Carlos Ramírez: ningún intelectual ha mejorado su producción creativa por subsidios
Acumulan, entre ambos, casi un siglo de ejercicio periodístico y escritural. Con casi 50 años de trayectoria, el periodista cultural Víctor Roura mantuvo una conversación con el columnista político y también periodista Carlos Ramírez. Era de esperarse: lo que inició como una charla en torno de la publicidad gubernamental y la corrupción en los medios de comunicación mexicanos ha devenido en una mezcla de radiografía histórica y clase magistral sobre el periodismo mexicano contemporáneo. A pregunta expresa de Roura, Ramírez responde: “La prensa de papel ha tenido una historia no escrita. Siempre ha dependido del financiamiento público. La tarea es la de indagar no esa dependencia, sino las complicidades. Los dos temas que te obsesionan podrían ser los más importantes: los periodistas y la crítica y el papel de los intelectuales en esos medios. De eso habrá que seguir hablando”. Y, sí: de eso habrá que seguir hablando…
A Carlos Ramírez (Oaxaca, 1951) lo leía desde su etapa en la revista Proceso, cuya escritura me deslumbraba. A diferencia de numerosos cronistas, como Monsiváis, Carlos Ramírez era entendible: no quería quedar bien con Dios ni con el Diablo. Cuando leía su columna “Indicador Político” (algo similar ocurría cuando leía la “Plaza Pública” de Miguel Ángel Granados Chapa), las cosas se me aclaraban en el panorama de la contienda política. Por cierto, el pasado viernes 17 de julio la columna de Carlos Ramírez cumplió tres décadas de publicarse sin ninguna interrupción. “La sigo haciendo con el mismo entusiasmo analítico”, dice el columnista, quien está terminando varios libros sobre diversos temas: intelectuales, economía, política, seguridad.
“Mis libros son digitales y están en Amazon”, indica el periodista. Comenzó como periodista en el año 1972, por lo que en dos años más cumplirá medio siglo en el oficio periodístico. “Después ya veremos”, dice el articulista con quien mantengo un diálogo sobre un tema escabroso: la corrupción en la prensa mexicana, donde hay periodistas que dicen ser lo que en realidad no son…
El intelectual, consejero del general analfabeto
—Si la corrupción es una actividad latente en la prensa mexicana es porque el mismo Estado la ha alimentado, Carlos, desde el principio de los tiempos en que el PRI se establece en el poder controlando, primero, el papel para la impresión y, segundo, vigilando la información, sopesándola y compensándola con la distribución monetaria en la publicidad gubernamental, que se convirtió en una dádiva permanente elevando las codicias de los empresarios de los medios… pero, asimismo, castigando a la prensa que no cumplía con los requisitos impuestos, jamás escritos, por el régimen en el poder. Tú has publicado una serie de cuadernillos sobre la intelectualidad nacional, apegada a estos sobornos, donde, al parecer, no se escapa uno solo de los grandes pensadores. Fernando Benítez, por ejemplo, siempre fue amigo de los presidentes en turno recibiendo favores siempre que lo requería. Carlos Fuentes incluso escribió un libro a su amigo Salinas de Gortari para congraciarse con él. Ricardo Garibay decía que tenía todo el derecho del mundo, él, de ser recompensado por Gustavo Díaz Ordaz debido a su excelsa escritura. ¿Por qué la intelectualidad está inmiscuida en los poderes periodísticos?
—Siempre ocurre que una primera incursión en un tema escabroso (y el de los intelectuales, la prensa y el poder lo es) sea un escopetazo: una diseminación de postas.
“Ya habrá tiempo para ir desahogando estos y otros temas.
“Comienzo por el final: ¿por qué la intelectualidad está inmiscuida en los poderes periodísticos? Los medios escritos son ventanas a la realidad. Los intelectuales pueden quedarse en su torre de marfil (el insidioso Sainte-Beuve refiriendo a De Vigny como el poeta en su torre y a Víctor Hugo con el pueblo), pero quedarían en la oscuridad.
“A ello se agrega el hecho de que los medios adquieren más seriedad con intelectuales escribiendo de la realidad inmediata, aunque a veces carezcan de metodología analítica. Los medios son… medios, no fines.
“El fin del intelectual social (por llamarle de algún modo) se localiza en sus relaciones de poder. Imposible el ideal de Platón del rey filósofo, los príncipes se legitiman con los intelectuales a su lado. El ideal de los intelectuales como los consejeros de los gobernantes es Maquiavelo: la conciencia política estratégica.
“Si las puertas de las Cortes se cierran al pensamiento, los intelectuales se cuelan a través de los periódicos y revistas. Benítez y Garibay no aspiraron a ser consejeros, sino a una especie de bufones del rey Lear. Fuentes sí quiso influir, pero Echeverría lo prefirió en su Corte y no en el cuarto de junto (el de los consejeros del rey), y en un enfoque brutal podría decir que los príncipes mexicanos quisieron a los intelectuales como eunucos, dentro del harem político, pero sin funciones propias de su sexo: el castramiento de sus ideas. Los intelectuales eran parte del harén político del sistema.
“Esos intelectuales no servían para el debate ideológico, sino sólo para legitimar.
“El reconocimiento de los príncipes a su propia ignorancia se completa con una corte de intelectuales. Salinas sedujo a García Márquez, Aguilar Camín, Pérez Gay, Carlos Monsiváis, entre otros, como Echeverría a Fuentes y Benítez. Díaz Ordaz, a pesar de ser un hombre de Estado, era vulgar en su trato con el pensamiento. Los escritores que estuvieron en el régimen priista de los cincuenta a los ochenta carecían de espacio institucional para la reflexión: Yáñez, Paz, Bodet. El Martín Luis Guzmán de El Aguila y la serpiente y La sombra del caudillo se redujo a cenizas a sí mismo con el discurso como presidente de los editores de periódicos en el Día de la Libertad de Prensa de 1969 para colmar de elogios a Díaz Ordaz por el 68.
“La crisis de contenido crítico de los medios fue llenada con intelectuales escribiendo con sentido crítico: Cosío Villegas, la figura más dominante, legitimó el arribo de Julio Scherer a la dirección de Excélsior como decisión de gobierno. Luis Spota (escritor, pero columnista del régimen priista al estilo Carlos Denegri en Excélsior) le dio lustre intelectual al conservador El Heraldo de México. Y en sus tiempos de promotor literario Benítez enriqueció a Novedades con el suplemento ‘México en la Cultura’ hasta 1962.
