Aunque nació en Asturias, España, en 1962, está claro que María Neira es una ciudadana del mundo, curtida además en guerras y epidemias. Al menos, su currículum así lo señala… Veamos. María Neira estudió medicina en la Universidad de Oviedo y realizó sus estudios de especialización de endocrinología en Francia. Inició su carrera profesional en los hospitales Necker y Saint Louis (ambos en París) de 1984 a 1987. En Centroamérica, más específicamente en El Salvador y Honduras, estuvo como coordinadora médica para Médicos sin Fronteras de 1987 a 1989. Antes de unirse a la OMS, trabajó como asesora en Salud Pública en el Ministerio de Salud en Mozambique de 1991 a 1993. Previamente, en Kigali, Ruanda, fue asesora en Salud Pública/Médico para la ONU asignada por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP). En tres etapas distintas de su vida (y trayectoria), la doctora Neira ha trabajado para la OMS en Ginebra: en 1993 ejerció como coordinadora del Grupo Global de Trabajo del Control de Cólera. En 1999, por otra parte, fue asignada como directora del Departamento de Control, Prevención y Erradicación. Y desde 2005 —año en que dejó su cargo como presidenta de la Agencia Española de Seguridad Alimenticia tras llegar a él en 2002—, funge como directora de Salud Pública y del Ambiente de la OMS. En esta entrevista, la doctora habla de las medidas y retos ante el coronavirus. Invita a informarse: “Los medios están haciendo su labor, que es informar y responder a una demanda por parte de los ciudadanos. Pero quizá estaría bien bajar un poco el tono de sensacionalismo al contar las cosas”, advierte. [NdlR]
La doctora María Neira se ha convertido en una de las principales portavoces desde que comenzó la epidemia del SARS-CoV-2. Habla en entrevista:
—La cifra de afectados por la covid-19 avanza día a día; ¿cuál es el principal reto ante la epidemia?
—Yo no me fijaría tanto en la cifra; la propagación del virus era algo dentro de los escenarios que preveíamos. Debemos seguir enfocados en la contención, pero sin generar pánico, efectos secundarios indeseados o un impacto muy negativo en la sociedad. Todo esto teniendo bien informada a la población, con recomendaciones sobre lo que deben hacer, pero pasando el mensaje sin caer en alarmismos ni catastrofismos.
—¿Por qué en unos países las medidas adoptadas son más o menos restrictivas?
—Cada país tiene que templar mucho las acciones en función de la situación política y mediática y asegurarse de que se toman con argumentos científicos y epidemiológicamente válidos.
“Yo no cedería a presiones de pánico y seguiría con la tónica de tomar medidas según la evaluación del riesgo de forma proporcionada y adecuada y, sobre todo, teniendo seguridad de que van a ser efectivas. Obviamente se necesita que dicha evaluación sea permanente y constante por si hay que cambiar dichas acciones en cualquier momento por el tipo de nivel o de respuesta.
“Así que la transmisión del virus es inevitable. Cada país tiene que ver qué medidas toma y cuáles son las más eficaces. La clave está en tener sangre fría y mucho balance para decidir en función de argumentos defendibles desde el punto de vista epidemiológico”.
—Si se hicieran más test, ¿el número de casos positivos sería mayor?
—Por supuesto. Pero la lógica es que si el virus está y no está dando síntomas, ¿por qué habría que hacer ese tipo de exámenes? Si hacemos pruebas de hepatitis A vamos a encontrarnos también con más diagnósticos, pero no es una situación lógica analizar a toda la población. Sólo se proponen ese tipo de exámenes a grupos cerrados para tener estudios epidemiológicos. Aparte de eso no veo el interés.
“Cuando un virus tiene presentación clínica, es obvio que ya hay otra parte de la sociedad que probablemente está afectada. Y eso no es ni siquiera malo, es probable que el virus esté circulando y eso nos haga desarrollar una cierta inmunidad”.
—¿El peor de los escenarios sería que se convirtiera en un virus estacional?
—Ahora mismo el escenario que hay que sortear son las muertes. La prioridad es proteger a las personas que desarrollen esos síntomas (sobre todo las vulnerables con patología previa y más mayores). El segundo escenario sí sería efectivamente evitar ya que entre dentro de nuestra sociedad, se quede y se vuelva estacional como el virus de la gripe, que ya cuesta en el mundo más de medio millón de muertes cada año.
—¿Se conoce el coste actual del SARS-CoV-2?
—En este momento estamos viendo, además del coste de las personas fallecidas y el tratamiento a esos pacientes, un coste socioeconómico sin precedentes que está siendo absolutamente demoledor. Por eso se están tomando medidas para acolchar este coste evitando, por ejemplo, las acciones desproporcionadas y sobreactuaciones.
—Hay muchos mitos en relación a esta enfermedad. ¿Qué se puede hacer para que no lleguen a la sociedad?
—Discernir entre la información es difícil. Las personas tienen acceso a todo tipo de bulos que pueden suponer un impacto realmente muy negativo en la sociedad. Para comenzar el miedo que se está provocando en personas con una cierta edad o patologías previas y que habría que intentar evitar. Yo estoy a favor siempre de la transparencia, pero creo que por lo menos una vez al día habría que consultar fuentes oficiales, como la Organización Mundial de la Salud.
“En este momento estamos viendo, además del coste de las personas fallecidas y el tratamiento a esos pacientes, un coste socioeconómico absolutamente demoledor”
—¿Cómo cree que estamos actuando los medios en la cobertura de esta epidemia?
—Los medios están haciendo su labor, que es informar y responder a una demanda por parte de los ciudadanos. Pero quizá estaría bien bajar un poco el tono de sensacionalismo al contar las cosas. Todos somos parte de las posibles repercusiones y entre todos también tendremos que intentar evitarlas.
—¿Quizá el coronavirus deje lecciones de prevención aprendidas para el futuro?
—Hacer salud pública es una ciencia difícil porque requiere una visión de conjunto, de contexto, de proporcionalidad. Hay que invitar más que nunca a que se analicen todos los datos, ponerlos en contexto y tomar una decisión poblacional, es decir, que beneficie a la sociedad en general.
“Y seguir con la prevención primaria, la higiene básica, que va a dar unos beneficios enormes no sólo para el coronavirus sino para cualquier tipo de enfermedad de transmisión respiratoria o, incluso, diarreicas. Oír hablar a los niños en los colegios permanentemente de cómo se lavan las manos y cómo limpian sus mesas me parece muy importante”.
—¿Todavía estamos a tiempo de erradicar el virus y que sea como el SARS de 2002?
—No me atrevería a decir que se va a erradicar. Porque eso querría decir que no hubiera absolutamente ningún caso, pero sí me atrevo a decir contener. De eso sí estamos a tiempo.
Fuente: Agencia SINC.