Julio, 2025
Murió y resucitó varias veces. De hecho, parecía indestructible. Sin embargo, la muerte ahora le ha dado alcance. Ozzy Osbourne, el legendario vocalista de la banda Black Sabbath, falleció el pasado 22 de julio a los 76 años de edad. “Con una tristeza que no se puede expresar con palabras, tenemos que informar que nuestro querido Ozzy Osbourne murió esta mañana. Estaba con su familia y rodeado de amor”, anunció su familia en un comunicado. No dijeron dónde había fallecido ni especificaron la causa, aunque en los últimos años había sido tratado de una enfermedad genética inusual llamada parkinsonismo, con síntomas similares a los de la enfermedad de Parkinson, exacerbada por el abuso crónico de drogas. Nacido el 3 de diciembre de 1948 en Inglaterra, John Michael Osbourne fue un pionero del heavy metal y una de las figuras más excéntricas del rock. Apodado el “Príncipe de las Tinieblas”, no sólo ayudó a forjar el sonido del género, sino también la propia imagen de rockero salvaje. A pesar de su conocido estado de salud, la noticia de su fallecimiento conmocionó a toda la comunidad metalera. Y es que, apenas unas semanas atrás, Osbourne ofreció su última actuación en el lugar donde todo comenzó: Villa Park en Birmingham. Sentado en un trono negro, visiblemente emocionado por el entusiasmo de la multitud, cerró su carrera con la reunión de la formación original de Black Sabbath. En las horas posteriores al anuncio de su muerte, innumerables bandas y músicos inundaron sus redes sociales para rendirle homenaje. Aquí, el periodista y cronista musical Víctor Roura le dedica unas líneas. También reproducimos las palabras del productor musical australiano Lachlan Goold.
Ozzy Osbourne (1948-2025)
Víctor Roura
Cuando se escucha a un grupo de heavy metal el espectador no sabe si vestirse de negro profundo, ponerse a orar, maldecir genuinamente el Paraíso místico, pedirle a Luzbel unas postales de su residencia en el Infierno, organizar una marcha fúnebre rumbo al Desierto de los Leones o colocarse, previamente, un buen par de algodones en las respectivas orejas. Porque este género roquero se alimenta de su pesadilla sonora.
Un buen conjunto de heavy metal debe armarla de tos, aunque sus músicos sean pésimos.
Esta rama musical tiene sus antecedentes directos en algunas agrupaciones de los sesenta, como Black Sabbath, Deep Purple o, tantito menos quizás, Led Zeppelin, los tres, curiosamente, ingleses. Si bien su sonido, sobre todo el de Sabbath, es áspero y tosco, su claridad instrumental es de una transparente calidad. Black Sabbath fue casi de los primeros en guarecerse bajo sombras aparentemente oscuras (fundado en 1968). Con temas donde se resalta el oscurantismo y algunos juegos de días de brujas, Sabbath asentaría ingenuamente la tendencia diabólica que luego innumerables grupos remarcarían en sus lineamientos metaleros.
Pero los del Sabbath, obviamente, no se la han creído nunca.
Al venir a México por vez primera, en 1989, Black Sabbath se encontró con que, intempestivamente, los gobiernos panistas de los estados de León y de San Luis Potosí habían decidido, por presiones de importantes núcleos de la sociedad religiosa y de padres de familia, suspender los conciertos que el legendario grupo inglés ofrecería en esas regiones provincianas. Un fuerte sector radical y tradicionalista se negó a que los roqueros británicos se presentaran en México porque, según las versiones difundidas en ambas capitales estatales, traían las consignas del Diablo en su discurso musical.

—Si nos conocieran realmente —dijeron, luego, en conferencia de prensa los de Black Sabbath— se darían cuenta de que nosotros todavía creemos en la existencia de Caperucita Roja.
Los recursos musicales utilizados sobre Satán y cuestiones neblinosas son mero pretexto artístico.