“En un capítulo de El laberinto de la soledad [1950], Octavio Paz sentenció el triste destino de los intelectuales… que no ha cambiado mucho: ‘El intelectual se convirtió en el consejero, secreto o público, del general analfabeto, del líder campesino o sindical, del caudillo en el poder’. Y hoy, en el editorialista del texto rápido y fácil, crítico o elogioso, sin contacto con las clases productivas”.
“El problema central es que la prensa no es autofinanciable…”
—En sus últimos años el novelista Martín Luis Guzmán fue un hombre tan poderoso de los medios en México que nadie se podía meter con él, al grado de que cualquier articulista era censurado, sin miramiento alguno, si se “atrevía” a juzgar su discurso disculpando a Díaz Ordaz de la matanza de Tlatelolco en 1968. En aquella comida de la Libertad de Expresión del 7 de junio de 1969 los directores Juan Francisco Ealy Ortiz, de El Universal, y Julio Scherer García, de Excélsior, fueron los complacientes encargados de recibir, solemnemente, al presidente Díaz Ordaz para festejarlo en la comida en su honor de aquel 1969. Veinte años después, Salinas de Gortari premia a la intelectualidad con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y entre la cúpula cultural se empiezan a repartir el dinero presupuestado para esta dependencia. Cuando yo decía que no entendía los ensayos de Monsiváis porque siempre estaba con Dios y con el Diablo, lo único que conseguía era enemistarme con un amplio sector literario. La inteligencia al servicio del Estado…
—Habrá que comenzar desde el origen, Víctor, si, en efecto, como dices, “la corrupción es una actividad latente de la prensa mexicana es porque el mismo Estado la ha alimentado”. Hablas desde el principio de los tiempos en el PRI; bueno, viene desde más atrás. La prensa a finales de la Colonia estaba controlada por los virreyes. En noviembre de 1810 fue promulgado, en las Cortes de Cádiz, el decreto para la libertad política de la imprenta, porque la libertad de expresión comenzaba en el acto de imprimir, no de decir. Por eso alguien dijo que en los tiempos de finales de la Colonia en América “las Luces (del Siglo de las Luces) es la imprenta”. Ese decreto tardó en llegar a América. Lo publicó Carlos María de Bustamante en su cuadernillo con un título provocador: “¿Con que podemos decir?”
“La prensa en la Reforma fue una prensa de Estado, de grupo liberal. Más tarde, como recrea Emilio Rabasa en El Cuarto Poder, la prensa en el porfiriato estaba comprada: un editor podía tener varios diarios, unos con unas ideas y otros con otras, los gobernadores mantenían medios con suscripciones, y sólo los caricaturistas tenían libertad. Díaz modificó el esquema de doble tribunal para delitos de prensa: uno para juzgar y otro para sentenciar, y creó uno a fin de presionar más a la prensa crítica.
“Luego los intelectuales asesoraron a los revolucionarios, Otilio Montaño a Zapata y Martín Luis Guzmán a Villa, pero las decisiones eran de los caudillos. La prensa del porfiriato (el periódico El Imparcial) se heredó como modelo de producción industrial. Y la institucionalización evolucionaría con el PNR que adoptó a la prensa como su vocera. Así, como lo diría muchos años después Althusser para la educación, la prensa fue un aparato ideológico del Estado, del poder, de la clase gobernante.
“El problema central es que la prensa no es autofinanciable, el gobierno-Estado es el principal anunciante, el sector privado no financia medios porque forma parte de la estructura de poder del sistema/régimen/Estado y la sociedad no existe para comprar periódicos y revistas. El verdadero dueño de los medios es el gobierno en turno.
“La anécdota que mencionas de Juan Francisco Ealy Ortiz y Julio Scherer García en 1969 ocurrió antes y después del 68 estudiantil. El propio Scherer aceptó que su nombramiento como director era asunto de gobierno porque Excélsior era una cooperativa. Y Díaz Ordaz, quien lo aprobó y Echeverría que lo operó, necesitaban un medio más o menos abierto para legitimar al Estado. Scherer se pasó en la crítica, invitó a intelectuales a criticar al régimen desde dentro y abrió las posibilidades de la crítica.
“Lo interesante del caso Excélsior en tiempos de Scherer fue que se trataba de una crítica desde dentro del sistema/régimen/Estado, nunca pugnó por la alternancia, cuestionó con dureza los abusos del poder, no fue vocero del PAN o del Partido Comunista, jamás pidió la renuncia del presidente de la República. Las irónicas críticas de Jorge Ibargüengoitia molestaban a la presidencia, los cuestionamientos históricos de Gastón García Cantú irritaban al presidente y las caricaturas de Naranjo refunfuñaban a los funcionarios. Cuando Cosío Villegas anunció el fin de sus editoriales porque había recibido evidencias de enojos de Echeverría, el presidente le pidió que lo invitara a comer a su casa y le regaló una máquina de escribir, y todos en paz”.
“La prensa de papel siempre ha dependido del financiamiento público”
—Ahora se habla de la “generosidad” receptora de José Pagés Llergo al aceptar al grupo de Fernando Benítez para que rehicieran el suplemento, esta vez denominado “La Cultura en México”, luego de ser expulsado del Novedades, pero nadie quiere recordar, o precisar, que Benítez recibió del presidente Adolfo López Mateos alrededor de cien mil pesos (¡en la década de los años sesenta del siglo XX!) para que decidiera dónde asentarse con su periodismo, dinero que se repartió entre él y el director y dueño de la revista Siempre! que los acogió. ¿Era, en sí, un acto de corrupción aceptar dinero del Estado en beneficio del quehacer periodístico? Porque todos los empresarios apoderados de los medios recibían, sin excepción, patrocinio estatal. Julio Scherer García no dejó de buscar a Díaz Ordaz después del asesinato masivo en 1968 para reprogramar los acuerdos económicos con el diario que entonces dirigía en ese momento. Y todos, en el medio periodístico, veían normal esta relación prensa-Estado.
—La molestia del poder no fue contra el contenido de los textos de los intelectuales, sino que pasaran de las páginas culturales a las secciones editoriales; es decir, desde los espacios de la cultura política a la de la política en acto —señala Carlos Ramírez.
“Los intelectuales no fueron refractarios a las presiones. En 1971, en una carta para responder a la afirmación de Fuentes de que los intelectuales estarían cometiendo un crimen histórico si dejaban solo al presidente en su lucha, decía, contra la derecha, Gabriel Zaid dijo que el único criminal histórico era Echeverría, pero ese texto fue censurado por Carlos Monsiváis como coordinador de ‘La Cultura en México’ y se negó a publicarlo. Y sí hubo, en efecto, dinero de López Mateos para fundar ese suplemento, pero era práctica común del presidente apoyar a radicales; dinero de López Mateos ayudó a crear El Día como un diario de izquierda medio socialista, no comunista y solidario con las guerrillas latinoamericanos, pues su director Enrique Ramírez y Ramírez había sido militante intelectual del Partido Comunista.
