“Los titiriteros hemos sido perseguidos desde la época de William Shakespeare”
Mauro Antonio Mendoza Juárez, actor, dramaturgo y uno de los fundadores de la compañía teatral La Trouppe, falleció el pasado 6 de enero a los 65 años. Conocido como Trupo, Mendoza Juárez se distinguió en el arte escénico no sólo por la creación de un lenguaje de entrega y calidad dirigido al público infantil, sino por el lugar de dignidad que devolvió a la técnica actoral de los payasos, los títeres y a la riqueza de recursos escénicos en el montaje de obras que perduran en la memoria de generaciones de espectadores. Hace un lustro, Karla Zanabria Iturbide conversó con él. Como homenaje, reproducimos ahora la entrevista completa…
En un mundo sin pandemia y sin confinamiento, el 40 aniversario de la compañía teatral La Trouppe habría sido una celebración no sólo única sino irrepetible. Lo que ocurrió, en cambio, fue que el coronavirus nos arrebató muchísimo más que un festejo: el querido y apreciado Mauro Mendoza “Trupo” —actor, titiritero, dramaturgo, director escénico, y, sobre todo, uno de los fundadores de la compañía teatral La Trouppe— murió el pasado 6 de enero debido a problemas renales que le habían mantenido alejado de los escenarios tiempo atrás, y que se complicaron aún más cuando se contagió de covid-19.
Para dimensionar la (triste y terrible) noticia habría que señalar que La Trouppe ha sido —y es— una de las compañías teatrales más sólidas de México, la cual se ha dedicado, a lo largo de 40 años, a la producción de espectáculos para toda la familia, aunque dirigiendo sus montajes sobre todo al público infantil y juvenil.
La gran influencia que ejerció La Trouppe, tanto entre sus compañeros titiriteros, músicos y actores de espectáculos escénicos, así como en su público a lo largo de cuatro décadas, es indeleble. Junto con Sylvia Guevara, Marco Antonio Serna y Carmen Luna —los otros integrantes de la compañía—, Mendoza logró el reconocimiento del gran público para el teatro infantil. Sin duda, una gran hazaña en este país donde todo lo que se hace para los niños recibe el trato de arte menor.
Teatro negro con humor blanco
Zonaescena Difusión A.C., que dio la noticia del deceso, describió con estas palabras el trabajo de Trupo: “La creación de Mauro Mendoza, como director artístico y dramaturgo de La Trouppe, constituyó un parteaguas en el teatro dirigido a niñas, niños y jóvenes, no sólo por la creación de un lenguaje que específicamente y sin menoscabo de entrega y calidad se dirige a ellos, sino por el lugar de dignidad que devolvió a la técnica actoral de los payasos, los títeres y a la riqueza de recursos escénicos en el montaje de obras que perduran en la memoria de generaciones de espectadores”.
Y no sólo eso. “Desde la escena, con La Trouppe, Mauro demostró, siempre apoyado en lo que él definía como ‘el teatro negro con humor blanco’, que el género no tiene límites y posee una calidad extraordinaria, si dialoga de manera directa con la inteligencia del público al que se dirige”.
Trupo, en su papel de Mauro Mendoza Juárez (Ciudad de México, 1956-2021), me concedió una charla hace cinco años, ocasión en la que estuvo acompañado por Sylvia Guevara para precisarnos los detalles sobre una temporada larga que realizarían con la obra Cuando canta un alebrije, escrita por Frino, y que sería por cierto el primer montaje escénico de su extenso repertorio (23 piezas teatrales) que no había sido escrita por ellos.
Aquel mediodía en su taller de la colonia Portales, Trupo y Sylvia Guevara recordaron que habían dado funciones “en toda clase de escenarios y ambientes”, además de haber hecho “de todo” con tal de regalarle a la gente pretextos para sonreír.
—¿Al paso de varias décadas, cómo recuerdan ahora aquellos inicios de La Trouppe?
Habla Sylvia Guevara: “Nacimos como agrupación en 1979 y nuestros hijos empezaron a nacer en 1981. El espíritu lúdico de nuestras obras nace de que la gente espontáneamente participe con nosotros, no obligamos a nadie porque queremos que les brote del alma. Recuerdo mucho cómo en Trupus Tenebris, una trama en la que Toño Canica hacía una ‘limpia’, veías a todos los papás parados, contoneándose, quitándole todo el almidón a sus camisas junto con los niños. Esa sigue siendo la esencia de lo nuestro: se trata de que todos juguemos, de que el papá deje su WhatsApp y el hijo suelte su juego de video para que lleguen al mismo canal, algo que cada vez es más complicado”.
