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La austeridad y la restricción de la deuda son neoliberales


Desde un comienzo, la 4T se propuso como un proceso de desestructuración del modelo neoliberal que había regido en México durante más de 3 décadas, y que, según su propio análisis, había generado una hecatombe económica, política, social y cultural, que, principalmente, había afectado a los más pobres. Para reforzar este diagnóstico, el presidente López Obrador, la cabeza de ese proyecto, definió a la corrupción como el “mal de los males” que permeaba el conjunto de la estructura de poder e impedía cualquier intento honesto por rescatar a la nación de su desgracia. El dictamen final era sencillo, pero convincente: había que acabar con el neoliberalismo y la corrupción para construir una nación más próspera y socialmente justa.

Lo curioso de esta posición es que, una vez llegado López Obrador al poder, se comenzó a ejercer por dos vías contrastantes. Por un lado, en una paradoja que el propio presidente nunca ha logrado explicar, se definieron dos medidas propias del modelo neoliberal para combatir el neoliberalismo: la austeridad y la restricción de la deuda pública (se podría agregar una tercera: el mantenimiento de la minúscula base fiscal). Por el otro, se partió del “perdón” unilateral a los corruptos del pasado para comenzar el combate a la corrupción. Las dos medidas sorprendieron, desde el comienzo, a tirios y troyanos.

Dejando de lado, por el momento, el tema de la corrupción, resulta inevitable preguntar: ¿cómo es posible combatir y destruir el neoliberalismo con medios neoliberales? Como es sabido, uno de los dogmas inamovibles de esa perjudicial doctrina consiste en recomendar, en todos los casos, la reducción del Estado, vía presupuestal, para liberar recursos que puedan ser usados en la estabilización de las grandes variables macroeconómicas (inflación, tipo de cambio, tasa de interés, etcétera). En México, ciertamente, la reducción del Estado, a través de políticas de austeridad y de la restricción de la deuda pública, fue siempre irreal, en gran medida porque, tal como lo afirmaba López Obrador, se trataba de un Estado corrupto y dispendioso, que contradecía sus propios postulados. Curiosamente, en lugar de advertir esa contradicción, López Obrador juzgó muy pronto que el carácter neoliberal del Estado mexicano consistía en su falta de moderación y ahorro, así como en su corrupción desbocada. Conclusión: ser antineoliberal significaba ser austero y honesto. Una fórmula de nuevo sencilla, pero en esta ocasión equivocada.

Desde que llegó al gobierno de la república, López Obrador insistió en que sus políticas de austeridad extrema tenían como propósito liberar recursos para crear programas de apoyo a los grupos vulnerables de la población (ancianos, jóvenes sin empleo, estudiantes pobres, comunidades indígenas, entre otros). La realidad es que, sin negar ese hecho auténtico, la austeridad ha cumplido dos funciones: por un lado, ha respondido al mantenimiento inalterable de los compromisos financieros del Estado heredados por los gobiernos neoliberales (deuda interna y externa, deuda bancaria, reservas internacionales de divisas, etcétera), que ayudan a mantener el equilibrio macroeconómico (seriamente afectado por la contingencia médica actual), y, por el otro, ha contribuido a sustentar sus programas de apoyo económico a los grupos más vulnerables de la sociedad. Esto último se ha conseguido a costa de no incrementar, incluso disminuir, el presupuesto en varias áreas esenciales que durante años fueron el foco de atención de los grupos que se manifestaron contra el neoliberalismo: la educación (en todos sus niveles), la ciencia y la tecnología, la cultura y muchas otras (caso distinto es el del sector salud, al que sí se le ha aportado más recursos, sobre todo a partir de la creación del Insabi).

Veamos algunos números. En el presupuesto de la federación del presente año, el gasto en educación representa el 3.1% del PIB, la misma cantidad que en el último año del sexenio de Enrique Peña Nieto, 2018. Esto va en contra de lo que recomiendan los organismos internacionales, según los cuales se debe dedicar entre 6 y 8% del PIB para lograr un verdadero avance en el sector educativo. Ahora bien, si consideramos la proporción de lo que se dedica del presupuesto de egresos a ese gasto, ésta pasó del 13.5% en 2018 a 11.6% en 2020; esto es, decreció. Por su lado, en lo que corresponde a Ciencia y Tecnología, la proporción con respecto al PIB apenas si llega al 0.38%, lo cual, por si fuera poco, violenta la Ley de Ciencia y Tecnología, “que mandata un gasto anual de 1% del Producto Interno Bruto (PIB) para este rubro” (Nelly Toche, “Presupuesto para ciencia en México, muy lejos de lo que la ley mandata”, El Economista, 19/09/2019). Finalmente, en el rubro de cultura, la proporción del gasto es aún peor: apenas 0.2% del PIB, lo que mantiene una tendencia de 10 años en el sector (Judith Amador Tello, “Presupuesto cultural 2020: el esquema de siempre”, Proceso, 7/12/2019).

