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«El esquema fenicio»: una exploración por la frágil y tardía urgencia de la paternidad

Julio, 2025

Zsa-Zsa Korda, un magnate europeo de la industria armamentística, sobrevive a un sexto atentado aéreo. Decidido a designar a su heredero, elige a su única hija, Liesl, una monja con la que mantiene una relación distante. En esta nueva entrega de ‘La Mirada Invisible’, Alberto Lima se detiene en el más reciente filme del cineasta estadounidense Wes Anderson, El esquema fenicio: una afectada y relamida fábula inclasificable. A mitad entre comedia algo oscura y un drama suave, y aunque perfecta en lo formal —escribe—, ésta termina siendo un artefacto con poca hondura emotiva.

El esquema fenicio (The Phoenician Scheme),
película de Wes Anderson,
coproducida por Estados Unidos-Alemania;
con Benicio del Toro, Mia Threapleton,
Michael Cera, Tom Hanks, Scarlett Johansson,
Benedict Cumberbatch. (2025, 101 min).

La consecución de un estilo inconfundible siempre será una aspiración legítima para cualquier cineasta. A final de cuentas, es así como se consolida una identidad, una carrera y con la suma de varios estilos devienen entonces tendencias, movimientos, escuelas. Sin embargo, ¿qué sucede cuando un director, obcecado en refinar una y otra vez su estilo con cada nueva película, termina por convertirlo en fórmula o receta a seguir? A la mesa de examen El esquema fenicio, reciente filme del estadounidense Wes Anderson (Houston, 1969).

En algún lugar de un gran país, el millonario hombre de negocios apátrida y sospechoso de matar a sus tres esposas Zsa-Zsa Korda (Benicio del Toro), que vive a salto de mata sobreviviendo constantemente a fallidos intentos de asesinato, pronto verá amenazados sus negocios y su fortuna cuando sus poderosos competidores se alíen entre sí y decidan subir el precio de los tornillos, provocando que el millonario deba cubrir el déficit recurriendo a su autollamado esquema fenicio, el cual consistirá en realizar una serie de visitas a distintos socios-enemigos sátrapas inversionistas como Leland (Tom Hanks), Marseille Bob (Mathieu Amalric), Marty (Jeffrey Wright), la atractiva prima Hilda (Scarlett Johansson) y el malvado hermano cainesco Nubar (Benedict Cumberbatch) con el propósito de convencerlos a toda costa de que le entren con una lana y cubrir así parte del déficit. Para ello, recurrirá a la ayuda y compañía del tutor aficionado a la entomología y doble espía Bjorn (Michael Cera), y de su hija monja devota Liesl (Mia Threapleton), con quien mantiene una relación distante que pronto se verá fortalecida a raíz de la petición del padre en abandonar los hábitos para convertirse en heredera única de su fortuna.

Fotogramas de El esquema fenicio, película de Wes Anderson.

Con guión propio escrito a partir de una idea suya en colaboración con Roman Coppola, el duodécimo largometraje de Wes Anderson es una afectada y relamida fábula inclasificable que, fiel al estilo del cinerrealizador, elabora un filme híbrido a horcajadas entre la comedia algo oscura y el drama suave pero que, de tan perfecto en lo formal, termina siendo un artefacto —si bien por momentos gracioso e indiscutiblemente espléndido en cuanto a su concepción visual— con poca hondura emotiva en aras de contar una anécdota sencilla —un padre intentando recuperar el amor de su hija—, en donde la edulcorada e inmaculada fotografía de Bruno Delbonnel —responsable de la inolvidable imaginería plástica de Amélie (Jeunet, 2001)— es el poderoso caballo de batalla al filmar sus planos nada más de frente, de costado y desde  arriba, para apegarse al estricto cuadrado sempiterno de Anderson para destacar las manías, trampas, argucias y gestualidad del colmilludo adinerado Korda, con los planos generales repletos de personajes al interior de un avión —también ya marca indeleble de la casa wesandersoniana—, o el dilatado plano en top shot de la sesión de baño del millonario con las enfermeras durante la secuencia de créditos iniciales, para generar así una bonita comunión con la elegante y exquisita música del siempre brillante Alexandre Desplat.

Wes Anderson es un director peculiar, cuya filmografía pareciera ceñirse casi obsesivamente a crearlas como si estuviese encerrado en su habitación jugando con aviones y trenes, con fantasías asentadas en un realismo lúdico y personajes vistos como figuritas de acción. De ahí que éstos permanezcan siempre en gesto brechtiano que les permite distanciarse de las emociones y así el espectador pueda asimilar sus cintas como si estuviese ante una historieta de aventuras. En El esquema fenicio, más allá de este aspecto deliberadamente infantil, también hay un intento en mostrar cierta aspiración de madurez con esas secuencias oníricas en blanco y negro de Korda, donde es juzgado en el cielo respecto a sus acciones terrenas, aunque al final, más allá de algunos chistoretes, éstas sirvan más para meter con calzador a toda su pléyade de actores-fetiches como Bill Murray, Willem Dafoe o F. Murray Abraham.

Un tema recurrente en las películas de Anderson es el rol de la figura paterna, ya planteado desde Los excéntricos Tenenbaums (2001), con ese locuaz padre sibarita y chantajista que intenta recuperar afectivamente a su familia; pasando por el Viaje a Darjeeling (2007), en donde un trío de hermanos busca fraternizar más durante un viaje peregrino, a bordo de un tren en la India, para encontrar a su madre, luego de la indefensión sufrida a causa de la muerte del padre; hasta recalar ahora con este millonario ciudadano del mundo que, a partir de subterfugios, se acerque más y más a esa hija quien, en principio dispuesta a seguir el camino de Dios, terminará aceptando el amor paterno, pese a que éste se vea arruinado en lo económico pero felizmente realizado en la desnudez doméstica al interior de una concurrida taberna administrada y atendida por ambos, con la pesada mano guiñolesca del director gravitando y moviendo los hilos de su estilizado mundo de juguete.

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