“La prensa de papel ha tenido una historia no escrita. Siempre ha dependido del financiamiento público. La tarea es la de indagar no esa dependencia, sino las complicidades. Los dos temas que te obsesionan podrían ser los más importantes: los periodistas y la crítica y el papel de los intelectuales en esos medios. De eso habrá que seguir hablando”.
—El caso Denegri, abordado en la nueva novela de Enrique Serna (que no es el primero en hablar de ello, por cierto, aunque es curiosa la mención justo en el momento en que la mayoría de los periodistas se ha vuelto opositor del régimen sobre todo porque ya no están recibiendo ellos el dinero acostumbrado en las anteriores administraciones gubernamentales), es un tema que exhibe varias paradojas: el símbolo periodístico de la corrupción es respetado enormemente por los mismos periodistas como Julio Scherer, el columnista que escribe exclusivamente movido por sus intereses sin importarle un ápice la información que vertía, el periodista más corrupto del país (importado de Argentina) no tenía ningún reparo en abrirse espacios en cualquier medio periodístico ya sea escrito, televisivo o radiofónico, el periodista venal era verdaderamente admirado por sus pares. ¿Por qué?
—Dejo apenas una referencia al caso de Denegri. En una comida que tuve con Francisco Galindo Ochoa, el legendario jefe de prensa de Díaz Ordaz y López Portillo, los dos en sus fases autoritarias, me afirmó que la columna periodística de Denegri: “Desayuno Político”, en el periódico Excélsior, la redactaba él como secretario de Información y Propaganda del PRI y era un espacio para los jaloneos políticos. Por ejemplo, Galindo manejaba ternas para gobernadores y analizaba el efecto para que el presidente de la República, el secretario de Gobernación y el presidente del PRI decidieran. No era un secreto; incluso, era necesario que la clase política supiera el papel de esa columna.
“Este modelo sirvió hasta 1976: el golpe a Excélsior estimulado por Echeverría pero potenciado por las contradicciones internas en el mal manejo de la cooperativa por Scherer, prohijó nuevos medios con mayores libertades: Proceso, unomásuno, La Jornada, El Financiero. López Portillo controló medios por la publicidad y dos ocasiones le negó publicidad a Proceso. De la Madrid y Salinas manejaron también la publicidad. Y los medios se abrieron más a la crítica”.
“En México los disidentes están dentro del régimen”
—Pero que hubiera una mayor crítica, Carlos, no significa que la prensa no continuara siendo controlada por el Estado calibrándolos con el dinero que les deparaban en publicidad. A mediados de la segunda década del siglo XXI, poco antes de la muerte de Rafael Tovar y de Teresa (un hombre aposentado en el poder cultural desde muy joven primero por nepotismo y después por un claro funcionamiento de servicio burocrático a la cúpula intelectual durante prácticamente siete sexenios), el Conaculta entregó a uno de los periódicos culturales que yo dirigía, por concepto publicitario (ya sabemos que es obligación moral del Estado divulgar sus actividades en los medios de comunicación), aproximadamente cien mil pesos en un año mientras que a Nexos otorgaba en ese mismo periodo catorce millones de pesos, con lo que se vislumbra la discriminación y las preferencias. Así se manejaron sexenalmente las cosas en cuanto a dádivas y castigos gubernamentales, que se volvió una azarosa costumbre, por una parte, pero por la otra una suerte de acomodamiento político de la prensa y de los periodistas para estar en la mira y en los favores del funcionariato. El periodista que no entendía que o se plegaba a las disposiciones oficiales o quedaba fuera del presupuesto se convirtió, con los años, en una decisión personal y de intereses mancomunados. Chantajes de ida y vuelta. Y Denegri entendió que en un país con esa política de la corrupción tan maleable podía, por supuesto, jugar al juego que todos jugaban con cortesía y complicidad silenciosa. Pero ningún empresario de la comunicación se confrontaba con los poderes políticos establecidos. De muchos modos eran también Denegris absolutos…
—Antes había dicho que los medios y la mayoría de sus participantes formaban parte de la estructura de poder. Por lo tanto, sus comportamientos tienen que ser afines en la legitimación de esa estructura de poder. La clave de los críticos dentro del sistema/régimen/Estado la dio Mario Vargas Llosa en 1991 con su tesis de la dictadura perfecta que incluye a sus críticos, basado en el modelo Huxley de Un mundo feliz: la gente debe sentirse satisfecha dentro de la prisión del sistema. Aquí se localiza el pequeño texto de Étienne de La Boétie de mediados del siglo XVI: la servidumbre voluntaria. En los sesenta el politólogo Gabriel Almond hizo una encuesta en cinco países sobre la cultura cívica y en México concluyó que la sociedad sólo confía en dos instituciones: el presidente de la República y la Revolución Mexicana. El problema de la URSS, Cuba, China y Corea del Norte es que quieren que todos, absolutamente todos, acepten la dictadura sin chistar, cuando en México los disidentes están dentro del régimen y su crítica se mediatiza por el contexto y pierde eficacia. A diferencia de los disidentes de las dictaduras comunistas, en México critican al sistema pero no lo repudian, sino lo legitiman vía becas, colaboraciones y apoyos. Y en 1976 el ensayista marxista José Revueltas, desde la perspectiva del teórico de las dictaduras Carl Schmitt, estableció que el Estado mexicano no es un Estado totalitario sino total y totalizador y la clave de su dominio radica en el control total de la totalidad de las relaciones sociales dentro del PRI.
“Quizá el papel de los intelectuales necesite una revisión teórica rapidísima: el sistema político es el espacio de interacción entre sectores y la distribución autoritaria y autoritativa de valores y beneficios, todo dentro del sistema como una caja negra. Esta tesis del politólogo David Easton se ajusta al modelo mexicano. En este modelo el sistema político tiene seis pilares: el presidente de la República, el PRI, el Estado de bienestar, los acuerdos con los sectores invisibles, la ideología como cultura y la legitimación constitucional. Este modelo sistémico funcionó hasta 2018 y después con algunos matices.
“El punto sensible está en lo que yo llamo sectores invisibles del sistema; es decir, sectores que no están en el PRI, pero funcionan como priistas: medios, intelectuales, iglesia, Estados Unidos, movimientos sociales, empresarios, poderes fácticos (lo mismo la guerrilla que los narcos), la burocracia del poder, la oposición leal y los indígenas. Desde su independencia formal operan para consolidar el sistema-PRI, incluso enorgulleciéndose de su no-PRI.