¿Por qué en lugar de someter al Estado y a sus funcionarios a una política de austeridad extrema para lograr financiar los programas claves del gobierno no se decidió cambiar la política económica heredada por los gobiernos neoliberales en su conjunto? ¿Por qué no mejor liberar recursos, por ejemplo, suspendiendo el pago de la deuda bancaria (Fobaproa-Ipab) o disminuyendo lo que se usa para el pago de la deuda externa o utilizando los fondos de las reservas internacionales o incrementando la deuda pública o aumentando impuestos a los que más tienen, en lugar de someter al Estado a un achicamiento y a sus funcionarios a una austeridad que, en ocasiones, raya el terreno de lo inconstitucional (como cuando se habla de disminuir salarios a rajatabla o de quitarles el aguinaldo)? ¿Por qué? No hay respuesta clara (por lo menos no para un gobierno que se dice “antineoliberal”), pero lo más probable es que se quiere evitar a toda costa una confrontación mayor a la ya existente con los grupos de poder económico, cuya actitud se encuentra cada vez más cerca de posiciones golpistas y de llamados a la insubordinación social (remember Tv Azteca y el llamado de Javier Alatorre a desobedecer las recomendaciones de Hugo López-Gatell, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud).

Cualquiera que sea la explicación, lo cierto es que la austeridad extrema y la restricción de la deuda pública para mantener la estabilidad financiera y macroeconómica del país, en detrimento de las necesidades sociales, son medidas neoliberales y, por lo tanto, el gobierno actual sigue siendo neoliberal en esencia (por más honesto y bondadoso que se diga o crea ser). Los apoyos económicos a grupos vulnerables no suprimen esta característica, precisamente porque se trata de eso, de apoyos, esto es, de complementos, no de la parte sustancial de la política económica. Es como si el gobierno de AMLO fuera un esquizofrénico absoluto: por un lado, mantiene las políticas económicas de extrema austeridad, restrictivas de la deuda y de baja base fiscal que sofocan a la economía social del país, y, por el otro, intenta paliar los efectos negativos que ellas mismas producen con dádivas y programas de apoyo. Error garrafal, más cuando nos enfrentamos a una severa crisis provocada por la pandemia.

Ningún apoyo social o económico podrá ayudar por sí mismo a que las clases más desprotegidas superen la crisis que viene, porque lo que se va a perder con esta crisis son empleos y fuentes de trabajo. Un complemento, un apoyo, cumple cabalmente su función cuando hay empleo, cuando hay un trabajo estable y seguro. Si se quisiera enfrentar realmente la crisis que viene, se tendrían que cambiar urgentemente todos los parámetros de la política económica que hasta el momento no se han querido modificar por miedo a la confrontación con la derecha y los grupos de poder. Seamos objetivos: la confrontación está dada, a pesar de la moderación extrema del gobierno, y la crisis exige una respuesta urgente, de carácter histórico. No hay nada que perder.

No se trata, pues, de caer en el chantaje de los empresarios y hacer lo que ellos quieren: rescatar las grandes fortunas a costa del bienestar de la mayoría de la nación. No. De lo que se trata es de desestructurar realmente las políticas neoliberales, eliminando dos de los pilares que las sostienen: la austeridad y la restricción de la deuda pública. El Estado tiene que aparecer con toda su fuerza política y económica si quiere proteger realmente a los grupos vulnerables. Se tiene que romper el dogma neoliberal e incrementar la deuda (que, representando el 45% del PIB, “está lejos de los niveles considerados peligrosos por los organismos multilaterales”, editorial de La Jornada, 25/04/2020) y el gasto público, sobre todo dirigido, éste último, a la inversión generadora de empleos estatales (estables, de largo plazo). Es tiempo de que el Estado crezca de nuevo (no de que se achique eliminando subsecretarías y otros entes gubernamentales). Si las empresas privadas van a parar o se muestran incapaces de seguir invirtiendo y, por lo tanto, de generar empleos, el Estado debe intervenirlas para asegurar su funcionamiento y el mantenimiento de las fuentes de trabajo. No sólo hay que continuar con los megaproyectos del gobierno (lo cual está muy bien y ayuda a promover la producción y el crecimiento), sino que hay que invertir más en todos los sectores esenciales de la economía e incrementar, hasta donde se pueda, la base laboral. (Sobre la cuestión fiscal, por la situación presente, no hay mucho que hacer, pero tarde o temprano deberá realizarse una reforma que cobre más a los que más tienen).