—Como las mujeres que cantan sobre sus urgencias amorosas —dijeron los del Sabbath—; si les tomamos la palabra, pobres de ellas…
El heavy metal, sin embargo, con el paso del tiempo, ha tomado dos caminos: el de la altanería social y el de la rebelión clerical. Ambos bajo un ruido sordo, las más de las veces monótono. Por supuesto, es imprescindible la agilidad de un guitarrista para amenizar, y aminorar, con cautela las fiestas mortuorias. Y esto lo han entendido muy bien las agrupaciones desde el exitoso Guns N’ Roses hasta los cavernarios del Cult, desde los mesurados Judas Priest hasta los desquiciados Slipknot, desde la beatífica Metallica hasta la pundonorosa Pantera, desde los panteoneros Sepultura hasta los moradores zombies de Therion, todos ellos, inmersos en su juego infernal, hablan de su espectacularidad y de sus formas novedosas de cimbrar los foros cerebrales.
Guns N’ Roses, por ejemplo, en sus discos no deja títere sin cabeza. Se toman, o se tomaban, en serio aquello de los chicos malos de los barrios peligrosos, aunque estos chicos malos se alojaran en residencias de cinco manzanas y viajaran en Mercedes Benz del año. Sus discos Use Your Illusion, volúmenes uno y dos, pueden competir ampliamente con cualquier libro de Armando Jiménez (1917-2010), el autor de las Picardías mexicanas. Los metaleros del Roses insultan a granel a quienes se les paren enfrente. Son insultadores profesionales, incluso han descontado despiadadamente a algunos fanáticos por el simple hecho de caerles gordos. Son los metaleros de las nuevas generaciones. Con sus actitudes rememoran, acaso en mínima parte, a los fundadores del punk rock, los Sex Pistols, que salían literalmente a matarse en escena. El fallecido británico Sid Vicious (1957-1979, a sus 21 años de edad) se enfrentaba con frecuencia a golpes con su público. En una ocasión, a la vez rememorando al primer punk acaso de la historia: Jim Morrinson, los Sex Pistols detuvieron una conferencia de prensa para levantarse a orinar en frente del escándalo de las reporteras.
Cuando vino a México, Alice Cooper dijo:
—Lo que hago es provocar reacción en la gente, convertirla en parte esencial del acto, hacerla partícipe del momento.
Cooper salía con víboras en el entarimado, cortaba cabezas de pollos, degollaba muñecas.
Pero…
—No hay ningún mensaje en todo ello —decía.
Sólo lo hacía para ofrecer un espectáculo… cuando se permitía la participación zoológica en los escenarios, por supuesto.
Hoy, Dumbo no hubiera existido.

Ronnie James Dio, cantante por un tiempo de Black Sabbath y de muchas otras agrupaciones metaleras, también vino a México por una vez. Su aspecto diabólico que ofrece en las portadas de sus discos y en los videos nada tenían que ver cuando uno lo veía en persona. Más parecía el amigo enclenque de Tom Sawyer que un metalero.
En uno de sus discos, intitulado Holy Diver, representa en la portada a un padre encadenado y azotado por un ente gigantesco que surge de los cielos.
—En mis trabajos me gusta darle a todo un doble sentido —dijo Dio, fallecido a los 67 años de edad hace tres lustros, el 16 de mayo de 2010—. En la ilustración quién sabe si el personaje satánico es en realidad un Dios y el padre lo contrario. Lo interesante es dejar abierta la imaginación. El heavy metal es eso. Fantasear. Cambiar los papeles.
Los pesados metaleros de Def Leppard, cuando vinieron a México en 1993, también se mostraron tal como eran. De aparecer como unos impugnadores de ortodoxos esquemas o como miembros de una secta para insultar al transeúnte distraído, resultaron ser en verdad unos muchachos gustadores de la Coca Cola y suscriptores apresurados de centros de videojuegos.
—Lo único que queremos es divertir a la gente —dijeron.
Los admiradores de Lola Beltrán también afirmaron:
—Tocamos rock pesado porque es la música que identifica a la clase social obrera. Por supuesto, no somos nadie para mandar mensajes. No se nos paga para tocar música política. El heavy metal debe ser, sólo, diversión.