“La distribución de recursos se da en función de lealtades, complicidades y necesidades. En 1972 los empresarios boicotearon a Excélsior y Scherer fue a pedirle al presidente Echeverría publicidad; la respuesta fue sustituir con publicidad oficial cada página que no llegara de la IP. Y Excélsior siguió criticando. Era el sistema.
“El otro punto es la caracterización de la crítica: la disidente, la tolerable y la rupturista de alternativa. A Nexos le dieron no sólo publicidad gubernamental, sino contratos sin licitación. La razón: Aguilar Camín era parte de la estructura del sistema, no un intelectual articulado al poder. Ni siquiera llegó a ser un intelectual orgánico, pues éstos, en el modelo de Gramsci, eran la superestructura cultural que lideraba a la estructura política y productiva; es decir, el intelectual-dirigente de masas y del poder. Aguilar Camín fue sólo un defensor flojo del régimen. Fuentes, igual. Y Benítez llegando a la ignominia. Pero fueron tasados por el peso del apellido, no por la función como intelectuales. Ninguno produjo algún ensayo inteligente de apoyo al régimen. Solo Camín.
“Los presupuestos asignados a cultura y prensa fueron producto del papel de intelectuales y periodistas como sectores invisibles del sistema, y a veces los espacios críticos sólo legitimaban al poder. El sistema ha necesitado a periodistas e intelectuales y éstos necesitaban al sistema. Lo malo está cuando periodistas e intelectuales gradúan su crítica en función de beneficios y privilegios. Denegri fue un títere del poder priista y su valor estuvo en función del sistema político y sus miembros lo asumían como algo parecido al Dr. del Mago de Oz: un hombre común detrás de un micrófono. Denegri tuvo el poder que le otorgó el PRI, Gobernación y el presidente de la República. Echeverría toleró a Scherer hasta que lo aplastó. Peña Nieto prohijó a su prensa e intelectuales y López Obrador a los suyos.
“La conclusión no es nada agradable: periodistas e intelectuales que recibieron dádivas no cumplieron su objetivo y fueron repudiados por lectores críticos y despreciados por sus amos. Habrá que reescribir de manera crítica el papel de los intelectuales Benítez, Monsiváis, Fuentes y Camín en el periodo 1968-1994.
“Mis opiniones tratan de dar un marco sistémico al periodismo y los intelectuales y medirlos como parte del sistema presidencialista-autoritario.
“Y Denegri, en este enfoque, fue una botarga de la estructura de intereses dominantes del sistema-PRI. La estridencia de Denegri fue el valor agregado a su papel de títere. Detrás de los títeres periodistas e intelectuales están los titiriteros: funcionarios, el sistema, el régimen, el Estado”.
“El poder es el poder”
—Con Enrique Peña Nieto el dinero cayó a raudales a los medios, acostumbrados ya de por sí a recibirlo desde los tiempos de Lázaro Cárdenas (y me refiero a la prensa digamos moderna, porque ciertamente la corrupción informativa viene desde la colonización). Lo de Peña Nieto, por supuesto, fue algo inaudito: casi 52 mil millones de pesos en su sexenio por concepto de publicidad oficial, otorgándole prácticamente el 19.5 por ciento a Televisa, alrededor de 10 mil millones en seis años. Sin embargo, en la nómina periodística pocos eran los enriquecidos. Pero ahora, que circula escaso dinero en este rubro presupuestario, la prensa se ha vuelto opositora indelicada. Si bien es cierto, Carlos, que los medios no televisivos no pueden sobrevivir sin el patrocinio oficial (y tal parece que el equilibrio prometido durante la campaña morenista de la repartición publicitaria a los medios independientes de calidad justamente se va a quedar en esa promesa impalpable e ilusoria), ¿es necesaria esta demostración de encono y revanchismo de los periodistas por su orfandad monetaria?
—En esta parte hay dos escenarios separados, pero interrelacionados: el dinero a manos llenas de Peña Nieto a medios y los padecimientos de los trabajadores de la pluma ajenos a esos recursos con López Obrador.
“Peña, en efecto, dio dinero a dueños de medios a manos llenas. Por amistad, por complicidad y por apoyo en sus agendas conflictivas: la casa blanca, los estudiantes de Ayotzinapa, la derrota del PRI en 2016, la sucesión de 2018 y, desde luego, el crecimiento mediático de López Obrador.
“En este punto recuerdo una conversación en 1988. Manuel Camacho Solís, con quien llevaba una buena relación de amistad y respeto, me invitó a tomar un café a su oficina para hacerme una pregunta:
“—¿Por qué la prensa de papel había votado (es decir, apoyado) a Cárdenas y no a Salinas?
“Mi respuesta enfatizó tres razones: Salinas había quitado apoyos a medios y el efecto fue un deterioro salarial de los periodistas, Cárdenas representaba una imagen de esperanza y el PRI social ya no existía. Recuerdo que reporteros de El Financiero me habían informado que iban a ir al mitin de cierre de campaña de Cárdenas por simpatía y mi única respuesta fue que tuvieran cuidado en que sus simpatías políticas no afectaran sus enfoques periodísticos.
“Salinas, de todos modos, siguió dando publicidad a los medios.
“La segunda parte de tu cuestionamiento señala el cierre de la llave de publicidad en el gobierno de López Obrador. Ha disminuido la masa de dinero para publicidad y se ha repartido en forma inequitativa. Pero yo añadiría extraña: el encono personal de López Obrador contra periódicos y periodistas en sus conferencias matutinas contrasta con la tabla de distribución de publicidad que difundió el grupo Artículo 19.
“Por ejemplo, sí bajó el dinero a Televisa y a TV Azteca, aunque siguieron como los primeros beneficiarios. Se entiende: Salinas Pliego y Azcárraga son miembros de la nueva mafia del poder: 11 por ciento de publicidad a cada uno de ellos. Y apenas el 8 por ciento de publicidad a su aliada La Jornada, con 251.6 millones de pesos al año, algo así como 21 millones al mes, una cifra nada despreciable.
“Lo interesante fueron otras partidas: 115 millones a Radio Fórmula en uno de cuyos programas, el de Ciro Gómez Leyva, a diario confronta a López Obrador y el presidente le responde directo; 85 millones a El Universal donde son muchos los columnistas anti López Obrador, entre ellos Carlos Loret de Mola. Y 59 millones a Reforma, a pesar de que casi a diario lo refiere como adversario, lo confronta, lo ataca y… lo financia. Es decir, le da publicidad, y lo critican. Él responde y al final le gotea a Reforma el 2 por ciento de la publicidad total.
“El mensaje no puede ser otro que el mismo modelo del PRI: entenderse con los editores y dejarles a ellos la pesada tarea de controlar a sus columnistas.
