegiaran unos grupos por encima de otros, sin argumentos claros, de modo que con el tiempo deviene verdad (o lugar común), ante la cual resulta difícil luchar. Probablemente es el caso del Three Souls in my Mind y de El Tri; en esta mitificación concreta inciden otros factores externos a la música que otorgan mayor peso a estos ejemplos. El Three Souls in my Mind fue, luego de Avándaro, el único grupo que logró desarrollar una trayectoria sin problemas de censura y el hecho de que haya mantenido encendida la flama del rock en años difíciles lo ha hecho todavía más resistente.

En los espacios digitales, centenares de canciones

—Mucha razón te asiste cuando dices que ya estoy fuera de la escena roquera mexicana al no atender, o no poder atender, a todas las agrupaciones que ahora están justamente expandiendo sus canciones en las plataformas, porque no me alcanza el tiempo para seguirle la pista a numerosas bandas en los distintos medios en que se desenvuelven o desarrollan. ¡Existen centenares de canciones en los espacios digitales! Sin embargo, David, no deseo quedarme sólo en una pieza sino me gusta comprender, o tratar de comprender, los proyectos de cada una de estas bandas esparcidas en las urbes. Por decirte algo, y no sé qué disco incluyeron de esta asociación, Kushíyava me parece una banda magníficamente ecléctica que recoge influencias incluso de figuras complejas como Captain Beefheart o el propio Decibel de Walter Schmidt…

—Cuando digo que estás fuera de la escena roquera espero que no te hayas ofendido. Lo que dices es cierto, hay centenares de canciones en los espacios digitales y es imposible conocer todo y que alguien, una sola persona, lo conozca todo.

“Tengo que reconocer que estoy poco familiarizado con la banda que mencionas. Nunca he encontrado un disco de ellos y nunca he sabido de un concierto, de hecho yo supe de ellos hace apenas como un año (y la Sagrada Familia me era ajena), cuando la lista de los 200 discos ya estaba cerrada. Creo que el caso de esta banda es como el de otros proyectos que en ocasiones no hacen mucho en cuanto a sus relaciones públicas y si no los conocemos, pues deberían tratar de hacer algo para que eso acabara. Otra cosa que no me gustó sin llegar a disgustarme de la agrupación es que cantan en inglés, lo que no impediría haberlos ubicado allí, pero reconozco que conozco muy poco de su trabajo”.

El rock mexicano en inglés

—No creo, David, que a la banda le moleste su espacio subterráneo: sus más de cien discos (más que Lora, ¿lo sabías?, es la banda con más álbumes en la historia de nuestro rock) hablan por sí solos de la recepción que tienen el grupo, cuya popularidad, me parece, la tiene sin cuidado. Y en absoluto, David, me has hecho sentir mal cuando hablas de mi posible desubicación roquera, no te apures. ¿No una banda magnífica, como las Spiders jaliscienses, cantaban siempre en inglés? ¿No muchos conjuntos en este momento, David, se ponen nombres en inglés y siguen cantando en inglés? ¿No el rock mexicano, a partir de finales de los sesenta, es prácticamente una estructura anglosajona hecha en México? ¿No hay en tu nuevo libro grupos que graban álbumes en inglés?

—Pues si esta banda llega a los 100 discos, lo cual creo, no sólo la convierte en la más prolífica de la historia del rock mexicano, también la vuelve la más subterránea. Si ellos no quieren tener una cuota importante de popularidad, me parece bien, pero tal vez sí preocuparse porque algunos de sus discos por lo menos sean visibles. Reitero que jamás he visto uno, ni siquiera anunciado en la red.

“Acerca del idioma, pues sí, a pesar de los intentos por hacer más cosas en castellano, la verdad es que el inglés es la lengua dominante en el rock, pero eso ha generado algo de pérdida en el mercado local y que en el exterior nunca se alcance esa internacionalización tan deseada, que de tan deseada parece un santo grial, algo mítico e inexistente. En el libro claro que hay grupos que cantan en inglés, ello no fue un obstáculo para su inclusión, el comentario venía más en función de una cuestión comunicativa, el poder llegar a más personas y no pensar en llegar a un mercado en el que, al final, sólo serán uno más entre un millón”.

