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«El gabinete del doctor Caligari», un clásico centenario

Hace exactamente cien años, las salas de cine presenciaron la llegada del maléfico Dr. Caligari y su sonámbulo asesino Cesare. Con ellos, el cine fantástico encontró su primer largometraje icónico, y Alemania sentó las bases del expresionismo cinematográfico. El recién concluido Festival Sitges celebró la efeméride con la proyección de la versión restaurada de la obra capital de Robert Wiene, y también con la publicación del libro Sombras de Caligari.


El Festival de Sitges quiso brindar por el recuerdo de lo que la existencia centenaria de El gabinete del doctor Caligari ha supuesto en términos cinematográficos y, en un sentido más amplio, en términos culturales. En el texto que sigue, que es una ampliación de una primera versión publicada en octubre de 2020 en el catálogo del Festival, intentaremos ilustrar que lo que ha supuesto es mucho. De hecho, quizá no haya un clásico más influyente en la historia del género que Caligari. Desde que las miradas históricas de Siegfried Kracauer y Lotte Eisner establecieran una suerte de doble canon de cómo debíamos leer el clásico de Robert Wiene y cómo debíamos entender su significado social y cultural, decenas de historiadores y teóricos han vuelto regularmente a una película cuyo sentido se resiste al cierre absoluto. Hasta entrado el siglo XXI, nuevas miradas han ampliado las interpretaciones de Caligari. Por supuesto, lo han hecho a la luz de hallazgos documentales, pero también, y sobre todo, a la vista de su notable impacto en el cine posterior. 

Es bien conocido que la película impulsó una determinada y nueva manera de entender el hecho cinematográfico. Quizá sea excesivo llamarla «una nueva estética», dado que los límites de su extensión quedaron pronto bien definidos, pero sí, desde luego, podría definirse como «un nuevo estilo», que, incluso, adquiriría pronto la etiqueta de «caligarismo». El caligarismo estético derivaba, no obstante, de formas arquitectónicas y escenográficas existentes y estaba conectado con el teatro del momento en la República de Weimar y con determinadas formas del arte expresionista coetáneo e inmediatamente anterior, pero era, sin duda, algo nuevo en el cine, dado que conectaba el medio con la querencia de los «nuevos» artistas alemanes por, en palabras de Eisner, «reflejar el alma o la vida interna de los objetos», por trazar curvas con «un significado claramente metafísico» y por evocar la «fisionomía latente» de los escenarios, así como el gusto de esos mismos artistas por «contemplar los reflejos en los espejos deformadores».

Pero el caligarismo no es sólo una cuestión de estilo, la influencia de la estructura del relato en El gabinete del doctor Caligari no es menos importante. Ampliamente discutida desde el momento del estreno, la estructura narrativa de la película, con sus revelaciones, sus giros sorprendentes de la trama y sus manipulaciones temporales, tuvo un enorme impacto ulterior en la configuración de los relatos de varios géneros —por supuesto, el terror, el noir y el thriller, pero también el melodrama gótico o siniestro—, hasta el punto de convertirse en el aliento vital de todo un subgénero: las mind-trick movies que tan de moda se pusieron a finales del siglo XX y principios del XXI. Y si la estructura caligarista inauguraba una amplísima tradición narrativa, el impacto de sus temas no sería menor. Los espacios en los que se desarrolla la acción de El gabinete del doctor Caligari —como la feria, los dominios de la burocracia, el manicomio y el laberinto urbano— configuran una geografía de enorme impacto en todo el cine posterior; el mismo o incluso más impacto tienen los temas del control y el poder, el mesmerismo y los poderes mágicos (o casi mágicos), o el sueño, la locura y el desdoblamiento, todos ellos orquestados de una manera única en el primer gran clásico del cine fantástico y de terror.

Para mostrar al público la enorme importancia del clásico, el Festival lo convirtió en su leitmotiv y en imagen de su cartel, además de dedicar un breve pero muy significativo ciclo de películas y un libro coeditado por el Festival y la editorial Hermenaute, titulado Sombras de Caligari. Cien años de cruces y diálogos con el primer gran clásico del fantástico. La obra, coordinada por quien firma estas líneas y por Ángel Sala, director del Festival, ofrece al lector dos aproximaciones: la primera es un acercamiento a las formas cinematográficas y a la producción de la película de Robert Wiene; la segunda es el estudio del impacto de la película en el cine posterior.