“Estos son los detalles.
“Pero me interesan las interpretaciones.
“El poder presidencial busca entenderse con los dueños; a la larga, los columnistas se ajustarán a las reglas del juego. Si los medios viven de la publicidad oficial, entonces los tiempos de sequía sensibilizarán a los medios. Por ejemplo, el dueño de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, prototipo de las relaciones perversas de la prensa con el poder, vio disminuir sus ingresos, los empresariales y los propios porque cobraba paquetes de publicidad mitad con factura y mitad en efectivo para sus propios gastos, ya vendió su avión, está vendiendo sus casas y bajó su faraónico nivel de vida.
“El poder es el poder. Como todo presidente, López Obrador quiere domar a la prensa crítica en medios comerciales. Pero no puede con los blogs en redes sociales, menos masivos, pero de algún modo incisivos.
“Al final, Peña gastó mucho dinero en medios y no pudo mantener su imagen; López Obrador bajó la publicidad y buscó a las bases sociales con sus conferencias mañaneras, pero no le aguantaron el ritmo y ha tenido que abrir algún goteo de publicidad.
“En ciencia política existe el principio de quien tiene el dinero tiene el poder. López Obrador prometió muchas cosas en las relaciones con los medios y ahora funciona como Echeverría, López Portillo o Peña Nieto; el dinero es el poder, pero el poder, en una sociedad plural, no es poder hacer lo que uno quiere desde el poder.
“Quizá haya que abrir el obturador en el lado de los periodistas. Sí, hubo uno, dos, muchos Denegri, pero desde ese periodismo permearon periodistas en Excélsior, unomásuno, Proceso, La Jornada y El Financiero, entre otros. El problema radica en que no han construido medios comerciales, dependen de empresarios y sus intereses y la sociedad es floja en el seguimiento de esas figuras”.
“En periodismo cultural existe una mediocridad significativa…”
—Es cierto. Carlos, las figuras periodísticas van siendo cada vez más escasas. Sí, el goteo de la publicidad oficial se da acaso de la misma manera priista sólo que con menos presupuesto… ¡pero a los empresarios de siempre! La sobrevivencia periodística independiente, por lo tanto, es prácticamente inexistente. Porque el oficialismo no tiene ojos ni oídos para esa labor. Y el reconocimiento en México por la ética periodística, o de cualquier otra índole, es desconocido. Acaso por ello la corrupción, cuando es benéfica a las personas, éstas la disimulan o se hacen de la vista gorda. De muchos modos es practicada hasta en los sitios menos imaginados, como en los mercados públicos. Cuando el sindicalismo generado por la abultada corrupción priista ha saltado para defender sus privilegios, una suerte de izquierdismo ha estado con sus agremiados sin cuestionar sus trabajos en la práctica sino sólo ateniéndose a las suficiencias teóricas aprehendidas. Todo les resulta favorable: el sindicalismo como la única base para un proletariado sin cabeza, para respaldar a don José Revueltas. ¿Por qué, Carlos, la corrupción siempre ha generado simpatías? Locutores de la televisión, corruptos conocidos y dispensados por ello, viven en mansiones poderosas y la gente continúa admirándolos. Denegri mismo era admirado y respetado por Scherer García. Cuando miraba, ocasionalmente, el programa Tercer grado, de Televisa, ¡no podía admitir que periodistas de reconocida venalidad se sentaran a discutir asuntos políticos! México es un país de corrupción, dice Carlos Herrera de la Fuente, excepcionalmente sin corruptos…
—Hay un detalle en las partidas de publicidad a periódicos, periodistas e intelectuales. No buscan el apoyo… porque ya lo tienen. Al poder presidencial le sirve para ocupar espacios, no para ampliar consensos. Y al final de cuentas, de manera lamentable, se deciden casi por inercia. Es decir, no existe una estrategia para construir consensos políticos con fines determinados. En todo caso, cada sexenio definía partidas de publicidad en función del capricho del jefe de prensa presidencial o de los jefes de prensa del gabinete.
“Existe una lógica dentro del sistema: no se trata de un equilibrio de pesos y contrapesos, sino de lealtades y deslealtades. Ningún intelectual ha mejorado su producción creativa por subsidios. Es más, si revisamos con sentido crítico la creación intelectual de los sexenios de Zedillo a Peña Nieto, no hay calidad sino producción en masa. El SIN califica puntos por producción, no por calidad. En ciencia política, donde he estado más en los últimos diez años, no ha habido ningún ensayo refrescante, ninguna idea política y, obvio, ninguna revisión crítica del sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional.
“En periodismo, con excepción de textos reveladores sobre cárteles y aliados sistémicos que han derivado en asesinatos de sus autores, tampoco hay textos que sobresalgan; en periodismo cultural existe una mediocridad significativa. En periodismo económico nadie está analizando la crisis y las opciones.
“En el pasado, con todo, Monsiváis sacudía, Paz sacaba a intelectuales de la modorra, Fuentes seducía. Las dos revistas culturales (Nexos y Letras Libres) perdieron vida.
“Y todo ese periodismo recibió miles de millones de pesos de publicidad. Por ello ya no existe el periodismo crítico que hubo en Siempre, Excélsior, Proceso, unomásuno, El Financiero, de aquellos años. Y, en efecto, Víctor, los nuevos editores de diarios y suplementos y revistas siguen siendo admirados, aunque no existan razones para ello.
“Las partidas de publicidad lograron su objetivo de lobotomizar la crítica. A los intelectuales de los setenta (Fuentes, Monsiváis, Benítez) le siguieron los de finales de siglo sin ideas: Krauze y Camín como los actuales decanos (por decir algo), Villoro, Volpi y otros con apellidos poco conocidos. Krauze perdió brillo y está terminando como opositor al régimen, arrastrado por Camín, Castañeda y politólogos menores como Casar y Zuckerman. Y el debate se trasladó de las ideas a los desplegados de los abajofirmantes, una licuadora de nombres, generaciones y épocas. No entiendo un desplegado, hoy, firmado por Aguilar Camín y Gabriel Zaid.
“Y hemos visto los participantes que mencionas en el programa Tercer Grado de Televisa, conducido por un ejecutivo de Televisa, Leopoldo Gómez, para mayores indicios de control de las ideas. No hay ideas, sino chistes (Marín), sinuosidades (Riva Palacio), elusiones (Ciro) y lugares comunes (López Dóriga).