David Cortés.

La cara oculta del rock

—Has indagado bastante en el rock mexicano. Recuerdo tu libro, de la docena que llevas, donde abordas el “otro” rock mexicano refiriéndote sobre todo a la corriente progresiva, ¿es en verdad “otro” rock o es el mismo rock con otras características? Porque de este otro rock mexicano también hay discos elegidos en tu nuevo libro, ¿no es así? Curiosamente, David, yo publiqué la plaqueta Onda, progreso, moda, reacción hace ya casi cuatro décadas en la cual desplegué varios breves ensayos, uno de los cuales intitulé “El otro rock mexicano” designando a este “otro” género la realización del rock elaborado desde las oficinas de Televisa, cuyos grupos, decía la empresa, eran más roqueros que los grupos que se habían presentado, digamos, en Avándaro. Para mí eran grupos clonados de rock, muy otra cosa…

—Confieso que desconozco ese texto tuyo que mencionas. Yo lo nombré El otro rock mexicano porque es un rock más subterráneo que el subterráno, en el sentido de que no recibe la misma atención que lo generado en el mainstream. La idea es llamar la atención acerca de esa música que está allí, batallando, subsistiendo y conocida por pocos a pesar de su calidad. Para mí era, es, la cara oculta del rock con mayor difusión y atención. Cierto, han pasado 22 años desde la aparición de la primera versión de ese libro y han cambiado cosas. Vertientes que antes eran ramas del rock como la música electrónica, han generado su propio nicho al grado de convertirse en antagonistas por momentos, mientras otros se han acercado más como puede ser el jazz y la improvisación libre.

“Álbumes de ese otro rock aparecen en 200 discos chingones porque la mayoría del rock que vale la pena en este país es subterráneo y el progresivo comparte esa condición con otras vetas como el punk o el emo, aunque éstos tengan más difusión”.

El apasionado del rock

—Tu andar es señero en la bibliografía mexicana al abordar, con persistencia admirable, en un asunto que le es indiferente al mundillo de la intelectualidad académica: en efecto, no hay libros escritos en casa que vinculen al rock con la sociología citadina. El primero en hacer apuntes sobre esta cuestión fue José Agustín, ¿por qué, con excepcional firmeza, has continuado escribiendo sobre las distintas rutas de la cultura roquera mexicana?

—Creo fue Bob Dylan quien dijo, cuando le preguntaron si seguiría haciendo canciones luego de los cincuenta, que “no sabía hacer otra cosa”. Yo puedo hacer otra cosa, dedicarme más de lleno a la academia, pero el rock me apasiona. Cierto, ahora hay cosas que no me sorprenden como antaño y hay mucho reciclamiento, pero no soy nadie para echar a perder la fiesta de las nuevas generaciones que descubren la psicodelia o el krautrock en versión región cuatro, edulcorada y diluida. Más bien trato de arrojar luces sobre la negrura de la ignorancia que existe en el rock de este país y estoy convencido de la necesidad de documentar más lo que se ha realizado en estas tierras.

“Conozco, y seguramente es tu caso también, a mucho talento que se ha perdido por falta de ese apoyo que les permita acercarse a un público, y aunque en ocasiones su trabajo sea menor, me parece importante que persista una memoria de ello. Finalmente alguien lo tiene que hacer y una parte de esa tarea se me ocurrió hacerla a mí”.

En el Fonógrafo del Recuerdo

—Y, para finalizar, una pregunta acaso irrelevantemente irónica: ¿crees que alguno, o algunos, de estos doscientos discos chingones del rock mexicano pueda perdurar, digamos, como ha perdurado el repertorio de un José Alfredo o las señales auditivas de la audiencia son ya distintas a las establecidas en el siglo XX nacional?

—Si bien las señales auditivas son muy distintas a las establecidas en el siglo XX, creo que el trabajo de aquellos grupos que han sido más difundidos masivamente perdurará en el futuro. Café Tacvba, Caifanes, Maldita Vecindad, Rockdrigo, Real de Catorce y otros sonarán en 50 años en el Fonógrafo del Recuerdo, jejejejeje.

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