El primer bloque comienza con el capítulo “El gabinete del doctor Caligari. Itinerario escénico de una psicopatía”, cuyo autor es el escritor y editor Lluís Rueda, que presenta la génesis y la importancia de la película teniendo en cuenta su marco sociopolítico y sus valores cinematográficos. Este texto sirve como pórtico al resto del libro, dado que apunta los temas esenciales del clásico y cómo estos han marcado su recepción histórica. Precisamente en la recepción profundiza el capítulo del crítico y profesor Alan Salvadó. Bajo el título “De Caligari a cualquier otra parte: la recepción de un clásico”, Salvadó toma como punto de partida el debate histórico suscitado por la interpretación de la película por parte de Siegfried Kracauer, para impulsarlo hacia adelante en el tiempo. En su texto, Salvadó cita las aproximaciones clásicas de Kracauer, Eisner y Sánchez-Biosca, y llega hasta entrado el siglo XXI, en el que nuevas miradas han interpretado la película a la luz de hallazgos documentales y de su impacto en el cine posterior. Al poner en relieve tanto las cuestiones de puesta en escena como las claves de contenido de las lecturas críticas de El gabinete del doctor Caligari, Salvadó apunta también los temas esenciales de la obra, en los que se profundiza en otras aportaciones del libro. Además, el tercer capítulo del volumen, “Una realidad detrás de la realidad. El caligarismo estético”, del arquitecto e historiador del cine Jorge Gorostiza, se centra en observar atentamente el clásico de Robert Wiene. Desde su conocimiento de las formas arquitectónicas y escenográficas, Gorostiza hace una útil síntesis del caligarismo estético, conectándolo con el teatro del momento y con determinadas formas del arte expresionista coetáneo e inmediatamente anterior.

Si el texto de Gorostiza trata el caligarismo como forma expresiva esencialmente visual, el siguiente capítulo de la obra trata del impacto histórico de otra cara del caligarismo: la estructura del relato en El gabinete del doctor Caligari. Ampliamente discutida en sus términos generales por numerosos críticos desde el momento del estreno, la estructura narrativa de la película, con sus revelaciones, sus giros sorprendentes de la trama y sus manipulaciones temporales, ha tenido un enorme impacto ulterior en la configuración de relatos de varios géneros —por supuesto, el terror, el noir y el thriller, pero también el melodrama gótico o siniestro. Al menos eso es lo que se sostiene en el capítulo “¡Todos piensan que estoy loco! Huellas del relato delirante de El gabinete del doctor Caligari en el cine posterior”, cuya autoría es de quien firma estas líneas. A partir del análisis de la pervivencia a lo largo de la historia del cine narrativo convencional de formas delirantes caligaristas, aquí se intenta ampliar el rango de lo que podemos considerar influencias del clásico. Este capítulo sobre los andamiajes del relato de Caligari y sus ecos en el cine subsiguiente sirve de puente para enlazar con un segundo bloque de aportaciones del libro, dedicadas a explorar cómo sus temas esenciales han ido impregnando la cultura cinematográfica.

Portada de Sombras de Caligari (ed. Hermenaute).