Ya vino, en 1992, Black Sabbath en santa paz en el inaudible Palacio de los Deportes sin Ozzy Osbourne sino con Ronnie James Dio como cantante: Osbourne falleció a los 76 años de edad el pasado 22 de julio en su natal Inglaterra, si bien, de manera inaudita para un supuesto metalero o rebelde como él se hacía llamar, aceptó en 2002 participar en un reality show para que pudiéramos apreciar cómo toda su familia, junto con él por supuesto (la cabeza protagonista de tal eventualidad), hablaba, discutía, ofendía y se ofendía de modo arbitrario, altanero, altisonante y grosero que dejaba, dicha transmisión televisiva, millones de dólares en la cuenta bancaria de la familia Osbourne, de prosapia roquera, al grado de que desde la cuenta gubernamental de la Cámara de Diputados, a nombre del abogado Sergio Gutiérrez Luna (1976), nada más y nada menos que el presidente de dicha Cámara política, fue difundida una esquela dedicada a Osbourne, aunque ese mismo día había muerto, también, el ínclito poeta zacatecano José de Jesús Sampedro, ignorado absolutamente por la clase política.
De tal tamaño es la revelación cultural mexicana de estos salvaguardas del bien ciudadano.
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El legado de Ozzy Osbourne
Lachlan Goold
Ozzy Osbourne, el “Príncipe de las Tinieblas” y padrino del heavy metal, ha fallecido a los 76 años, apenas un par de semanas después de haberse reunido con sus compañeros de banda, Black Sabbath, para un concierto de despedida en su ciudad natal de Birmingham, Inglaterra.
Su familia publicó un breve mensaje en sus redes sociales: “Con una tristeza que no se puede expresar con palabras, tenemos que informar que nuestro querido Ozzy Osbourne murió esta mañana”.
John Michael Osbourne cambió el sonido de la música rock y deja tras de sí una carrera estelar que abarca seis décadas, numerosos premios Grammy, múltiples incorporaciones al Salón de la Fama y una ola de controversia.

Un agente de cambio
En 1969, de las cenizas de varias bandas, Geezer Butler (bajo), Tony Iommi (guitarra), Bill Ward (batería) y Osbourne formaron la banda Earth.
Al darse cuenta de que el nombre ya estaba ocupado, rápidamente lo cambiaron a Black Sabbath, como un homenaje a la película de terror italiana de 1963 I tre volti della paura (traducida al inglés como Black Sabbath).
Con el Verano del Amor en la memoria, Black Sabbath fue parte de una poderosa revolución musical, proporcionando así un antídoto a los hippies del amor libre de finales de los años sesenta.
A pesar de haber grabado y producido sus dos primeros álbumes a bajo costo, Black Sabbath, lanzado en febrero de 1970, y Paranoid, lanzado en septiembre de ese mismo año, fueron un éxito mundial.
Su enfoque estaba cargado de sarcasmo e ironía. Sin embargo, el público estadounidense lo confundió con culto satánico, lo que los posicionó como marginados (aunque populares).
Tras los primeros éxitos de Black Sabbath, su representante fue el famoso empresario británico Don Arden, cuya hija, Sharon Levy, era la recepcionista en su oficina. Con el paso del tiempo ella se volvería una parte esencial en la historia del músico. Y es que, más que cualquier otro vínculo musical que Osbourne tuvo en su vida, Sharon sería el personaje más influyente en todas sus decisiones.
Osbourne grabó ocho álbumes con Black Sabbath (algunos con gran éxito de crítica) y luego fue expulsado (paradójicamente por Sharon) debido a sus problemas con las drogas y el alcohol.
Ozzy en solitario
La carrera solista de Osbourne siempre estuvo a cargo de Sharon. Mientras grababa su segundo disco en solitario, Diary of a Madman, el guitarrista Randy Rhoads fallecería en un trágico accidente de avioneta. Osbourne era muy cercano a él y cayó en una profunda depresión, tras no haber perdido nunca a alguien tan cercano.
Sharon y Osbourne se casaron sólo unos meses después de este incidente. Su lucha contra las drogas no le impidió grabar más discos en solitario junto a varios guitarristas, continuando con un éxito moderado a lo largo de su carrera.