“La culpa, por cierto, no es de la asignación de la publicidad. En periodistas e intelectuales se trata de la falta de diversificación de fuentes de ingresos. La clave está ahí: periodistas e intelectuales viven de recursos públicos. Las universidades y las empresas privadas han carecido de visión para fomentar centros de reflexión con puestos bien pagados. La UNAM ha caído en el mismo juego de financiar espacios culturales por razones políticas o de complicidades. Carlos Slim se extasiaba con la tormenta de ideas con Aguilar Camín y le daba mucha publicidad de sus empresas al intelectual. Hoy los centros de debate, en Televisa y en la empresa de Loret de Mola, son los mismos: Castañeda, Camín, Krauze, Casar, Zuckerman y hablan de todo como periquitos parlantes.
“El gobierno de López Obrador le está pasando la cuenta a periodistas y periódicos que lo criticaron, como lo hicieron otros mandatarios (todos) en el pasado priista todavía latente. No hay forma de financiar suplementos o revistas independientes en el sistema de producción capitalista. Y no hay liderazgos intelectuales ni periodísticos para liderar esfuerzos. El espacio digital es muy menor en México. Y los intelectuales reconocidos lo miran con desprecio.
“En fin, lo que estamos viendo en materia de manejo de publicidad del gobierno de López Obrador es una repetición de lo que hicieron sus antecesores, sin que el Congreso ponga nuevas reglas. De nueva cuenta Televisa y TV Azteca encabezan la lista de beneficiados sin que haya restricciones como asignar partidas para programas culturales específicos. Y no hay partida para suplementos o revistas culturales, científicas o especializadas en economía, sociología o ciencia política. Por ello en México desde hace años no hay pensamiento crítico. Y menos lo habrá si los lectores no pagan por publicaciones de otro tipo”.
“El periodista corrupto lo es porque su medio lo permite, lo avala y lo estimula…”
—La escuela Denegri, articulada con suspicacia y bajo una discreción a toda prueba, continúa su método sin alteración alguna. En la lista millonaria de Peña Nieto se vislumbran columnistas de toda laya, incluidos modernos youtubers, intelectuales teóricos, discípulos de Cosío Villegas, y así… ¡Hay periodistas denegrianos sin ninguna credibilidad que permanecen, incólumes, en sus espacios al parecer eméritos! ¿Cómo se sigue dando este, digamos, soborno articulado de tótems intocados en la industria mediática, Carlos? Entiendo que las asignaciones son una especie de libertaria cooptación de ideas, ¿pero nadie, ni en el Congreso ni en los gabinetes, puede percatarse de ello? Después de la dictadura franquista, el nuevo gobierno español dispuso una partida presupuestaria para el ejercicio periodístico de calidad crítico. La dádiva se daría al buen periodismo, no al lambiscón. De donde surge, por ejemplo, El País. Cuando Salinas llegó al poder presidencial expulsó de México, con un maletín repleto de cientos de miles de dólares, al entonces director del unomásuno, obligó a las dependencias oficiales a retirarle su publicidad a un diario como El Financiero… ante el silencio cómplice de todos los otros medios. Los intelectuales beneficiados (incluso Monsiváis recibiendo una instalación en el Centro Histórico para que creara un museo obsequiado por Slim) se habían ellos mismos proclamado los imprescindibles del sistema cultural armando una férrea, y formidable, mafia que eliminaba a todos aquellos que no coincidieran con sus pareceres (por ejemplo: ¡Octavio Paz para no responderme personalmente, o para no bajarse de nivel, mandó responderme en su revista Vuelta con un altanero texto del poeta Luis Ignacio Helguera!) en un trabajo arduo producido desde los años sesenta. Cuando fuimos a la refresquera Pascual para ver la posibilidad de que se anunciaran con un periódico cultural que entonces yo dirigía, por lo menos fueron directos (¡una cooperativa supuestamente solidaria!): nos dijeron que, en caso de anunciar su producto, por supuesto que preferían mil veces a Televisa. Carlos Slim jamás nos recibió, ni Alberto Bailleres (¡Medalla Belisario Domínguez vaya uno a saber por cuáles méritos!)… Un ex funcionario del Conaculta, encontrándonos en Guadalajara, luego de platicar brevemente, ya con López Obrador en la presidencia de la República, me dijo algo que no supe si era una fina ironía o una lapidación simulada: “Nosotros te dábamos algo de publicidad en tu periódico, pero ahora no te dan mi madres, ¿no?” Carlos, si un medio no puede vivir sin la corte oficial, ¿entonces la prensa en el país jamás va a ser independiente? El desplegado que dices no haber entendido, y que los abajofirmantes lanzaron el jueves 16 de julio, sólo dicen, y eso quiero yo entender, que la democracia en México está en peligro por el hombre que lo preside, porque antes sí vivíamos democráticamente. ¿El ejercicio del pensamiento no puede sobrevivir sin subsidios o la costumbre lo ha encauzado de esa manera?
—Primero, unas precisiones: no existe la escuela Denegri. Existe el tipo, el ejemplo, el modelo, pero sin llegar a formar una corriente. Es más, Denegri quedó en el olvido desde su muerte y fue revivido por Enrique Serna en una novela de perfil personal. El pago de dádivas para escribir en un sentido ya venía desde antes y sigue prevaleciendo en periodistas que no saben quién fue Denegri. El modelo, si se quiere poner una tipología, lo creó Porfirio Díaz, como lo explica, con humor amargo, Emilio Rabasa en su novela El cuarto poder.
“No hay periodistas denegríamos; existen periodistas corruptos, dependientes de las dádivas, vendedores de silencios y estridencias.
“El periodista corrupto lo es porque su medio lo permite, lo avala y lo estimula. El dueño del medio paga salarios medianos y el complemento viene del poder. Es un juego de entendidos aceptados. Por lo tanto, habrá que satanizar a los directores y dueños de medios. Me gustaría leer biografías críticas y reveladoras de los dueños famosos de medios: Gabriel Alarcón, el coronel García Valseca, Mario Vázquez Raña, Manuel Becerra Acosta padre, Félix Palavicini, Juan Francisco Ealy Ortiz, Alejandro Junco, Francisco González, Manuel Arroyo, todos ellos cómplices y responsables del periodismo de los Denegri y otros.
“El modelo español de la transición democrática es un mito. El periódico El País nació de la falange franquista que entendió que España necesitaba una izquierda socialdemócrata de Estado. Hasta la fecha los directores de El País son designados desde el gobierno socialista en turno y es sumiso a los gobiernos conservadores en turno. Hubo, sí, redactores profesionales.
“Buena parte de la carga negativa la reciben los periodistas, articulistas y columnistas que reciben dádivas. Pero partamos de un punto central: en México no puede existir libertad de prensa en tanto exista una economía dominante de Estado y los medios no tengan ingresos provenientes de la sociedad, los empresarios y los partidos.