Ante la crisis económica monumental que se anuncia y que, en parte, ya se vive, el gobierno de López Obrador ha respondido mediocremente y con una ausencia histórica de miras (no así ante la contingencia médica, durante la cual ha habido información y acciones oportunas). El tiempo se está agotando: o se abandona de tajo el modelo neoliberal (adornado con dádivas y apoyos económicos a grupos vulnerables) o la crisis que vendrá tendrá repercusiones gravísimas en todos los ámbitos. No hay que ser medrosos. Es el momento histórico de la decisión.

Twitter: @CarlosHF78

Carlos Herrera de la Fuente

Carlos Herrera de la Fuente (Ciudad de México, 1978) es filósofo, escritor, poeta y periodista. Autor de 3 libros de poesía ('Vislumbres de un sueño', 'Presencia en Fuga' y 'Vox poética'), una novela ('Fuga') y dos ensayos ('Ser y donación', 'El espacio ausente'), se ha dedicado también a la docencia universitaria y al periodismo cultural.

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One Comment

  1. habla de que decreció pero no explicas ni das un contexto de como se malgasta el dinero en administraciones pasadas
    y como ha cambiado o permanecido igual,por ejmplo a todos los investigadores se les pagaban todos los lujos de viajes y congresos cuando ya reciben un salario mas que suficiente para poder msostener estos gastos. me parece que deberias profundizar en ese tema

    Sobre todo en el tema de cultura es donde se ha mantenido mas parias durante muchos años y se me hace raro que conociendo a los muchachos que crearon este proyecto y que conocen y se relacionan con el tema de cultura, no hables de los favoritismo compadrasgos amiguismo etc de cultura que existen en el fonca conaculta jovenes creadores.

    El que no se haya tomado decisiones más severas tiene que ver con una estrategia política no creo que el juego se pueda llegar a comer el rey sin planear una estrategia y sin medir las consecuencias de las decisiones que vayas tomando en el desarrollo del juego, RECUERDA QUE POLITICA ES EL ARTE DE NEGOCIAR NO LO OLVIDES!
    esto dura seis años para un hombre pero muchos para un proyecto un año sigue siendo muy pronto para hablar, creo que no identificas el costo y consecuencias que tiene cada decision que va tomando, por ejemplo hablas de los temas neoliberales que hace pero no hablasde la decision de no endeudarse, de parar proyectos que vienen de sexenios anteriores como el NAIM, y otro la Constelations Brands, por mencionar algunos, pero los mast importantes son:

    EXIGIR EL PAGO DE LOS IMPUESTOS A LOS EMPRESARIOS
    EL NO ENDEUDAMIENTO CON EL FMI
    Y EL APOYO A LA MPYMES

    Mencionas el pago de los impuestos a lso que mas tienen te recuerdo que se acaban de implementar los impuestos a las apps netflix, uber, amazon, etc… y no se puede pensar en incrementar impuestos sin antes recabar los adeudos de al menos 15 de las empresas mas grandes, no es lógico pensar que si no han pagado esa deuda vayan a pagar mas impuestos.

    Carlos no manshes ahora defiendes los salrios de los funcionarios que transa con tu onda plastico burguesa no puedo creer que este leyendo eso como proletariado que lucha todos los días se me queman los ojos de verte escribir eso.

    Un ejemplo de juego de estrategía y de saber como mover las piezas sin derramar sangre justo fue lo de lopez gatell

    lo que si no entiendo es que dices que el estado se debe endeudar (para mi esa es una medida neoliberal que no aclaras, cómo se debe endeudar es lo que creo deberias extender mas)

    el parrafo donde haces esta cita ya es otro pedo “La Jornada, 25/04/2020)” esto se me hace una medida burocratica “no de que se achique eliminando subsecretarías y otros entes gubernamentales” que propones crear más burocracia o mantenerla solo porque si? o nacionalizar la industria que eso me parece mas adecuado ?

    Espero ahora publiques un texto con los aciertos del gobierno
    Saludings

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