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“A medida que mis libros sobre Mussolini salían, parecían contar una historia de absoluta actualidad”

El escritor italiano Antonio Scurati concluye su pentalogía sobre el dictador con la publicación de «M / El final y el principio», libro que llegará en español en septiembre

Julio, 2025

Apoyándose con documentos, Antonio Scurati lleva casi una década novelando la historia del fascismo contada desde dentro. Detrás de la “M” (que llevan por título), en alusión directa al fundador del fascismo, Benito Mussolini, ha publicado ya cuatro libros: M. / El hijo del siglo, M / El hombre de la providencia, M / Los últimos días de Europa y M / La hora del destino. El quinto y último de la serie, M / El final y el principio, ya está circulando en su idioma original, mientras en español estará llegando en septiembre. Hace unos días, el escritor italiano charló con la prensa. La periodista Barbara Celis estuvo ahí.


Barbara Celis


Si no existiera Antonio Scurati habría que inventarlo. Este escritor italiano de 56 años seguramente haya hecho más con su biografía novelada de cinco tomos sobre Mussolini que décadas de profesores de historia en los colegios de Italia y Europa o años de fiestas del PCE. El autor de M. / El hijo del siglo, libro traducido a más de cuarenta idiomas y aplaudido por su capacidad para analizar, describir y mostrar la cercanía del fascismo de hace cien años con las muchas caras del fascismo actual, acaba de publicar en su país natal M. El final y el principio (en español llegará en septiembre) quinto y último libro de la saga compuesta además por M. El hombre de la providencia, M. Los últimos días de Europa y M. La hora del destino. Cada uno de los libros profundiza, con un relato novelado que se apoya en documentos históricos reales, en los diferentes momentos de la ascensión al poder y caída de Benito Mussolini. Y como en el mejor de los libros de intriga y aventuras, el lector acompaña al dictador en ese intenso periplo como si se tratara de una ficción, pero sabiendo que está viajando a través de la historia real de esa Italia que optó por abrazar el fascismo entre los años veinte y 1945.

Mussolini inauguró una corriente política extremadamente peligrosa que contribuyó a llevar a Europa a la Segunda Guerra Mundial y cuyos alumnos aventajados —Donald Trump, Javier Milei, o Santiago Abascal— amenazan la esencia de las democracias del planeta con palabras y acciones de las que el italiano fue pionero.

La saga M además se ha convertido en una exitosa serie de televisión dirigida por Joe Wright que Scurati califica de “fabulosa” y que ha acercado la historia del fascismo a los jóvenes. “Hay que adaptar las narrativas a los tiempos modernos”, subraya.

Pese a la reciente publicación de M. El final y el principio, centrado en los últimos 600 días de vida del dictador italiano y en la dureza de la ocupación nazi-fascista de Milán, de la que apenas se habla en los libros de historia, Scurati ha decidido no conceder entrevistas en Italia. No es una decisión aleatoria: desde que M. El hombre del siglo ganó en 2019 el prestigioso premio literario Strega, la prensa conservadora y derechista de su país le ha convertido en blanco de críticas y violentas campañas por presentar a Mussolini como el dictador despiadado y narcisista que era y no como esa figura descafeinada de la que una parte de Italia aún seguía hablando como alguien ‘que también hizo cosas buenas’.

Sus desencuentros con la prensa y con el gobierno de la ultraderechista de Giorgia Meloni, cuyo partido, Fratelli d’Italia, nunca ha renegado explícitamente de Mussolini, han agotado la paciencia de este hombre de talante tranquilo que también ha sufrido amenazas de muerte y cuya voz se ha convertido en los últimos cinco años en un faro de referencia internacional cuando se habla de los peligros del fascismo del siglo XXI. Ha llegado incluso a sufrir la censura de la RAI, la televisión pública italiana, en un sonado y polémico episodio en 2024 tras el cual su figura también comenzó a desaparecer de eventos literarios porque, como él mismo explica, “ahora me ven como alguien que acentúa la división social simplemente por defender lo que siempre he defendido: los valores de la democracia y el antifascismo italiano. Antes hablar de ello en foros públicos era lo normal, ser antifascista era algo positivo y ahora —tras la llegada de Meloni al gobierno en 2022 y la polarización política subsiguiente— ya no. Hoy, defender los valores demócratas es considerado ‘polarizador’”.

Scurati lo explicó recientemente en un foro que considera amigo, el de los periodistas extranjeros que escriben desde Italia. Empero, la actual sede de la Asociación de la Prensa Extranjera en Roma está paradójicamente en Palazzo Grazioli, antigua residencia de Silvio Berlusconi —otro exponente del populismo— y ubicada precisamente frente a Palazzo Venezia, desde donde Mussolini se dirigía a los italianos. “No era consciente de que estábamos justo enfrente, qué ironía ¿no?”, comentó el milanés durante un encuentro en el que no sólo dio una ejemplar lección de historia sino que advirtió sin ambages sobre los peligros que acechan actualmente a las democracias de todo el planeta.

El siguiente es un resumen de su conversación con una docena de medios internacionales.