“Cuando me casé, el juez no me quería poner como profesión titiritero”
—El que los padres no “conecten” del todo con sus hijos, ¿se debe a la brecha generacional o por la cada vez más apabullante injerencia de la tecnología en nuestras vidas?
Habla ahora Trupo: “Aunque no existieran aparatos, siempre ha sido común que cueste conectar una generación con otra, por la diferencia de edades e intereses. Cuando se daba el fenómeno de la familia bien educada, porque antes todos tenían que portarse bien, los señores iban a la zarzuela y la opereta; las chamacas no iban a esos sitios, ‘las niñas bien’ no iban a esos lugares, no iban a ver revista… ¡Era impensable que tu hija se casara con un titiritero, con un teatrero! Hemos sido un grupo perseguido desde la época de William Shakespeare. Cuando yo me casé (1980), el juez no me quería poner como profesión titiritero y mi acta de matrimonio dice actor. Si nos vamos a la prehistoria de La Trouppe, cuando yo todavía estaba en la Escuela Nacional de Teatro, hicimos Barrionetas y en verdad nunca se pensó para niños porque era un trabajo basado en canciones de Chava Flores. La acción sucedía en una vecindad donde se hablaba con caló y dobles sentidos. Era muy picaresca, pero de repente empezó a llegar gente adulta con niños y adolescentes; y aunque la obra no tenía malas palabras, tampoco eran temas que los niños manejaran.
“Desde ahí vimos que se daba una convivencia familiar interesante: los papás llevaban a sus hijos para contarles cosas del pasado. Posteriormente hicimos 18 temporadas de teatro escolar, donde teníamos la obligación de divertir a los padres y a los profesores. Ya en el colmo de nuestras experiencias, nos contrataban para fiestas infantiles y ahí había que atraer la atención de los papás que se la pasan platicando con sus cuates… Así que, había que lograr que el fenómeno (teatral) se diera para divertir a toda la familia y a todos los que estuvieran presentes.
“Ahora que lo analizo, ni Eulalio González El Piporro, ni Germán Valdés Tin Tan, ni cualquiera de estos grandes comediantes mexicanos, trabajaban exclusivamente para los niños; lo que pasaba es que en los carteles de la entrada de aquellos foros de antaño le ponían con letras grandes la leyenda “Niños”. Nosotros, en cambio, fuimos incorporando a todo mundo y eso lo hemos aprendido a lo largo del camino: el teatro debe ser un fenómeno que cautive a todos, niños y adultos”.
Sylvia interviene: “Si bien desde el principio dijimos que íbamos a hacer teatro para niños, nos dimos cuenta en el camino que lo divertido era convertirlo en un fenómeno familiar, que también podíamos divertir muchísimo a los padres, y todos regresaban felices a vernos. Posteriormente empezamos a explorar el camino del teatro negro que es una característica nuestra. También nos decidimos por hacer música original”.
Trupo añade: “En ese tiempo hacer música original era toda una odisea. En esa época había que contratar un estudio, que cobraba por hora, y a músicos; así que si se equivocaban era más dinero, pues grababan en cinta. Hoy cualquiera puede grabar desde su casa, porque la tecnología lo permite. Por otro lado, el catálogo de obras de teatro infantil en nuestros inicios era algo pasado de moda, no funcionaba, casi todo lo que había en cartelera eran cuentos o adaptaciones de Walt Disney. Y no sólo eso: era muy difícil que el autor nos diera su consentimiento para cambiar una línea de su texto. No te dejaban transformar ni adaptar el libreto, algo necesario para otra forma de expresión que, en este caso, son los títeres. Para no meternos en tantos problemas, y por la escasez, empezamos a escribir nosotros mismos nuestro material. Desde entonces mantenemos la regla de no hacer cuentos infantiles en nuestro repertorio, nosotros queríamos hacer lo que nadie más hacía”.
“Siempre nos soñamos como una compañía, y no como individuos separados”
—La Trouppe ha adquirido una identidad propia, no sólo en la forma (teatro negro) sino también en el fondo (humor blanco).