Comenzamos por reflexionar sobre cómo los espacios en los que se desarrolla la acción de El gabinete del doctor Caligari configuran una geografía de enorme impacto en todo el cine posterior. De ello se encarga el capítulo “Un mundo de pesadilla. Escenarios y paisajes caligaristas más allá de Caligari”, también a cargo de quien firma. Sobre el tema del control y el poder escribe el especialista en historia de la ciencia y comunicación Carlos Tabernero. En el capítulo “Médicos, feriantes, vampiros y zombis: el poder según Caligari”, el autor habla sobre “todos esos médicos y científicos, villanos seductores y vampiros de toda condición” con acceso privilegiado a mecanismos de persuasión y control con poder para actuar sobre la vida cotidiana de las personas. Hay muchos caligaris y de muy variada condición, nos dice Tabernero. Sobre control psicológico, hipnosis y poderes mágicos (o casi mágicos) escribe Violeta Kovacsics en “Genios y monstruos. Mad doctors y místicos a raíz de Caligari y Mabuse”, en el que, como el título indica, sitúa a Caligari como líder de una estirpe de villanos que tendrá continuidad casi inmediata con el Mabuse de Fritz Lang. La tradición cinematográfica de los temas caligarianos del sueño, la locura y el desdoblamiento son objeto de análisis en el octavo capítulo del libro, a cargo de Ángel Sala. Y el mismo autor hace un repaso a la huella televisiva de Caligari en el siguiente, titulado “El caligarismo televisivo. La pequeña pantalla como interfaz metalingüística del clásico”. El volumen se cierra con una recopilación de breves comentarios de películas, seleccionadas por los coordinadores de esta obra y que, a su criterio, conformarían un ciclo de perfectas sombras de Caligari.

Acabamos, pues, con algunas de esas sombras, en concreto las que se pudieron ver en el ciclo que sirvió como homenaje a la película durante el Festival y que comenzó con la propia El gabinete del doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, Robert Wiene, 1920) y siguió con estos títulos:

El testamento del Dr. Mabuse (Das testament des Doktor Mabuse, Fritz Lang, 1932)

La obra maestra de Lang que habla con precisión de un tema tan presente en el cine alemán de los años veinte del siglo pasado como es el de la posesión, pero adaptándolo a la nueva situación política y social de Alemania. Mabuse como símbolo de la maldad indestructible y corruptora, alegoría de un poder absoluto que se cierne sobre Alemania y el mundo. Todo ello fue detectado por las autoridades nazis, que consideraron la película como peligrosa, lo que provocó la huida del país de Lang. Canto del cisne de la tradición del cine vanguardista alemán con el que Lang y Von Harbou conectaban de manera sutil con la tradición mesmerista de El gabinete del doctor Caligari y se convertían en un precedente del cine pulp alemán de género de la posguerra.

El gabinete Caligari (The Cabinet of Caligari, Roger Kay, 1962)

El escritor Robert Bloch estuvo desde siempre obsesionado por la relación del género con la locura y el desdoblamiento de personalidad, así como por las formas en las que la ciencia estudiaba estos trastornos. En esta extraña película distribuida por la Fox, Bloch firma un guión que es un peculiar homenaje a la película de Wiene en clave de thriller ocultista y de narrativa extraña, perturbadora y con pocas concesiones al espectador. Es uno de esos productos atípicos de unos años sesenta que ya intuían una revolución de esquemas formales y narrativos en Hollywood, aunque nunca ha logrado superar su estatus de película oculta y olvidada, incapaz de generar un culto por su mero carácter de rareza. Una lástima, pues, además de su temática y sus formas, la película tiene dos estupendas interpretaciones de Glynis Johns y del inquietante Dan O’Herlihy.

El proceso (The Trial, Orson Welles, 1962)

Considerada de manera equívoca durante un tiempo como una película algo fallida de Welles, esta adaptación magistral de la novela de Kafka no es sólo un filme fascinante de principio a fin, sino que es una de las películas que reproducen mejor la esencia del sueño opresivo e impenetrable. Su planificación, dirección artística y fotografía son absolutamente revolucionarias y constituyen uno de los hitos de una década prodigiosa en lo que respecta a las rupturas del lenguaje cinematográfico. La parte final del filme, con esa buhardilla en la que un pintor es acosado por unas niñas psicóticas con la posterior fuga del personaje interpretado por Anthony Perkins entre unas luces y sombras que desembocan en composiciones realizadas mediante la pin screen de Alexandre Alexeieff y Claire Parker, es puro milagro cinematográfico, además de la demostración final de que estamos ante un cineasta abrumador.

Jordi Sánchez Navarro. Director de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya. Programador de Anima’t, Sitges Festival.

Este artículo fue publicado originalmente en la Revista de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya.

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