En la carretera, se podría decir que Osbourne dejó en ridículo el viejo cliché de la última gira de John Farnham. Y es que, casi igual que el cantante australiano, Ozzy realizó “su último concierto” más veces de las que se pueden contar, con nombres como No More Tours (1992-93), Retirement Sucks (1995-96) o No More Tours 2 (2018-19).
Eso sí: esta queja por las giras condujo a la época más exitosa de la carrera de Osbourne. Después de ser rechazada para el festival Lollapalooza de 1995, Sharon (y su hijo Jack) fundaron Ozzfest; inicialmente un festival anual multibanda de dos días encabezado por Osbourne, que se celebraba en Phoenix, Arizona, y Devore, California.
El Ozzfest, que posteriormente se convirtió en una gira nacional y luego internacional, dio lugar a una exitosa asociación con MTV que desembocaría en el estreno del reality show The Osbournes, en 2002. Allí, su batalla previa y actual contra las drogas era evidente, exhibida con orgullo (y ridiculizada) ante grandes audiencias mundiales.
El espectáculo de una estrella de rock rica y su familia incluyó un bombardeo constante de malas palabras, batallas con controles remotos de televisión lujosos, terapia canina, un caos interminable y a Osbourne gritando constantemente “Sharrrooon” como un bucle maníaco y retorcido de Un tranvía llamado deseo.
Luchas y controversias
Osbourne sufrió múltiples problemas de salud a lo largo de los años y rara vez ocultó el estado de su bienestar físico o mental.
Su destacada lucha contra el abuso de drogas y alcohol durante toda su carrera, y su asistencia a centros de rehabilitación hicieron que Osbourne fuera tomado como ejemplo. En 2007, reveló que padecía el síndrome parkinsoniano, que consiste en sufrir alguno de los síntomas de la enfermedad de párkinson. Sin embargo, en 2019 se confirmó lo peor: le diagnosticaron el propio párkinson.
Esto provocó que ya no pudiera caminar para su último concierto, Back to the Beginning, en Birmingham el 5 de julio de 2025, con una pléyade de músicos invitados.
La carrera de Osbourne estuvo plagada de controversias. Ejemplos sobran. Menciono sólo dos: arrancó de un mordisco la cabeza de una paloma y un murciélago —celebrado después con un juguete conmemorativo— y orinó en el cenotafio del Álamo. Fue llevado a juicio varias veces, pero nunca fue condenado.

Ozzy y yo
Como un chico blanco de clase media que creció en los suburbios de Brisbane (Australia) en los años ochenta, la música heavy metal atraía a mi cuerpo lleno de testosterona y granos.
Explorando las tiendas de discos de segunda mano de Brisbane, habría comprado mi primera copia de Black Sabbath alrededor de 1985. El sonido de un trueno y una campana de iglesia distante antes de que entrara el primer riff en drop-D parecía la antítesis del soleado Queensland y el pop de los ochenta.
A medida que mi vida se obsesionó con el estudio de grabación y la ruidosa escena musical de Brisbane en la era posterior a Joh —es decir, tras el largo reinado del Partido Nacional de Joh Bjelke-Petersen—, esos riffs drop-D influyeron en un nuevo estilo que arrasó el mundo a principios de los noventa.
La influencia de Osbourne fue enorme y, a través del grunge, su sonido renació. El grunge era la unión de los riffs drop-D al estilo de Sabbath con la energía del punk y la melodía de los Beatles.
Escuchar los discos de Black Sabbath y Ozzy me proporcionó una paleta sonora lista para capturar la ola de música alternativa que ha surgido de la escena de Brisbane.
Si bien la muerte de Ozzy no es una sorpresa (excepto para aquellos que nunca pensaron que duraría tanto), deberíamos hacer una pausa y recordar a un ícono con una energía infinita para el entretenimiento, una pasión por la música y un cambio en las expectativas de la cultura popular durante más de 50 años. [Este artículo fue publicado en inglés en el original. // Fuente: The Conversation. Licencia Creative Commons — CC BY-ND 4.0]