“—¿Entonces la prensa en el país jamás va a ser independiente? —me preguntas.
“No y sí.
“No: si depende para su circulación de ingresos que sólo son públicos. En Oaxaca un secretario de Finanzas me dijo un día que todos los diarios dependían sus nóminas de las aportaciones publicitarias del gobierno, pero en grado superlativo: era más barato para el gobierno pagar a los reporteros como empleados que dar la publicidad que exigían los directores. El dueño de El Universal siempre exigía la publicidad en dos formas: facturada una parte y otra, a veces mayor, en efectivo para uso personal del dueño.
“Sí: cuando los dueños de medios construyen modelos de negocios con financiamiento de la sociedad, medios muy austeros, siempre digitales y con pérdidas permanentes; y sí, también, cuando los editores tengan pequeños negocios comerciales que no dependan del gobierno y dediquen sus utilidades a financiar publicaciones digitales.
“El problema es la asunción del Estado de los recursos presupuestales como un Estado patrimonialista propiedad del funcionario. En 1982 López Portillo dijo:
“—No pago para que me pegues —asumiendo la propiedad del presupuesto federal como propia, No era su dinero, sino el dinero fiscal de la sociedad. Una idea: que el Congreso defina no sólo la partida presupuestal para publicidad de medios, sino que el Congreso defina reglas de a quién otorgarla y en qué porcentaje. Y aplicar el modelo de publicidad proporcional que le toque a todos, con certificación de circulación y orientación de contenido. Y que sea por licitación. Y así tocaría a todos y el gobierno en turno no tendría control sobre los recursos publicitarios. Que el gobierno envía al Congreso su plan publicitario y que todos los partidos voten por distribuirla de manera proporcional para que toque a todos. Ahí también el Congreso pudiera controlar fiscalmente su publicidad a medios y personas. Slim financia Nexos y Letras Libres y nadie lo toca ahí: compra impunidad.
“De los empresarios, ni hablo. En La Crisis [la revista política que Carlos Ramírez dirigiera en la década de los noventa que permaneciera en la calle dos años] siempre dije que no habría espacios para tres Carlos: Carlos Salinas, Carlos Slim y Carlos Monsiváis.
“La idea sería determinar los medios de comunicación como organismos de interés social y obligar a los ricos a financiarlos sin compromisos.
“Y una parte sensible para terminar: el desplegado del jueves 16 de julio firmado por intelectuales. La sola presencia en ese documento de Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda desnaturalizó (pudrió) su sentido de defensa de la democracia. El desplegado dice que la democracia está en peligro. ¿Qué democracia? ¿La del autoritario INE que a veces es peor que López Obrador y que demanda periodistas por encima de la Constitución por violar reglamentos autoritarios? Yo he sido demandado por el INE en dos ocasiones. Y he ganado porque defendí la libertad de expresión contra Lorenzo Córdova. Estamos viviendo un proceso de centralización del poder que han aplicado todos (es decir: todos) los presidentes de la República, no sólo López Obrador. Camín fue títere de Salinas y recibió contratos y dinero. Y Castañeda ha sido cómplice de Salinas desde 1994, incluyendo en 1996 que pidió la renuncia de Zedillo después de un encuentro personal en Irlanda. Cualquier desplegado que tenga la firma de Camín y Castañeda, por muy plumas generosas que haya, para mí carece de autoridad moral.
“Y para mí el debate no está en tener/mantener la democracia, porque está politológicamente probado que la democracia es el régimen de las explosiones populares, los desórdenes sociales, las aglomeraciones, los caos y las dictaduras de caudillos, cesaristas o bonapartistas, la democracia es la sociedad del lumpen. El objetivo de México debe ser la construcción de una República de leyes e instituciones, que la democracia real vendrá por añadidura.
“Bueno, comenzamos con Denegri y ya nos metimos en el universo de la teoría política”.
“Estamos viviendo el fin de una era del periodismo”
—Sí. Carlos, necesariamente tuvimos que caer en la teoría política, porque la corrupción periodística la arrastra hacia ella acaso obligadamente. Qué bueno que mencionas que el asunto de El País forma parte de un mito español, que además tiene que ver con el financiamiento de Emilio Botín, presidente del banco Santander, quien a su muerte en 2014 salió a la luz, revelado por Juan Luis Cebrián, que con dinero suyo había respaldado ese proyecto periodístico. Pero, en efecto, en todas partes se cuecen habas en cuanto se habla de libertad de prensa. El mismo Savater ha sido censurado ahí y como si no ocurriera nada. A propósito, hasta Fernando Savater, ese teórico de la ética hispanoamericana, fue tocado discretamente por la profesora sindicalista Elba Esther, al igual que literatos y ensayistas mexicanos en un capítulo del que nadie quiere hablar. El nombre de Carlos Ramírez no está incluido entre los numerosos beneficiados del priismo, ¿cómo has logrado sobrevivir en este pantano de las reparticiones publicitarias aireando tu plumaje? ¿Cómo sobrevive tu medio periodístico Indicador Político? ¿A qué fuentes concurres? ¿A los sindicatos como el de la innombrada profesora, a los gobiernos de los estados, a las instituciones privadas? ¡Aún recuerdo al director de La Jornada, Carlos Payán, “entrevistando” a Salinas de Gortari al final de su sexenato para agradecerle la libertad con que lo dejó trabajar en la televisión privada! Parece que nadie recuerda, o nadie quiere recordar, estas cosas… ¿Por dónde tiene que meterse el periodista y hasta dónde para poder sobrevivir con sus proyectos?
—El tema de El País debe servirnos para ilustrar el estado actual de la prensa en México. El País tuvo una edición impresa en México en una asociación de capitales con Roberto Alcántara, un rico empresario transportista del primer círculo del poder de Enrique Peña Nieto. Es decir, El País tuvo alianza con un bloque de poder. Al no ser negocio, se fue.
“Meses después, acaba de iniciar una segunda incursión ya sin alianza con grupos mexicanos sino con el capital de Santander: el presidente de Prisa es socio calificado de Santander y aliado de Ana Botín. Esa alianza provocó un cambio de director. Con la nueva administración periodística regresa El País a México. Se trata de un proyecto periodístico que esconde intenciones empresariales. No será edición especial, sino una sección aparte con redacción propia y aparece como México en la página principal web del diario español. Esa sección no busca servir a los menos de 30 mil mexicanos registrados que viven en España, sino viene a influir en México. Ana Botín tuvo un almuerzo en la casa de López Obrador. Y si la primera edición de El País fue alianza con Peña Nieto, ahora regresa para criticar a López Obrador y defender los intereses españoles en México.