Sylvia toma la palabra: “Tener un estilo es lo que cualquier compañía desea. Ahora, volviendo a lo que nos ha permitido tener un sello propio, yo destacaría nuestros personajes: cada uno de los payasos empezó a crecer poco a poco como personaje. Nuestro vestuario y maquillaje han ido cambiando hasta que cada uno encontró su personaje, su identidad. Y, ojo: toda nuestra preparación fue autodidacta, no había escuelas para payasos (ahora le llaman clown). Tampoco la había para fabricar títeres. Ni siquiera había Internet para buscar (carcajada sonora). Todo lo que aprendíamos era en la práctica o a partir de libros especializados que atesoramos…
“Así que, yo sí creo que abrimos brecha. Los teatros Julio Castillo e Isabela Corona fueron foros que nosotros abrimos para que payasos y titiriteros fueran respetados… Mira, de por sí el teatro para niños es considerado como un género menor, entonces con más razón había prejuicios hacia los payasos y titiriteros, que fueron dos ingredientes de los que teníamos que convencer tanto a las autoridades como al público. Sin embargo, poco a poco fuimos encontrando nuestro estilo que se resume justamente en: teatro negro con humor blanco. Nos atrevimos a hacer cosas que nadie había intentado”.
Trupo interviene: “La mayor parte de nuestros primeros espectáculos eran sin palabras. Ésa era una sorpresa para el público. Fue ir cuesta arriba en muchos sentidos, abrirse el espacio. Pero lo que abría puertas era la gestión (antes de que nos dijeran que había que hacer gestión). Siempre nos planteamos el trabajo como compañía… Acuérdate que nosotros venimos de un movimiento de teatro independiente en los setenta, por eso nunca nos manejamos como individuos, siempre soñamos con una compañía estable, un elenco y un repertorio propio”.
Sylvia añade: “Al principio todos teníamos otro trabajo y vivíamos bien, pero nos dimos cuenta de que dándole tres horas a La Trouppe, nada más por las tardes, no iba a funcionar. Así fue que todos decidimos renunciar a nuestros trabajos y nos dedicamos de tiempo completo a la compañía (1993). La situación de la cultura en México no facilita eso. Creo que ya somos una compañía privilegiada por tener una sede, unas oficinas donde desarrollar nuestro proceso creativo y artístico”.
“La gente de teatro hemos acabado por financiar al Estado”
—¿En algún momento se albergó la posibilidad de parar y dejar de hacer lo que deseaban?
Habla Trupo: “Al principio te subes al escenario porque quieres hacer teatro, son motivaciones muy personales. Sin embargo, cuando ya empiezas a ver el alcance del fenómeno que estas propiciando, es, entonces, cuando entiendes que tienes una misión que cumplir. La Trouppe camina con base no en una sino en varias misiones. Una es la unión familiar. Otra es el carácter lúdico. Una tercera sería la historia de nuestro país, no importa que estés abordando a Cri Cri o al imperio maya. La cuarta ha sido la educación, porque la educación está en la casa, no en la escuela (ésa es instrucción). Los valores surgen en la familia. A mí no me educó la Secretaría de Educación Público (SEP), eso no es cierto, nada más ve el resultado que tenemos.
“La educación me la tienen que dar mamá, papá o los tutores. Lo que pasó con la vida moderna es que todos tenemos que ser ‘exitosos’ y no podemos pasar un día de la vida sin hacer algo ‘trascendente’, y me refiero a que ya no es trascendente educar un hijo. En casi cuatro décadas hemos visto cómo nosotros, la gente de teatro (las compañías independientes), hemos acabado por financiar al Estado. Antes te daban un apoyo para una función, producías y la mostrabas; ahora tú la produces y ves si les gusta, la vendes y luego ya te dan funciones. Antes te daban temporadas de un año en escena. En el Teatro Julio Castillo llegamos a hacer una temporada de once meses; ahora te dan diez, doce funciones (¡no vaya a ser que ganes dinero!). Incluso se han reducido los lugares donde presentarse. Y los programas. Antes había Fonapas, ISSSTE, INBA, SHCP, independientemente de los festivales; ahora se han ido reduciendo esos circuitos. Todo se redujo al Fonca. Y eso no es posible. Demográficamente, el número de compañías que existe ahorita no puede trabajar ni cubrir el espectro de espectadores que pudiéramos cubrir”.
Sylvia toma la palabra: “Antaño viajábamos a toda la república y ahora no se puede. Antes de tener el Teatro Isabela Corona viajábamos once meses del año. En la época del programa ISSSTE se viajaba dos o tres meses por toda la república, no nada más trabajábamos en la Ciudad de México. Eso era muy importante. El problema que vemos es que hay muchos productos culturales, pero no hay manera de distribuirlos, no hay canales de distribución. El Estado tendría que invertir en lo que ya está, y en lo que se está creando, y tener ese canal de distribución que hace falta”.