—Usted lleva años entregado a Mussolini. Ahora que cierra su pentalogía sobre el personaje, ¿siente algún tipo de vacío?

—Mis detractores, mis enemigos, o mejor, quienes me consideran enemigo de la extrema derecha dicen que estoy obsesionado con Mussolini pero no es así. Nunca tuve una pasión o una obsesión con él. Yo me eduqué con el mito de la resistencia italiana y siempre soñé con escribir un libro sobre los antifascistas y los partisanos, pero decidí centrarme en Mussolini porque creo que era un relato necesario y una operación literaria nueva pero no, no tengo ningún busto de él en mi oficina. [risas]

—¿Podría comentar este extracto que está en la introducción de su último libro? “Hoy, mucho más que cuando empecé a escribir este relato, un número consistente y creciente de italianos, europeos y estadounidenses tiende a desconocer, a negar e incluso a añorar esta terrible historia. Se preparan para repetirla de maneras diferentes. Por eso hoy más que nunca es necesario seguir contándola, asumir nuestras responsabilidades frente al pasado, el presente y sobre todo, el futuro”.

—Leer el presente con perspectiva histórica nos ayuda a entenderlo. Sin embargo, a menudo somos víctimas de lo que yo llamo cronicismo, es decir, esa enfermedad que hace que centremos nuestra mirada en la crónica de actualidad sin contexto. La capacidad de anticipación de estos libros reside en mirar hacia atrás con perspectiva histórica. Cuando empecé a escribirlos recuerdo incluso a amigos escritores mirándome con escepticismo, les parecía raro que me interesara por Mussolini y, sin embargo, a medida que los libros se han ido publicando parecían contar una historia de absoluta actualidad porque la figura de Mussolini y la herencia de los fascismos del siglo XX parecían fagocitar el presente. Cuando vi a Steve Bannon hacer el saludo fascista en la Asamblea MAGA en Estados Unidos, él, que no tiene ninguna relación familiar o histórica con un pasado fascista pero elige ese saludo de forma libre, está hablando de forma elocuente del futuro, no del pasado. La ecuación creo que hoy está clara: los que en Europa o Estados Unidos denigran o atentan directamente contra la democracia manifiestan una conexión con los fascismos del siglo XX.

—Usted en alguna entrevista ha dicho que leyendo documentos históricos de aquella época le sorprendió la ceguera de la sociedad respecto a lo que estaba a punto de ocurrir. ¿Cree que hoy somos conscientes de lo que está ocurriendo?

—Creo que las cosas resultan bastante claras para quienes aplicamos un ojo analítico, reflexivo, pero la mayoría de las personas están ciegas frente a lo que ven en el día a día. Y también hay ceguera respecto al futuro. Yo nunca he dicho que el fascismo del siglo XXI volvería a presentarse de la misma forma que en el siglo XX. Es más, la dificultad está precisamente en descubrir las nuevas fórmulas, las mutaciones y los cambios que el pasado asume bajo una nueva máscara. Si esperas ver desfilar a las camisas negras con la mano alzada estás mirando en la dirección equivocada. Hay que fijarse en otras cosas, por ejemplo ese sacerdocio imposible entre Donald Trump y Elon Musk, nunca había ocurrido nada parecido en la historia. Esas son el tipo de señales que hay que observar.

—¿Cree que las formas de fascismo actuales pueden llevar a un desenlace dramático como el que vivió Europa en los años cuarenta?

—La democracia no está amenazada por el regreso del fascismo en su forma histórica. La amenaza ya está aquí, no hay que esperar a que llegue. Proviene de los populismos soberanistas que han heredado algunas de las características del fascismo, pero no todas. Mussolini es el primer líder populista de la historia, es el arquetipo. Y por eso mis libros han despertado interés, pero creo que la democracia está amenazada por esos movimientos, líderes y partidos actuales que operan dentro de las reglas electorales de la democracia liberal para después erosionarlas y corromperlas desde dentro. Eso ya está ocurriendo, tanto en Europa como en Estados Unidos. Meloni, por ejemplo, da una imagen de moderación fuera que no se corresponde con lo que hace dentro. La reforma de la justicia, el decreto sicurezza [la ley mordaza italiana que criminaliza prácticamente cualquier forma de protesta social], son expresiones legislativas de una concepción iliberal de la democracia.

—¿Cuando hablamos de líderes como Milei o Bolsonaro, también debemos calificarles de fascistas?

—Yo creo que es erróneo calificarlos a ellos o a Trump de fascistas. Lo que tienen en común es que son líderes populistas [Scurati ha escrito un ensayo subrayando estas diferencias titulado precisamente Fascismo y populismo (Debate)] pero hasta ahora se diferenciaban del fascismo histórico por el uso de la violencia. El fascismo utilizaba la violencia de forma sistemática y metódica para conseguir sus objetivos políticos. El populismo soberanista actual aún no ha hecho algo así, salvo por casos puntuales, como el asalto al Capitolio estadounidense. No obstante, hasta ahora yo no consideraba posible un regreso de la violencia física y homicida que caracterizó la época de Mussolini o de la violencia bélica tan propia de los fascismos históricos; sin embargo, tengo que decir que tras ver todo lo que ha hecho Trump en sus primeros meses de mandato empiezo a tener dudas y quizás en un futuro próximo también podríamos ser testigos de violencia bélica y militar. Trump me inquieta mucho, sobre todo porque tiene muchísimo más poder que por ejemplo los miembros de Vox o de Fratelli d’Italia. [Scurati, siempre profético, pronunció estas palabras apenas unas semanas antes de que Trump sacara al ejército a la calle para frenar las protestas antiinmigración y bombardeara Irán saltándose todas las reglas democráticas que en su país obligan a pedirle permiso al Congreso estadounidense antes de emprender cualquier acción militar].