“Ahora preguntas por mi proyecto. Siempre fui un reportero y luego columnista muy bien pagado por los diarios en los que trabajé; poco a poco fui construyendo una estructura digital propia con parte de esos ingresos. Cuando terminé en 2014 mi relación final con El Financiero me volqué en mi proyecto digital: suplementos, revistas, cartas de información. Lo hice con poco personal. Hasta ahora no tengo publicidad oficial ni convenios con gobiernos estatales, menos con sindicatos o partidos. Mis ingresos vienen de la venta de mi columna en el interior y las conferencias que doy con frecuencia. Mi estructura es de siete personas que se pagan con la publicidad de empresas privadas ligadas a la seguridad que se anuncian en mi revista impresa Campo de Marte sobre temas de seguridad y defensa. De manera lamentable nadie está preocupado por comprar servicios de quienes hacemos periodismo crítico. He publicado libros que dejan ingresos por goteo porque la sociedad quiere todo gratis. Ninguno de los periódicos grandes en la capital de la República está interesado por armar un equipo de colaboradores para el debate, sino para sus propios intereses. Pero publicó cuando menos en un diario de las ciudades que son capital de la República, y en miles de sitios web. Los periódicos como modelos publicitarios de negocios están agonizando, disminuyendo su inversión y despidiendo periodistas. La estrategia de la 4-T es ahogar a esos medios con restricción en publicidad gubernamental, porque fueron los que criticaron a López Obrador y lo siguen haciendo.
“El escenario de la prensa está cambiando por los intereses de la 4-T, por el desplome de la publicidad privada, por la disminución en la venta de ejemplares impresos y porque, al final de cuentas, todos los medios, gratuitos o de paga, circulan en redes sociales sin necesidad de pagar. En cinco años tendremos otro escenario de prensa en redes. Quien entienda está lógica podrá encontrar nichos de mercado y de lectores.
“Con todas las críticas a sus estilos, López Obrador está liquidando el viejo modelo de la prensa sistémica como aliada al poder. Se están yendo los Ealy Ortiz, los Vázquez Raña, los Pancho González, los Arreola, los Procesos, La Jornada no aguanta más. Y lo grave es que no se ven nuevos modelos de negocios de la información.
“En fin, estamos viviendo el fin de una era del periodismo, pero con las certezas que no sabemos aún cómo es la que viene”.
Controles autoritarios del gobierno
—Ahora resulta que la revista Nexos, negocio de comunicación de Héctor Aguilar Camín, es el estandarte idóneo de la libertad de expresión en México cuando es sabido que dicha publicación recibía millones de pesos por la conexión del intelectual con los mundos de la política priista y panista. La corrupción también rozaba al orbe de la cultura, por supuesto, sobre todo a aquellos involucrados que siempre se han maquillado de críticos. ¿Qué te dice esta revocación de la publicidad a este consorcio? Y, para finalizar, me gustaría saber tu postura ante lo que se habló de Carlos Ramírez hacia el final de los noventa luego de haber sido uno de los analistas más profundos de la política mexicana durante el salinato: tu partida, corta, a El Universal y después la liga que se te hacía con altos funcionarios de la política. ¿Cómo has logrado torear, por decirlo de algún modo, todos estos acercamientos políticos, cómo has vislumbrado estos roces y arañazos con los líderes de este circuito, cómo has sobrevivido estos retos o desavenencias? Tu propia revista La Crisis, a diferencia de Nexos o Letras Libres, no pudo mantenerse en el mercado por la ausencia publicitaria, ¿razón que puede hablarnos de un distanciamiento de favores?
—Para resumir el caso Aguilar Camín y Nexos y su acceso a la publicidad y los negocios del poder: Aguilar Camín fue, en el modelo de Gramsci, un intelectual orgánico, es decir colocado en la superestructura cultural para ejercer directrices de conducción política. Nexos se convirtió en un espacio de reflexión neoliberal salinista (a partir del ensayo Después del milagro de Aguilar Camín como reflexión de modernización capitalista, abandonando al Estado de la Revolución Mexicana, justo lo que quería hacer Carlos Salinas) para copar espacio intelectual antes (recordar El Espectador, Política, La Cultura en México) dominado por el nacionalismo revolucionario. Nexos nació en 1978, después del retiro de Octavio Paz de la dirección de la revista Plural. Y Salinas inició en 1979, en la Secretaría de Programación y Presupuesto, su ciclo modernizador.
“La cultura se convirtió en campo de batalla en la disputa ideológica de la nación después del 68. Echeverría se metió en el ámbito intelectual vía Carlos Fuentes, Fernando Benítez y Ricardo Garibay; Paz tenía su espacio propio sin vinculación con el Estado. La reforma política de López Portillo de 1978 modificó el sistema de partidos y legalizó al Partido Comunista Mexicano, cambiando los parámetros de la lucha política fuera del PRI.
“Nexos nació en 1978 como revista cultural para hacer un contrapeso a la revista Vuelta de Paz, ante la ineficacia del suplemento ‘La Cultura en México’.
“Ahora el tema final: Carlos Ramírez. Yo fui un espacio de cruce de información del poder, sin participar en el poder y reveladora del neoliberalismo salinista. Más que el autor, se trató del modelo de columna de análisis político de la realidad, no difundidora de chismes. Todo columnista depende de fuentes de información dentro del régimen, en tanto no se trata de una columna de oposición.
“Tuve la suerte de tener la confianza de algunos funcionarios para obtener información, además, hay que decirlo, de difundir versiones críticas de dentro del gobierno contra la ola neoliberal. Todo columnista tiene filtros para ir limpiando los datos, aunque no siempre del todo. La clave fue en dar confianza a las fuentes de tres puntos: confidencialidad, credibilidad y un enfoque crítico hacia el sistema. Crítico, no opositor.
“La revista La Crisis fue una apuesta irreverente, sin recursos, sin estructura administrativa para conseguir publicidad y con información crítica. Su duración dependió de ingresos no regulares, de precios bajos en impresión y de aportaciones de amigos. En México el gobierno es el anunciante número uno de los medios de comunicación y establece controles autoritarios.
“Ahora mismo Indicador Político vive de venta de servicios en periódicos del interior, de conferencias y clases de su autor.
“Mientras la sociedad y sus organizaciones y el sector privado no adquieran los servicios periodísticos, los medios dependerán de la publicidad del Estado. Antes era poca; hoy, con la 4-T, es cero. Pero, como nunca, vemos blogs en Internet de prácticas periodísticas profesionales que ejercen la crítica y circulan en redes. Mientras, los grandes medios siguen dependiendo de sus dueños empresarios, sus intereses con el poder presidencial y sus negocios con el Estado”.