—En ese contexto, ¿no será más bien un problema de infraestructura teatral?
Retoma la palabra Trupo: “La estructura existe; el problema de estos programas es que los hacemos tendientes al fracaso. Hay en boga una tendencia donde prevalece la idea de que los que hacemos teatro ya cumplimos, y si tronamos ya ni modo. El funcionario te dice: yo te doy para tu obra, y no me importa si la diste diez veces y no cien. El problema es que quien administra los teatros y los programas no es alguien enamorado del arte, ni le interesa eso. La infraestructura está, pero todo se reduce a firmar y salirte de los foros una vez que ha finalizado tu contrato. Nos ha pasado que el tipo que coordinaba ya ni está cuando nos presentamos, y de buena voluntad nos ha abierto el foro el señor que cuida el teatro o la señora que hace la limpieza. Así hacemos nuestra función, la cual, por obvias razones, nadie promovió ni nadie se enteró. El gasto de todas formas ya se hizo. No digo que en todos los casos sea así, pero se sigue gastando y produciendo (obras teatrales) sin ser explotadas. Creen que el teatro no deja; si lo promovieran hasta sería un atractivo turístico. Yo siempre lo he dicho: está mejor la cartelera en México que en Nueva York. Aquí cualquier fin de semana puedes ver de todo”.
“Trupo, Lady Lucas, Toño Canica, Noni Pelusa… sin ellos esto no sería La Trouppe”
—El proceso creativo que ustedes siguen en cada montaje es muy peculiar a juzgar por los bocetos que nos rodean; ¿podrían hablarme un poco de cómo construyen los títeres?
Continúa Trupo: “Aquí en mi oficina puedes ver unos cromos que son parte de nuestro proceso, se parecen a un storyboard, como si fuera cuadro por cuadro. Así se hacen todas las obras”.
Interviene Sylvia: “Todo se dibuja cuando hacemos el diseño del títere y elementos. En cambio, nuestras obras se hacen al revés: primero ensayamos libretos y al final va la producción. Nosotros no podemos ensayar si no está la producción hecha. ¿Cómo ensayas sin títeres, sin vestuarios? Es en los ensayos donde se le quita ‘tela’, se le agrega elasticidad o colores más vivos, no hay otra manera de que veamos si funciona o no”.
Trupo añade: “Si a uno de nosotros no le gusta, lo cambiamos hasta que funciona para todos. Aquí en nuestra sede todo se hace; tenemos nuestro propio departamento de arte. Por ejemplo, para el montaje de Trupus Calacus se hizo la escenografía cuatro veces y tenemos más de 200 dibujos de estos que se ocuparon para diseño”.
Sylvia agrega: “Todos hacemos la obra con nuestras manitas, lo cosemos, lo pegamos individualmente, producimos los títeres uno por uno igual que los vestuarios. Las divas aquí nunca han durado. No vendemos a Lady Lucas, mi personaje, vendemos a la compañía entera. No toda la gente está dispuesta a eso. Hay que tener una humildad para entender que es un trabajo de equipo, y trabajamos para el público”.
Trupo concluye: “Ésa fue otra decisión muy importante, la de dedicarnos a interpretar un solo personaje. Muchos compañeros actores buscan lo contrario, pero en nuestro caso no fue intencional. La gente que venía a vernos nos pedía los personajes, nos pedían a Trupo, Lady Lucas, Toño Canica y Noni Pelusa. La gente nos pide que pongamos música, títeres, payasos, si no están los personajes esto no sería La Trouppe”.
Continuidad
Desde su nacimiento, a finales de los años setenta y principios de los ochenta, La Trouppe ha participado en más de 80 festivales nacionales y en una docena de internacionales. Ha recibido asimismo múltiples reconocimientos.
Ante la partida de Mauro Mendoza, el futuro de la agrupación no peligra, pues está ligado por un lado a la Fundación Truperías —que mantiene tres programas encaminados a dos brigadas: una de Teatro en las Escuelas y otra de Teatro a las Comunidades, así como al Festival Puro Teatro—, y, por otra parte, el porvenir estará determinado por Sylvia Guevara (Lady Lucas), Toño Canica (Marco Serna) y Noni Pelusa (Carmen Luna), los otros integrantes de La Trouppe, quienes han externado públicamente su intención de continuar adelante para honrar a Mauro Mendoza.
Ni la Fundación ni la compañía han dado a conocer si realizarán algún homenaje dado el panorama incierto actual —limitado a “actividades esenciales”—, en este calvario de cifras récord y semáforos rojos en el que se ha convertido la pandemia.