—¿En qué otros ámbitos fue pionero Mussolini?

—Mussolini ejercía la violencia contra los italianos al mismo tiempo que los seducía. Su capacidad de seducción no tiene precedentes históricos. Él es el primero en llevar a la escena política esa figura del líder encarnado en su cuerpo físico, la personalización absoluta de la política, que se repite en todos los líderes populistas. No se habla de programas, de instituciones, se habla simplemente del líder, y ahí su cuerpo físico es esencial. No hace falta que sea guapo o viril, puede también ser una mujer, lo importante es esa postura autoritaria, esa voz que chilla y que dice encarnar la voluntad del pueblo. De hecho la persona física del líder es tan importante que tras su muerte, el cuerpo de Mussolini fue masacrado por las masas y colgado en público de forma completamente obscena.

—¿El populismo se combate con el antifascismo?

—La izquierda siempre comete el error de mirar hacia el populismo con una cierta superioridad moral e intelectual observando sin entender, fijándose en detalles secundarios, ‘mira qué vulgares son, qué tontos son’… pero el populismo es un ruido de fondo de la historia de la humanidad en el que la política del miedo prevalece sobre la política de la esperanza. Es algo que tiene raíces muy profundas relacionadas con nuestra vida en este planeta. La gente se siente decepcionada, traicionada, cultiva rencores y los líderes aprovechan esos momentos de debilidad, es una faceta del ser humano y no se puede despreciar. Pero yo no soy un líder político y la táctica electoral no es parte de mis preocupaciones, yo no propongo el antifascismo como táctica política para derrocar los populismos. Yo creo que el antifascismo es una virtud democrática y cívica que debería ser heredada de generación en generación y practicada por todos los que creen en la democracia, incluida la gente de derechas. Para mí el antifascismo es una virtud ética y cívica que nos ayuda a estar en el mundo.

Antonio Scurati, en la Asociación de la Prensa Extranjera de Roma. / Foto: B.C.

—¿Y como escritor, son estos libros su respuesta a los populismos?

—Yo he escrito estas novelas porque he sido educado en los valores del antifascismo pero miré a mi alrededor y vi que esos valores se estaban derrumbando, así que me pregunté qué puedo hacer para renovar esa tradición que nos ha enseñado que democracia y antifascismo van unidos. Me planteé una narración, la novela, que por su naturaleza abierta e inclusiva invita a todos a conocer sin necesidad de tener conocimientos previos. Entonces, decidí que en lugar de poner en el centro el mito partisano contaría el fascismo desde dentro y ese relato quizás me ayudaría a perpetuar la herencia antifascista. El hecho de que se hayan vendido millones de libros demuestran que muchos lectores han buscado una comprensión de los acontecimientos históricos en mis libros, más allá de la militancia. Los libros no son una forma de militancia político-ideológica, son una forma de militancia a favor de la civilización literaria y de la literatura como forma de conocimiento.

—¿Por qué no ha querido conceder entrevistas a medios italianos?

—El debate público italiano se ha degradado mucho, está muy polarizado por extremos que exprimen un rencor sectario y una agresividad facciosa que hace que sea muy difícil explicarse. Si no quieres limitarte a chillar y aspiras a dar explicaciones estructuradas es casi imposible hacerse entender. Además, no hablo con la prensa italiana porque no quiero asumir la posición simbólica de la víctima, las víctimas son otros. Pero he sido objeto de campañas muy violentas, vulgares y peligrosas por parte de la prensa pro gubernamental desde las últimas elecciones [2022]. El periódico Libero ha publicado una portada con mi foto con el título Hombre de M, que en italiano sería hombre de mierda. En los días sucesivos han venido a mi casa, han hecho pintadas en la puerta y han dejado bolsas con caca, he estado a un paso de que me pusieran escolta policial, me han espiado, he recibido críticas directas de la presidenta Meloni y del presidente del Senado, por no hablar de la censura en la RAI o de los muchos artículos con los que han intentado demostrar que soy un hombre corrupto, aunque no lo hayan conseguido. Por eso no es que sospeche que estoy en una lista negra, tengo la certeza de estarlo.

[Barbara Celis: corresponsal freelance en Roma. Antes lo hizo desde Nueva York, Londres, Taipei y Madrid. Ha sido consultora de comunicación para varias agencias de la ONU y para el Instituto Cervantes. Es directora del documental Surviving Amina. // Texto publicado originalmente en CTXT / Revista Contexto; es reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons — CC BY-NC 4.0.]

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